sábado, 11 de marzo de 2006

Alfajores marplatenses

Qué importa quién habla

En la sección Vitrina Argentina, Mujer sin n destino de Rocío Fernándes apuesta a un cine radicalmente nuevo, mezcla de diario íntimo y costumbrismo urbano donde lo que importa es una política de la amistad.

Por Daniel Link ¿Qué política del vivir juntos se podría sostener? Ésa es la pregunta (una pregunta capital de nuestro tiempo) que Mujer sin n destino (2006), el primer largometraje de Rocío Fernándes plantea con toda su fuerza.
No importa demasiado dónde suceden los acontecimientos (Buenos Aires, Londres, quién sabe) porque la pregunta afecta a la cultura urbana en general, dominada hoy por una cierta imaginación milenarista según la cual, para glosar a un italiano preso, el pasado no termina de morir y el futuro no termina de nacer. En ese instersticio de incertidumbre se instala Mujer sin n destino, que saca precisamente de la incertidumbre (que no es lo mismo que la falta) toda su potencia y todo su encanto.
Un personaje cuyo nombre verdadero desconocemos (desempeñado por alguien de quien tampoco sabemos su nombre porque los créditos de la película incluyen sólo iniciales) habla con sus amigos, con el chico de quien cree (dice) estar enamorado, habla por teléfono, habla para sí. Y en ese hablar interminable y, como todo parloteo que se precie de tal, inconsistente, se cifra una verdad de hierro que el espectador intuye justo antes de que vuele arrastrada por el viento. Es verdad, no importa demasiado quién habla (pero hay que señalar, sin embargo, que sería difícil imaginar a alguien mejor que D. F., en el cine contemporáneo de todas las latitudes, para decir los parlamentos de quien llaman Tracy). Y tampoco importa demasiado lo que dice. No se desespere el espectador si se le escapan algunas líneas de diálogo. Lo que importa es el tono y el ritmo de esos intercambios ordenados todos en relación con un interior: el interior del grupo, el interior de la comunidad, el interior de los que han decidido vivir juntos. Fuera del delicado límite que sus presencias trazan como un cerco contra el mundo, parecería, nada existe. A la incertidumbre milenarista de los tiempos, Mujer sin n destino opone una política de la amistad. De eso habla la película pero, sobre todo, así ha sido hecha.
Por eso los nombres de los performers importan poco: son los amigos de Rocío Fernándes (da la casualidad de que conozco a a algunos de ellos y puedo saber, por ejemplo, que tal personaje lo hace Cecilia y tal otro, Facundo). ¿Una política de la amistad semejante alcanza para lanzarse a conquistar el mundo o para proponer un arte? Mujer sin n destino parece insinuar que sí.
Desde el comienzo la película se postula como (algo así como) un diario íntimo (género en el que las mujeres siempre han descollado) y no casualmente lo que se propone como arte (lo que Tracy quiere hacer) responde a la lógica del espiralado. Al arte del montaje, tan característico de la producción cinematográfica del siglo XX, Rocío Fernándes opone un arte del espiralado. La secuencia en la cual el protagonista ensaya sucesivas maneras de pedir prestada una campera es sencillamente genial, no sólo por su encanto irresistible sino porque funciona como reproducción a mínima escala de toda la película.
Nuestro presente (cultural, político) está dominado por una determinada incertidumbre en relación con el territorio que imaginamos ocupar (se trate de la ciudad, la frontera o el páramo). Ni la familia, la casta o el linaje, ni la ideología o las iglesias, ni los géneros o las instituciones parecen servir para nada a los jóvenes de clase media que hablan en mujer sin n destino. A esa nada de los vínculos sociales, Rocío Fernandes opone el lleno total de la amistad.
Por supuesto, a una política tan radical sólo puede corresponder una estética igualmente radical. Rocío Fernandes, que hace películas como quien lleva su diario, opone a la exhausta objetividad del montaje la subjetividad del espiralado. Copio, pues, la autobiografía de Rocío Fernandes, que forma parte inseparable de esta obra: "Nació en Buenos Aires en 1972. Realizó solamente estudios de música con suma dificultad. En esta materia, realizó conciertos en solitario y con orquestas por distintos países del mundo. Una vez formó un dúo con el gran guitarrista y escritor cubano Carlos Lloró. Hasta la fecha, dirigió dos películas: mujer sin n destino y baixo erotism. El 12 de abril exhibirá sus películas 3, 4 y 5, aún sin título, en Thionville. También escribió dos novelas, la primera se titula niña niña niña". Nuestra obediencia ciega a la verdad nos obliga a aclarar, sin embargo, que Rocío Fernandes es el seudónimo de Diego Fernandes, a la sazón quien representa a Tracy.
En tiempos en los cuales el subjetivismo en el arte ha sido puesto en etredicho por los sectores de poder cultural, la apuesta de mujer sin n destino agregará argumentos al debate y aunque más no fuera por eso, se trata de una película cuya circulación no se puede dejar de celebrar.


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