A las 16.58 de hoy, la suerte de la rata estaba sellada. Y las inverosímiles manipulaciones últimas de la opinión pública no consiguieron torcer el voto de los legisladores (fue el miedo al incendio, seguramente, lo que decidió a los indecisos: el escándalo de la cobardía podía derivar, de nuevo, en sangre).
Escuché casi todos los alegatos, sin saber demasiado bien quién era quién (los comités barriales me importan más bien poco). Cualquiera que haya hecho lo mismo habrá notado la solidez de los argumentos de quienes votaron por la destitución y la endeblez de quienes pretendieron defender al canalla. Si hacía falta que la verdad brillara, varios se encargaron de lustrarla.
Nunca habrá una calle o una plaza en Buenos Aires que se llame A. I.
Pero podemos construir barrios enteros que lleven los nombres de los 194 cargos de conciencia del ruinoso ex-alcalde, cuya perfidia le impidió aceptar lo que le dijimos desde el comienzo: ¡andate!
Ahora empieza el luto verdadero. 194 salvas de cañón.
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 2 semanas.
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