lunes, 4 de abril de 2005

Cerca de la revolución

Recuerdos de Naboo

Por D. L. Conozco argentinos mayores de 30 años que tienen (qué digo tienen: atesoran) los muñecos de La guerra de las galaxias y la nave de Han Solo, el Halcón Milenario. Siempre me había parecido un hábito irritante de norteamericanos de provincia con la cabeza quemada, hasta que un día mi hijo, que por ese entonces había recibido de regalo un Ford Falcon rojo modelo 82 completamente destartalado, lo llamó Millenium Falcon (antes de que se lo robaran).
Yo mismo, durante 2003 tuve la suerte de ir a parar a una residencia en Italia. Desde la ventana del baño podía ver la Villa Balbianello, donde se filmaron los momentos románticos entre Amidala y Anakin en Episodio II (la casa paterna de Padme). A los amigos les decíamos que vivíamos en Naboo. Visité la Villa transido por la emoción y a pesar de que sabía que tenía que caminar como 10 kms. para llegar a la entrada (lo que no sabía es que hay un servicio de taxis acuáticos que llega hasta el muelle donde desembarca la parejita de muñecos de torta de bodas). Comprendí el gusto bizantino de Padme y su incapacidad para juzgar el carácter de los hombres. Me tomé fotos que imitan fotogramas de El ataque de los clones.
Hoy, en mi balcón hay un "venerable Joda" de yeso, perdido como corresponde entre el follaje de las plantas de maceta que constituyen su ecología natural, tanto en el planeta Dantooine donde Luke Skywalker lo encuentra, como en mi casa). Los helechos que veo a través de la ventana de mi dormitorio son los mismos con los que Lucas construye sus selvas en los rincones más perdidos de la galaxia.

Lo quiera o no, como todos, vivo el ensueño de mi época, que es el ensueño infantil y libertario de Starwars.


El texto completo, acá y en RollingStone , 85 (Buenos Aires: abril 2005)

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