domingo, 24 de abril de 2005

Libros recibidos

Recibo Ronda nocturna, ¿libro que transcribe el guión de una película? No, es mucho más que eso. Es el pretexto para un encuentro (que bien puede adoptar la forma del relato audiovisual o no). Gracias a la publicación del guión, se entiende mejor hasta qué punto la película de Cozarinsky constituye una experiencia estética completa. Es el tono, dice Cozarinsky, lo que debería leerse en este libro (¿no es siempre el tono lo que importa en los libros que amamos?). Ronda nocturna, el guión y la película, son lo mismo y no lo son (como sucede, por ejemplo, con Teorema de Pier Paolo Pasolini). Se trata de diferentes ángulos, pero esos ángulos son infinitos. Estuve en el rodaje de Ronda nocturna: el privilegio de un ángulo muy íntimo (y a, la vez, el más público, porque la película se hizo mayormente en exteriores). Vi la película. Y ahora leo el libro. Cada vez, me sentí interpelado de diferente forma: por una indicación que atravesaba como un grito el murmullo de los conjurados, por un gesto que se combinaba con un determinado punto de fuga de la cámara y un sonido, por un adjetivo que venía a decir lo irrepresentable ("repite las palabras, ahora con una tristeza infinita") y a ponerle un nombre a ciertas cosas ("los amigos, abrazados, se masturban mutuamente"). Ni la película ilustra la escritura ni la escritura aclara u ordena lo que se ve. Cozarinsky quiso cruzar del otro lado del espejo, donde los reflejos ya no responden a la lógica de lo mimético y lo que aparece es el espesor de las cosas, las caras y los cuerpos. Vuelto de su ronda nocturna, de su experiencia (¿pero acaso se vuelve de una experiencia?), Cozarinsky nos dice que los muertos hablan con los vivos y esa conversación sucede en un más allá de nuestra voluntad: no convocamos a los muertos, son ellos los que nos abrazan y nos llaman.

Ronda Nocturna

por Edgardo Cozarinsky

Nunca he podido escribir un guión desarrollado, detallado, porque sé demasiado bien que será sólo en contacto con los actores y en las locaciones elegidas que podré dedicidr posiciones de cámara y valores de imagen. El guión se convierte de este modo en un texto que debe sugerir a un hipotético lector, que no puede entrar en mi imaginación, el tono buscado para el film. No pretendo erigir en regla esta forma de trabajo personal.
En el caso de Ronda nocturna, precedí el texto, necesariamente escueto, del guión con estas palabras: "Este guión debe ser leído como un libreto de ópera: un (pre)texto al que la música -en este caso el cine: es decir las imágenes y sonidos- aportarán rostros y ritmos cambiantes, la carne y el músculo. Nada más lejos, por lo tanto, de un guión narrativo tradicional, que la realización debería ilustrar". La palabra ilustrar me recuerda, ahora que el film está terminado, un breve texto que había escrito a propósito de Tan de repente de Diego Lerman. Transcribo un párrafo:

Todo el cine que vale la pena está hecho sobre un guión, al costado del mismo, a partir de él, en sus rendijas, aun en su contra; nunca ilustrándolo. El respeto al guión ha sido y es una exigencia de los ejecutivos de la industria norteamericana y sus secuaces internacionales, nerviosos por asegurarse de que no habrá sorpresas en el producto final de una inversión financiera. Y sin embargo la eficacia de esa espina dorsal que es el guión reside en la proporción exacta en que permite la disgresión: esas pausas y respiraciones que son los momentos más recordados de cualquier film.

El guión que sigue corresponde a la versión definitiva del film pero respeta en gran parte el tono y la construcción de aquel texto, o pretexto. Las notas que lo siguen procuran iluminar la lectura del guión desde una perspectiva a la vez profesional y subjetiva, donde el placer del trabajo en común, lejos de excluir el afecto o la memoria, se nutre de ellos.

Buenos Aires, febrero 2005

"Introducción" a Ronda nocturna. Texto de Edgardo Cozarinsky,
fotografías de Vanina Hofman. Buenos Aires, libros del Rojas, 2005,
128 págs., ISBN 987.1075.41.3

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