Robo el nombre de un blog admirado para titular esta entrada. Hacía años que no iba al Bafici, ese evento mezquino en el que no se sabe bien si en él la excentricidad se vuelve frívola o la frivolidad, excéntrica. La sola idea de "cine independiente" me resulta detestable, una abominación conceptual. ¿Independiente de qué? ¿De los intereses de los grandes estudios? ¿Es que hay tales "grandes estudios" en Argentina? Además, si tan independientes se proclaman, ¿cómo se explica la propaganda de L'Oréal que pasan antes de cada película? Señores: no sean farsantes y vayan a trabajar (excluyo de esta directiva a los amigos y conocidos que trabajan para ese festival "porque de algo hay que vivir". Si a ellos les da el estómago, ¡aplausos! ¡aplausos!).
Lo que ustedes llaman "cine independiente" es lisa y llanamente cine débil, que no puede competirle el público a ninguna película mainstream. Si tuvieran verdadero coraje o vocación de disidencia, el festival sería de cine "experimental", y ahí te quiero ver. Pero no, "independiente" y "barato" (porque baratas son las producciones y, también, las entradas) sirve para corroborar que el "cine de entretenimiento" no es "cine de verdad" y que los verdaderos amantes del séptimo arte son capaces de someterse a las torturas que IhateyouBafici reseña con pluma crispada, en haras de un arte que nunca debió existir.
Además, todo sucede en ese lugar espantoso llamado "El Abasto", al que cuesta llegar, al que cuesta entrar, del que cuesta salir y en el que cuesta, sobre todo, estar. Lo que llaman "cine independiente", señores, no es sino la frutilla que adorna la torta de la especulación inmobiliaria en Buenos Aires.
Para mi sorpresa infinita, cuando la pantalla anunció que el evento es organizado por ¡la Ciudad de Buenos Aires! nadie silbó (¡siquiera!) a un gobierno que ha dado ya suficientes muestras de que lo único que le queda pendiente es hundirse en el olvido, para siempre. Toda gente "muy bien", la que va al Bafici a legitimar el estado horrible del mundo y de las artes.
¿Y por qué yo fui, si sé que me hace mal? Porque hoy pasaban, en "sesión de homenaje", Ronda nocturna, la magnífica película de Edgardo Cozarinsky en la que hasta el más evidente de sus errores se vuelve una virtud. Escribo esto básicamente para prohibir terminantemente que alguien pretenda que Ronda nocturna es un ejercicio de "cine independiente". Es un ejercicio de inteligencia, y es una experiencia estética (radical), y cuando se me pase la emoción con la que salí del cine intentaré escribir algo sobre ella (de hecho, debo hacerlo para una revista carioca, ¡ay, negro!). Bafici: I hate you, too. I hate you more.
Las tres gracias
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Hace 2 semanas.
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