¡Fue una velada de brillo sin igual! Como la vernissage incluía salchichas grilladas al aire libre, habíamos estado controlando las posibilidades de precipitaciones en una página amiga. Hasta el día anterior (el jueves), se suponía que iba a llover, pero luego fue tanta la lluvia que cayó esta mañana que los pronósticos aligeraron nuestra preocupación anunciando sólo un nublado intenso. Y así fue. Lentamente, el tout Ostkreuz (que es como decir la juventud dorada de Berlín) se fue juntando dentro y fuera de la galería (Timo Berger, sin embargo, no estaba). De otros barrios, de la zona norte, llegaron Silvia F., Florencia y Estela. Más tarde se sumó al contingente el anunciado (Silvia F. dixit) "chico más lindo de Berlín", que resultó no ser ni chico ni lindo sino un señor agradable (lo que fue una suerte, porque al "chico más lindo del mundo" S. y yo ya lo conocíamos y no teníamos ganas de volver a verlo) que manifestó una profunda curiosidad por el "Kunst von Freire" (Timo Berger, en cambio, no tanto, porque no fue).
De Kreutzberg era el interesado, de donde llegaron también Tanja y su marido (esta vez sin la diseñadora de Düsseldorf, que tenía miedo de que en Ostkreuz le robaran sus alhajas, pero, acompañados, en cambio, por una latinoamericanista de Leipzig encantadora que había venido especialmente para la vernissage). Un chico barbado de Mitte me interpeló para pedirme una entrevista a propósito de una monografía que está escribiendo sobre mi obra. Acepté encantado y fijamos cita para la semana próxima.
De Schöneberg estuvieron ausentes con aviso Dieter y Torben pero, en compensación, bandadas de locuelas del mismo barrio se arremolinaban ante las fotos de S. y pedían (medio en broma, medio en serio) fijar sesiones para los próximos días. ¡Dios quiera que eso suceda para poder pagar la calefacción en los próximos meses!
Esperamos hasta tarde al contingente de Friedrichshain (Timo Berger y sus amigos), pero aparentemente ellos no llegan hasta Ostkreuz con amenaza de lluvia.
Charlottenburg, por supuesto, dijo presente en la figura de Henry, quien llevó a una vieja conocida de S. de su estancia en Bellagio.
Todo fue encantador (las copas de sekt se alternaban incesantemente con las infaltables botellitas de cerveza) y, como dijo Kay, el dueño de la galería, "essen, trinken un schauen" es siempre la mejor excusa para crear redes de solidaridad entre la gente. El arte al servicio de la comunidad.
Tarde en la noche, tomamos el tren en Moreno (es decir, en Ostkreuz, una populosa barriada) y volvimos a casa arrullados por una suave ensoñación sólo interrumpida por los heroinómanos que, en los trenes, intentan vender revistas para comprar la próxima dosis.
Las tres gracias
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Hace 2 semanas.
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