Anoche, raro placer frente al televisor. En la cadena kabeleins pasaron tres episodios continuados de Star Trek. Voyager, ninguno de los cuales había visto previamente. Mientras yo disfrutaba de mis ilusiones baratas, S. trataba de bajarme el último cd de Miranda!, el que incluye cinco canciones "de teleteatro"(que tengo en Buenos Aires, pero que me olvidé, con las prisas, de cargar en la valija), para ilustrar ante mi grupo de entusiastas del pop latino la persistencia del kitsch latinoamericano inventado por Rubén Darío.
Para compensar la alegría nocturna, S. recibió esta mañana un correo electrónico amenazador de Capif, presuntamente automático, en relación con la piratería y no sé qué derechos de propiedad intelectual.
Si hubiéramos estado en Buenos Aires habría contestado en los términos que se merece la canalla vil. "Estos mensajes buscan concientizar a los usuarios de los programas p2p acerca de las consecuencias del uso no autorizado de música para el desarrollo de la cultura musical del país", reza el vergonzoso texto, "pero también advertir sobre las posibles acciones legales que pueden enfrentar por infringir las leyes de propiedad intelectual y la exposición a riesgos informáticos". Además de una acusación injusta (soy un embajador de la cultura argentina), la segunda parte de la cláusula está tan mal escrita que no se entiende (¿qué es eso de la "exposición a riesgos informáticos"?). Más vale que los burócratas de las discográficas vayan interiorizándose sobre las consecuencias del uso no autorizado de lenguaje para el desarrollo de la cultura del país. Ale Sergí, ¿no te da vergüenza?
G. A . C. G: una literatura sobreviviente
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emb...
Hace 11 horas.
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