jueves, 19 de octubre de 2006

Poderoso caballero (4)

Anoche, ni las aceitadas relaciones de Silvia F. con el poscomunismo habrían servido de nada. La Staatsoper estaba llena de bote a bote y no había forma de que nos dejaran entrar a ver Dido y Aeneas. Por fortuna, siempre habrá grupos de identificación (que en otras latitudes llaman patotas sindicales) dispuestos a apoyar al migrante en apuros. María, la bellísima ballerina que integra la compañía de Sasha Waltz y su marido, el músico y artista argentino Edgardo Rudnitzki consiguieron que pudiéramos ver el espectáculo desde asientos privilegiados, entre bambalinas.
Después de la función, que a mí me pareció fascinante, corrimos a la cantina del teatro (que queda en otro edificio) para encontrarnos con Graciela Casabé, de paso por la ciudad. Nosotros habíamos dejado allí nuestra canasta con las vituallas que pensábamos ofrecer a los espectadores en el intervalo de la ópera, porque como resultó que no había intervalos (nos habían informado mal), tuvimos que pedir que nos la guardaran en la heladera hasta el final de la función. Con tanta gente yendo y viniendo, saludos y puestas al día sobre el progreso de nuestra inserción en la sociedad berlinesa, la canasta con nuestros exquisitos Bio-Schnitzel in Brötchen quedó sin vender, así que ahora nos vamos corriendo a la reinauguración del Bode-Museum (como hay entrada libre, suponemos que hoy y mañana va a estar lleno de gente y en la zona no tenemos competencia posible, salvo unos turcos que venden salchichas y rezagos de guerra en la esquina, y que ya una vez nos miraron con mala cara y dijeron unas cosas que no alcanzamos a comprender pero que, a todas luces, resultaban amenazantes. Antes, tenemos que llevar a arreglar unos relojes de Silvia F. Carolin Emcke a Nollendorfplatz y, después, al acto de conmemoración de la crisis argentina y a la presentación de la revista KulturRevolution. Un día sumamente agitado...

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