Después de la función, que a mí me pareció fascinante, corrimos a la cantina del teatro (que queda en otro edificio) para encontrarnos con Graciela Casabé, de paso por la ciudad. Nosotros habíamos dejado allí nuestra canasta con las vituallas que pensábamos ofrecer a los espectadores en el intervalo de la ópera, porque como resultó que no había intervalos (nos habían informado mal), tuvimos que pedir que nos la guardaran en la heladera hasta el final de la función. Con tanta gente yendo y viniendo, saludos y puestas al día sobre el progreso de nuestra inserción en la sociedad berlinesa, la canasta con nuestros exquisitos Bio-Schnitzel in Brötchen quedó sin vender, así que ahora nos vamos corriendo a la reinauguración del Bode-Museum (como hay entrada libre, suponemos que hoy y mañana va a estar lleno de gente y en la zona no tenemos competencia posible, salvo unos turcos que venden salchichas y rezagos de guerra en la esquina, y que ya una vez nos miraron con mala cara y dijeron unas cosas que no alcanzamos a comprender pero que, a todas luces, resultaban amenazantes. Antes, tenemos que llevar a arreglar unos relojes de
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 2 semanas.
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