domingo, 25 de mayo de 2008

Apuntes para la definición de la "loca melancólica"

por Ariel Schettini

La novela de Gabriela Massuh La intemperie (Interzona, 2008, ISBN 978-987-1180-55-4. 256 páginas) es fascinante por una serie de motivos. Por empezar está escrita como un diario, pero en realidad no se trata de un diario porque en los días lo que se relata como registro de la experiencia es, en la mayoría de los casos, lo que se recuerda durante el día de unos hechos del pasado más o menos inmediato. Entonces es un diario de la memoria, que es como un género raro. Como si la narradora se preguntara: “¿qué recordé hoy?”.
Por otra parte se trata de "el diario" escrito por una persona que se ubica en la posición de la víctima de un episodio amoroso… pero lo más interesante de la historia es que su modo de ser víctima es mostrar el modo en el que se recorta ese episodio de derrota amorosa contra la realidad política y económica argentina en los momentos de la crisis económica de 2001. Dos derrumbes paralelos pero que no son metáfora uno del otro, porque están escritos desde una especie de desequilibrio en el que la narradora (una “loca melancólica”) se “desliza” por la realidad nacional para salir de su “realidad de derrumbre”, de modo que la realidad del “diario nacional” es una especie de “éxito” para desdibujar la “derrota sentimental”. A mayor caos social, mayor éxito individual porque permite a la narradora anexar un espacio a su propio delirio sentimental.
Así: la loca melancólica no entiende de límites. Su tristeza (su interioridad, sus drogas, sus escenas patéticas) tiene una empatía inmediata con el contexto y todo lo que la rodea es parte de su “dominio”. Durante toda la novela se debate la “privatización del espacio público” en Buenos Aires, en Berlín, en las reflexiones estéticas modernas y al mismo tiempo se pone en estado de publicidad un supuesto “diario íntimo” que disputa su verdad con el “diario”, con la vida cotidiana y la “noticia”. Como si lo que tiene la protagonista para decir de la realidad fuera más “verosímil” que la realidad, simplemente porque está filtrado por su desesperación.
Sus escenas de flirteo amoroso son mediadas por el chat y los e-mails (el espacio por excelencia del debate entre lo privado y lo público) y, al mismo tiempo, para el momento más teatral de la separación de las amantes se elige como público a la policía (la fuerza pública) que al mismo tiempo controla y reprime las demostraciones de la crisis social.
Entonces, a los debates del uso del espacio público urbano se le suman los debates sobre el uso de la vida íntima como material de publicidad y, para aumentar la confusión, se mezclan nombres de la vida social de Buenos Aires con novelas publicadas en los primeros años del siglo en Argentina: es como si la loca melancólica dijera: “qué importa quién lo nombre, lo importante es que, pasado por mi vida privada, se vuelve real. Y como mi despecho se narra más allá de mi cuerpo, es épico; mi dolor heroico.”
Nada más literario que ese debate. Y al mismo tiempo, nada más impudoroso. La literatura en La intemperie es como una “estratagema” para salir de un mundo y entrar a otro buscándole a la realidad social, los sueños, la vida cotidiana y el erotismo, su parte de ficción.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me compre el libro, junto con otros tantos que tenia en lista. Realmente me fascino y ante esta "sorpresiva" narración, no lo pude dejar hasta terminarlo. Me lleva las horas de descanso y me nutre con una realidad, que tambien es la mia. Me gusta su escritura, su forma de describir un momento, un contexto, un sentimiento. Encantador.