lunes, 29 de julio de 2019

Lecturas cruzadas



sábado, 27 de julio de 2019

Mil y un marxismos

Por Daniel Link para Perfil

Lamento el lugar en el que quedó Axel Kiciloff. Es ofensivo tener que estar aclarando las virtudes teóricas del marxismo a una cuadrilla exaltada de periodistas cuasi-mafiosos. Puedo argumentar en su favor en este punto, sin que se sospeche de mí favoritismo electoral (yo no voto en provincia).
Hace bastantes años, una socióloga o politóloga norteamericana que asesoraba a Rodriguez Saa me arrinconó debajo de unos Tiépolos extraordinarios en la residencia para escritores en la que estábamos y me dijo, con mirada escandalizada, porque había googleado mi nombre y descubierto mi blog: “Usted es marxista”.
Le contesté suavemente que el marxismo era dos cosas: una teoría social del conocimiento y una teoría radical de la acción política. Yo, naturalmente, no sé pensar ni leer sin la noción (marxiana) de imaginario. Creo que nadie podría. En cuanto a la acción política, el asunto ha quedado saldado históricamente y no merece mayor comentario.
Sigo pensando eso. Uno de los tres mayores filósofos del siglo XX, Michel Foucault, escribió líneas indelebles al respecto. Criticó todo lo que pudo la teoría económica de Marx, tan decimonónica. Pero luego del 68 lo devolvió a un alto sitial: instaurador de discursividad, lo llamó. Como Freud. O sea: esos nombres crearon discursos tan poderosos que aún para negarlos, navegamos en su estela.
Alexandre Kojève había ido más lejos: se decía marxista de derecha y consideraba que era en los Estados Unidos donde el marxismo había alcanzado la perfección. Lean, che.


martes, 23 de julio de 2019

Escrito en el cuerpo


Fuente: Microsoft (Gracias, Facu).



Fuente: Xataka 

 

sábado, 20 de julio de 2019

Chongo envejecido

por Daniel Link para Perfil

El chonguito anda diciendo por ahí: “Bueno, puedes asegurar, por la forma en que camino / que adoro a las mujeres, no es momento para hablar de eso / La música está alta y las mujeres calentitas / me ningunearon desde que nací / y ahora está todo bien, está OK...”. O no lo dice, pero les, en todo caso, lo que dice la canción que suena en Fiebre del sábado por la noche (de 1977).
Aunque sea un bueno para nada y en la casa lo miren con desprecio, él ha encontrado su lugar: la pista de baile. Dice que lo forrearon (tal vez lo cagaron a patadas un poco). Desde que nació. Pero ahora la vida le da una revancha en la disco, con la música a tope y el falsete insoportable que le hace mover las caderas con una pasión que se confunde con la fiebre. ¡Qué winner! Lo imaginamos extasiados e imaginamos cosas.
Por ejemplo, que el tiempo pasa y la disco y el boliche comienzan a sentarle mal, como al macho de la canción “Malo” (2004) que canta Bebe. El “olor a tabaco sucio y a ginebra” ahora ahuyenta a las chicas y los ritmos que se bailan ya no le permiten sentirse un rey. Una chica se compadece de él. Las circunstancias los fuerzan a formar una familia para la que ninguno de los dos estaba preparado. Un hijo sigue a otro, y el rictus de desprecio va acentuándose con las semanas y los años. “Tu carita de niño guapo / Se la ha ido comiendo el tiempo por tus venas, / Y tu inseguridad machista / Se refleja cada día en mis lagrimitas”, le dice ella cuando él la mira, antes de la primera piña.
Ella aguanta los golpes porque no le queda más remedio (eso le han dicho). ¿Quién mantendrá a sus hijos? Eso sí, le pide “No grites, que los niños duermen”.
El chongo envejecido no disfruta del hogar y tampoco de la violencia doméstica que ejerce. En el fondo, no le queda más remedio. Esa fiebre del sábado por la noche sigue siendo la misma, pero ahora tiene otro espesor. Antes era mostrar qué winner era ante sus amigos, en la pista. Ahora, es mostrar a los amigos, en el bar, que el que manda en la casa es él y que a él ya no lo ningunea nadie, aunque siga viviendo en el suburbio y la vida suceda en otra parte.
Ella rumia su desesperación, para llevarla al justo punto: “Voy a volverme como el fuego / Voy a quemar tu puño de acero / Y del morao de mis mejillas saldrá el valor / Para cobrarme las heridas”.
No se trata sólo de una vida miserable fundada en la mentira en que todo está bien si uno puede ejercer el olvido un sábado por la noche, para volver el lunes con la cabeza gacha a ocupar el lugar subalterno de siempre. Esa vida fue celebrada por Fiebre del sábado por la noche, que transformó en objeto de deseo un artículo de análisis cultural-antropológico que había aparecido en 1976 en el New York Magazine titulado "Ritos tribales del nuevo sábado en la noche", firmado por Nik Cohn, donde se presentaba a la nueva generación a través de Vincent, que en la película será Tony Manero.
Vincent, en el artículo, cuenta que una vez se tuvo que quedar cuidando a la hermana y llegó tarde a la disco a encontrarse con una chica de la que creía estar enamorado. La encontró bailando con otro. “Después de eso ya nunca pude sentir lo mismo. Ni siquiera podía estar cerca de ella. No podía aguantar tocarla”. 
Ese desprecio desemboca, lógicamente, en el chongo envejecido que imagina Bebe, en una de las más eficaces intervenciones musicales contra el maltrato que esta triste época nos ha dado: “Malo, malo, malo eres / No se daña a quien se quiere, no”, “Eres débil y eres malo / y no te pienses mejor que yo ni que nadie”.
Esas dos canciones separadas por 27 años recuperan la singularidad antropológica del chonguito y su inclinación inducida a la violencia pandillera o doméstica. 
El siglo XX le había dado la voz a Vincent para que contara su pobre drama conurbano, porque en él se cifraba el abandono de una época dorada y el comienzo de algo nuevo. Este siglo le dio la voz a la mujer para que contara el mismo drama, desde el punto de vista de la víctima. No es raro que dos de los más grandes sucesos de la música disco sean: “Staying Alive” y, cantado por una mujer, “I will survive” (1978).


martes, 16 de julio de 2019

Qué buen vasallo si hubiera buen señor...

Pilar Gamboa y Elisa Carricajo en Petróleo



sábado, 13 de julio de 2019

Evocando a la reina plebeya de todos los reinos mestizos

por Daniel Link para Clarín Cultura

Me dicen que María Moreno ganó el Premio Iberoamericano Manuel Rojas en Chile. No me sorprende: ella merece ser coronada reina plebeya de todos los reinos de mestizos. Sobre todo porque ha desdeñado todo anhelo de pureza en relación con la escritura y ha mestizado todos los géneros posibles sin ninguna conmiseración.
Pienso en su último ensayo, Oración, sobre la figura del escritor Rodolfo Walsh, en el que encuentra el cruce de todos los caminos que su escritura ha venido transitando y el libro le permite (o más bien: la obliga a sostener) el tono justo, justo el tono que corresponde a un libro que incluye en su título la especificación “elegías políticas”.
El fin último de la palabra es la celebración, cuya forma poética específica es el himno. El término griego hymnos deriva de la aclamación ritual que se gritaba durante el matrimonio: himen. Pero desde los más antiguos registros, en los así llamados himnos homéricos, se refiere sobre todo al canto en honor a los dioses.
Después, una vez que se constató o se decidióla muerte de los dioses, el himno se confundio y se contaminó con la elegía: en la esfera de la celebración puede darse el lamento pero, sobre todo en este caso, en este libro, en el caso que este libro se pone a mirar y a escuchar, la esfera del planto, un género del duelo, y la endecha admite la celebración de lo que, por milagro, vive apenas pero vive todavía. “Epinicios en prosa” llama Moreno a la Carta a Vicky y la Carta a mis amigos, ambos de Walsh, reconociendo ese borramiento de los límites, ese umbral que nos permite sostener la comunidad de los ausentes.
Las operaciones que María Moreno realiza en Oración son muy desusadas y, al mismo tiempo, muy oportunas. Esas operaciones exceden la crítica filológica, la crónica, la entrevista, la confesión y la intervención cultural. Ésas son, tal vez, sus vías, pero las operaciones son estrictamente conceptuales, con la condición de que se entienda (subrayo) que vivir, formar esferas y pensar son expresiones diferentes para lo mismo.
Nosotros hoy sabemos que necesitábamos un libro como Oración (así como antes habíamos necesitado libros suyos como El petiso orejudo o como Black out, su autorretrato.
Como somos pobres, desconocides y, sobre todo, amigues de la regia figura, nos parece encantador que alguien más la premie.


La izquierda unida....

por Daniel Link para Perfil

El hastío que me provoca la cloaca electoralista estuvo a punto de hacerme salir de Buenos Aires durante la semana del 11 de agosto, para no convalidar con mi presencia unas sedicentes “primarias” en las que lo único que se decidirá es quién ejecutará las reformas laborales y previsionales: ¿la fórmula macedoniana o la fórmula ultraderechista? 
Para el caso, el resultado va a ser el mismo y yo, en lugar de repasar los números y las letras que la inteligencia de mi nieta me reclama, seguiré atado al yugo cotidiano. Después recapacité, porque había (hay) un acontecimiento político que no puede ni debe pasar inadvertido: la ampliación del FIT, que se presenta esta vez con listas unitarias armadas junto con el MST. 
Es, desde la perspectiva de muchas personas con las que converso y también desde la mía, la única opción sólida contra el neofascismo contemporáneo, tan sutil y diluido que a veces parece imposible localizarlo y enfrentarlo. Hace unos días, en un acto en el Congreso de la Nación del que yo participaba, fui increpado por un señor (lo presumo macrista, o peronista de Pichetto, por la prepotencia y la insolencia con la que me habló) a propósito de una cita que hice del inmenso repertorio de ideas de Pedro Henríquez Ureña. “Eso es tirar nafta al fuego”, me dijo. Si vamos a tener problemas para citar a don Pedro (en un acto en el que se lo homenajeaba) imagínense lo que podría ocurrir si uno quisiera usar las herramientas epistemológicas que el marxismo nos legó. 
¿Compareceremos ante una Comisión de Investigación de Actividades Antipatrióticas? Gane quien gane el sillón del inmundo Rivadavia, se vienen tiempos de un autoritarismo sombrío. Garantizar la presencia de la mayor cantidad de voces que provengan del arco de izquierda es una apuesta contra la política “realista”, cuyo único horizonte es lo posible. Mejor es reivindicar lo imposible, lo puramente potencial, lo necesario.


sábado, 6 de julio de 2019

Pegan a una lesbiana

Por Daniel Link para Perfil



En «“Pegan a un niño”. Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales» (1919), Freud ejecuta una de sus habituales piruetas discursivas para fundamentar su teoría del fantasma en relación con el deseo, que Lacan retomará en su seminario El deseo y su interpretación (1958-59).

De lo que se trata, para Freud, es de colocar en algún lugar la “fantasía de golpiza”. Sabemos lo que las mujeres piensan de eso: al haber incorporado a su teoría el fantasma, lo que hizo Freud fue desplazar el trauma. Es decir, el hecho de que a los niños, efectivamente, les pegan. Y a las mujeres y a las lesbianas, también.

Se trata de golpizas siempre de intenciones correctivas, que provienen de un espacio de autoridad (identificado, por lo tanto, con el lugar que el régimen héteropatriarcal otorga al hombre) y cuyo declive tanto preocupaba al Coronel Freud.

A Mariana Gómez le pegaron (representantes de una institución ordenadora) como niñe, como mujer, como lesbiana. ¿Para qué, si las lesbianas son incorregibles? No es que estén perdidas, sino que no hay nada que corregir de su deseo.

Los golpes que dejan marcas en el cuerpo no son los únicos. Vayamos, como quiere el psicoanálisis, a los fantasmáticos. El fallo condenatorio (un año de prisión en suspenso) para Mariana Gómez fue dado a conocer el mismo día que se cumplieron los 50 años de los levantamientos de Stonewall, la semana pasada. ¿La justicia es ciega? Bueno, qué se yo. Mejor es preguntarse sobre entidades concretas: ¿el sistema judicial es ciego? En modo alguno, y por eso pega el golpe correctivo en una fecha que aunque no reconozcamos como “matriótica” es, sin embargo, una fecha nuestra, de todes a quienes nos arrastran deseos incorregibles.

¿No es resistirse a la autoridad casi obligatorio cuando ésta demuestra su fantasma sádico, su fantasía de exterminio y, como dijo una elegante lesbiana berlinesa, su mal gusto?