domingo, 31 de julio de 2016

La grieta

Braindead tiene algo raro: producida por Ridley Scott, tiene más bien marcas autorales de Tim Burton (la música, el tema, el tono). 
Su tema es el bipartidismo político en los Estados Unidos, tratado en tono de sátira con toques de propaganda electoralista (las imágenes de  Donald Trump meten miedo).
La protagonista es una estrella en ascenso, a quien venimos siguiendo desde Scott Pilgrim pero que brilló sobre todo como heroína en 10 Cloverfield Lane (que es casi la misma película que Cloverfield, ahora podemos decirlo, pero en ambiente rural).  
Ella detesta el mundo de la política, pero decide aceptar un trabajo que su hermano, parlamentario demócrata, le ofrece porque quiere terminar un documental sobre unas músicas africanas en proceso de desaparición.
Cae un meteorito en la tierra que aloja una vida alienígena cuyo efecto más notable es extremar las posiciones políticas: ¡la grieta!
El casting está muy bien, el relato es ligero y las escenas son agradables (las cámaras están bien acompañadas por una música inteligente). Nada para pasar a la historia, pero sí para pasar el rato.
Para nosotros, "¿qué bicho te picó?" es algo que uno piensa frente a un fanático de un partido u otro. Para la serie es lo mismo, pero literalmente.
 


sábado, 30 de julio de 2016

Las bellas banderas


Por Daniel Link para Perfil

A mis quince años yo tenía una doble vida: iba a un colegio de doble escolaridad (por la mañana cursaba un bachillerato comercial; por la tarde tenía los cursos de lengua alemana, materias asociadas y gimnasia) y tenía dos grupos de amigos bien diferentes: los de la mañana y los de la tarde (el corte vespertino se realizaba por nivel de lengua).
Mis amigos (y mi novia) de la mañana se correspondían con el registro Isidorito Cañones. Los de la tarde, en cambio, eran más bien de izquierda. Con ellos me reunía a cantar canciones antifascistas, folklore latinoamericano de vanguardia, y a comentar libros de Neruda y a imaginar un mundo mejor.
Cantábamos: “Bandiera nera la vogliamo: No!/ Perchè l'è il simbolo della galera/ Bandiera nera la vogliamo: No!// Bandiera bianca la vogliamo: No!/ Perchè l'è il simbolo dell'ignoranza/ Bandiera bianca la vogliamo: No!// Bandiera rossa la vogliamo: Si!/ Perchè l'è il simbolo della riscossa/ Bandiera rossa la vogliamo: Si!” (todavía ahora, cuando googleo la canción, me conmueve, y me acuerdo de Norma y de Raúl Miranda, de Ricardo Richter, de Ada y Leda Groppo, de mí mismo y de mis principios-esperanza).
Me detengo en estos pormenores biográficos porque he leído, en estos días, que una ciertas juventudes fascistas se presentaron en la Casa de Gobierno y, dada la irritación que produjeron, me enteré por la prensa no tanto de su previsible ideología, sino de sus programas de reclamos, entre ellos: la reinstauración del servicio militar obligatorio, cosa que los críticos de estos jóvenes de Biondini consideran el colmo del programa fascista, junto con la pena de muerte.
El asunto me alarma porque muchas veces he señalado ante mis amigos progresistas que el servicio militar obligatorio era, al menos en Argentina, una intervención del Estado que completaba el programa de la escuela pública, laica y gratuita y que, si terminó como terminó (cancelado por el mismo gobierno que privatizó las empresas del Estado, redujo al mínimo los servicios ferroviarios, destruyó el sistema educativo nacional y vendió armas clandestinamente), eso no quita que pueda y deba someterse a debate la desaparición de una pieza fundamental de la educación cívica.
Propongo una analogía: si un tren descontrolado mata a 51 personas y hiere a más de 700, ¿habría que cancelar por eso el transporte ferroviario?
Yo hice el servicio militar obligatorio en circunstancias de terror y no lo disfruté ni me hace gracia recordarlo. Pero soy capaz de imaginar una institución semejante (no idéntica) sin prejuicios: como un programa formativo que, a partir de extraer a los jóvenes de sus burbujas de clase, de sus encadenamientos territoriales y de sus grupos automáticos de referencia, les permitiera relacionarse de un modo más dinámico (y menos televisivo) con los sistemas jerárquicos, las culturas regionales, las particularidades étnicas y de género y ciertos valores cívicos (la solidaridad, el trabajo comunitario, la lógica del don, el valor de la lectoescritura) que están totalmente ausentes de nuestro horizonte.
Históricamente fueron las Fuerzas Armadas las encargadas de llevar adelante ese programa porque eran la únicas instituciones con una vasta organización territorial. Pero los tiempos han cambiado y se podría pensar ahora en un Servicio Civil Obligatorio (que incluyera, naturalmente, instrucción militar básica mientras existan en el país fuerzas militares, incluida la Prefectura y la Gendarmería) que excluyera la explotación física, la humillación, el terrorismo autoritario y los privilegios de clase y que permitiera a quienes participaran del programa confrontar su propio modo de vida con modos ajenos, acceder a ventajas educativas y sanitarias, todo mientras se realiza algún tipo de acción comunitaria en áreas que podrían incluso ser electivas de acuerdo con afinidades (transporte, educación, salud, turismo, tecnologías, etc.).
Entiendo que un programa semejante pueda caracterizarse como “liberal”. En modo alguno aceptaría que se lo considerara “fascista”. Tampoco abogo por reponer nada, sólo imagino lugares menos complacientes para nuestras conciencias desgarradas.

viernes, 29 de julio de 2016

Re-union

Me encontré con mis compañeros de escuela. La pasamos reee-lindo. Acá, Fabián me dijo: qué largo tenés el pelo. 
"¿Te parece?", le contesté.
"Se te ve triste", me dijo.
"Y sí. Es que mi hija me canceló el programa de manualidades que conducía en Fox Life".




jueves, 28 de julio de 2016

Marcas de autor

Los diarios, naturalmente, no las registran, pero hay dos series extremadamente divertidas y brillantes para ver, preferentemente en maratón. La agrupo aquí porque llevan marcas autorales bien evidentes.
El noveno capítulo de Preacher fue extraordinario. Porque es muy fácil escribir: dos ángeles viajan al infierno para encontrar un sicario que les mate a un sacerdote que les ha robado una fuerza. Ahora bien: ¿cómo se pone eso en imágenes? Preacher lo hizo y, chapeau, no le esquivó el bulto ni a la elegancia ni, sobre todo, a la belleza (tan escasa en las pantallas de hoy en día). 
El comienzo del capítulo incluye a un tenor chino cantando en un saloon del lejano Oeste (o del desierto, qué se yo). A su alrededor se desata una pesadilla pero él, porque se lo han pedido, sigue cantando. La escena es de una potencia que hacía mucho no se veía.
Para el capítulo 10, con el que la temporada cierra, se espera la aparición del mismísimo Dios en la Iglesia.... Pero vayamos al principio.
Preacher está basada (la pelotudez del enunciado flota en el ambiente) en un comic (nada más detestable que ese subgénero de la subnormalidad: películas o series adaptadas de comics), pero mejor es no saberlo y seguir de largo.
Preacher es un drama sobrenatural sintentizado en imdb como: "después de un evento sobrenatural en su iglesia, un pastor recluta a un vampiro para encontrar a Dios". 
Si ese solo enunciado no bastara para despertar la curiosidad de los famélicos televidentes, agrego:
Los guiones de Garth Ennis (creador), Sam Catlin y Steve Dillon son extraordinarios. Los diálogos son precisos, la historia se desenvuelve con gracia creciente. Hay mucho de Tarantino (una "marca" de autor insoslayable) pero también otras mil referencias al cine del Oeste y a las fantasías católicas que tanto divierten a las audiencias norteamericanas. 
El casting es extraordinario y reposa en cuatro pilares: el Pastor Jesse Custer (desempeñado por el londinense Dominic Cooper, el novio de la hija de Meryl Streep en Mamma mía), el vampiro trash Cassidy (Joseph Gilgun: lo recordarán por Misfits, donde era el desdoblado), Tulip O'Hare, la ex novia de Jesse (desempeñada por la extraordinaria actriz etíope Ruth Negga) y la capellana Emily (otra inglesa: Lucy Griffiths). O sea: no vamos a hacer este relato con cualquier camarero de Hollywood, teniendo el mundo a nuestro alcance (hay dos ángeles, personajes deliciosos, también británicos). Entre los cuatro, créanme, se sacan chispas. 
La serie abunda en tarantinismos: humor negro, letreros catastróficos, violentos flashbacks, repeticiones. 
Hay un trasfondo poco serio, pero inquietante: ¿hay bien supremo? ¿hay ética posible?
Tal vez nunca lo sepamos, pero no está mal que las ficciones televisivas elijan ese principio de interrogación.
El asunto es palpable en cualquier escena, pero sobre todo en una (no recuerdo el capítulo) en la que Jesse y Cassidy están en calzoncillos porque las ropas que tenían puestas están totalmente ensangrentadas y las pusieron a lavar.
Dom, que no ha tenido problemas en mostrarse desnudo cada vez que se lo pidieron (y que ha declarado que le gusta andar meneando las cachas en la pantalla),





























se muestra aquí incomodísimo, como si el tema general a la que su actuación presta servicio no fuera exactamente apropiado para la exhibición narcisista. Naturalmente, no creo que Dom (cuya carrera he venido siguiendo y de cuyo crecimiento me enorgullezco) sea capaz de sostener una ética actoral demasiado sofisticada, pero la marcación del director ("sentite incómodo") me pareció totalmente pertinente. Ah, porque no lo dije: la dirección y la cinematografía son decididamente deslumbrantes.


Preacher tiene, por suerte, sólo diez capítulos que se pueden ver de corrido el próximo fin de semana largo: es divertida, es inteligente, pasa algo. Y los diarios, porque mienten, porque son serviles a las dádivas de las distribuidoras, nunca lo dirán. Ah, no es de Netflix, sino de AMC.
Se me hizo tarde, dejo la otra, Braindead, para otro post.



No hay ambiente...

Diputada oficialista criticó a Macri por su reunión con Tinelli 

La parlamentaria del Mercosur Marcela Crabbe reclamó que el Presidente escuche a los movimientos ambientalistas contra la explotación minera. 


martes, 26 de julio de 2016

It should be Sebastian Moran




lunes, 25 de julio de 2016

domingo, 24 de julio de 2016

El mal camino de Netflix

Vean Stranger Things, nos dijeron. Cuatro razones para ver Stranger Things, leí. Tanta unanimidad me habría hecho sospechar en épocas más lúcidas, pero muerto de frío y anestesiado después del dentista, me bajé la temporada completa, producida por Netflix y dirigida por los Duffer Brothers (los primeros episodios, al menos; luego ni eso, y ya se verá por qué).

Strange things suceden en Hollywood: por ejemplo, que estos dos nenes bastante pelotudos hayan sido la esperanza blanca de la Warner, que hayan dirigido y producido algunos capítulos de Wayward Pines, una serie que fue buena mientras M. Night Shyamalan le dio algo de bola. Después se aburrió y se convirtió en el bodrio que todos hemos visto y que nadie quiere volver a ver.
A Nettlix le cayó el encargo de entretener a los mellizos (graduados en 2011) hasta que a alguno de ellos le pase algo interesante en la vida y se decida a contárnoslo. Mientras tanto, tendremos que aguantarles los caprichitos de estudiantes que, en su ignorancia, creen que repetir el cine más trash y más estúpido de la década del ochenta puede tener alguna gracia.
Stranger Things, lo sabe hasta el diario La Nación, es un compendio de cosas ya muy vistas, mezcladas sin ningún criterio y, sobre todo, sin ningun concepto narrativo: el ritmo es lento, las escenas carecen (todas, todas, todas ellas) de fuerza cualquiera, la resolución es previsible y todo es mucho más burocráticamente serio que lo que se puede tolerar de un ejercicio como éste.
No diremos que "el agotamiento" no puede dar grandes películas, y allí está J.J.Abrams para demostrarlo (Super ocho hizo con grandeza y sin grandilocuencia exactamente lo que, ahora, estos hermanitos se propusieron, sin talento, sin imaginación, sin resto alguno).
Como sucede siempre en las producciones propias de Netflix, todo se queda a mitad de camino: narrar como en los ochenta significa (me dice mi marido, cuyo imaginario infantil está atado a esa década estéticamente infamante) prescindir de los flashbacks, que por entonces no se usaban. Los mellizos Duffer (y los reemplazos que les pusieron para resolver los desquicios que hicieron en los primeros capítulos) nos los prodigan hasta el vómito.
¿Qué decir del casting? No alcanza con haber recurrido a la Casa del Teatro norteamericana para rescatar a una Winona cuya suerte jamás, jamás entenderemos. ¿Robarse un guante o una bombacha fue tan terrible para que Tim Burton decidiera prescindir para siempre de sus notables servicios (o es que Tim Burton es un canallita más que rinde pleitesía a la moral de turno)? Nunca sabremos bien qué pasó con Winona. J.J.Abrams, una vez más, se adelantó a los pelotuditos éstos y la puso en un personaje necesariamente grande: la madre humana de Spock. 
Aquí Winona vuelve como una white trash, como si ése fuera su único lugar posible en un universo cinematográfico agobiado por sus propias culpas. 
Del argumento no diré nada, salvo que carece de todo interés. Una niña (que bien podría ser un niño) aparece después de unos experimentos terribles. Un niño (que bien podría ser una niña) desaparece después de un juego de roles. 
Ah, sí: como Spielberg, como J.J, los twins éstos saben dirigir niños. O los niños son tan buenos que pudieron sobreponerse a la dirección de los twins (quién sabe). De todos modos, ninguna de las escenas que los involucran le llega a los talones a cualquiera de E.T. o a cualquiera de Cuenta conmigo. No basta con haber temblado de niño ante una escena para creerse capaz de repetirla.
Vi Stranger Things, fui obediente de la cultura industrial. Mientras tanto, seguí con mi vida: contesté correos, actualicé mi juego de ciudades, putee contra las porquerías que nos obligan a ver y contra una época que no me gustó en su momento y que no tiene por qué gustarme ahora.
Vean Stranger Things, como muestra de lo que no debe hacerse, está muy bien. Y ólvidenla de inmediato. Es una bosta.


Acá se publicó antes...

Inmobiliaria PRO: negocios millonarios con el espacio público

La Agencia de Bienes, creada en junio, enmascara negocios inmobiliarios en Buenos Aires y un multimillonario presupuesto paralelo.

 
El avance ahora es sobre el Tiro Federal y los ex terrenos ferroviarios de Palermo.
“Desde que asumió el PRO en la Ciudad, el 9 de diciembre del 2007, ya vendieron casi 200 manzanas”, cuenta Jonatan Baldiviezo, del Observatorio del Derecho porteño. Una cantidad de terrenos públicos equivalente al barrio de Floresta o al de Retiro. Lo hizo gracias al apoyo de parte del arco político opositor de la Legislatura. Pero eso no es todo. Van por más.
El 9 de junio de este año, la alianza Cambiemos, con el jefe de Gobierno porteño a la cabeza, Horacio Rodríguez Larreta, logró aprobar la creación de la “Agencia de Bienes Sociedad del Estado”. Nada más y nada menos que un organismo estatal, controlado por el macrismo, que puede disponer de los bienes públicos a su gusto. En otras palabras, una especie de “inmobiliaria Pro” que, además, a Larreta le servirá para gestar un multimillonario presupuesto paralelo para que podrá utilizar sin rendir cuentas.


Negocios. Según el Gobierno porteño, el fin que tienen para esos enormes predios es, en algunos casos, afrontar la creación de polos educativos y ,en otros, fomentar la construcción de viviendas, que en realidad no estarían destinadas a los sectores más carenciados.
Hoy, los dos principales objetivos de la Ciudad son quitarle el histórico predio en Núñez al Tiro Federal Argentino, para armar un Parque de la Innovación (que incluya desde viviendas hasta institutos educativos) y las casi seis hectáreas que quedan sin explotar de las 16 que pertenecían a la ex playa de maniobras del Ferrocarril San Martín y a las Bodegas Giol, ubicadas en pleno corazón de Palermo.
“La administración del Tiro Federal viene dando una lucha judicial desde el año pasado, porque ahí piensan hacer un negocio inmobiliario de unos 600 millones de dólares”, asegura el legislador porteño Adrián Camps, presidente del bloque del partido Socialista Auténtico. Y agrega: “Ahora aprobaron una ley inconstitucional para crear la Agencia de Bienes, repartiendo bancas en el directorio a cambio de votos. Aunque, en realidad, el control absoluto de la Agencia está en manos del PRO”.
EL artículo 82 de la Constitución de la Ciudad indica que el poder legislativo es quien “aprueba transacciones, dispone la desafectación del dominio público y la disposición de bienes inmuebles de la Ciudad”. Sin embargo, el 9 de junio, el parlamento porteño aprobó la creación de la Agencia de Bienes con el voto de los dos tercios del parlamento, o sea el apoyo de una parte importante de la oposición, a pesar de que el artículo 5 de dicha ley indica que el poder Legislativo le otorga al Ejecutivo la decisión de cederle bienes del Estado a la Agencia.


A la venta. Dos espacios ubicados en zonas costosas y en crecimiento de la Ciudad son el actual objetivo de Larreta. Para lograrlo, tuvieron que rescindir los contratos de alquiler que, en el caso del corredor de Palermo, vienen renovándose desde el 2012 y en algunos tienen una cláusula de prioridad de compra.
Según el Gobierno porteño, el Tiro Federal Argentino se dividirá en 3 polígonos, dos de los cuales serán convertidos en un polo educativo y viviendas, y el restante será destinado a la continuidad de la asociación civil deportiva. Pero el negocio inmobiliario quedó expuesto con la aparición de un Flyer (en inglés, supuestamente dirigido a inversores extranjeros) que publicó el propio Larreta en su página de Facebook y luego retiró. Un negocio inmobiliario de más de 500 millones de dólares, según el cálculo realizado por la oposición, teniendo en cuenta que el metro cuadrado allí está valuado en 3.600 dólares.
Con los ex terrenos ferroviarios de Palermo sucede lo mismo. El complejo se extiende entre la calle Godoy Cruz, Niceto Vega y las avenidas Juan B. Justo y Santa Fe. El mismo fue dividido en tres partes. Entre Santa Fe y Paraguay se encuentra construido el Shopping “Distrito Arcos”, de IRSA, la empresa de Eduardo Elsztain (de estrecha relación con Cristina Kirchner y Mauricio Macri). El shopping comenzó a construirse en el 2010 de manera irregular, porque el predio aún estaba catalogado como “UF” (de futura urbanización). Y la constructora tampoco había presentado aún los planos ni el estudio de impacto ambiental. Sin embargo, nadie los frenó.
Pegado al shopping está el Polo Científico y Tecnológico de la Nación. Y en las casi seis hectáreas restantes se encuentran las canchas de fútbol “Palermo fútbol”, donde asisten una ONG y alumnos de varios colegios de la zona para realizar actividad física. También hay una organización social, un comedor de chicos carenciados, dos estacionamientos y locales bailables. Todos ya fueron amenazados con el desalojo. Aunque algunos presentaron un amparo ante la Justicia, ya que insisten en que los contratos de alquiler que tienen firmados cuentan con una cláusula de “prioridad de compra”.
Las excusas que les dieron los funcionarios a quienes utilizan ese espacio para resindirles el contrato de alquiler no apunta al fin público. “Mi contrato estaba firmado por la ex Administración de Infraestructuras Ferroviarias Sociedad del Estado Nacional (Adif), que en su momento estaba a cargo del FPV”, explicó Ramiro Vergara, el dueño de las canchas de fútbol: “Negociábamos las renovaciones con ellos, pero cuando los terrenos pasaron a las manos de la Anses, y tras el cambio de gobierno del año pasado, tuvimos que renovar con el PRO. Hace un par de meses, nos dijeron que iban a iniciar el desalojo por vía judicial, porque ellos ya tenían un proyecto urbanístico para la construcción de unas torres en esas tierras, como las que están del otro lado de Juan B. Justo”. Por lo menos dos torres con más de 250 departamentos cada una en las que estaría interesado el constructor, amigo y asesor de Macri, Nicolás Caputo.
El último mes, el informe del Reporte Inmobiliario mostró un cambio que alertó a los vecinos de Palermo. Según este relevamiento, en diciembre del 2015, el metro cuadrado del corredor de Palermo cotizaba en U$S2.500. En junio, cuando se aprobó la creación de la agencia, el valor se disparó a 4.000 dólares. “Está variación de precios deja en claro que lo que esconde el Gobierno de la Ciudad es un negocio inmobiliario de miles de millones de dólares”, afirmó Aguilar.


Lo que viene. Más allá del negocio al que se apunta en la actualidad, Larreta también tiene los ojos puestos en la zona sur: unas 1.400 viviendas en el viejo Parque de la Ciudad, donde están haciendo la Villa Olímpica, y, según el legislador Adrián Camps, en el Autódromo el PRO pretende poner a la venta la totalidad de las tierras que están sobre la avenida Coronel Roca.
Hasta junio, la venta de inmuebles de la Ciudad tenía que hacerse por medio de la Legislatura. Ahora, la dinámica es mucho más directa gracias a la la creación de la Agencia de Bienes, organismo que sumado a la Agencia de Administración de Bienes del Estado Nacional (AABE), creada en el 2012 por el decreto 1.382/12 de Cristina Fernández, conforman una gran inmobiliaria por la cual Cambiemos puede disponer con total libertad de los bienes públicos.


Fuente: revista Noticias.



 

sábado, 23 de julio de 2016

¡Se va la primera!

(con ritmo de chacarera)




El turno de América


Por Daniel Link para Perfil

Europa se desangra por los bordes y en el centro mismo de su cuerpo herido se entrega a diversiones cada vez más neronianas.
El Brexit, resultado del voto rural y pobre, efecto de la ignorancia cívica en que la derecha matuvo a los sectores más castigados por el Estado Universal Homogéneo abre una puerta para que por ella entren las aguas heladas del cálculo egoísta.
Aunque pretendan negarlo, la idea de Europa quedó resquebrajada después de la decisión anglosajona, porque demostró lo precario de los vínculos establecidos.
Por el otro lado, el mundo tártaro que tantas fantasías alimentó en el pasado, tembló con un golpe de Estado que, si bien fue conjurado, demostró lo precario de los límites comunitarios, detrás de los cuales la presión musulmana se vuelve intolerable.
Nos cuentan que en el corazón de Europa, Berlín, los jóvenes que piensan "La vida es aburrida, divirtámonos", se entregan a esnifar chocolate, costumbre introducida por el belga Dominique Persoone en 2007 (Bruselas es la capital de Europa).
Aspirar cacao por la nariz produciría endorfinas en la sangre, lo que, al combinarse con la música, el baile y las luces de los clubes, genera un estado de euforia y de huida hacia adelante.
O mejor, hacia el oeste, porque el xocolātl (así en nahuatl) es producto americano. El siniestro Hernán Cortés, cuando lo descubrió (Colón no había tenido éxito en su promoción) escribió para la posteridad: "cuando uno lo bebe, puede viajar toda una jornada sin cansarse y sin tener necesidad de alimentarse".
El siglo XVII desparramó el cacao a través de los reinos europeos (Italia y Francia, en primer término). En 1646 comenzó a venderse en las droguerías y farmacias alemanas. En 1763, los cerveceros ingleses pidieron que se limitara la fabricación de chocolate.
Hoy, al aspirarlo, Europa dice que ya no da más, y mira hacia este lado del mundo, buscando su esperanza. Dios nos libre.


viernes, 22 de julio de 2016

Sin palabras

Glifosato: un peligroso herbicida que el Conicet encontró en el río Paraná

Un estudio hecho por investigadores y la Prefectura reveló "altos niveles" de la sustancia, que para la OMS es "probablemente cancerígeno"


jueves, 21 de julio de 2016

lunes, 18 de julio de 2016

Si usté lo dice...



sábado, 16 de julio de 2016

Macri lo hizo


Por Daniel Link para Perfil



No hace falta imaginar el delirio y la exageración de los festejos por el Bicentenario que el régimen anterior nos hubiera deparado: Boudou repartiendo billetes conmemorativos desde una camioneta, pastelitos de dulce de membrillo arrojados desde el obelisco por las huestes de De Vido, una telenovela de carácter histórico en cadena nacional protagonizada por Andrea del Boca, mil bailarines de malambo sacando chispas en las avenidas de la ciudad de Buenos Aires, invocaciones huecas a la Patria Bolivariana y denuestos hipócritas contra los Estados Unidos. Latrocinio y Fiesta: lo que tanto nos divirtió durante la década pesada. Sencillamente interrogo lo que vimos por televisión.

¿Quién podía invitar a los festejos del Bicentenario al Rey Emérito de España, cruel cazador de elefantes? Macri lo hizo.

¿Quién podía recibir al penúltimo representante de la casa de Borbón-Anjou, la dinastía que reemplazó a los Austrias y que transformó las dependencias americanas de reinos relativamente autónomos en colonias totalmente dependientes de la Metrópoli, excluyendo de la administración a los criollos, creando un nuevo virreinato (el del Río de la Plata, en 1776) para mejor controlar el comercio y estableciendo el cargo de Intendente para reforzar el control social de las colonias? Macri lo hizo.

¿Quién podía incluir en los festejos del bicentenario argentino a la banda militar del Reino de España, que graciosamente sopló los vientos de la Marcha Imperial de Star Wars (¿a quién no se le heló la sangre?) y, como si eso fuera poco, finalizó su intervención con “Que viva España”? Macri lo hizo.

La falta de sentido histórico (en relación con el pasado, pero también con el futuro) de las celebraciones fue tan evidente que casi no tiene sentido subrayarlo. Mejor es subrayar que hacía frío, y que ya tenemos las cuentas de electricidad y de gas para saber cómo es el comienzo de nuestra tercera centuria.



viernes, 15 de julio de 2016

Monumentos y diagramas del deseo

El texto completo, acá.


Casarse es morir un poco


Por Daniel Link para Soy

Confieso que todavía encuentro cierto placer infantil en presentar a mi marido como tal: “Sebastián Freire, mi marido”, le digo al embajador, al vicerrector, al viajero ocasional, a los nuevos amigos de mis hijos, a la administradora del consorcio. A nadie parece importarle demasiado (o al menos, eso simulan) que yo subraye el vínculo legal que nos une desde hace más de cinco años.
En estos años nos mudamos una vez, intentamos sin éxito adoptar un tercer gato y, mucho más estrepitosamente, fracasamos en el proyecto de crearnos un problema descendente (una descendencia problemática).
Salvo esos pequeños disturbios domésticos, nuestra convivencia permaneció idéntica, con sus beneficios y sus obstáculos para la felicidad compartida.
Se cumplen seis años de la sanción de la ley que universalizó la institución matrimonial y que, por pereza intelectual, la mayoría de las personas sigue llamando “de matrimonio igualitario”. Nada es igual, y no debe serlo.
A la larga, la única transformación considerable que la ley de matrimonio universal habría de producir tuvo que ver con la familiarización de personas no heterosexuales (filiación, herencia, etc.).
En todo lo demás, sabido es, el matrimonio es la tumba del deseo y sólo con imaginación y una disciplina agotadora se pude sobrevivir a sus requerimientos institucionales.
Yo defendí, en su momento, desde estas mismas páginas, la universalización del derecho a casarse, sabiendo que llegaría el momento (que seguramente es éste) de impugnar la institución matrimonial tout court (es decir: independientemente de los géneros y las identidades que involucrara). O al menos para revisar sus características.
Hace poco, tuvimos el privilegio de contar entre nosotros a Daniel Borrillo, distinguido jurista que propone desde hace años que el derecho de familia no debería constituir un capítulo separado del derecho societario. Instituir un matrimonio a partir del cual construir una familia sería, así, constituir una sociedad comercial cualquiera. Pero no hace falta ir tan lejos para darse cuenta de la paradoja en la que se encuentran las sexualidades disidentes y las identidades de género post-genitales en relación con la institución matrimonial.
Cito a Borrillo, quien en estas mismas páginas dijo que: “La manera en que se han obtenido los derechos ha sido asimilacionista, vale decir que no se ha modificado la estructura del derecho de familias sino simplemente se ha hecho entrar en ella a las nuevas formas conyugales como las parejas del mismo sexo. Pero una vez adquirida la igualdad, se necesita producir una crítica de la norma”. Desde su perspectiva: “Hay una cantidad de residuos de la familia que son peligrosos para la emancipación y para la libertad. Y si uno gana en igualdad sin plantearse la libertad y la crítica, podemos ser todos iguales pero menos libres y más domesticados”.
El matrimonio universal fue una conquista de la sociedad civil que no puede subestimarse. El igualitarismo, por el contrario, en lo que a este tema respecta, es la tumba de la emancipación.


lunes, 11 de julio de 2016

Tarifa social

(Gracias, Federico)

 

sábado, 9 de julio de 2016

¿Qué nos pasó?


Por Daniel Link para Perfil

La otro noche la vi a Chiche en una de las aburridísimas reuniones de mi amigo Santiago, donde siempre se habla de política en términos que en poco y nada contribuyen a pensar el futuro de la Patria, asunto particularmente importante en un día como hoy, en el que deberíamos estar celebrando algo así como la Independencia, pero en el que nos encontramos, en cambio, en uno de los momentos más bajos de nuestra historia cívica (para momentos oscuros, seguimos teniendo a la Dictadura Cívico-Militar como pozo sin fin de abominaciones). Vuelvo a Chiche, a quien me cuesta seguir muchas veces. En un momento la escuché quejarse de aquellos que entorpecen al gobierno impidiéndole, cito textualmente, “la gestión de los bienes y de la vida”.
Lo que yo puedo decir sobre el asunto es muy sabido: para lo único que serviría un “buen gobierno” es para promover (a través de la educación) que cada uno gestione su propia vida, es decir, para que alcance la soberanía sobre si. Pero es difícil explicarle a Chiche, que siempre se negó a leer a Foucault y a Agamben pese a mis persistentes recomendaciones, que la administración de lo viviente es uno de los aspectos más sombríos de la biopolítica actual. Que el Estado decida sobre estas cuestiones tan delicadas ya es bastante escandaloso, que mi querida Chiche pretenda que no lo obstaculicen en esa misión fascistoide es para protestar en alta voz, pero lo que más desasosiego causa es que ninguno de sus interlocutores, esa noche, haya insinuado que encomendar la totalidad de lo viviente a la vigilancia del Estado es resignar toda hipótesis emancipatoria y aniquilar todo deseo y todo proyecto de felicidad: resignarse al contentamiento.
Contentarse es el tono de este Bicentenario que no nos encuentra más independientes de la Metrópolis (Telefónica, Real Academia Española, el Imperio Británico, etc.) sino acaso más sabios en lo que nuestra dependencia implica y más pesimistas en cuanto a nuestro futuro.
Es como si nos hubiéramos quedado sin deseos de emancipación (sin hipótesis de felicidad comunitaria) y sólo nos correspondiera la esperanza vaga de una vaga ilusión: la crisis global del capitalismo o una catástrofe natural como únicas salidas posibles a este momento de desasosiego, como únicos desencadenantes de las potencias de la imaginación que, lo sabemos, nos habitan como el alma inmortal latinoamericana. ¿Qué nos pasó? ¿Por qué los latinoamericanos no pudimos dotarnos, en estos doscientos años, de las herramientas necesarias para afianzar los proyectos de los padres de nuestras patrias? Culpar exclusivamente al Imperio sería casi tan necio como culpar a las palabras (el carácter hétero-patriarcal de nuestros fundamentos). Atrás de esas verdades (Imperio, capitalismo y patriarcado) están nuestros sueños dañados y nuestro conformismo. 


miércoles, 6 de julio de 2016

¡Mirá que hay gente optimista!



Ni una Menem

El gobierno porteño aceptó la renuncia de Darío Lopérfido

El ministro de Cultura se alejó del gabinete de Rodríguez Larreta, cuestionado por los organismos de derechos humanos y los artistas por sus afirmaciones sobre el número de desaparecidos; seguirá en su cargo en el Teatro Colón.




martes, 5 de julio de 2016

Penoso

Ex panelistas de 678 reclaman indemnizaciones al Estado 

Carlos Barragán, Nora Veiras y Edgardo Mocca, entre otros, realizan acciones judiciales a RTA SE. Perfil.com habló con uno de los demandantes y desmiente las cifras que se difundieron. 



Hay futuro











lunes, 4 de julio de 2016

"Tamara es pequeña, peluda, suave..."


El texto completo, acá.


sábado, 2 de julio de 2016

Metafísica del Estado


Por Daniel Link para Perfil

La semana pasada, en “La noche de la filosofía”, tuve una animada discusión con jóvenes que se habían dado cita para... No sé bien para qué, pero la circunstancia fue propicia para hablar sobre el Estado y comprobar que sostenían unas posiciones metafísicas donde el Estado aparecía como “lo Otro” del capitalismo. Por un lado el poder de las corporaciones económicas y por el otro, el poder del Estado, mucho menor (casi impotente) frente al Otro.
Traté de que comprendieran que no hay forma de separar, históricamente, la expansión capitalista (la explotación, y también su carácter destructivo) de la forma del Estado moderno: que el Estado es la contracara del poder económico y que son parte del mismo mal. La función actual del Estado (cuya figura es la del Estado Universal Homogéneo, y ya no la del Estado Nacional) es solidaria con los intereses concentrados del gran Capital y subsidiaria de su lógica.
El caso argentino, el que mejor conocemos: un gobierno de CEOS, se ha dicho, es como eliminar la mediación de la política en la gestión de las desigualdades, exclusiones y explotaciones que el capitalismo necesita como el aire para poder seguir adelante con su marcha destructiva.
Por eso que no vale la pena desgarrarse demasiado las vestiduras por un hipotético Estado de Bienestar perdido. El Estado de Bienestar no hace sino proponer mecanismos compensatorios para el salvaje proceso de expropiación y alienación que sufre la fuerza de trabajo. Pero como finalmente esa forma del Estado se revela cara (en parte, por la corrupción que involucra, pero no exclusivamente) el liberalismo (“paleo”, “neo”, o como se quiera llamar a la política de derecha) propone un relevo donde las corporaciones se incorporan directamente (sin mediación) al Aparato de Estado (el “costo” no disminuye, pero se distribuye entre socios). Que eso sea posible no demuestra que hubo un quiebre del modelo de gubernamentabilidad, sino todo lo contrario: que lo previo era lo mismo, salvo que disfrazado con figuritas de colores.
Contra eso, ¿qué podría hacerse? La protesta, desde ya, es necesaria. Pero también hay que imaginar formas de comunidad. No se trata de vivir “en sociedad” (que no es sino la contracara civil de la máquina estatal), sino de imaginar comunidades soberanas, más allá o más acá de las formas del Estado. Durante mucho tiempo esa noble práctica se llamó comunismo. Parece urgente volver a cultivarla.

viernes, 1 de julio de 2016

Lo que aprendí en Hogwarts