sábado, 28 de noviembre de 2009

Nunca seremos tan cool

por Daniel Link para Perfil

De acuerdo, Nueva York es la ciudad m
ás cool del universo entero y cualquier comparación que con ella se establezca es a pura pérdida. Pero convendría preguntarse cómo y por qué a los neoyorquinos la ciudad les funciona y, a quienes vivimos en Buenos Aires, en cambio, nos oprime como una pesadilla y sólo eso.
Nueva York ha sufrido, en los últimos tiempos, gobiernos cuyas políticas urbanas no fueron particularmente progresistas sino todo lo contrario. Y sin embargo...
Dejemos el sistema de transporte de lado, que en Manhattan es casi tan eficiente como en cualquier ciudad europea y considerablemente más barato (por menos de tres dólares diarios se puede viajar ilimitadamente en el metro y los buses que recorren la ciudad de parte a parte). En Buenos Aires sería imposible que un funcionario municipal se pusiera a imaginar una respuesta al caótico y cada vez más fragmentado sistema de transporte público, donde cuaquier combinación de colectivo, tren y subterráneo (ida y vuelta) supera holgadamente las tarifas de cualquier lugar del “primer mundo”.
Pero detengámonos en una acción más bien pequeña, al alcance de cualquier alcalde con un poco de imaginación: la High Line, el primer parque elevado del mundo, construido sobre las viejas vías de un ferrocarril en altura que ya no funciona, casi a la vera del Hudson y más o menos simétricamente cortado por la calle 14 de Manhattan. En poquísimo tiempo, además de haberse convertido en un lugar de esparcimiento, ha revitalizado una zona antes muerta de la ciudad.
¿No es exactamente eso lo que, se supone desde hace años, iba a ser el famoso “Parque longitudinal” tendido sobre el recorrido del ex Ferrocarril Sarmiento, desde Once a Caballito? Los neoyorquinos no tuvieron que construir el basamento (la losa), que les vino dada, pero en cambio, tuvieron que colocar barandas a lo largo de esas cuadras deliciosas de canteros, bancos y mesitas. No sé exactamente qué longitud previeron para la High Line, pero es evidente que las obras continúan, como podrían continuar en Buenos Aires, poco a poco, si alguna vez hubieran comenzado. ¿Cuánto puede costar techar, no sé, dos o tres cuadras de vías por año, llenar de yuyitos nativos algunos canteros y disponer bancos y mesas de ajedrez aquí y allá, como al acaso? La cifra, se me ocurre, debería estar al alcance de una ciudad como Buenos Aires, cuyas autoridades siguen proponiendo faraónicos túneles que la atraviesen de parte a parte, no porque haya alguien que necesite tal cosa sino porque es la única manera de imaginar una ciudad que tienen.
Lo dijo Macri, el alcalde que no se babea públicamente porque cada mañana sus asesoses se aseguran de llenarle la boca de tizas, por televisión: “Desde Cacciatore, nadie ha pensado la ciudad”. Cuando le pidieron explicación por una afirmación tan desafortunada, no tuvo empacho en justificar su aberración con el sencillo expediente de remitirse a las autopistas construidas, como si esa herida inexplicable de la ciudad no fuera un monumento al autoritarismo, a la fragmentación social y, también, como muchos sospechan, a la tortura y a la desaparición.
Nunca seremos tan cool como los neoyorquinos, eso es cierto, pero tampoco es justo que por eso nos obliguen tener que soportar las desvergonzadas fantasías de aquellos para quienes una ciudad es tan sólo un lugar de paso, algo digno de ser atravesado de lado a lado en cápsulas atónitas selladas herméticamente unas respecto de las otras.
De transporte público, ni hablar. De parques longitudinales, tampoco.



viernes, 27 de noviembre de 2009

Los abrazos rotos




Foto: Sebastián Freire



(Diálogo)
-Tim, querido, muy bueno lo tuyo. Medio amontonadas las cosas, pero lindo, eh, lindo...
-¿Vos decís, Linkillo?
-Y seeeeee. Los dibujos sobre todo. Tanto cachivache, no se lucen.
-¡China de mierda! Le dijeeeeee.
-Igual todo bien. Va a ser un écsito. Oime, me tengo que ir volando, pero pasate por casa y nos tomamos algo. Por ahí, si te copás, para las vacaciones de invierno llevamos la muestra a Mar del Plata.
-Uy siiiiii, mil veces mandé películas al festival y me las rebotaron.
-Son así, qué le vas a hacer. Bueno, te dejo, que acá el negro me está poniendo mala cara...

-(no labio)
-Le digo!

jueves, 26 de noviembre de 2009

Las Condarco, una conversación

Por esta vez, el próximo encuentro del ciclo de los Martes de Eterna Cadencia se hace en miércoles.

En el marco de sus reuniones anuales (que se alternan en territorio argentino y en territorios transnacionales, para que nadie se quede con las ganas), Daniel Link y Ariel Schettini conversarán públicamente sobre literatura, política, vida, moda y fait diverses, a propósito del arrollador suceso de sus libros Fantasmas. Imaginación y sociedad y El tesoro de la lengua. Una historia latinoamericana del yo.

Miércoles 2/12 a las 19 en Eterna Cadencia.
Entrada libre y gratuita

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Prolegómenos para un seminario sobre "Escrituras del yo"

"La función del yo (Je) tal como se nos revela en la experiencia de escritura"


Penn University (19.11.09)


NYU (24.11.09)
Fotos: Sebastián Freire

martes, 24 de noviembre de 2009

La internacional argentina




Princeton, 23/11/2009
Fotos: Sebastián Freire


Una comunidad de “amistades estelares” (…). Ultrahombre es “el que” será capaz de esto, los declinantes, los que ya lo “agitan” en sí. Sólo declinando toda identidad fija, toda individualidad egoísta, es pensable tal amistad estelar. (Massimo Cacciari)

lunes, 23 de noviembre de 2009

domingo, 22 de noviembre de 2009

Quién te ha visto y quién te ve (2)



World Premiere
Martes 24 de noviembre, 5PM
Proyección del cortometraje Cómo me hice gay...
Un film de Sebastián Freire
Ver el trailer

En el marco de AUTOFICCIONES Y ESCRITURAS DEL YO


Auditorio del Centro Rey Juan Carlos I De España
53 Washington Square South, NYU


de 6PM a 8PM
Mesa redonda con la participación de:
Sergio Chejfec, Daniel Link, Lina Meruane, Vivi Tellas.
Moderada por Sylvia Molloy

sábado, 21 de noviembre de 2009

Sí, quiero

por Daniel Link para Perfil

Con la agudeza y la socarronería que lo caracteriza, el Sr. Fogwill declaró públicamente hace algunas semanas que yo habría salido "precozmente" del mismo armario donde, en estos días, esconden a la Sra. Michetti y a su silla de ruedas plegada, para lucir mi "pluma inteligente" y mi "plumaje vocacional".
El señalamiento no puede ser más oportuno y yo, que como el Sr. Fogwill he sido siempre un hombre de familia, no puedo dejar de reconocer su acierto: del armario se sale sólo para pronunciar votos matrimoniales y, no siendo universal esa posibilidad en la Argentina, yo podría haber seguido cultivando no diré el secreto (porque nada es tan evidente para todos como lo que uno cree estar callando) sino la ambigüedad festiva. Pero en el final de esta primera década del milenio se anuncia ya el enlace Di Bello-Freyre, que no sólo me quita la posibilidad de ser el princeps de los votos, sino además el eco del nombre familiar de mi consuelo. Menos gallego que el mío, el Alejandro Freyre que acaba de ser autorizado en sede jurídica para unirse matrimonialmente con su pareja inaugurará una larga lista de... digámoslo: necesarias equivocaciones en las que incluso yo incurriré.
La autorización del matrimonio para las personas del mismo sexo que deseen subordinar a la ley su vínculo no hace sino universalizar un derecho y, por lo tanto, no admite discusión ni retroceso. Otro asunto es la discusión sobre el sentido de la institucionalización de una forma de vida.
Con un grupo de amigos con los que suelo intercambiar fluidos corporales queremos demandar, ahora que lo otro ya está hecho, el derecho a la unión civil entre más de dos personas, con total independencia del género y la sexualidad.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Las ciudades y sus gentes

Cada ciudad tiene sus habitantes típicos. Y hay algunos que, por su nomadismo, pueden encontrarse en todas partes. Dianas Bellesis y Arieles Schettinis, los hay en todo el mundo, en cualquier ciudad y siempre es una grata sorpresa encontrarse con uno de ellos en una puerta giratoria o a la vuelta de la esquina.
Berlín está infestada de Lauras Isolas pero las Hermanas de Laura Isola, curiosamente, prefieren concentrarse en Manhattan, donde son tantas (si no más) que las Carrie Bradshaw.
Hay que investigar las poblaciones urbanas, porque las tipologías suelen ser reveladoras de aspectos etiológicos insospechados.
El otro día, estábamos por tomar el subte en Union Square cuando.... "¡un momento! ¿No es ésa una Vivi Tellas?"



Por supuesto.... no podía faltar, aquí, en esta ciudad, un ejemplar de (mientras nos acercábamos a ella, para examinarla mejor). Pero, ¡no era una Vivi Tellas! Era la auténtica Viviana Tellas, que estaba haciendo trasbordo desde Brooklin rumbo al Museo Judío. Tan sorprendida como nosotros por el encuentro, nos pidió que nos sumáramos a su expedición y, como no teníamos demasiado que hacer, aceptamos gustosos. Le conté nuestras experiencias últimas con los wormholes y, como el día estaba fresco, la invité a que usáramos un pasadizo que había descubierto yo por mis propios medios, y que conectaba directamente con Viena. Nos fuimos a tomar un café con strudel.




jueves, 19 de noviembre de 2009

¡Ultimo momento!

POTEL SOBRESEIDO

Queridos amigos. Esta sale como sale. No puedo ni quiero tener tiempo para elaborar una prolija nota informativa para contarles esta maravillosa noticia: ¡Horacio fue sobreseído! Y por orden del Ministerio Público Fiscal. A eso de las siete y media de esta tarde nos vamos a juntar con nuestro abogado para ver la cédula de notificación y después podremos darles más detalles, pero por ahora no queremos dejar pasar más tiempo para compartir esto con ustedes, que han estado ahí, fortaleciéndonos durante estos duros meses.

La noticia nos ha dejado maravillados e incrédulos. No tenemos idea de qué pasó. Quién, en qué lugar de poder de pronto miró esto y dijo: ¡no puede ser! Y movió una ficha y la historia cambió.

Lo primero y más importante ahora para nosotros es agradecer de la manera más completa posible, el afecto, la solidaridad y la ayuda de todos ustedes.

Voy a hacer una lista que seguramente estará incompleta, porque son miles los que han ido sumando su voz y su compañía. Nos han llenado de amor y han hecho de ésta su causa.

Creo también que entre todos impulsamos este cambio. Y no quiero entusiasmarme demasiado, pero creo que este sobreseimiento es importante para todos los que creemos que el conocimiento crece y se enriquece así: compartiéndolo y defendiéndolo entre todos.

Gracias, gracias, gracias:

  • A nuestro laborioso, inteligente y generosísimo abogado: Dr. Leonardo Hernández, a quien recomendamos calurosamente.
  • A Beatriz Busaniche y toda la gente de la Fundación Vía Libre. Ha sido muy gratificante conocerlos y quedamos siempre a disposición de ustedes para lo que haga falta. Las jornadas de debate en Franklin fueron maravillosas.
  • A la gente de FM LA TRIBU, lindos aborígenes con quienes la que firma siente además una hermandad en el amor por la radio bien hecha, divertida, útil y guerrera.
  • A los chicos del Partido Pirata. Por todo, pero sobre todo por el contundente afiche que se repartió en la Feria de la siniestra CAL y engalana miles de blogs con la consigna “borrar libros = quemar libros”. ¡aguante el copyleft!
  • A todos y cada uno de los integrantes del grupo “Contra la desaparición de Derrida y Heidegger en Castellano”
  • A Facundo García, por sus buenísimas notas en Página/12 y su apoyo y calidez.
  • A Andrés Hax, por su nota en Clarín.
  • A los miembros del Consejo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, por la resolución de apoyo a Horacio y el pedido de urgente desprocesamiento, en particular a los autores del proyecto: Bernardo Ainbinder y Federico Penelas.
  • A los filósofos, catedráticos y escritores que se hicieron oír donde hiciera falta y/o pudieran, en particular a: Mónica Cragnolini (te queremos, Mónica!), Alberto Constante (esta noche abro el tequila 100 % agave azul en tu honor y el de Idalia: un beso enorme para los dos, queridos amigos), Diego Levis (fue y es siempre muy lindo encontrarte y leerte), Daniel Link y su linkillo, sus palabras para Horacio en las Jornadas de Vía Libre, su brillante declaración contra la CAL y la belleza de su escritura (amamos “Monserrat” –vivimos en el barrio- y NO fuimos alumnos tuyos! ), Mariano Dorr y sus Musulmanes, Teté García Bravo y por qué no, Diamante! Bellos, adorables amigos.
  • A todos los bloggeros que replicaron los detalles de la causa y se sumaron a la ídem
  • A todos los amigos, los de toda la vida, los nuevos, los recién descubiertos: por ejemplo: Jorge Dujan, Gerardo Fittipaldi, Santiago Arévalo, Sebastián Lalaurette, la adorable Adriana Piccardo, Claudia Gilman, Vero Traversa (estás chapa, Vero, pero te queremos),Marina Prestileo, mis añorados amigos de cosecha española: Helena, Jose, Lauri, Nuria y siguen las firmas. Gracias especiales a Flor Siri!
  • A mis padres y hermanos que además de todo, aguantaron mi desánimo, mi mal humor, mi pesimismo.
  • A Minerva, nuestro fantasmita bueno y protector
  • Al fantasma de Derrida (“Sí, yo creo en los fantasmas”)

¡AGUANTE EL FINAL FELIZ!

Andrea


Coincido en que el fallo es auspicioso para todos. Esperemos que se sostenga en tribunales superiores si la editorial y la Cámara persisten en esta equivocada caza de brujas.

Por ahora, ¡viva la justicia!

Fuente Lalaurete.com.ar



miércoles, 18 de noviembre de 2009

Una de piratas...


FÁBRICA DE FALLAS. 2DO. FESTIVAL DE CULTURA LIBRE Y COPYLEFT

SÁBADO 21 Y DOMINGO 22 DE NOVIEMBRE DE 14 A 22 HORAS

LA TRIBU-LAMBARÉ 873


V de vendetta

A Rita se lo tenemos dicho: no jodás con los caprichitos de esposa despechada, porque estás casada con un asesino serial, nena, y en cualquier momento sos boleta. Entiendo que haya gente que se divierta con tu personaje, pero a mí, ya me hartaste con tus sesiones de counseling berreta.
FlashForward: otra esposa insoportable que atormenta a su marido alcohólico por tragos que todavía no se tomó y ya le mete los cuernos, por si acaso. Penny: ¿qué nos pasó? Bien por el regreso de Dominic Monaghan (el hobbit -más recordado por su impecable Charly de Lost) como psicópata cuántico.
V (2009) es, si cabe, más estúpida que su antepasada, sobre todo porque prescinde de su sistema de metaforización (o lo reemplaza por otro). La "V" ya no es de "Victoria" sino de "Visitantes" y la pintan en las paredes no los de la "Resistencia" sino los chupamedias humanos (adolescentes disfuncionales y un poco idiotas) que quieren colaborar con los lagartos y, sobre todo, ponérsela a las lagartijas disfrazadas de porristas.
Anna (que viene a ser la antigua Diana) está muy bien, pero el resto del cast no es sino un pálido reflejo de los que antes eran (
sorry, Juliet). El primer episodio, como importa más bien poco porque todo el mundo sabe de qué va la serie, avanza a ritmo vertiginoso presentando al mismo tiempo todas las historias y lo que la serie se ha propuesto reparar de la original: los efectos especiales y las maquetas de las naveCursivas. Ok, puede ser. ¿Pero de qué nos servirá todo eso si el guión es taaaan pedorro? Veremos cómo sigue la cosa.
Acaba de empezar la
remake de El prisionero, la serie que, cuando la vi de chico, me cambió la vida. Me da miedo mirarla... (pero la carne es débil).


lunes, 16 de noviembre de 2009

¡Quién te ha visto y quién te ve!

Ojo, como se dice, al piojo, que el temita de los wormholes es más complicado de lo que parece. Se pierde conciencia espacio-temporal y, además, es un poco adictivo.
En los días pasados he estado investigando varios portales. Como cualquiera podría haber supuesto (menos yo, claro), sólo la hiperespecialización de Raúl Antelo me llevó a creer que todos los portales condujeran a bibliotecas, archivos y universidades.
"¡Los hay para todos los gustos!", me dijo un artesano amigo, Mario Bellatin, cuando le hablé del asunto. Y para probarlo, luego de darme instrucciones precisas sobre el punto de partida, me dio cita en cierto store especializado en tés y cafés del Bajo Manhattan.



Como ya había hecho demasiados "saltos" en muy poco tiempo me dieron nauseas, así que aproveché para comprar unas tisanas reparadoras.



Por supuesto, Mario insistió en que comiéramos en el mejor restaurante del Soho, invitación que aceptamos gozosos de poder disfrutar de su compañía,



antes de su teletransportación inminente a Israel.



Por cierto, desvanecidos Mario y sus habituales fastos (maravillas habló de la casa de Schnabel, a la que no sé si fue invitado o se coló por una ventana espacio-temporal), quedamos totalmente a la merced de nuestro magro presupuesto, que no da para andar comiento thai en cualquier ciudad de los mundos alternativos. Así que volví a usar la ruta antélica para conseguirme una changuita.


Fotos: Sebastián Freire


domingo, 15 de noviembre de 2009

Arturo toca la lira

Arturo Carrera triunfa en Festival de la Lira

Notablemente emocionado se manifestó el poeta argentino Arturo Carrera, autor del libro Las Cuatro Estaciones, a quien los miembros del jurado internacional otorgaron el triunfo, en la segunda edición del Certamen de Poesía Hispanoamericana Festival de la Lira.


El Bien y el Mal

por Daniel Link para Perfil

Invitado a inaugurar una Semana do cinéma en una ciudad brasileña, paso tres días en casa de queridos y viejos amigos con los cuales jamás hemos tenido una discusión que involcurara tópicos más graves que los disparatados horarios a los que se levantan todos los días, incluidos los domingos (antes de que los gallos canten, naturalmente, pero también antes de que Morfeo haya podido reparar las huellas fatales de la jornada anterior). Son cosas del clima. En las largas sobremesas, una cosa lleva a la otra y terminamos a grito pelado defendiendo posiciones contrarias en relación con la situación política argentina, que ellos interpretan en los mismos términos que el Poder Ejecutivo.
Como yo disiento en los diagnósticos “destituyentes” y las generalizaciones abstractas como “los medios de comunicación” me parecen un pobre intento para construir un enemigo imaginario, terminan tirándome por la cabeza los mil dislates que en los diarios más conservadores y derechistas se leen y las aberraciones que los sedicentes periodistas televisivos se atreven a sostener sin ruborizarse por su ignorancia y su mala fe (de la que, por cierto, somos conscientes desde hace décadas).
Me niego a que me involucren en la vaga corriente de los “destituyentes” y “desestabilizadores”, quienes, por las recientes palabras del Gobierno, parecen haber vuelto a ocupar las primeras filas de un “combate” del que a mi juicio, la mayoría de la población está un poco harta y le interesa más bien poco. Me echan en cara que no acompañe con felicidad las decisiones de nuestros gobernantes. Les explico que tengo sobradas razones para no hacerlo, pero que en modo alguno eso me obliga a tomar parte en una polarización que detesto y que tampoco eso implica un pedido jacobino de cabezas.
Ellos reconocen que el “estilo” de comunicación del gobierno es exaltado demais, pero consideran que su “proyecto” es defendible. Les contesto que la estilística no es mi fuerte y que no evalúo los estilos (aún cuando cierta intensidad termina agobiándome) porque me parece que eso escapa un poco a la política. Cuando les pregunto cuál sería el proyecto que patrocinan me contestan con una figura de discurso: “la redistribución”.
Sea: nadie puede no acordar con ninguna palabra de cinco o más sílabas (y por eso me gusta hablar de la “reterritorialización paranoica” en las alarmas estatales).
En el momento en que les pregunto cuáles son las herramientas redistributivas la poca racionalidad que conservábamos se hunde en el barro. Naturalmente, el subsidio universal recientemente aprobado es lo más a mano. Pero yo me he pronunciado favorablemente en relación con esa herramienta, y no veo que demasiados sectores hayan levantado su voz en su contra, salvo por cuestiones técnicas como el origen de los fondos que financiarían el programa (los aportes jubilatorios y de los monotributistas y no las modificaciones en el impuesto a la renta financiera, como habría sido, para mí, más “redistributivo”).
Como en la discusión introduzco mi hipótesis (probablemente gorila hasta el tuétano) de que el peronismo es el Mal Elemental, me acusan de matafísico trascendentalista. También me niego a aceptar esa caracterización.
Mi señalamiento tiene que ver con la incapacidad del peronismo para reconocer y dotarse de exterioridad. Nuestra discusión es una prueba de ello: nosotros, que nos queremos tanto, no podemos sino pensar la política argentina en relación de adhesiones y rechazos al discurso, la ética, las maneras y, sobre todo, la interna peronista (que, dicen, sería la responsable última de los actuales embates “desestabilizadores”).
Me niego a participar de esa lógica, les digo. No estoy ni a favor ni en contra del “peronismo” gobernante (evalúo sus medidas una a una). Les recuerdo que el liberalismo de los años noventa que tanto se mienta como el símbolo más dramático del fracaso argentino fue también el “peronismo” gobernante. ¿Y qué son esos colectivos nunca analizados, “los medios”, “el campo”, “el neoliberalismo”, sino el intento de presentar ante la opinión pública un demonio simétrico (un espejo del propio semblante)?
Alarmados por nuestros gritos, los camareros que nos atienden nos preguntan en la dulce lengua de Drummond si está todo bien. Les contesto con una metáfora tristemente adecuada: tudo bom, tudo legal, los argentinos somos como los gatos, cuando gritamos no nos estamos matando, sino reproduciéndonos.
Como lo que tenemos es lo que nos merecemos, y como somos lo que decimos y lo que callamos, nos volvemos a la Unidad Básica Reina Cristina (sección catarinense) a dormir la siesta.

sábado, 14 de noviembre de 2009

La comunidad de los ausentes

por Daniel Link para Ñ. Revista de cultura

La obra de Roland Barthes, que no necesita presentación alguna, ha suscitado, en los últimos años, acercamientos cada vez más complejos, que la apartan del lugar del mero análisis del discurso o del comentario de textos y la colocan en la vertiente de la filosofía contemporánea en la que se construye una ética adecuada a nuestros tiempos.
Tanto en Incidentes (1987), el libro póstumo que recoge fragmentos de diario (de la “forma diario”, que tanto preocupaba a Barthes, desde sus primeras publicaciones hasta “Deliberación”, 1979), como en Roland Barthes por Roland Barthes (1975), ese extraño autorretrato que reinterpreta su propia obra, o en La cámara clara (1980), su último libro publicado, urdido a partir del dolor que Barthes siente al contemplar una foto de su madre muerta, se deja leer el proyecto barthesiano de devolverle un porvenir a aquello que, en Mitologías (1957), habría de constituir el objeto de una ciencia: lo imaginario, que deja de concebirse como sólo un conjunto de representaciones estereotipadas y adquiere el estatuto de una práctica (y en tanto tal, se liga con una ética e, incluso, una política).
Aún cuando Roland Barthes no desdeñara el tratamiento técnico de la materia que se impone (el lenguaje, el relato, la fotografía, la ideología, la moda o los mitos), lo que “decanta” de su obra está en otro dominio: un dominio de indiscernibilidad donde ética y estética se presuponen. Barthes va recurriendo progresivamente a diferentes paradigmas para resolver esa articulación, pero está presente desde su primera intervención y constituye una de sus obsesiones más recurrentes. En Diario de duelo (1977-1979) se lee: “¿En qué mamá está presente en todo lo que yo he escrito?: en que hay por todas partes una idea del Bien Soberano”.
En Mitologías, el signo (ideológico, unidad de lo imaginario) se presentaba como insufrible (predicado ético). A partir de El sistema de la moda (1967) queda claro que es, además, ingobernable. Contra la ilusión (moderna) de que lo imaginario puede ser "controlado" (por la vía de la semiología, del sistema, o de la historia), se sospecha sobre la posibilidad de tal control. Mejor es la huida hacia adelante, hacia “allá”. Y “allá” es, para Barthes, un Oriente idealizado que le entrega la verdad de una humanidad capaz de resistir los embates de la Historia y, sobre todo, el más temible de entre todos ellos: el final de la historia y la consecuente naturalización (animalización) de la especie humana.
Lo “milenario” le permite a Barthes, en
El imperio de los signos (1970), su libro peor leído (tal vez porque siendo el más distinto de todos lo que hasta entonces ha ensayado, es el que parece más tonto), pasar del signo singular y pleno a los signos plurales y vacíos. En términos históricos, es la supervivencia de los fantasmas (o imágenes) a través del tiempo, más allá de la lógica de inscripción prevista por Marx. Ya no se trata de "la conciencia burguesa" sino de "la conciencia", pero (sobre todo) de su radical exterioridad.
El satori, escribe Barthes, es un pequeño seísmo (conmoción y sacudida de la persona), y el zen un acto de conocimiento sin sujeto cognoscente y sin objeto de conocimiento. Oriente, que por suerte no ha tenido su Hegel (y que tampoco ha tenido Dios), ignora la identidad total del sujeto y del objeto que sería el resultado de la teleología histórica; más bien vacía de antemano esas categorías.
Es el pasaje (decisivo) del habla ("El mito es un habla") a la escritura (la inscripción): la comida, la gestualidad, todo es del orden de la escritura (de lo escribible) y lo es en tanto y en cuanto suspende el habla. Comida: fragmentos, musicalidad (ritmo), apertura, suspensión del sistema -lo crudo/ lo cocido, lo frito/ fresco (tempura). Pero también el pasaje del lenguaje a la voz como punto de juntura entre la conciencia y el cuerpo: lo imaginario, el lugar donde se tocan lo real y lo simbólico y que excede a ambos registros.
En
El sistema de la moda, Barthes reclamaba que se leyeran sus escritos como “las tribulaciones de un aprendizaje". ¿Qué aprende Barthes en El imperio de los signos? La experiencia del afuera, que es una experiencia total de esnobismo en estado puro, que ha creado disciplinas negadoras del dato “natural” o “animal”, que ha sobrepasado con mucho en eficacia a aquéllas que nacía, en Japón o en otros lugares, de la Acción “histórica”, es decir, de las luchas guerreras o revolucionarias o del Trabajo forzado.
Podría glosarse la experiencia de Barthes y de
El imperio de los signos con palabras de su amigo Michel Foucault: se trata de una “pura exterioridad desplegada” en la que el responsable del discurso no es el sujeto que habla sino “la inexistencia en cuyo vacío se prolonga sin descanso el derramamiento indefinido del lenguaje”, “alejándose lo más posible de sí mismo. Y si este ponerse fuera de si pone al descubierto el propio ser, esta claridad repentina revela una distancia más que un doblez, una dispersión más que un retorno de los signos sobre sí mismos”.
Es verdad que esas cumbres (no igualadas en ninguna otra parte) del esnobismo específicamente japonés han sido patrimonio exclusivo de los nobles y de los ricos. Pero, a pesar de las desigualdades económicas y sociales persistentes, todos los japoneses, sin excepción (las palabras son de otro viajero ilustre, Alexandre Kojève, pero los subrayados son míos), son capaces en la actualidad de vivir en función de valores totalmente formalizados, es decir, vacíos por completo de cualquier contenido “humano” en el sentido de “histórico”.
Desde entonces y hasta su último curso (
La preparación de la novela, la mitad del cual está consagrado al haiku japonés), Roland Barthes no cesará de investigar esas formas totalmente vaciadas de historicidad (en el sentido hegeliano) como variables y reglas para organizar la vida en común y la cohabitación (la comunidad más allá del comunismo).
Es sobre todo a partir de Fragmentos de un discurso amoroso (1977) donde Barthes desarrolla ese proyecto (antimoderno) hasta sus últimas consecuencias. Hay allí, como en El imperio de los signos, un abandono de la theoria (el estructuralismo, al que le dedicó sus mayores esfuerzos y le regaló todo su brillo) en favor de lo di-verso (lo imaginario, como diversión, es lo que escapa y se resiste al mismo tiempo a lo simbólico y a lo real, ese imposible), lo imaginario es lo que fluye en nosotros y nos arrastra. “No suprimir el duelo (la aflicción) (idea estúpida del tiempo que abolirá) sino cambiarlo, transformarlo, hacerlo pasar de un estado estacionario (estasis, nudos en la garganta, recurrencias repetitivas de lo idéntico) a un estado fluido”, escribirá Barthes sobre la experiencia de su madre muerta. Hacer que los signos fluyan es liberarlos del estereotipo.
No se trata de situarse fuera de lo imaginario para denunciar sus engaños, sino de operar desde su interior (la oposición entre décomposer y détruire, tan característica de Barthes, es correlativa de ese propósito) y, de ese modo, superar la coacción de dos formas de saber: el saber de la estructura (propia de la primera parte de su obra), y el saber de la muerte (que domina La cámara clara y, ahora, las anotaciones de Diario de duelo). En ese sentido, Roland Barthes usa el fragmento y el "como si" como herramientas de investigación: hacer como si fuera "un enamorado el que habla y dice" (el epígrafe de los Fragmentos) permitiría sostener un discurso riguroso de lo imaginario en lo Imaginario. En ese punto, no es casual la recuperación de Sartre, a quien Barthes homenajea cada vez que puede.
En sus últimos cursos en el Collège de France (Cómo vivir juntos, Lo neutro, La preparación de la novela), contemporáneos del duelo por la madre muerta, Barthes está inmerso en una indagación sobre lo Neutro que es, también, una experiencia del afuera: no se trata de optar, sino de suspender toda resolución entre dos opciones. No se trata, por lo tanto, de lo "verdadero" y lo "falso" de las imágenes, porque el imaginario, en su perspectiva, ya no funciona como discurso sino como práctica. Y no se trata tampoco de un régimen de la negación como la dialéctica (que el primer Barthes había adoptado de Brecht, pero que ya ha abandonado en estos años), ni de la transgresión (cuya lógica verificaba como cada vez más hegemónica en la cultura industrial, de la que fue uno de sus grandes analistas: Mitologías), sino de algo (la sobria ebrietas) que involucra una recuperación de la ascesis como soporte de una ética.
Los signos ya no ocultan nada, porque están vacíos: son claros, transparentes, si es que uno es capaz de despegarse del “estorbo de lo visual” y escucha sus voces. Los signos son la pura exterioridad desplegada de la conciencia. El dolor (la pena amorosa o el duelo por la madre muerta), como signo, no es sino la forma de una experiencia radical de conocimiento, el índice “de una domesticación radical y nueva de la muerte; pues, antes, sólo era saber prestado (torpe, venido de las artes, de la filosofía, etc.), pero, ahora, es mi saber. No me puede hacer mucho más daño que mi duelo”.
El último proyecto de Barthes, que no pudo completar porque cometió la imprudencia de dejarse atropellar por una camioneta de lavandería, se llamaba Vita Nova (1979) y en el Diario de duelo (texto establecido y anotado por Nathalie Léger) pareciera que ese proyecto se inscribe en la “futuromanía” (“construcción enloquecida del porvenir”) que sufrimos “en cuanto alguien está muerto”.
Es importante retener esta tensión, porque Barthes no se imaginaba a si mismo como un eterno doliente, aunque sabía que la muerte de su madre (intolerable como fue para él) debía ser asumida día a día y hasta sus últimas consecuencias. Las fichas en las que registra su dolor (“al tomar estas notas, me confío a la
banalidad que está en mí”) son, para Barthes, una experiencia de discurso: sí, él sufre, pero sobre todo: él escribe que sufre (como el enamorado de Fragmentos) y la escritura le garantiza un doble acceso al dolor: como vivencia y como material analítico.
En el dolor (ese satori) no hay que leer la identidad entre sujeto y objeto (“a partir de ahora y para siempre soy mi propia madre”), sino una experiencia radical del afuera, la suspensión entre sujeto cognoscente y objeto de conocimiento, y por eso los roles pueden invertirse como manera de pensar un futuro (una ética y una política) para el dolor: “Hablar de mamá: ¿y qué, Argentina, el fascismo argentino, los encarcelamientos, las torturas políticas, etc.? Eso la habría herido. Y la imagino con horror entre las mujeres y madres de los desaparecidos que se manifiestan por aquí y por allá. Cómo habría sufrido si me hubiese perdido”.
No sabemos qué habría hecho Roland Barthes con estas fichas y anotaciones pero sin duda tienen la fuerza (porque dicen “la naturaleza
abstracta de la ausencia”) de “lo novelesco sin la novela”, ese empecinado proyecto de destitución en el que a Roland Barthes se le fue la vida, y de la praemeditatio malorum, ese ejercicio de los estoicos en el que el sujeto de la escritura se obliga a vivir la propia muerte. Eso es la muerte de la madre, para Barthes (y, también, la literatura): un ejercicio ascético de premeditación mortuoria y, como tal, el soporte de una ética preocupada por la comunidad de los ausentes, nuestros muertos, de quienes sólo nos separa el tiempo.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Descansa en paz

Con gran pesar comunicamos la muerte de Leónidas Lamborghini.
Lo despediremos en la sala Augusto R. Cortazar de la Biblioteca Nacional, Agüero 2502, a partir de las 21.30 hs. de hoy y hasta las 16 hs. del sábado 14 en que será trasladado al cementerio de la Chacarita.


Singular campaña contra el aborto




jueves, 12 de noviembre de 2009

Dicen que...

A literatura é um arquivo

(Os Fantasmas de Link)


por Raúl Antelo


O conceito que, portanto, Link nos propõe em Fantasmas, abertamente apático, acefálico e minotáurico, me permite dizer que o fantasma não é o relato mas é a preparação do relato, ele não é vida, vivência, mas passagem da vida à obra que, ao ser in-operante, torna-se texto e assim nos permite associar o fantasma em questão daquilo que Alain Badiou chama de preparação figural. Não é, portanto, a preparação para o romance entendido como fábula moralizante mas a preparação para a figura entendida como ficção, como máscara, como persona. Não é Link mas um linkillo. Com efeito, em Pequeno manual de inestética, ao analisar a escritura de Beckett, Badiou se detém em Worstward Ho (1983), relato traduzido ao francês como Cap au pire, um relato de l´autre cap, acéfalo.

(...)

A conclusão é clara. Assim como Greco é cinematográfico, Eisenstein é becketiano e aquilo que o diretor russo destaca, no pintor espanhol, seu manejo da montagem, sua perícia no recorte, na miniaturização e serialização de imagens, são a rigor formas de colocar a arte à altura de uma época de reprodução disseminada. Ora, outra não é a proposta de Daniel Link. Não me refiro apenas à prosa omnívora (Laura Isola) de Los años 90, La ansiedad ou La mafia rusa, suas experiências declaradamente narrativas. Mas destaco, entretanto, o fato de que, até mesmo nos livros mais cerradamente “acadêmicos”, Link, condenado pelo nominalismo a ser montagem, nexo, concomitância, responde à montagem literária por zapping e rewind, por corta-e-cola. Os seus textos, nem inteiramente aulas, nem completamente de blog, basculam assim nessa ambivalência fantasmática do não-sujeito do político, alguém que não é tão estranho para muitos, como Pezzoni era, porque agora sabemos, através de linkillo, onde foi, o que comeu, ou com quem dançou Daniel Link; alguém que não é um inimigo, porque, a diferença dos intelectuais modernos, como Viñas, Link não faz de uma causa um comício, e alguém, enfim, que nem mesmo quer ser um amigo, mas adora posicionar-se como um não-amigo absoluto, como uma forma misteriosa e inquietante de presença política. Esses são os Fantasmas de Link.



miércoles, 11 de noviembre de 2009

Wormhole

Entre las varias actividades que me llevaron a la isla de Santa Catarina, no fue la menos importante la invitación a participar de la apertura de la Unidad Básica do Córrego Grande "Reina Cristina".
Si mis lectores quisieran manifestar sorpresa ante un deslizamiento semejante, les recuerdo que la significación es toda ella del orden del desliz (o de la libre flotación, pero el tiempo no estuvo lo suficientemente católico como para poner a prueba mis débiles pericias natatorias).
La Isla de Santa Catarina, lo sabe cualquiera, es un punto cósmico privilegiado para deslices y desplazamientos de todo tipo y en todos los órdenes. El Dr. Raúl Antelo, de quien se dice que es como el Emperador Intelectual de esa Barataria transtordesillana, tuvo a bien revelarme las claves parciales de su sabiduría, luego de reprocharme públicamente un desdén hacia Borges que, por cierto, nunca supe que cultivaba y que me apresuré a negar (sin éxito) ante sus súbditos.
Notorio archivista, siempre nos hemos preguntado cómo es que Antelo hace para estar al tanto de todo, disponer de todos los materiales, de todas las fichas, y acceder a todos los más preciosos e ignorados textos que se guardan en las más oscuras bibliotecas. ¿Es que acaso, nativo como es de Barracas, él se llevó el Aleph consigo al exilio (fue siempre la pregunta hipotética que en vanas noches de adivinación intentábamos contestarnos)?
No me fue ordenado que guardara silencio al respecto, de modo que puedo revelar el secreto sin culpa alguna: la Isla de Santa Catarina es ella misma un umbral de transformaciones, una rajadura en el contínuo espacio-temporal por donde se accede a realidades alternativas ("el ojo con el que veo a Dios es el mismo ojo con el que Dios me ve", me susurró Antelo antes de llevarme a uno de sus portales predilectos).

La operación no puede ser más sencilla (aunque requiere de un cómplice). Basta con pararse frente al portal elegido, simular una pose convencional y esperar que el cómplice finja tomar una foto incomprensible para cualquier desprevenido (estará, en realidad, accionando un dispositivo de una complejidad ajena a nuestra capacidad de comprensión que abre y cierra la fisura cósmica en lo que dura un parpadeo).
Curiosamente, el regreso no necesita de gadget alguno: basta (como puede observarse) con hacer girar el anillo mágico en sentido contrario a las agujas del reloj y uno vuelve al punto de partida.
Sí, ahora sabemos cómo y por qué la sabiduría de Antelo
no es de este mundo. Son retazos que él va juntando de sus experiencias en las realidades alternativas, donde los archivos a veces son los mismos que en la nuestra, pero a veces no. Henos aquí frente al portal que comunica con... ¿hace falta seguir? Yo estuve allí, estuvimos juntos, donde todo es casi como el mismo lugar en nuestra realidad, aunque levemente distorsionado.



(continuará)

martes, 10 de noviembre de 2009

lunes, 9 de noviembre de 2009

Zeitgeist

Odradek (el séptimo arte en la época de su reproductibilidad digital)

por Daniel Link

(...)

Histoire(s) du cinéma
de Jean-Luc Godard1, por su mismo carácter de archivo, podría considerarse el índice (glamoroso) de una muerte anunciada repetidamente: la muerte del autor, la muerte del arte (el fin de toda ilusión autonomista) y, naturalmente (una cosa no puede sino ser la consecuencia de la otra), el Fin de la Historia. Su mismo título (que tanto quiere decir La historia de la cinematografía, Las historias del cine, Historias de cine e, incluso, El cuento del cine) parece referirse a una patraña ya insostenible.

Íntegramente compuesta por citas de la historia del séptimo arte, letreros y un audio que oscila entre el poema, el relato, la música y el silencio, Histoire(s) du cinéma concluye con un diagnóstico según el cual el presente es el resultado de una catástrofe. En la sección 4B (el final), Godard dice:

Para mí es un privilegio filmar y vivir en Francia en tanto que artista: nada como un país que baja cada día un escalón en la vía de su inexorable declinar. Nada mejor que una región cada vez más provinciana, dirigida por los equipos rotativos de los mismos incapaces , deshonestos (en imágenes: las líneas de una mano y el cartel “les signes parmi/ parnous”), y todos corrompidos por su apoyo a un régimen de total y permanente corrupción. ¿Qué sería preferible a este habitáculo sobre una tierra en la que la justicia se parece al peor bazar? ¿Qué artista no soñaría con tal nación? (...)

Sí, es de nuestro tiempo que soy el enemigo huidizo. Sí, el totalitarismo del presente, tal y como se aplica mecánicamente, cada día más opresor a nivel planetario. Esta tiranía sin rostro que los borra a todos en beneficio exclusivo de la organización sistemática del tiempo unificado del instante. A esta tiranía global y abstracta, desde mi punto de vista huidizo, trato de oponerme.

Porque yo intento en mis composiciones mostrar una oreja que escuche el tiempo, y trato también de hacer que se entienda, y de que surja entonces en el futuro la muerte que está ya incluida en mi tiempo.

En efecto, yo no puedo sino ser el enemigo de nuestro tiempo, puesto que su tarea apunta precisamente a la abolición del tiempo, y de ahí que yo no vea que en este estado una vida merezca ser vivida.

Enemigo de una época que se reconoce simultáneamente como propia y como impropia (porque lo característico de lo contemporáneo tal vez sea su persistente anacronismo, su inactualidad), Godard introduce al mismo tiempo un conjunto de categorías, la "vida indigna de ser vivida" (sobre la que no podré detenerme) y el "totalitarismo del presente", la "tiranía global y abstracta" que opera "a nivel planetario", la abolición radical de la temporalidad histórica, y la muerte. Entre esas categorías, qué duda cabe, el presente juega su suerte de milenarismo y mundialización, y cada una de esas nociones se implica en las demás: el presente (mundial) es presentado (imaginado) como totalitario porque ha dejado de escuchar (o porque ha abolido) el tiempo; en las tensiones del presente está prefigurada la muerte, es decir: la corrupción de la Historia y, en particular, de la historicidad del cine.

Pero tal vez sea conveniente seguir la voz de Godard, la voz de Histoire(s) du cinéma:

Cuando un siglo se disuelve lentamente en el siglo siguiente (en imagen: capítulo 4B superpuesto a “Histoire(s) de cinémoi”), algunos individuos transforman los medios de superviviencia antiguos en medios nuevos. Son estos últimos los que llamamos arte. La única cosa que sobrevive (en imagen: “Les signes”) a una época, tal cual, es la forma de arte que se ha creado para si (en imagen: “parmi/ nous”). Ninguna actividad se convertirá en arte antes de que su época haya terminado. Después, este arte desaparecerá. Es así que el arte del siglo XIX, el cine (en imagen: “toutes les histoire(s)”), hizo existir el XX (en imagen: “une histoire seule”) que, por si mismo, existió poco.

En el mismo momento en que el cine de Godard renuncia a la ficción por la vía del archivo (digital) y el collage, declarando (por lo tanto) la imposibilidad de producir imágenes nuevas, se sitúa al cine como arte de un siglo ya acabado: no el siglo XX, hipótesis trivial, sino el siglo ante-pasado, el siglo XIX, el de las naciones y las revoluciones burguesas, el siglo que no había sido marcado todavía por la conciencia de su propia marcha hacia la nada o por la conciencia de su propia exclusión respecto de los ritmos de la historia, pero tampoco por la posibilidad de que lo Real fuera no UNO impasible (el Espíritu, o sus máscaras) sino la multiplicidad de lo viviente, los juegos de lenguaje y las formas de vida.

Si el siglo XX fue el siglo del cine, lo fue sólo porque, de acuerdo con la peculiar versión de Godard, el siglo XIX había ya terminado, liberando todas las potencias de la “narración audiovisual” para su transfiguración en series de imágenes puras y heterogéneas, en impotencias, en medios sin fin. La posición no podría ser más agambeniana.

(...)

Histoire(s) du cinéma ve el cine con ese mismo cristal: si hubo un arte considerado el séptimo, lo hubo precisamente por un conjunto de imposibilidades históricas. Nada más anacrónico (nada más actual), entonces, que el arte postcinematográfico, ese trazo imaginario de la (de una) historia. Al mismo tiempo que los archivos digitales se van constituyendo a velocidad de vértigo, con el cambio de siglo y de milenio, Godard transforma esa masa documental siempre en aumento (y de la que hoy, la misma Histoire(s) du cinéma ya forma parte) en un monumento sobre la digitalización de las imágenes.

Sí, en 1988 ya era posible imaginar Histoire(s) du cinéma, pero sólo en 1998 ese proyecto pudo adquirir su forma definitiva: esos diez años son los que trazan la frontera del cine y señalan su transfiguración: de la época de su reproductibilidad mecánica a la época de su reproductibilidad digital, el punto de juntura de dos culturas (la disolución de un siglo en el siguiente, la desintegración de “este mundo”). De los archivos analógicos a los archivos binarios, de las imágenes y las historias producidas como joyas o talladas como piedras, cada una en su justo lugar, en formación sintáctica, a las imágenes y las historias engarzadas como piezas de un rompecabezas preexistente pero cuya figura final resulta indescifrable. Los signos de una época, dicen las imágenes de Histoire(s) du cinéma, no son la época, sino su monumento póstumo. ¿No es como decir que el cine (en fin, el arte) fue siempre un acontecimiento funerario?

(...)

1Compuesta por ocho secciones distribuidas en cuatro capítulos: Capítulo 1A (Toutes les histoires, 1988, 51'), Capítulo 1B (Une Histoire seule, 1989, 42'), Capítulo 2A (Seule le cinema, 1997, 26'), Capítulo 2B (Fatale beauté, 1997, 28'), Capítulo 3A (La Monnaie de l’absolu, 1998, 27'), Capítulo 3B (Une Vague Nouvelle, 1998, 27'), Capítulo 4A (Le Côntrole de l’univers, 1998, 27') y Capítulo 4B (Les Signes parmi nous, 1998, 38'). La primera sección se estrenó fuera de competencia en la edición 1988 del Festival de Cannes. Nueve años después, en 1997, las cuatro primeras secciones se exhibieron en la sección “Una cierta mirada” del mismo Festival.