Terminado el partido de tennis, los tres amigos que permanecen en los lockers cambiándose conversan sosegadamente sobre asuntos arquitectónicos. "Me daría un poco de fobia", dice uno, "un balcón como ése (se refiere al balcón de doble ancho del que disfruta el cuarto, que ha partido raudamente), tanta superficie volante". Otro le contesta, mientras se desanuda las zapatillas: "no te creas, yo he visto las estructuras de Niemayer y si ésas se sostienen....". "Si", replica el primero, "pero este edificio no lo hizo Niemayer sino algún judío de mierda". El tercero interrumpe el secado de su axila y mira alrededor, como verificando que nadie haya oído el intercambio. "A ver si piensan que somos antisemitas", dice socarronamente. "Es que yo he trabajado (subraya) con judíos", dice el primero. "Qué tendría que decir yo, entonces, que los tengo de clientes" (dice el segundo, abogado). "No", precisa el tercero, "Qué tendría que decir yo, que me confunden todo el tiempo con judío".
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Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 2 semanas.
1 comentario:
Eso pasa por frecuentar vestuarios de tenistas!
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