jueves, 2 de abril de 2020

Diario de la peste, día 15

(anterior)

Aproveché la breve vuelta a Buenos Aires por razones médicas para conversar con los contactos que no utilizan ni whatsapp ni celulares por razones de seguridad.
Por supuesto, ellos estaban al tanto de las reuniones de Baltimore pero me tildaron de ingenuo. ¿No estaba acaso al tanto yo que la Nasa lanzaba un propulsor iónico al espacio para que desviara a un asteroide en septiembre? ¿No entendía yo que la pandemia universal había sido un truco para desviar el miedo hacia una zona más conocida y, desde el punto de vista político, más manejable?
¿O yo creía que el coronavirus iba a desaparecer antes de septiembre? Las personas van a permanecer encerradas y cada vez más cibercontroladas para evitar el caos preapocalíptico. ¡Qué cambio climático ni calentamiento global!
Claro que se trataba de salvar al planeta, pero de una catástrofe mucho mayor: ¡el impacto seguro de un meteorito!
De acá a septiembre todo seguirá en modo pandémico. Si la operación tiene éxito, el viruse controlará rápidamente. Si no, habrá que decir la verdad para que la gente se dedique a despedirse del mundo y de la vida. Si sobreviene el caos, qué importa. Ya estaríamos al borde de la extinción.
Los rusos y los chinos están al tanto, y mandarán sus propios artilugios. Julio será el mes de lanzamiento (antes es imposible que todo esté a punto) desde las bases aeroespaciales de las tres potencias. 
Quien me contaba todo esto era un integrante del Sebin (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional), uno de los miles que infestaban Buenos Aires.
La tan promocionada diáspora venezolana no era sino la instalación en todas las capitales del mundo de una red de inteligencia poderosísima entrenada en la Habana.
Por lo general se trataba de jóvenes de una presencia física deslumbrante que trabajaban como repartidores de comida y choferes de auto y que, gracias a esos bienes naturales, se relacionaban con las más altas esferas de poder y, mediante favores sexuales, conseguían información reservadísima.
De hecho, fue así como lo habíamos conocido y hecho "amigo de la casa". Fue un error de él, porque lo que nosotros podíamos aportar de información era siempre más bien pobre.
Por ejemplo, hoy yo quería saber qué podía decirme del golpe que había sucedido en Brasil el pasado fin de semana. 
"Abril es el mes más cruel", me dijo nuestro amigo. ¿Oíste hablar de Braga Neto?
Por supuesto: sabíamos que era el poder detrás del poder, el general recién nombrado jefe de la Casa Civil.
Bueno: ése fue el arreglo con los Estados Unidos y con los chinos. Como al demente de Bolsonaro no podían sacárselo de encima mediante impeachment porque el vice es lo mismo y como el proyecto a mediano plazo podía ser declarar el parlamentarismo para que asumiera Maia (presidente del Congreso), lo que hicieron fue un golpe sordo, un "braguetazo" nos dijo el venezolano riéndose y casi quisimos sacarnos los barbijos para comérnoslo. Pero no, todavía creemos un poco en la pandemia.
El lunes pasado, continuó, depusieron al ministro de salud y pusieron a cuatro ministros irrelevantes para que empezaran a armar la encerrona (en Río se les iba a complicar porque los narcos tenían su propio proyecto). El presidente de la Corte Suprema, que hasta ahora lo bancaba, también lo abandonó y dijo que si Bolsonaro decretaba volver al trabajo iban a vetar el decreto.
O sea que Braga Neto es el que corta el bacalao y al otro, a Bolsonaro y sus hijos idiotas, los tienen para que sigan con sus payasadas. Estilo Reina de Inglaterra. Pero Brasil tiene que entrar en cuarentena. México también. Al menos, es lo que quieren las potencias porque, de ese modo, pueden controlar al menos uno de los costos de la operación: la exorbitante cantidad de combustibles que va a demandar.
Yo no sabía si creer lo que escuchaba... Pero, entonces.... ¿los españoles, los italianos que están muriendo? 
Fue fácil: les vendieron vacunas de la gripe vencidas. ¿Entonces no hubo ningún virus fabricado para salvar el planeta? ¿Y cómo es que ellos aceptaron?
Del mismo modo que lo aceptaron ustedes, corazón, me dijo. Lo verás mañana, cuando abran los bancos: tenían que resolver el problema previsional.

(continúa)





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