sábado, 24 de abril de 2021

Educar al soberano

Por Daniel Link para Perfil

Entre las muchas cosas que habría que agradecerle a Michel Foucault figura su analítica del poder. Con precisión quirúrgica rastreó el momento histórico (lo que se llama modernidad) en que hubo una transformación radical en los regímenes de gobierno. Hasta cierto momento, lo que predomina es un ejercicio subjetivado de la soberanía (un poder soberano más o menos absoluto y, como es un poder subjetivo, sujeto sólo a su propio capricho o su propio saber). Luego, se impone un régimen de poder más objetivo, fundado en mecanismos de regulación, un ejercicio de poder mucho más burocrático, anónimo, diseminado. La soberanía se ejerce desde la grisura de los escritorios donde se contabilizan los nacimientos, los casamientos, los impuestos pagados, los traslados en el territorio, los estudios cursados y los trabajos realizados. La soberanía se vuelve más difusa aunque no por eso menos implacable (Kafka propuso la versión paroxística de ese poder total).

El modelo piramidal del poder (ejercido desde un vértice hacia abajo) pega entonces un vuelco. En los archivos que revisó junto con Arlette Farge, Foucault encontró un dispositivo bien curioso: las cartas que los ciudadanos corrientes escribían a los soberanos denunciando a sus vecinos, a sus parientes, al vendedor del mercado por tal o cual asunto y pidiendo un castigo para delitos o desarreglos que, de otro modo, a nadie se le hubiera ocurrido investigar o penar.

En estos días hemos asistido en Argentina a un retroceso a regímenes de soberanía más bien arcaicos, incomprensibles. No se trata de invervenir aquí en la polémica sobre la relación entre escuelas abiertas y contagio, sino de notar el efecto de un mandato apoyado sólo en una soberanía subjetiva (“he decidido”, “nadie me hará cambiar de idea”) basada en pobre evidencia (“me mandan fotos”), el mismo día que los aparatos burocráticos que ejercen el poder (los ministerios) decían lo contrario.

Ya se sabe lo que sucedió después: sólo cinco jurisdicciones se pusieron al amparo del manto soberano y, en una de ellas, los padres comenzaron a organizar escuelas paralelas.

Mi nieta, que vive en la provincia de Buenos Aires, disfruta con siete niñes más de un aula informal, que lleva adelante una maestra contratada a tal efecto. Otres no tendrán la suerte de ese privilegio, por un capricho soberano que podría haberse fundamentado (así fue el año pasado) en la racionalidad burocrática.

 

viernes, 23 de abril de 2021

Ad Astra, Ad Séneca, Ad India

 


Un melodrama gay

Por Daniel Link para Soy

¿Es Genera+ion, la nueva serie de HBOmax, la típica pelotudez norteamericana ambientada en un colegio? Sí, y no.

La serie (de la cual se han emitido ya siete capítulos, la mitad de la primera temporada) está dirigida por Daniel Barnz y, supuestamente (aunque todo es posible) guionada por su hija Zelda Barnz, de 19 años. Un poco por eso, la prensa especializada catalogó a la serie como el funeral del millennialismo y el paso al frente de la generación Z (uso estas categorías imbéciles porque la serie misma las nombra, no porque tengan algún interés).

O sea: se supone que lo que la serie cuenta está narrado desde la perspectiva misma de los personajes que están involucrados en el teleteatro escolar.

Crismorenismo 3.0 Repasemos el catálogo: los caracteres principales tienen todos ellos entre 16 y 18 años (los actores, por supuesto, superan holgadamente la veintena) y van a un instituto en Anaheim (sí, allí donde está Disneylandia). El protagonista es Chester, un chico gay encantador que concurre a la escuela casi dragueado. Las autoridades reprimen ese exceso enviándolo a la oficina del consejero escolar, Sam. Luego hay... otro chico gay, pero de armario, a quien le gusta Chester, pero que se besa secretamente con el novio de su hermana, quien ve frustradas sus expectativas de felar el extraordinario miembro de su novio (se ve una foto) porque éste acaba antes en la cara del hermanito. Luego hay una chica fotógrafa que se dice bisexual, de quien está enamorada una chica mexicana que vive con su tía (su madre ha vuelto a Guadalajara y la reta por zoom). Hay también una adolescente feminista que examina hasta las cantidades de mujeres que aparecen en los problemas matemáticos (pesadilla para el cuerpo docente) pero que no se ha dado cuenta de su avanzado embarazo. Finalmente, una chica afroamericana adoptada por un matrimonio de hombres gays que aprovecha la circunstancia para hacer chistes homofóbicos que todos los demás censuran. Más adelante en la serie aparecerán una lesbiana gimnasta que busca novia, un chico hétero que se involucra con el resto de la tropa porque tiene un hermano trans (asignado mujer al nacer, pero que ha transicionado) al que quiere entender mejor.

La guionista habría declarado: "Genera+ion da un enfoque a personajes queer muy diferente a otros en el pasado. Sus sexualidades son una gran parte de lo que son pero no abarca la totalidad de su personalidad, muchos son gays, pero su sexualidad no es lo único que define sus narrativas". O sea, algunos tendrán problemas con sus padres, otras con sus madres, tendrán expectativas desmesuradas sobre su futuro o desengaños de todo tipo. Lo mismo de siempre, pero en un contexto bastante permisivo con las categorías de la identidad y de la sexualidad. Si hay un problema es la afectividad, ese pozo ciego del que se alimentan todas las penas.

Si la serie fuera sólo esto no merecería figurar en Soy. Podría incluso decirse que es ofensiva al usar los nuevos usos identitarios y sexuales como si fueran modas, para atraer público a las pantallas de TV, y anacrónica porque destrata las identidades trans. Pero hay más.

El retorno de lo (gay) reprimido El hilo narrativo central explotará como una granada en el capítulo 7. Chester está desempeñado por Justice Smith, un joven de una simpatía arrolladora a quien conocíamos previamente por su rol de Theodore Finch en la película de Netflix Violet y Finch (All the Bright Places) donde salvaba del suicidio a la infumable Elle Fanning (en su rol de Violet Markey). No se entiende bien por qué, en la película, él termina suicidándose, pero haberla visto valió la pena para comprender que Chester es exactamente el mismo personaje que Theodore, querificado. Que HBO haya considerado aceptable el robo de un carácter de ese repertorio de choreos que es Netflix es un hito televisivo y da para pensar sobre la creatividad de la “generación Z”. Podría decirse que usan lo que les gusta, sin preocuparse demasiado en señalar la fuente. La relación de Chester con su consejero estudiantil, Sam, está calcada de la que tiene Theodore con el suyo, salvo por la tensión sexual.

Y éste es, tal vez, el costado más interesante de una serie que gira alrededor de un melodrama gay protagonizado por Chester y su consejero, Sam. ¡Un melodrama gay, cuando lo gay parece ya una pesadilla del siglo XIX! ¿Cómo sostener cierta tensión narrativa alrededor de un amor que ya no osa decir su nombre para no aburrir a las audiencias?

Sam está desempeñado por el actor británico Nathan Stewart-Jarrett, especialmente recordado por su papel en Misfits (2009-2013). Allí había sido un atleta olímpico que, a partir de la tercera temporada, adquiere el “superpoder” de cambiar de sexo (genital) a voluntad. Esta especie de Tiresias del tercer milenio servía para pensar, metafóricamente, el vínculo entre la autopercepción de género y la morfología corporal e incluso el placer sexual y la mapaternidad (como mujer, el atleta queda embarazade).

Sam envidia a Chester por su desparpajo (quisiera haber sido como él en sus años escolares), Chester está perdidísimo por Sam. Ése es el drama: un amor entre un hombre gay negro de 30 y pico de años y un adolescente mestizo de 17 que no está dispuesto a sacrificar su amor en nombre de convenciones sociales. “Puedo perder mi trabajo, o peor”, le dice Sam durante una frustada excursión escolar a San Francisco para ver Paris is burning.

Yo te eligiría para irnos a una isla desierta”, le grita Chester al final del capítulo 7. Sam le contesta (pero sabemos que miente): “Yo no”.

Ignoro cómo continuará la historia de este amor prohibido. Así como dejé de leer las novelas de David Leavitt después de Mientras Inglaterra duerme, prefiero abstenerme de más Genera+ion para no quitarle a la familia Barnz el mérito de haberse atrevido a plantear una auténtica situación trágica contemporánea.

Dejemos todo librado al encanto magnético de Justice Smith y de Nathan Stewart-Jarrett. ¿Será el símbolo que reemplaza a la t en "generation" un signo que suma o que marca una tumba?



sábado, 17 de abril de 2021

Esferas, burbujas, espuma

Por Daniel Link para Perfil 

La triología de Peter Sloterdijk llamada Esferas dedica las 580 páginas del primer volumen a desplegar el sentido de una palabra de moda: Burbujas.

La argumentación de Sloterdijk se sostiene en la convicción de que vivir, formar esferas y pensar son expresiones diferentes de lo mismo. Y todo se resuelve en relación con un límite cada vez más precario porque toda burbuja, en última instancia, está destinada a estallar (es decir: a perder su límite con el exterior).

La burbuja es transitoria porque es bipolar (padres-niñes; alumnes-docentes), o intrauterina, en definitiva: pequeño-mundana (como quien dijera: pequeño-burguesa). Y el mundo está ahí, con su vastedad y su apertura, que nos convocan a salir.

La microesfera que constituye la burbuja se resquebraja hasta convertirse en espuma y todo lo que estaba adentro (el soplo, por ejemplo, de quien hace pompas de jabón que entrega al viento, o el soplo de Dios) pasa al borde o afuera.

¿Nos piden que vivamos en burbujas? Hagamos el esfuerzo. Encontraremos que participamos, lo queramos o no, de varias burbujas (no me refiero solamente a los ámbitos profesionales, sino directamente a los vitales) y que la misma burbuja no acepta al mismo tiempo, a lo mejor, el “espacio interior de la madre absoluta” y el “espacio del compañero inseparable”.

No conviene banalizar tanto como para decir que cada burbuja de las que participamos tiene su correspondiente grupo de telegram, pero algo de eso hay. ¿Cuál me garantizará, sino la inmunidad, la supervivencia?

martes, 13 de abril de 2021

Gallica Molloy

sábado, 10 de abril de 2021

La nueva ola

por Daniel Link para Perfil

Qué pesadilla. Vuelve “el extraño de pelo largo”, vuelve “despeinada”, vuelve “estoy muy solo y triste aquí en este mundo abandonado” y sobre todo vuelve “hoy para mí es un día especial, hoy saldré por la noche”.

Pasamos un año de pandemia aceptando las limitaciones a la movilidad, el encierro y el confinamiento, los trabajos perdidos, el distanciamiento y las burbujas porque esperábamos los planes de vacunación. Mientras tanto, comentábamos los cuadros de situación de Giorgio Agamben, Bifo o María Galindo a quienes el tiempo les dio la razón.

Hoy estamos ante nuevas órdenes de confinamiento, de distancia y ante terrores potenciados. Porque no tenemos vacunas. Porque las vacunas, que compran los Estados a las farmacéuticas, cerrando un círculo perfecto de capital y gobierno, escasean.

La mercantilización de la salud (ya ni siquiera alcanza con decir “pública”, hay que decir “planetaria”) determina la escasez de vacunas y la apropiación del 90 % de las producidas por las principales potencias.

Desde el mes de diciembre, Naciones Unidas viene reclamando el cese de la crueldad que supone someter el régimen social de producción de conocimiento a la lógica de la propiedad intelectual y el patentamiento.

Se han presentado ante la OMS varios pedidos para que, en esta situación de emergencia, se libere la producción de las vacunas de comprobada eficacia en los laboratorios capacitados para producir genéricos. Médicos sin Fronteras ha reclamado de las multinacionales farmacéuticas el gesto de generosidad que la hora les reclama: ceder las fórmulas para curar al mundo.

La situación de Argentina es crítica. Al crecimiento exponencial de la curva de contagios (con circulación comunitaria de las cepas de Manaos, Reino Unido, etc.) sólo se ha podido oponer (en tres meses de “desplante de vacunación”) un 7 % de la población con una sola dosis y un 1.4 % con dos dosis.

Es una situación de emergencia. ¿Cuál es el diagnóstico? La culpa es de la gente: los jóvenes que salen, toman cerveza, mate, se pegotean unos con otros con lubricidad; los que se van al mar o a la montaña, los adolescentes que cumplen su rito de pasaje “viaje de egresados”, los deportistas que juegan con el jabón en el suelo en las duchas, los y las que toman trenes, subterráneos y colectivos. ¿Cuál es la solución? Toque de quena.

En Argentina, como se sabe, ya se ha producido el principio activo de la vacuna patentada por AstraZeneca equivalente a 40 millones de dosis. Aunque las autoridades nacionales no se han pronunciado sobre los riesgos de trombosis de la vacuna, la discusión en el mundo parece haberse resuelto en su favor.

Sin embargo, la empresa del Sr. Hugo Sigman exportó a México, donde la vacuna se fraccionará y se envasará en las empresas del Sr. Carlos Slim, la totalidad de la producción, sin que Argentina recibiera todavía ni una sola dosis (no confundir con la Covishield, de la cual llegaron 580.000 dosis desde la India).

Como respuesta a las denuncias de, por ejemplo, la Federación Sindical de Profesionales de la Salud (Fesprosa) y los partidos de izquierda (FIT), el Gobierno nacional anunció una partida para la tercera semana de abril (sólo el 4% de lo comprometido).

La situación es rarísima: Argentina es capaz de no pagar la deuda externa, insultar al FMI, enemistarse con los Estados Unidos, retirarse de Grupo de Lima, enemistarse con Uruguay (¡con Uruguay!) por unos puntitos arancelarios, pero no es capaz de habilitar a laboratorios públicos y privados argentinos a fraccionar y envasar la vacuna, lo que aceleraría considerablemente la “planilla de vacunación”.

Las razones del nuevo confinamiento deben de estar en los contratos suscriptos por Argentina, cuya confidencialidad ha sido expuesta por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en resolución de abril de 2020 (Pandemia y Derechos humanos en las Américas) y por el Comité de DerechosEconómicos, Sociales y Culturales del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas de diciembre de 2020 (“el Comité recuerda a los Estados partes que la propiedad intelectual no es un derecho humano sino un producto social con una función igualmente social”).

viernes, 9 de abril de 2021

El error de Foucault

Por Daniel Link para Soy

Michel Foucault cometió un par de errores de distinto alcance que, sin embargo, no opacan la importancia decisiva de su pensamiento que no ha mermado con el cambio de milenio sino todo lo contrario.

Una de las objeciones más sostenidas a su pensamiento ha sido la de su descuido hacia las temáticas de la diferencia sexual (y, por lo tanto, hacia las mujeres). Menos atendibles son los reproches por el ninguneo de las temáticas trans. Foucault dedicó al asunto un texto fundamental, “Sobre el sexo verdadero” (1978), que funciona como prólogo a las memorias de Herculine Barbin, cuya intersexualidad (que la época llamaba hermafroditismo) Foucault comenta para deplorar la exigencia de una correspondencia rigurosa entre “el sexo anatómico, el sexo legal y el sexo social”. Antes del siglo XVIII (y, naturalmente, después del siglo XIX) existe un margen de movilidad bastante amplio que permite pensar la obsesión por “el sexo verdadero” como un efecto de época y el carácter mortífero de su observancia (obligade a elegir, Herculine muere).

Pero me detengo en uno de sus mayores errores, que paraliza a Foucault durante años. El primer tomo de la Historia de la sexualidad, La voluntad de saber (1976) está todavía enmarcado en la estructura de la transgresión: transgredir significa ignorar la prohibición de la Ley. No un combate contra la Ley, sino la suspensión de su acatamiento.

Aunque luego lo abandonará, Foucault define allí un mapa de la política “del sexo desde hace dos siglos” organizada en cuatro líneas: la pedagogización del sexo del niño y la histerización del sexo de las mujeres, el control de los nacimientos y la psiquiatrización de las perversiones. En el plan de trabajo propuesto, Foucault planeaba el libro La cruzada de los niños, que nunca escribió.

Recién en 1984, poco antes de su muerte, retomó la publicación de la Historia, con dos volúmenes que modifican radicalmente el plan, el marco teórico y la escala del proyecto.

La idea (heterosexista) de la transgresión, que supone la capacidad (y la voluntad) de suspender el acatamiento de la Ley, es reemplazada por la idea queer de la ascesis, según la cual el sujeto debe construirse a sí mismo allí donde ha sido arrojado por un veredicto social. Escoger el Mal no significa transgredir lo prohibido, sino abrazar y transformar en principio de vida lo que la sociedad ha hecho de une. 

No es que Foucault niegue ahora el poder, como muchos creyeron legítimo leer, sino que se interesa por la articulación entre los juegos de poder, los juegos de saber y “las formas según las cuales los sujetos pueden y deben reconocerse como sujetos de su sexualidad” (El uso de los placeres). Foucault elegía, de algún modo, la vía que Roland Barthes venía transitando desde 1971, una ética con la cual quienes aceptan su propia sexualidad como un mandato del héteropatriarcado son incapaces de experimentar.

El 4 de abril de 1978, Michel Foucault participó junto con Guy Hocquenguem (Álbum sistemático de la infancia) y Jean Danet de un programa de radio conducido por Roger Pillaudin para France Culture. La trascripción de esa conversación fue publicada como “La ley de pudor” (está disponible en Internet) y su objetivo central es defender la despenalización de las relaciones sexuales entre adultos y menores, asunto que seis meses antes había recibido la adhesión del Partido Comunista Francés (que nunca se caracterizó por el libertinaje) y de Françoise Dolto, psicoanalista clínica francesa especializada en infancias (La causa de los niños es un libro que sigo regalando a cada joven embarazade, porque allí se propone una crianza para la autonomía).

Lo que Hocquenguem y Foucault intentan subrayar son las aporías sobre la sexualidad infantil que sostiene la derecha cuando se niega a bajar la edad de consentimiento sexual. Las personas de buena fe y curiosidad intelectual pueden consultar ese programa de radio. Subrayemos la advertencia que entonces hicieron: no sólo se penaliza una determinada relación erótica o sexual sino que se crea un tipo completamente nuevo de delincuente, una categoría especial de pervertidos, una monstruosidad intolerable.

Las mismas personas (el mismo poder) que reguló la explotación laboral infantil y que se manifiesta desde hace cuarenta años por la baja en la edad de la imputabilidad penal, se rasga las vestiduras ante cualquier intento de modificación de la edad de consentimiento sexual. Unx niñx puede ser penalmente responsable, pero sexualmente responsable, en modo alguno. El Niño (imaginario) debe ser protegido contra su propio deseo.

Las recientes declaraciones de ese individuo repugnante cuyo nombre no recuerdo sobre comportamientos privados de la vida de Foucault (quien ya había tenido que soportar el mote de “asesino” por parte de James Miller en la biografía La pasión de Michel Foucault) nos obligan a construirnos en el lugar del veredicto social. Tal como dijo Agamben sobre otros asuntos: “No somos ni jamás seremos terroristas; pero aquello que ustedes consideran terrorista, eso somos”.

 

miércoles, 7 de abril de 2021

Aquella nueva ola

Declaración sobre el acceso universal y equitativo a las vacunas contra la enfermedad por coronavirus (COVID-19)

por el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, Naciones Unidas (15 de diciembre de 2020

(...)

6. Muchas de las vacunas que podrían aprobarse han sido desarrolladas por empresas privadas y pueden estar sujetas al régimen de propiedad intelectual. Esas empresas esperan obtener un beneficio, y es justo que reciban una compensación razonable por sus inversiones e investigaciones. No obstante, el Comité recuerda a los Estados partes que la propiedad intelectual no es un derecho humano sino un producto social con una función igualmente social. Por consiguiente, los Estados partes tienen el deber de impedir que los regímenes jurídicos de propiedad intelectual y de patentes menoscaben el disfrute de los derechos económicos, sociales y culturales, por ejemplo haciendo que bienes públicos esenciales, como vacunas o medicamentos, resulten inaccesibles para los países en desarrollo o las comunidades empobrecidas debido a estructuras de costos poco razonables. Así pues, como se afirma en la Declaración de Doha relativa al Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC) y la Salud Pública, el régimen de propiedad intelectual debe interpretarse y aplicarse de manera que apoye el deber de los Estados de “proteger la salud pública”. Los Estados partes deben utilizar, en caso necesario, todas las flexibilidades del Acuerdo sobre los ADPIC, como las licencias obligatorias, para asegurar el acceso de todas las personas a la vacuna contra la COVID-19. Sin embargo, es muy probable que esas flexibilidades no basten para hacer frente adecuadamente a la pandemia, especialmente en países en desarrollo. Por lo tanto, algunos Estados han propuesto, como medida adicional, que la Organización Mundial del Comercio (OMC) permita excepciones a algunas de las disposiciones del Acuerdo sobre los ADPIC en el contexto de la crisis sanitaria mundial. La propuesta, que cuenta con el apoyo de varios procedimientos especiales del Consejo de Derechos Humanos, debería examinarse y aplicarse a fin de facilitar la prevención, la contención y el tratamiento de la COVID-19 haciendo las vacunas asequibles a nivel mundial.

7. Las entidades comerciales, incluidas las empresas farmacéuticas, tienen, con arreglo a las normas internacionales, la obligación, como mínimo, de respetar los derechos esbozados en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Por consiguiente, dichas entidades deben abstenerse de invocar los derechos de propiedad intelectual de manera incompatible con el derecho de toda persona a tener acceso a una vacuna segura y eficaz contra la COVID-19 y con la obligación de los Estados de garantizar, con la mayor rapidez posible, el acceso universal y equitativo a esa vacuna.

8. En virtud del Pacto, los Estados partes pueden ser considerados directamente responsables de la acción o inacción de las entidades comerciales en determinadas circunstancias. Además, tienen la obligación extraterritorial de adoptar las medidas necesarias para proteger los derechos económicos, sociales y culturales a fin de garantizar que las empresas domiciliadas en su territorio y/o bajo su jurisdicción no vulneren esos derechos en el extranjero. Por lo tanto, los Estados deben adoptar todas las medidas necesarias para asegurarse de que esas entidades comerciales no invoquen la legislación sobre la propiedad intelectual, ya sea en su propio territorio o en el extranjero, de manera incompatible con el derecho de toda persona a tener acceso a una vacuna segura y eficaz contra la COVID-19.

9. En virtud del Pacto, los Estados tienen el deber de prestar cooperación y asistencia internacionales para asegurar el acceso universal y equitativo a las vacunas dondequiera que se necesiten. El hecho de que la crisis actual sea una pandemia refuerza esa obligación de los Estados. Por consiguiente, estos deben intensificar su cooperación internacional para garantizar, lo antes posible, el acceso universal y equitativo a las vacunas contra la COVID‑19 a nivel mundial, incluyendo a las poblaciones de los países menos adelantados, que tal vez no dispongan de los recursos económicos para garantizar el acceso de su población a las vacunas.

10. Es comprensible que los Estados den cierta prioridad a asegurar el acceso a las vacunas, en primer lugar, de sus propios ciudadanos, pero esta preocupación no debe dar lugar a una forma de aislacionismo sanitario o a una carrera entre los Estados por las vacunas contra la COVID-19, en la que algunos de ellos, especialmente los desarrollados, compitan con otros para llegar a acuerdos costosos y poco transparentes con empresas privadas a fin de asegurar primero las vacunas a todos o a la mayoría de sus propios ciudadanos. Esta competencia entre los Estados puede ocasionar un aumento del precio de las vacunas e incluso podría crear, para algunos Estados desarrollados, un monopolio temporal de acceso a las primeras que se produzcan, socavando, al menos temporalmente, la posibilidad de que otros países, especialmente los Estados en desarrollo, garanticen el acceso de su población a las vacunas. Dicha competencia entre los Estados por las vacunas es contraproducente desde el punto de vista de un enfoque mundial de la salud, ya que hace que el control de la pandemia sea mucho más difícil y duradero. Mientras una parte importante de la población mundial no tenga acceso a medidas de control, prevención y tratamiento de la COVID-19 y a sus vacunas, seguirá existiendo el riesgo de que se produzcan brotes de la pandemia. Además, esa competencia por una vacuna es contraria a las obligaciones extraterritoriales de los Estados de evitar la adopción de decisiones que limiten las posibilidades de otros Estados de hacer efectivo su derecho a la salud, y obstruye el acceso a las vacunas de quienes más las necesitan en los países menos adelantados. El carácter secreto de ciertos acuerdos también se opone al deber de los Estados de establecer mecanismos transparentes que permitan la rendición de cuentas, el escrutinio público y la participación de los ciudadanos en las decisiones relativas a la asignación de recursos y la aplicación de tecnologías para hacer efectivo el derecho a la salud.

11. En lugar de intentar lograr un aislacionismo sanitario y ganar una carrera por la vacuna, los Estados deben cumplir sus obligaciones de contribuir al disfrute de todos los derechos humanos, incluido el derecho a la salud, a nivel mundial. La distribución de las vacunas y el establecimiento de prioridades en el acceso a ellas deben organizarse y contar con el apoyo de la cooperación y la asistencia internacionales, lo que incluye compartir los beneficios del progreso científico y sus aplicaciones. Por consiguiente, los Estados partes deben elaborar estrategias y mecanismos para distribuir equitativamente los costos financieros inherentes a la investigación, la producción y la distribución de las vacunas contra la COVID-19, entre otras formas mediante la reducción de la carga de la deuda de los países que la necesitan. Asimismo, deben adoptar mecanismos transparentes y participativos que garanticen que el establecimiento de prioridades en la distribución mundial de las vacunas se base, como debería ser también el caso a nivel nacional, en las necesidades médicas y en consideraciones de salud pública. Ese apoyo puede organizarse utilizando el Mecanismo Mundial de Vacunas COVAX, respaldado por la OMS.

12. Por último, si bien la presente declaración se centra esencialmente en el acceso equitativo y universal a las vacunas contra la COVID-19, el Comité considera que sus principales consideraciones son pertinentes, mutatis mutandis, para las obligaciones que tienen los Estados de garantizar también el acceso universal y equitativo al tratamiento contra la COVID-19. Además, el Comité recuerda a los Estados partes que toda medida que se adopte para limitar los derechos económicos, sociales y culturales a causa de la pandemia debe cumplir las condiciones establecidas en el artículo 4 del Pacto. A este respecto, el Comité recuerda su declaración de 6 de abril de 2020 sobre la pandemia y los derechos económicos, sociales y culturales (E/C.12/2020/1).

 

domingo, 4 de abril de 2021

sábado, 3 de abril de 2021

Roger Caillois, una antropología imaginaria

Antropología del imaginario... by Jose Antonio Pineda Alfonso

¡Al infinito, y más allá!

Por Daniel Link para Perfil

Para toda la humanidad (Apple TV) empieza con una escena equívoca y brillante: en 1969, toda la humanidad sigue por TV el primer alunizaje. Cuando pone su pie en la luna, el cosmonauta pronuncia sus célebres palabras: lo ha hecho en nombre del estilo de vida marxista leninista”. Es que en esta versión alternativa de la historia, la Unión Soviética llega a la luna un mes antes que los norteamericanos.

A partir de ahí, todo es ligeramente distinto. Las misiones Apolo se suceden sin pausa. El segundo alunizaje soviético lleva, por primera vez, una cosmonauta a la luna.

La carrera espacial no se detiene y hacia el final de la primera temporada habrá dos bases lunares permanentes, una de cada potencia (se espían y se boicotean).

La segunda temporada comienza con sendas potencias dedicadas ya al extractivismo salvaje, la explotación mineral de la luna y la carrera espacial. Ted Kennedy es presidente. John Lennon está vivo, pero el Papa Juan Pablo Segundo fue asesinado. El imperio soviético no ha caído. Los transbordadores espaciales norteamericanos llegan a la luna cargados de astronautas de todos los géneros (y sexualidades) y todos los colores de piel, hay autos eléctricos y se preparan misiones a Marte y Mercurio.

La serie condensa lo peor de lo peor de la ideología: la paranoia política, el heroísmo americano y la conquista del espacio exterior como bandera que oculta las iniquidades en la Tierra.

Pero yo, culpable, la miro fascinado. Yo, que me abstengo de casi cualquier forma de propaganda política encubierta bajo la forma de un guion, sucumbo al encanto infantil de las bases lunares (yo tenía diez años cuando el alunizaje).

De esas aventuras y esas empresas sé todo lo que está mal y, al mismo tiempo, me entrego culposamente al placer de la ensoñación. La frase inicial del cosmonauta, además, me reconforta: el “estilo de vida marxista leninista” sigue sonando mejor que “la humanidad”.


jueves, 1 de abril de 2021

Pascuas que no has de querer...