viernes, 23 de abril de 2021

Un melodrama gay

Por Daniel Link para Soy

¿Es Genera+ion, la nueva serie de HBOmax, la típica pelotudez norteamericana ambientada en un colegio? Sí, y no.

La serie (de la cual se han emitido ya siete capítulos, la mitad de la primera temporada) está dirigida por Daniel Barnz y, supuestamente (aunque todo es posible) guionada por su hija Zelda Barnz, de 19 años. Un poco por eso, la prensa especializada catalogó a la serie como el funeral del millennialismo y el paso al frente de la generación Z (uso estas categorías imbéciles porque la serie misma las nombra, no porque tengan algún interés).

O sea: se supone que lo que la serie cuenta está narrado desde la perspectiva misma de los personajes que están involucrados en el teleteatro escolar.

Crismorenismo 3.0 Repasemos el catálogo: los caracteres principales tienen todos ellos entre 16 y 18 años (los actores, por supuesto, superan holgadamente la veintena) y van a un instituto en Anaheim (sí, allí donde está Disneylandia). El protagonista es Chester, un chico gay encantador que concurre a la escuela casi dragueado. Las autoridades reprimen ese exceso enviándolo a la oficina del consejero escolar, Sam. Luego hay... otro chico gay, pero de armario, a quien le gusta Chester, pero que se besa secretamente con el novio de su hermana, quien ve frustradas sus expectativas de felar el extraordinario miembro de su novio (se ve una foto) porque éste acaba antes en la cara del hermanito. Luego hay una chica fotógrafa que se dice bisexual, de quien está enamorada una chica mexicana que vive con su tía (su madre ha vuelto a Guadalajara y la reta por zoom). Hay también una adolescente feminista que examina hasta las cantidades de mujeres que aparecen en los problemas matemáticos (pesadilla para el cuerpo docente) pero que no se ha dado cuenta de su avanzado embarazo. Finalmente, una chica afroamericana adoptada por un matrimonio de hombres gays que aprovecha la circunstancia para hacer chistes homofóbicos que todos los demás censuran. Más adelante en la serie aparecerán una lesbiana gimnasta que busca novia, un chico hétero que se involucra con el resto de la tropa porque tiene un hermano trans (asignado mujer al nacer, pero que ha transicionado) al que quiere entender mejor.

La guionista habría declarado: "Genera+ion da un enfoque a personajes queer muy diferente a otros en el pasado. Sus sexualidades son una gran parte de lo que son pero no abarca la totalidad de su personalidad, muchos son gays, pero su sexualidad no es lo único que define sus narrativas". O sea, algunos tendrán problemas con sus padres, otras con sus madres, tendrán expectativas desmesuradas sobre su futuro o desengaños de todo tipo. Lo mismo de siempre, pero en un contexto bastante permisivo con las categorías de la identidad y de la sexualidad. Si hay un problema es la afectividad, ese pozo ciego del que se alimentan todas las penas.

Si la serie fuera sólo esto no merecería figurar en Soy. Podría incluso decirse que es ofensiva al usar los nuevos usos identitarios y sexuales como si fueran modas, para atraer público a las pantallas de TV, y anacrónica porque destrata las identidades trans. Pero hay más.

El retorno de lo (gay) reprimido El hilo narrativo central explotará como una granada en el capítulo 7. Chester está desempeñado por Justice Smith, un joven de una simpatía arrolladora a quien conocíamos previamente por su rol de Theodore Finch en la película de Netflix Violet y Finch (All the Bright Places) donde salvaba del suicidio a la infumable Elle Fanning (en su rol de Violet Markey). No se entiende bien por qué, en la película, él termina suicidándose, pero haberla visto valió la pena para comprender que Chester es exactamente el mismo personaje que Theodore, querificado. Que HBO haya considerado aceptable el robo de un carácter de ese repertorio de choreos que es Netflix es un hito televisivo y da para pensar sobre la creatividad de la “generación Z”. Podría decirse que usan lo que les gusta, sin preocuparse demasiado en señalar la fuente. La relación de Chester con su consejero estudiantil, Sam, está calcada de la que tiene Theodore con el suyo, salvo por la tensión sexual.

Y éste es, tal vez, el costado más interesante de una serie que gira alrededor de un melodrama gay protagonizado por Chester y su consejero, Sam. ¡Un melodrama gay, cuando lo gay parece ya una pesadilla del siglo XIX! ¿Cómo sostener cierta tensión narrativa alrededor de un amor que ya no osa decir su nombre para no aburrir a las audiencias?

Sam está desempeñado por el actor británico Nathan Stewart-Jarrett, especialmente recordado por su papel en Misfits (2009-2013). Allí había sido un atleta olímpico que, a partir de la tercera temporada, adquiere el “superpoder” de cambiar de sexo (genital) a voluntad. Esta especie de Tiresias del tercer milenio servía para pensar, metafóricamente, el vínculo entre la autopercepción de género y la morfología corporal e incluso el placer sexual y la mapaternidad (como mujer, el atleta queda embarazade).

Sam envidia a Chester por su desparpajo (quisiera haber sido como él en sus años escolares), Chester está perdidísimo por Sam. Ése es el drama: un amor entre un hombre gay negro de 30 y pico de años y un adolescente mestizo de 17 que no está dispuesto a sacrificar su amor en nombre de convenciones sociales. “Puedo perder mi trabajo, o peor”, le dice Sam durante una frustada excursión escolar a San Francisco para ver Paris is burning.

Yo te eligiría para irnos a una isla desierta”, le grita Chester al final del capítulo 7. Sam le contesta (pero sabemos que miente): “Yo no”.

Ignoro cómo continuará la historia de este amor prohibido. Así como dejé de leer las novelas de David Leavitt después de Mientras Inglaterra duerme, prefiero abstenerme de más Genera+ion para no quitarle a la familia Barnz el mérito de haberse atrevido a plantear una auténtica situación trágica contemporánea.

Dejemos todo librado al encanto magnético de Justice Smith y de Nathan Stewart-Jarrett. ¿Será el símbolo que reemplaza a la t en "generation" un signo que suma o que marca una tumba?



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