sábado, 28 de enero de 2023

Sopa de ganso

Por Daniel Link para Perfil

Las reservas de Libertonia están a punto de agotarse. El antiguo presidente es destituido del cargo por problemas en la administración y desavenencias con el círculo rojo. El gobierno decide, en reunión de consejo de ministros, pedir ayuda a la rica viuda de Teasdale, quien se pone al frente del salvataje a cambio de una única condición: que se nombre como presidente a Rufus T. Firefly.
En Sylvania, país con el que Libertonia está en tensión bélica, la noticia no cae bien. Trentino, el embajador de Silvania en Libertonia, intenta seducir a la señora Teasdale, pero ella está encaprichada con el presidente Firefly. Trentino no se da por vencido y decide contratar a dos espías, Chicolini y Pinky, para desestabilizar a su rival y hacerse con las estrategias que puedan llevarles a ganar la contienda.

Ése es el argumento de Sopa de ganso (1933), que en la versión de los hermanos Marx significa: “pan comido”. En efecto, la sopa de ganso es fácil de hacer una vez que se ha decidido el tipo de carne que se utilizará en el potaje.

En la versión marxiana, la Duck Soup equivale a una reunión de solteros tristes que un domingo por la noche hacen un último esfuerzo para salvar el fin de semana. Groucho Marx describió la “sopa de pato” así: "Tome dos pavos, un ganso, cuatro coles, pero nada de pato, y mézclelos". En otras palabras, toda la porquería sobrante o inferior mezclada, pero nada sabroso. La torpe traducción peninsular arruinó por completo la receta o la transformó en metáfora de otra cosa: la sopa de ganso se hace con cualquier ingrediente, salvo ganso, que habrá que reservar, suponemos, para otros fines.

Hay varios gansos: está el ganso al que se acogota o al que se soba. Está la gansa ponedora que advierte que se debe pagar una deuda o saldar un compromiso, dividiendo los gastos entre todos (“poniendo estaba la gansa”) y está, por fin, la persona tarda, perezosa, descuidada, malcriada, torpe, incapaz, que presume de chistosa y aguda sin serlo. A mi juicio, la primera variedad es la más rica (tanto en sabor como en nutrientes) pero es mucho más probable que este año el país coma mucha sopa de gansa ponedora (FMI, Leliqs) o sopa de gansadas típicas de una campaña electoral. 

 

lunes, 23 de enero de 2023

Sí, cariño

 


Hoy sí, mañana quién sabe

 

Atrincherada en nuestro escritorio (de ella y mío), Tita Merello se recupera de su última enfermedad (tenía ya la fosa preparada).

 

 

sábado, 21 de enero de 2023

Viandas de campaña

Por Daniel Link para Perfil

La relación intimísima entre capitalismo y guerra forma parte de los libros de historia para la primaria. La mayoría de las invenciones que han modificado nuestra vida cotidiana fueron producidas para la guerra.

Una ración de combate es una comida empaquetada para ser fácilmente consumida por las tropas en el campo de batalla. No toda campaña es bélica y, de hecho, aquí nos referiremos a las viandas de campaña electoral, que involucra un grado de conflicto, la portación de armas y un resultado incierto, pero que no llega a convertirse en guerra, porque los contrincantes lo único que pretenden es quedarse con el mejor pedazo de la torta (razón por la cual ha sido excluida de las raciones regulares).

Más allá de su uso específico, las viandas de campaña (bélica, electoral) pueden usarse en caso de desastres, a los que la imaginación argentina tiende fatalmente. De ahí que convenga detenerse en ellas, en este verano a punto de combustión espontánea.

Propongo acá una vianda de campaña que ha sido presentada para su certificación por parte de la USDA FDA Fssc22000 y HACC, que incluye en su elaboración restos del entusiasmo mundialista, aportante de energía de extraordinaria calidad y de fecha de expiración muy remota. A partir de ese ingrediente básico, cualquier cosa sabrá bien. Y si no, no importa, porque como las viandas son transportadas por el sindicato de camioneros, al que no le guste se la tendrá que comer igual.

A esos restos de entusiasmo mundialista se agrega una ración de salpicón de shakira en su justo punto (muy bien calculado: ligeramente empoderado en el centro y con resentimientos frescos), bombas de Papa peronista, supremas de corte, perspectiva de género indefinido, facturas vencidas y un exquisito paté de campaña elaborado a partir de carne de ganso, cuya receta dejo para más adelante.

El plato estrella de esta ración fue especialmente preparado para la campaña electoral 2023: guiso de lentejas deshidratado, porque sabido es que por un plato de lentejas se venden progenituras, pero también leyes futuras, sobreseimientos judiciales, regímenes de promoción industrial, jubilaciones de privilegio, membresías a clubes de altísimo perfil.

Las viandas vienen con calentador químico, de modo que se abre el sobre de lentejas, se introducen versículos deshilachados de Papa (sin el cual no hay campaña que funcione, como se demostró en 2019), algunos trozos de zanahoria (convengamos que todo equipo de campaña tiene más de uno o una), sal marina en abundancia (preferentemente de la playa Bristol, donde hay gran afluencia de cancilleres) y agua hasta el nivel marcado en el sobre. Se coloca dentro de la bolsa térmica y se espera el efecto químico.

Se sirve de inmediato o se guarda para futuros intercambios. Como complemento de la vianda se incluyen, en este caso, para ganarse simpatías entre el electorado, abundantes raciones de carne podrida (delicia para connoisseurs decadentes), envuelta con papeles de promesas incumplibles y atadas con hilos de mentiras.

 


sábado, 14 de enero de 2023

Jueces al horno

Por Daniel Link para Perfil

Habrán notado que la sequía nos regala algo desconocido en Buenos Aires: la amplitud térmica. Aunque tengamos jornadas de calor infernal, a la noche se pone fresco como en la montaña. Corresponde aprovechar la circunstancia para encender el horno y entregarse a una degustación riesgosa.

Como todo el mundo sabe, los jueces son una especie protegida, pero sólo cuando sobreviven en integridad (en ese estado, son escasísimos). Se ha dado el caso de sibaritas inescrupulosos que han entregado un juez íntegro clandestinamente capturado a su lenta corrupción, para poder utilizarlos en festejos empresariales. Pero esto está penadísimo por las leyes y los tratados internacionales y sucede muy raramente. Lo más frecuente es que los conocedores recurran al amplísimo stock de jueces ya corruptos y dejen a los íntegros en paz. En todo caso, el juez no íntegro se consigue ya despedazado y con, por lo menos, los bordes putrefactos.

Luego, cada cual decidirá cuál es el grado de podredumbre que su paladar es capaz de tolerar sin náusea. Sucede como con el Camembert normando: a algunos les gusta más pasado, blando y hediondo y a otros con la corrupción “madurada” en lo más profundo, pero imperceptible en superficie.

Una vez elegida la pieza, se la debe dejar reposar por lo menos 24 horas bien adobada por los dos lados (que es lo que garantiza una putrefacción pareja y consistente) en algún sótano fresco de la democracia. Si uno de los lados está cubierto de sal ministerial, por ejemplo, por el otro podría recibir una buena untada multimediática.

Lo importante es que las cantidades de adobo de ambos lados se equilibren entre sí para que la podredumbre alcance su punto correcto, con ese dulzor mortuorio que le es tan característico, y luego se dore en el horno durante por lo menos cuatro horas a fuego lento.

Como acompañamiento, sugiero una ensalada tibia de brócoli y hongos coprófilos, de esos que crecen en las heces de animales patagónicos en los alrededores de Lago Escondido (yo prefiero los hongos psilocibios, que contienen sustancias psicoactivas como la psilocibina y la baeocistina). Saltados con ajos y echalotes finamente picados, en un buen aceite de oliva y con cubitos de panceta desgrasada.

Una vez listo el plato principal y reunidas las invitadas alrededor de la mesa judicial, se descartan los jueces al horno, esa plaga, esa inmundicia intragable, se proponen brindis por los jueces íntegros en peligro de extinción y se comen las setas, hasta alcanzar la algarabía deseada.

 


viernes, 13 de enero de 2023

Una postal de Tita Merello

 


jueves, 12 de enero de 2023

Dicen que...

 La invención de América latina 

(o todas somos Carmen Miranda)

 

Daniel Link merece realmente ser conocido y es una suerte que la colección "Arcades" haya tomado la iniciativa de publicar este libro, el primero en francés, de este escritor, editor y crítico literario que forma parte de la Universidad de Buenos Aires desde 1990. En esta Autobiografía de un lector argentino, a la vez ensayo y relato, rinde homenaje a todos aquellos -familiares, profesores, colegas que desde su primera juventud, le han guiado por el camino de los libros. Con benevolencia, habla de los "intermediarios" que han sido importantes para él, permitiéndole desarrollar una "conciencia lectora", es decir, un bagaje existencial. El papel político de las prácticas literarias en "una vida dedicada a la lectura" también forma parte importante de esta erudita autobiografía intelectual, a menudo lúdica hasta la autoburla. A lo largo de las páginas brillan los grandes faros de la literatura sudamericana (Borges, Sabato, Cortazar, etc.), así como el corpus europeo, en cuyo primer plano figuran "nombres emblemáticos de la más exquisita tradición francófona", de Mallarmé a Deleuze, pasando por Barthes. Con la colección "Fidelio", seguimos en América Latina. Así se titula, sencillamente, una colección en la que escritores franceses expresan su deuda con la literatura hispanoamericana. En una "borgeserie" de composición propia, Laure Limongi convoca para Borges mientras Olivier Liron interpreta a Marelle con Cortazar. Catherine Bardon evoca su tropismo por Mario Vargas Llosa, mientras que Guillaume Chérel confraterniza con Neruda. Gabriela Mistral, quizás la menos conocida de los cinco autores que figuran en este volumen, a pesar de haber ganado el Premio Nobel de Literatura en 1945, es objeto de un texto de Mélanie Sadler. En cada caso, se dibujan autorretratos, tan cierto es que los libros de los demás nos dan forma. "El texto de la vida, la vida como texto", para citar a Link citando a... Barthes.

 

miércoles, 11 de enero de 2023

martes, 10 de enero de 2023

sábado, 7 de enero de 2023

Ensalada de verano

por Daniel Link para Perfil

Me gustan las preparaciones más bien ligeras en la que la calidad de los ingredientes se destaque. Lus D'Elia ha propuesto esta receta: "América Latina será Nacional, Popular, Feminista, Democrática y Revolucionaria. Buscando siempre el desarrollo integral de la persona humana y de la Comunidad Organizada".

La receta abunda en porciones más bien rancias de ingredientes de dudosa procedencia. Además, al no estar indicadas las cantidades, todo es riesgo, como cuando tenemos que agregarle limón a la crema: ¿hasta cuánto se puede, sin que se corte? Entiendo que agregar demasiado Nacional a un producto francés como América Latina podría arruinar definitivamente el resultado.

Por otro lado, ¿feminismo de la identidad o de la diferencia? ¿Feminismo rico en grasas trans o más bien desprovisto de ellas? En los supermercados especializados hay góndolas enteras dedicados a esa sazón que, como es sabido, irrita los paladares de muchas personas (yo uso siempre el transfeminismo, que no es tan invasivo como se pretende).

Luego, no se explica bien cómo se desarrolla la Comunidad Organizada: ¿hay que dejarla leudar en un lugar tibio? ¿Por cuánto tiempo? ¿Y cuál es la mejor versión? ¿Extracto líquido de Comunidad Organizada? ¿O Comunidad Organizada en crudo? ¿Saben igual? ¿Tienen la misma consistencia una vez desarrolladas?

Siempre me pasa lo mismo con ingredientes para mí desconocidísimos. Titubeo y termino adaptando la receta a mis propios hábitos. Yo haría, este verano, una ensalada sin tanto ingrediente difícil de digerir. Una ensalada latinoamericana simple, que sea "justa, libre y sustentable".

 

jueves, 5 de enero de 2023

Dicen que....

por Marc Verlynde para La viduité

Théorie de la lecture, humble exercice de reconnaissance à tous ceux qui nous apprennent à lire, à déchiffrer le monde, le Texte et sa jouissance, le sens et sa politique. Entre essai et autobiographie, exégèse et plaidoyer pour la déconstruction, le suspens d’un sens encore et toujours à lire, Daniel Link retrace son parcours intellectuel, celui de toute une époque, tant la lecture n’est jamais expérience singulière, et de toutes les rencontres qui l’ont forgé. Avec un grand, limpide, souci pédagogique, Autobiographie d’un lecteur argentin éclaire la créolisation des théories successives dont l’auteur se réclame. Une ode sensible à la permanence de l’interprétation, aux difficultés de son enseignement aussi.

On aime les textes un rien hybrides, on aime aussi ceux qui nous font sentir le décalage avec ce que l’on a été. Peut-être, si je peux à mon tour m’aventurer dans une théorie de la lecture, ceci la part de fiction de toute lecture : on y reconnaît surtout celui que l’on n’a pas tout à fait été, celui qui par timidité et paresses, éclectisme et versatilité, jamais entièrement n’a souscrit à aucune théorie. Tenace impression de revenir sur les bancs de la fac ou, plus précisément, à ses rares instants d’exaltation où se trouvait exposée une interprétation, une lecture dans son sens le plus fort, e monde pressentait l’exaltation du sens, un ordre possible, une compréhension enfin de ses ressorts, une attentive écoute de ses formes. Il faut, avec Roland Barthes dont s’inspire largement Daniel Link, le répéter : il est une jouissance du Texte, un plaisir de l’interprétation et, plus rare, l’enthousiasme de parvenir (qui sait) à le transmettre. On le dit maintenant pour montrer que toute la complexité, l’inintelligible, est de notre fait : Autobiographie d’un lecteur argentin est limpide. L’auteur parvient à montrer simplement, concrètement, toujours avec cette certitude du vécu, les théories assez abstraites qui ont influé sur son parcours de lecture. Un souci pédagogique dans son sens le plus noble. Sans restriction ni raccourcis, sans en taire les contradictions, Daniel Link revient sur les jalons de son parcours. On se dit d’abord que l’on touche ainsi aux limites de l’exercice. Éditeur, critique, mais surtout universitaire, l’auteur parle de ses professeurs. Il me semble tous être de parfaits inconnus pour un lecteur francophone éloigné du milieu francophone. Ce sera toute la grâce et l’humilité de cette autobiographie. Elle rend sensible une pensée, concrète par des exemples bien choisis, personnelle les interprétations qu’elles ont pu apporter à l’auteur. On se demande si l’essai, au fond, ne tient pas par ses anecdotes, ses exemples disons si l’on veut revenir à la rhétorique. L’hypothèse de Daniel Link paraît alors fonctionner : la lecture reste un formidable révélateur collectif à travers ces « détails laconiques à longue portée » dont parle Borges. Pour le dire avec une simplicité peut-être trop grande : nos souvenirs sans cesse peuvent être relus, actualisés selon une nouvelle grille de lecture, un autre paradigme politique. Daniel Link alors se joue des structures de toute autobiographie. La première étape sera la découverte de la lecture, du sens éminemment politique qu’il faut toujours lui prêter. L’auteur découvre Sisi, il lui faudra des années avant de comprendre à quel point ce kitsch princier est, in fine, fasciste. On peut aussi penser que l’auteur s’amuse à mimer le jeu de substitution, toujours plus ou moins coupable, qu’est la lecture. Il fait sien le carnet de lecture d’un de ses camarades infiniment plus soigneux que lui avant que d’hériter de la bibliothèque de son cousin, un de ses disparus qui marqueront, in absentia, l’histoire de l’Argentine. 

(sigue acá

Una teoría de la lectura, un humilde ejercicio de gratitud a todos aquellos que nos enseñan a leer, a descifrar el mundo, el Texto y su disfrute, el sentido y su política. Entre el ensayo y la autobiografía, la exégesis y el alegato a favor de la deconstrucción, el suspense de un sentido todavía y siempre por leer, Daniel Link recorre su itinerario intelectual, el de toda una época, ya que la lectura nunca es una experiencia singular, y el de todos los encuentros que le han forjado. Con una gran y límpida preocupación pedagógica, Autobiografía de un lector argentino arroja luz sobre la criollización de las sucesivas teorías a las que se refiere el autor. Una sensible oda a la permanencia de la interpretación y a las dificultades de su enseñanza.
Nos gustan los textos un poco híbridos, también nos gustan los que nos hacen sentir fuera de onda. Tal vez, si se me permite aventurar una teoría de la lectura, ésta sea la parte ficticia de toda lectura: uno reconoce en ella sobre todo a la persona que no ha sido del todo, a la que, por timidez y pereza, eclecticismo y versatilidad, nunca ha suscrito plenamente ninguna teoría. Una persistente impresión de volver a los bancos universitarios o, más exactamente, a esos raros momentos de exaltación en los que se exponía una interpretación, una lectura en su sentido más fuerte, y el mundo percibía la exaltación del sentido, un orden posible, una comprensión de sus resortes, una escucha atenta de sus formas. Es necesario, con Roland Barthes, en quien Daniel Link se inspira mucho, repetirlo: hay un goce del Texto, un placer de la interpretación y, más raramente, el entusiasmo de conseguir (quién sabe) transmitirlo. Lo decimos ahora para mostrar que toda la complejidad, lo ininteligible, es cosa nuestra: Autobiografía de un lector argentino es límpida. El autor consigue mostrar de forma sencilla, concreta, siempre con la certeza de la experiencia, las teorías más bien abstractas que han influido en su trayectoria lectora. Una preocupación pedagógica en su sentido más noble. Sin restricciones ni atajos, sin ocultar las contradicciones, Daniel Link repasa los hitos de su viaje. Al principio, pensamos que estamos rozando los límites del ejercicio. Como editor, crítico, pero sobre todo académico, el autor habla de sus maestros. Todos me parecen unos completos desconocidos para un lector francófono alejado del mundo francófono. Esta es la gracia y la humildad de esta autobiografía.
Sensibiliza un pensamiento, concreta mediante ejemplos bien elegidos, personales las interpretaciones que podrían aportar al autor. Uno se pregunta si el ensayo no se mantiene unido por sus anécdotas, sus ejemplos, si queremos volver a la retórica. La hipótesis de Daniel Link parece entonces funcionar: la lectura sigue siendo una formidable revelación colectiva a través de esos "pormenores lacónicos de larga duración" de los que habla Borges. Por decirlo quizá con demasiada sencillez: nuestros recuerdos pueden releerse constantemente, actualizarse según una nueva cuadrícula de lectura, otro paradigma político. Daniel Link juega entonces con las estructuras de cualquier autobiografía. El primer paso es el descubrimiento de la lectura, del sentido eminentemente político que hay que darle siempre. El autor descubre a Sisi, y tardará años en comprender hasta qué punto esta cursilería principesca es, en el fondo, fascista. También se podría pensar que el autor se divierte imitando el juego de sustitución, siempre más o menos culpable, que es la lectura. Hace suyo el libro de lectura de uno de sus compañeros, infinitamente más cuidadoso que él, antes de heredar la biblioteca de su primo, uno de los desaparecidos que marcará, in absentia, la historia de Argentina.

 

 

 

miércoles, 4 de enero de 2023

martes, 3 de enero de 2023

Ensalada conceptual de verano

Luis D'Elia: "América Latina será Nacional, Popular, Feminista, Democrática y Revolucionaria. Buscando siempre el desarrollo integral de la persona humana y de la Comunidad Organizada".

Esta entrada podría haber aparecido en mi recetario de cocina, pero como no la he probado (y allí publico sólo recetas hechas por mi propia mano) prefiero que aparezca aquí para ver quién se le anima.

Confieso que me gustan las preparaciones más bien ligeras en la que la calidad de los ingredientes se destaque. La receta de la ensalada D'Elia abunda en porciones más bien rancias de ingredientes de dudosa procedencia. Además, al no estar indicadas las cantidades, todo es más riesgoso, como cuando tenemos que agregarle limón a la crema: ¿hasta cuánto se puede, sin que se corte? Entiendo que agregar demasiado Nacional a América Latina (que no es una nación) podría arruinar definitivamente el resultado.

Por otro lado, ¿cuál feminismo? ¿Feminismo de la identidad o de la diferencia? ¿Feminismo rico en grasas trans o más bien desprovisto de ellas? En los supermercados especializados donde me proveo hay góndolas enteras dedicados a esa sazón que, como es sabido, irrita los paladares de muchas personas. Por si acaso, ni se me ocurriría servir esta ensalada habiendo terfas entre las invitadas.

Luego, no se explica bien cómo se desarrolla la Comunidad Organizada: ¿hay que dejarla leudar en un lugar tibio? ¿Por cuánto tiempo?  ¿Y cuál es la mejor versión? ¿Extracto líquido de Comunidad Organizada? ¿O Comunidad Organizada en crudo? ¿Saben igual? ¿Tienen la misma consistencia una vez desarrolladas?

Siempre me pasa lo mismo con ingredientes para mí desconocidísimos. Titubeo y termino adaptando la receta a mi propio paladar. Yo haría, este verano, una ensalada sin tanto ingrediente difícil de digerir. Una ensalada latinoamericana que sea, por ejemplo, "justa, libre y sustentable".