martes, 5 de abril de 2005

Bajo la cruz del sur

Hace un par de semanas almorzamos con una vieja amiga mía a quien hacía tiempo que no veía. Me contó sus nuevos proyectos, que involucran una de sus más envidiables posesiones: una de las cúpulas del Pasaje Barolo. Hace unos años, porque se había desocupado la unidad que entonces alquilaba a una ONG, y como sabía que yo quería mudarme a Montserrat, me ofreció que me fuera a vivir al Barolo, que es prácticamente el corazón del barrio. El lugar era absolutamente ideal para mí (mucho más que el Kavanagh, que también me gusta mucho), pero no pudimos cerrar la operación porque el reglamento de copropietarios en vigencia prohibe otro uso que el comercial para todas y cada una de las unidades del edificio.
Inaugurado en 1923, el Palacio Barolo (construido por el italiano Mario Palanti para Luis Barolo, un poderoso empresario textil) fue el más alto de Buenos Aires hasta la construcción del Kavanagh en 1935. Su cúpula central está a la altura de un piso 24. Posee un faro de 300.000 bujías en su cúpula principal (aunque hoy no se use, se encuentra en perfecto estado: en su momento anunció a la costa de Uruguay los resultados de la pelea Dempsey-Firpo, de la que nada sé porque no me gusta el boxeo).
El arquitecto Palanti diseñó un edificio único en el mundo (paradójicamente, porque construyó dos con similares características, con la idea rectora de que sirvieran de "columnas de Hércules" al estuario del Río de la Plata: el otro se encuentra en Montevideo y se llama Palacio Salvo). Además,
obsesionado con la obra de Dante Alighieri como estaba, su más famoso edificio está plagado de alusiones y referencias a la Divina Comedia. La planta del edificio responde a la sección áurea y al número de oro (dictado por IHVH a David). Como la Divina Comedia, el Palacio se divide en tres partes: Infierno, Purgatorio y Cielo. El faro del edificio (que representa los nueve coros angelicales) fue ubicado exactamente debajo de la constelación de la Cruz del Sur, que queda alineada con el eje del Barolo en los primeros días de junio, a las 19.45 horas. La altura del edificio es de cien metros (como cien son los cantos de la Divina Comedia).
En la cosmología ideada por Dante, la esfera terrestre tiene dos accidentes principales: una depresión (mejor dicho, un cono invertido: el Infierno) y una montaña en cuyas laderas se ubica el Purgatorio. El infierno se abre bajo la montaña de Sión, simétrica de la del Purgatorio. Como se sabe, el Infierno se divide en nueve círculos concéntricos (decrecientes como las gradas de un anfiteatro) en cuyo centro se encuentra Lucifer: el Barolo tiene nueve bóvedas de acceso al edificio, cada una de ellas numeradas y descriptas en latín como pasos de una iniciación. En la ladera del Purgatorio, por el contrario, hay siete laderas (que representan a los siete pecados capitales) coronadas por el Edén. La torre del Barolo se divide en siete secciones.
La mayoría de los cantos de la Divina comedia se componen de once o veintidos estrofas: los pisos del Palacio
están divididos en once módulos por frente, veintidós módulos de oficinas por bloque; la altura es de veintidós pisos: catorce de basamento, siete de torre, un faro.
Estos números representan símbolos sagrados para la naometría tradicional . 22/7 es la expresión aproximativa de la relación de la circunferencia con su diámetro; el conjunto de estos números representa el círculo, la figura más perfecta para Dante como para los pitagóricos (de ahí mi fascinación con el edificio y la alegría que me dio la mera posibilidad de habitarlo). El número veintidós representa los símbolos de los movimientos elementales de la física aristotélica. Once representa a la Fede Santa y a los templarios. 99 + 1 es la fórmula que expresa el total de los nombres de Dios (cien cantos, cien metros).
En torno a la Tierra giran nueve esferas concéntricas (los círculos de Ptolomeo). Las siete primeras son los cielos planetarios: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno. La octava esfera corresponde al Cielo de las estrellas fijas y la novena al Cielo Cristalino, rodeando por el Empíreo. El cielo de la Tiera (que oscila como un péndulo) se organiza alrededor de La Cruz del Sur (Purgatorio, 1:22:27)
Desde mediados del siglo XIX, el revival gótico engendró un vasto repertorio de formas neomedievales (El señor de los anillos, etc.). En arquitectura, el espíritu gótico influyó a Morris, Gropius, Wright, Gaudí, Palanti). Al mismo tiempo que buscas místicas, el renacimiento del gótico (filtrado por la imaginación tardorromántica) determinó la formación de sociedades más o menos secretas (los prerrafaelistas ingleses, la comunidad del desierto de Wright, los rosacruces de Pélada, la Bauhaus, la Fede Santa de Palanti). Para estos arquitectos utopistas, sus edificios materializaban la hermandad del hombre (articulada en las fraternidades y sociedades secretas). Palanti se formó en Brera (Milán), bajo el influjo de neogótico orientalizante. Llegó a Buenos Aires en 1909. Trabajó con el arquitecto Prins en el edificio neogótico que es hoy la Facultad de Ingeniería de la UBA (edificio que, por errores en los cálculos estructurales, no pudo ser completado). Diseñó una gran cantidad de templos (a la voluntad, al héroe latino, etc.).
Su obsesión con Dante nunca fue mayor que en Buenos Aires, ciudad permanentemente alumbrada por la Cruz del Sur. Como él mismo, Dante había formado parte de la Fede Santa, una logia medieval que sobrevive hasta nuestros días.
De modo que cuando Palanti llegó a Buenos Aires para diseñar el Pabellón Italiano de la Exposición del Centenario de la Revolución de Mayo creyó estar bajo el llamado de un impulso contructivista y sobrenatural: crear un templo bajo la Cruz del Sur, que representara el eje ascencional de las almas, un templo que celebrara el VI Centenario de la "revelación de Dante" y en el cual (él quería) deberían descansar sus restos.
Tuvo que esperar a la aparición de Luis Barolo (empresario textil, también italiano, que había llegado a Buenos Aires en 1890) para poder concretar su proyecto.
Palanti convenció a Barolo de que, como las catedrales góticas (la puerta de la Catedral de París es una iniciación a la alquimia; la de Chartres, un manual astrológico), cada elemento del Palacio debería traducir el cosmos (al menos, tal como podía leersela en la Divina Comedia). En esto, Palanti coincidió con sus contemporáneos Gaudí, Rudolf Steiner, Vladimir Tatlin.
Que el Pasaje Barolo fue concebido como un templo es algo que se lee en las inscripciones que adornan su techo: "Ut portet nomen eius coram gentibus" (Para que lleve su nombre ante los gentiles) hace referencia al templo de Salomón, modelo de toda la arquitectura templaria del cristianismo, el Islam y los hebreos.
El objetivo de Palanti era donar (a una ciudad fundada como Santa María del Buen Ayre), una "obra marial" que reunificara las dos partes del nombre de Dios, bajo la Cruz del Sur (según los planos de Dante). Esa re-unión de cielo y tierra (de la carne y el espíritu enloquecido) aparece representada en la bóveda del edificio con dos dragones (uno macho y otro hembra) que son, además, principios alquímicos (las serpientes que los egipcios pintaron mordiéndose la cola, en círculos, porque no había ni principio ni final, las dos serpientes enviadas por Juno, las dos serpientes del caduceo de Mercurio o Hermes, el precursor de los círculos herméticos).
Barolo murió cerca de la fecha de inauguración del edificio. Palanti volvió a Italia a fines de la década del 20. Proyectó la Mole Littoria (un gigantesco rascacielos celebratorio del fascismo, que no llegó a construirse pese a la aprobación de Mussolini). Con el tiempo abandonó la arquitectura, que había tomado derroteros que no lo incluían.
Sandra, mi amiga, conserva una de las torretas de su propiedad tal como la compró: todo el perímetro rodeado de espejos.

1 comentario:

Unknown dijo...

estoy buscando info sobre el arquitecto qu\e hizo de su vida al volver a italia