sábado, 17 de mayo de 2025

Ensalada de papas

Por Daniel Link para Perfil

Después del “Habemus papam” y la bendición del nuevo pontífice salí lo más rápido que pude de Piazza San Pietro. Ya era tarde: en la boca del metro la policía había establecido un cordón y dejaban entrar a las personas de a tandas. Ya fuera del metro, esperando en la parada del tranvía que me llevaba a mi casa romana (ocupado casi siempre por migrantes africanos, bangladesíes y latinoamericanos como yo) escuché a dos peruanas que conversaban sobre el resultado del cónclave: “es un peruano”, “estoy muy orgullosa”.

Por supuesto, como se sabría al día siguiente, habían acertado. León XIV se reconoce como un peruano nacido en los Estados Unidos, porque uno no es del lugar en el que nace sino del lugar donde entrega el alma.

El asunto es particularmente sutil en tiempos de desprecio al migrante y expulsiones masivas. La elección de Prevost (¡ya teníamos un abate, ahora un Papa!) me pareció bastante inteligente, teniendo en cuenta la advertencia mafiosa que le envió al Cónclave el Sr. Trump, disfrazado de Pontífice y con el dedo adminitorio. ¿Cómo se genera una imagen semejante? Hay que pedirle a la IA: “cara amenazante”.

Trump no tuvo sino que felicitar al “compatriota”. Peor asesorado, el Sr. Milei festejó el nombre elegido por Prevost, que consideró un homenaje a su persona. Alguien debió decirle que el “seudónimo” del nuevo Papa aniquila el suyo propio, porque ahora cada vez que alguien diga León, se referirá al obispo de Roma y no al presidente provisorio de Argentina.

Lo segundo que consigue León de entrada es equilibrar los asuntos celestes con los mundanos. Porque el Trono de Roma necesita tanto un Papa que bregue por la paz, ore por los desposeídos, clame por la justicia (¿qué otra cosa podría decir un Papa?) como uno que consiga los millones de dólares para cubrir el déficit del Estado Vaticano (la generosidad china jugará ahí un papel decisivo).

Dicen que es Prevost es versado en matemáticas y filosofía. Lo imagino pitagórico. Confieso que le he descubierto a León un cierto aire a Palpatine (pero nunca tan acentuado como el de Ratzinger) por lo que no confío demasiado en él y sus políticas. De todos modos, me conformo con que nos ahorre las hipocresías teatrales de Francisco. 

 

1 comentario:

Diego dijo...

Los caminos son tan raros... Ratzinger provocó mi máximo acercamiento a la iglesia de Roma, profesor, musicista, implacable; ahora me siento más judío. De Francisco, sí ,me interesaron esos "golpes de teatro", que no me atrevería a llamar hipócritas, aunque lejos estoy de las intrigas palaciegas (hace mucho tiempo había un blog, Chiessa, que más o menos nos mantenía informadas) como para entenderlos más allá de la superficie. Para mí el Vaticano es terrible, una monarquía de predicados universales, pero ya su milenaria historia (la polifonía que aceptó en algún momento) lo acerca a la literatura. Bueno, me gustaría así. Con San Pedro, tan bonita, que me hizo pensar, cuando la visité por primera vez, en algo entre un jardín botánico y un aeropuerto de Dios.