sábado, 18 de mayo de 2024

Placeres intelectuales

Por Daniel Link para Perfil

No uso redes por natural repugnancia, y si las usara lo último que haría es seguir a Nicolás Márquez. Por fortuna Ernesto Tenembaum ha realizado un prolijo relevamiento de sus dichos.

Sus pareceres denotan tanta ignorancia que no merece la pena contestarlos, salvo porque puede haber algún desprevenido que los considere atendibles. “Me siento derrumbado en mi autoestima. Tras la nota en la que aplasté a Tenembaum y su staff solo me atacaron bailarines, chimenteros y almas conflictuadas y/o avergonzados de sí mismos. ¿Nunca un comentario intelectualmente digno?”.

Ya la partición de los interlocutores en “intelectualmente dignos” y los que no lo son recuerda la tristemente célebre “vida digna de ser vivida” que el nazismo promovió como una política de Estado (para realizar sus fantasías de exterminio).

Hay libros enteros dedicados al tema, pero estoy seguro de que cualquier amable inteligencia artificial suministrará datos a quien quiera buscarlos. No me considero intelectualmente más digno que nadie, pero puedo acumular algunas referencias bibliográficas, con la esperanza de que el Sr. Márquez se sienta atraído hacia la lectura (cosa que, evidentemente, hasta ahora no ha sucedido).

Parece que a una persona le dijo: “Lupe, la palabra de Dios dice catorce veces que la sodomía es abominable y no hay momento en el que Dios se vea más enfadado que con la perversión homosexual. Los quemó vivos, mandando fuego desde el cielo. No se puede bendecir lo que Dios desprecia”. No sé cuándo escribió esto, pero yo lo leí durante la semana en que tres lesbianas murieron quemadas en un ataque lesbofóbico de un salvajismo aterrador. Me parece que el asunto merece alguna reflexión.

En principio, habría que decirle al Sr. Márquez que “la palabra de Dios”, esa entelequia, es una construcción discursiva más propia de humanos que de divinidades. Si se refiere al Deuteronomio, existe hoy un cierto consenso entre los filólogos (ahora se entiendo la animadversión hacia las humanidades): el texto que leemos hoy como parte del Antiguo Testamento es un precipitado de todo un proceso de composición que comienza en el Siglo VIII ac y culmina a mediados del IV ac. Los tartamudeos de Dios sobre la sexualidad tardaron cuatro siglos en estabilizarse.

Por supuesto, eso no le quita valor doctrinario a ese libro, pero habría que juzgar su alcance en términos históricos. Hasta podría llegar a justificarse que en épocas de crisis demográficas es un poco predecible que se condene cualquier forma de unión no reproductiva. En todo caso: esas catorce condenas se refieren a un contexto que no es el nuestro, lo que les hace perder gran parte de su valor (como la condena a las adúlteras o a las personas que comen jamón cocido).

Además, establecer una continuidad sin fisuras entre el Antiguo Testamento y el Nuevo es ignorar todo lo que de revolucionario tuvo la “Nueva alianza” y, por lo tanto, la figura de Cristo.

No me canso de recomendar a mis alumnos que lean los diferentes libros de la Biblia (y el Corán, desde ya). No porque allá allí alguna verdad “divina” (dejemos las ridiculeces) sino porque ahí se han formado las teorías políticas de Occidente (salvo, tal vez, el liberalismo).

Tenembaum dice que Márquez escribió en El libro negro de la nueva izquierda que “La homosexualidad es anormal. De la simple observación de la composición de un hombre se nos permite inferir que este no tiene un órgano sexual receptor para recibir a otro hombre como pareja y de la simple observación de la mujer vemos que esta no tiene un órgano de penetración para tener otra mujer como pareja”. Le sugeriríamos al Sr. Márquez que realice un par de comprobaciones empíricas, pero tampoco es cuestión de andar avivando giles.

Sobre el asunto, se podría recordar que Freud (que fue un defensor convencido del patriarcado) reconoció en su teoría de las “etapas” una organización de la libido bajo la primacía de la zona erógena anal.

Si Dios iba a condenar para siempre la unión per angostam viam, no debería haber cometido semejante error de diseño, otorgando al ano la capacidad del placer que suscita la defecación y, como correlato de ese placer, la liberación de endorfinas, la estimulación del nervio vago, la sensación de relajación y de logro conseguido (cosa que sabe cualquier IA).

Lo de las mujeres es todavía más idiota: tienen dedos. Fin.

sábado, 11 de mayo de 2024

El profesor pop

Por Daniel Link para Perfil

Es difícil encontrar un momento más alto de la imaginación pop que el video de Adriano Celentano cantando la extraordinaria canción “Prisencolinensinainciusol”, lanzada en 1973 y todavía vigente (la serie Fargo la incluyó en su banda sonora, Maluma la ha cantado).

En la escena (disponible en youtube), Celentano hace de profesor en una clase para señoritas montada en un estudio de televisión. Lo primero que hace es tomar lista. Las chicas le responden “presente” poniéndose de pie. La última nombrada, Barbra Streisand, está ausente. Y es lógico, porque su lugar es la cultura industrial (donde encuentra su sentido) y no la cultura escolar. De inmediato, una alumna se levanta y le pregunta al profesor por qué ha escrito una canción con palabras que no significan nada.

Antes de responder, el profesor pregunta cuál cámara lo está registrando, acentuando la superposición (la mezcla) de registros culturales: el escolar y el televisivo. Luego Celentano explica el gesto de la canción: “yo entiendo que en el mundo no nos entendemos más... Y por eso he considerado oportuno hacer una canción sobre el tema de la incomunicabilidad. No nos comunicamos, somos Incom. Satisfecha, la alumna se sienta pero el profesor le dice que permanezca de pie porque no ha terminado de hablar (subraya así el gesto áulico, la relación despareja de poder y de saber propia de la escuela). La canción, dice Celentano, deja como referencia una sola palabra, Prisencolinensinainciusol, es decir: amor universal.

Terminada la explicación, el profesor toma lección a las alumnas, que deben repetir las partes del coro desde sus pupitres, mientras el profesor baila con una agitación de caderas poco pedagógica.

La canción es una respuesta a la hegemonía norteamericana, que exporta su cultura industrial sin mayor interés en que sea comprendida. La canción de Celentano está pronunciada en inglés americano, pero las palabras que se dicen son inventadas y carecen de sentido.

Al comentario existencial se suma, entonces, un comentario de geopolítica cultural. Y como corolario nos queda la constatación de la potencia de la imaginación pop, que abreva al mismo tiempo de la cultura escolar y de la industrial para sostener con elegancia sus protestas.

sábado, 4 de mayo de 2024

La realidad imita al arte

por Daniel Link para Perfil

Cuando Puan apareció en Amazon Prime ya no tenía sentido resistirme a la película y decidí mirarla. No es una gran película, pero no es mala y tiene un costado para mí muy conmovedor: quiere “discutir ideas”.

En cuanto me di cuenta de que las ideas que Puan estaba proponiendo discutir eran exactamente las mismas que yo estoy proponiendo en mi curso actual ¡en Puan!, entré en un estado rarísmo, al mismo tiempo de pánico y de éxtasis.

Hay una titularidad vacante por fallecimiento y se la disputan dos aspirantes: uno que sigue al pie de la letra la teoría del Estado (hobbesiana) de aquel con quien ha trabajado treinta años o cosa así y otro, recién llegado (y muy pelotudo, cosa que quedará expuesta hacia el final), que abraza más bien la causa spinoziana.

Esa oposición entre Hobbes y Spinoza es el presupuesto del libro Gramática de la multitud de Paolo Virno, con el que yo comencé mi curso de este año y todas las actividades previas.

Lo que plantea Virno es que Hobbes postula una idea de “pueblo” solidaria con el Estado, sin la cual el Estado no puede “pastorear”. Spinoza habría optado, más bien, por la “multitud”, noción destituyente que, en aquel momento, perdió el debate y sólo pudo renacer a finales del Siglo XX de la mano de Toni Negri y otros autonomistas italianos.

Puan, la película de escrita y dirigida por María Alché y Benjamín Naishtat, tiene un final que es para mí, su mayor defecto (es como un Deus ex machina, nada en la trama permite preverlo). Sorprende, sin embargo, su potencia anticipatoria: la Universidad cerrada y en cesación de pagos.

Nosotras empezamos a focalizar nuestra atención en las “ideas de pueblo” hacia mediados de 2022, pero todo fue más o menos “interno” hasta que nos otorgaron subsidios para sendos proyectos de investigación a comienzos de 2023.

Ignoro cuánto tiempo lleva producir una película como Puan (extraordinariamente actuada, salvo por Leonardo Sbaraglia), pero a juzgar por la cantidad de sellos que se leen al principio, deben haber demorado bastante en conseguir la plata. Estábamos pensando, como Benjamín y María, en una salida. El tiempo dirá si hay posibilidad de acuerdo entre nuestras perspectivas, pero, hay que decirlo: yo te saludo, Puan.