domingo, 30 de abril de 2023

Devenir manada

Pandilla clandestina

por Mariano Oropeza para Perfil

Con la llegada de la dictadura y la consiguiente intervención en las dependencias universitarias, varios docentes y estudiantes optaron por continuar –sin censura aunque no sin temor– con sus cursos de manera irregular, por fuera de las facultades, en casas particulares, bares, librerías y colegios, confeccionando un vigoroso campus de enseñanza clandestino. Nacía así La Universidad de las Catacumbas, historia recuperada por un libro de reciente aparición.

 

sábado, 29 de abril de 2023

Malditas máquinas

Por Daniel Link para Perfil

Hace unos meses tuve que reimprimir mi licencia de conductor. Me enteré, cuando el trámite quedó trabado, de que me habían descontado todos los puntos de mi registro por infracciones de tránsito que estaba pagando en cómodas cuotas. Tuve que tomar un curso específico para la recuperación del scoring. Un curso de psicología de la conducta que nos enseñaba qué cosa era una decisión, cómo diferenciar los aspectos subjetivos y objetivos de la percepción y otras minucias completamente ajenas a lo que yo entendía y entiendo como “conducir un vehículo”. Acepté los contenidos, rendí el examen y recuperé mis puntos.

El auto nuevo que motivó el trámite vino con mejoras tecnológicas. Por supuesto, dirección asistida, caja de cambios automática y, novedad, sensor de colisión y botón para velocidad crucero.

Me juré que no iba a superar las velocidades máximas nunca más en la vida (por las multas, por los puntos). Prácticamente no manejo en la ciudad sino sólo en autopistas. De todos modos no es fácil controlarse, porque las cámaras están instaladas exactamente en los puntos en que las velocidades cambian, de 130 a 110 o de 100 a 80 o de 80 a 60 (la razón de los cambios es conocida: se nos incluye en la misma clase del tarado que manejó borracho y se estrelló en aquella curva).

Con el nuevo auto me di cuenta de que la conducción más eficiente no era la que yo podía ejercer sino la automatizada: el control de velocidad fijado justo por debajo de la velocidad máxima. El auto incluso consume menos combustible en ese modo. Sólo me necesita como suplemento perceptivo: ver, oir, decidir cuándo hay que frenar o doblar.

Las leyes de tránsito no están hechas ya para los seres humanos sino para las máquinas, que las cumplen con gran eficiencia. Sólo aportamos al movimiento mecánico lo que la máquina todavía no sabe hacer por si misma (percibir, decidir: entendí el sesgo del curso que había tomado).

Manejar (que para mí siempre fue una experiencia ligada al placer y a la aventura) ahora me aburre y me hiere con una eficencia que anuncia mi inminente inutilidad. Soy un suplemento de una máquina que dentro de poco tendrá sus propios sueños, en los que yo seré un pasajero inerte, para mayor goce del Estado.

 

martes, 25 de abril de 2023

Del blog de Agamben

La guerra en Galizia

por Giorgio Agamben para Quodlibet

Hubo regiones del centro de Europa que han sido borradas del mapa. Una de ellas -no es la única- es Galicia, que hoy coincide en gran medida con el territorio en el que se ha librado una desgraciada guerra durante más de un año. Hasta el final de la Primera Guerra Mundial, Galicia era la provincia más alejada del Imperio austrohúngaro, fronteriza con Rusia. Al disolverse el Imperio de los Habsburgo, los vencedores, no menos injustos que los vencidos, la asignaron a la renacida Polonia, del mismo modo que Bucovina, que lindaba con ella, fue anexionada a Rumanía con igual capricho. Las fronteras, cada vez redibujadas con goma y lápiz sobre los mapas por los poderosos, dejan tiempo para ser encontradas, pero es probable que Galicia no vuelva a aparecer en los inventarios de la política europea. Mucho más importante que la cartografía es el mundo que existía en aquella región, es decir, los hombres que en el Königreich Galizien und Lodomerien (éste era el nombre oficial de la provincia) respiraban, amaban, se ganaban la vida, lloraban, esperaban y morían. Por las calles de Lemberg, Tarnopol, Przemysl, Brody (hogar de Joseph Roth), Rzeszow, Kolomea caminaba una mezcla abigarrada de rutenos (como se llamaba entonces a los ucranianos), polacos, judíos (en algunas ciudades casi la mitad de la población), rumanos, gitanos, huzulíes (que formaron una efímera república independiente entre 1918 y 1919). Cada una de estas ciudades tenía un nombre diferente según la lengua de los habitantes que la habitaban, en cada una de ellas las iglesias católicas se convertían a la vuelta de una esquina en sinagogas y éstas en iglesias ortodoxas y uniatas. No era una región rica, de hecho los funcionarios de Kakania la consideraban la más pobre y atrasada del imperio; sin embargo, era, precisamente por la pluralidad de sus etnias, culturalmente viva y generosa, con teatros, periódicos, escuelas y universidades en varios idiomas y un florecimiento de escritores y músicos que aún no conocemos. Fue este mundo el que se vio aniquilado política y jurídicamente de un día para otro en 1919, y fue a esta realidad polifacética e intrincada a la que la ocupación nazi (1941-1944) y luego la soviética dieron el golpe de gracia unas décadas más tarde. Pero incluso antes de formar parte del Imperio austrohúngaro, la tierra que llevaba el nombre de Halyč o Galitzia (según algunos, de origen celta, como la Galicia española) y que a finales de la Edad Media estuvo bajo dominio húngaro con el nombre de principado de Galitzia y Volinia, había sido disputada de vez en cuando entre cosacos, rusos y polacos, hasta que la Gran Duquesa María Teresa de Austria aprovechó la primera partición de Polonia en 1772 para anexionarla a su imperio. En 1922 el territorio se anexionó a la Unión Soviética, con el nombre de República Socialista Soviética de Ucrania, de la que se separó en 1991, acortando su nombre a República Ucraniana. 

Es hora de dejar de creer en los nombres y las fronteras marcados sobre el papel y preguntarnos más bien qué ha sido de ese mundo y de esas formas de vida que acabamos de evocar. ¿Cómo sobreviven -si sobreviven- más allá de los infames registros de las burocracias estatales? Y la guerra en curso, ¿no es una vez más el fruto del olvido de esas formas de vida y la consecuencia odiosa y letal de esos registros y esos nombres? 

24 de abril de 2023 

Giorgio Agamben

Del blog de Agamben

Las dos caras del poder 4: anarquía y política

por Giorgio Agamben para Quodlibet

Fue un constitucionalista alemán de finales del siglo XIX, Max von Seydel, quien planteó la pregunta que hoy suena ineludible: "¿qué queda del reino si le quitas el gobierno?". En efecto, ha llegado el momento de preguntarse si la fractura de la máquina política de Occidente ha alcanzado un umbral a partir del cual ya no puede funcionar. Ya en el siglo XX, el fascismo y el nazismo habían respondido a esta pregunta a su manera mediante el establecimiento de lo que con razón se ha llamado un "Estado dual", en el que el Estado legítimo, fundado en la ley y la constitución, está flanqueado por un Estado discrecional que sólo está formalizado parcialmente y la unidad de la máquina política es, por tanto, sólo aparente. El Estado administrativo en el que se han deslizado más o menos conscientemente las democracias parlamentarias europeas no es, en este sentido, técnicamente más que un descendiente del modelo nazi-fascista, en el que los órganos discrecionales ajenos a los poderes constitucionales se sitúan junto a los del Estado parlamentario, vaciado progresivamente de sus funciones. Y es ciertamente singular que una separación de reinado y gobierno se haya manifestado hoy incluso en la cúspide de la Iglesia romana, en la que un pontífice, viéndose incapaz de gobernar, ha depuesto espontáneamente la cura et administratio generalis, conservando su dignitas. 

La demostración más extrema de la fractura de la máquina política, sin embargo, es la aparición del estado de excepción como paradigma normal de gobierno, que, habiéndose instaurado durante décadas, alcanzó su forma definitiva en los años de la llamada pandemia. Lo que, desde la perspectiva que aquí nos interesa, define al estado de excepción es la ruptura entre constitución y gobierno, legitimidad y legalidad -y, al mismo tiempo, la creación de una zona en la que se vuelven indiscernibles. De hecho, la soberanía se manifiesta aquí en forma de suspensión de la ley y el consiguiente establecimiento de una zona de anomia, en la que el gobierno pretende, no obstante, actuar legalmente. Al tiempo que suspende el ordenamiento jurídico, el estado de excepción pretende, de hecho, seguir estando en relación con él, estar, por así decirlo, jurídicamente fuera de la ley. Desde un punto de vista técnico, el estado de excepción inventa, de hecho, un "estado de derecho", en el que, por un lado, la ley prevalece teóricamente, pero no tiene fuerza, y, por otro, las medidas y disposiciones que no tienen fuerza de ley adquieren fuerza de ley. Se podría decir que, en el límite, lo que está en juego en el estado de excepción es una fuerza de ley fluctuante sin ley, una legitimidad ilegítima correspondida por una legalidad ilegítima, en la que la distinción entre norma y decisión pierde su sentido. Se puede entonces definir como auténticamente anárquico un poder capaz de liberar la anarquía que ha sido capturada en la máquina. Tal poder sólo puede existir como detención y destitución de la máquina, es decir, es un poder integralmente destituyente y nunca constituyente. En palabras de Benjamin, su espacio es el estado de excepción "real", por oposición al virtual en el que se basa la máquina, que pretende mantener el orden legal en su misma suspensión. 

Reino y gobierno exhiben en ella su desconexión definitiva y ya no puede tratarse de restablecer su articulación legítima, como pretenden los críticos bienintencionados, ni de jugar, según una concepción mal entendida de la anarquía, la administración contra el Estado. Sabemos desde hace tiempo, con lúcida conciencia y sin nostalgia alguna, que nos movemos cada día en este umbral infranqueable y arriesgado, donde la articulación entre reino y gobierno, Estado y administración, norma y decisión se rompe irrevocablemente, incluso cuando el espectro mortal de la máquina sigue dando vueltas a nuestro alrededor. 

17 de marzo de 2023 

Giorgio Agamben 

lunes, 24 de abril de 2023

La reina de la filología


 

sábado, 22 de abril de 2023

En clave mafiosa

Por Daniel Link para Perfil

No habría ya necesidad de confrontar la política actual con investigaciones minuciosas y largas genealogías (al estilo de Horacio Verbitsky) para notar el costado mafioso que impregna la actividad del Pro, sacudido por la negativa del Sr. Rodríguez Larreta a avalar ciegamente la designación del Sr. Jorge Macri (el otro, el mismo) como candidato a jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

¿Cómo explicar el capricho del Sr. Macri (aquel que ayer nomás decía) para que sea sólo un miembro de su famiglia quien conduzca los destinos del distrito porteño? No se entienden los estallidos de Mauricio, de la Sra. Bullrich y de dos personas que no se sabe bien en nombre de quienes hablan ni a quienes representan desde sus lugares completamente intrascendentes (la Sra. Vidal y la Sra. Michetti), sino haciendo una referencia a la lógica de la mafia calabresa. La 'Ndrangheta constituye, en la actualidad, la única organización criminal considerada de alcance global, con presencia estable en los cinco continentes, y la más rica a nivel global. A diferencia de la Cosa Nostra, recluta a sus miembros siguiendo el criterio de la relación de sangre, de lo que resulta una extraordinaria cohesión dentro del clan familiar.

¿Fueron los berrinches del Sr. Macri un ataque de pánico narcisista (la prensa de derecha no es capaz siquiera de analizar esa hipótesis) o un santo y seña mafioso?

Las contraseñas son la forma de darse a conocer, pero también de reconocer a aquellos que comparten la propia identidad. Delimitan un espacio, pero también un código de comportamientos y un conjunto de saberes. Las contraseñas tienen sentido porque hay algo misterioso o secreto que guardar del escrutinio público. Una contraseña fue el hilo de Ariadna, que le permitió a Teseo “craquear” el laberinto del Minotauro. El “ábrete sésamo” de los cuarenta ladrones fue una contraseña. Los saludos de las logias y las mafias también lo son.

Que un político someta el nombre familiar a lógica mafiosa incluso con el riesgo de perder una elección pareciera definir un espacio de intervención: o gana la famiglia o no gana nadie.

Por supuesto, esto es válido para cualquier configuración política, más allá de la parentela calabresa.

 




viernes, 21 de abril de 2023

martes, 18 de abril de 2023

lunes, 17 de abril de 2023

sábado, 15 de abril de 2023

Save the date



 

Fascismo televisivo

por Daniel Link para Perfil 

Las formas actuales del fascismo no necesariamente coinciden con las más clásicas, salvo en su fundamento: la movilización total de las fuerzas vitales en pos de un objetivo que desdeña la felicidad de los individuos o las comunidades movilizadas, un espacio jurídico en el cual los ciudadanos son abandonados por la Ley porque rige un estado de excepción cada vez más duradero e inquebrantable, un régimen de producción y acumulación que pone al trabajo esclavo en el centro de la máquina y, por fin, la desinhibición de las potencias destructivas que encuentran en un enemigo imaginario la ocasión de desarrollarse sin ningún titubeo ético.

Durante la pandemia vivimos de ese modo. Es un poco previsible que todavía no hayamos tomado conciencia de la gravedad con la que se torció el ejercicio de la vida ciudadana y, por eso mismo, es urgente reflexionar sobre las refinadas formas de ejercer las fantasías de exterminio con las que hoy convivimos.

Dos casos recientes bastarán. Hace unos días la sedicente periodista Laura Di Marco se desinhibió en relación con la salud de Florencia Kirchner, sedienta de la sangre de su enemiga imaginaria, la Sra. Fernández. La violencia del ataque fue tan inesperada como execrada por sus propios pares. Para salvaguardarse, la periodista se disculpó tardíamente, pero esperamos que el peso de la ley se le aplique para que entienda a qué cosas obliga la ética periodística.

En otro registro, el conductor Jay Mammon fue fusilado mediáticamente por una denuncia televisiva sobre la cual no hay otra prueba que el testimonio del denunciante. Todo el caso merece un análisis discursivo minucioso, pero baste señalar aquí que el conductor tuvo que irse del país ante la imposibilidad de continuar con su vida que, hasta donde la Ley manda, está alcanzada por el principio de presunción de inocencia. Pero el marco legal se dejó de lado e incluso fue perseguido en su destierro. Se nos informó en qué hotel paraba, con quién tomaba un café, se careó a sus amigos en España y ya se organizan “escraches” en su contra patrocinados por personas salidas de ambientes prostibularios.

Lo que se verifica es, una vez más, la creación de una “raza maldita” respecto de la cual desarrollar las fantasías de exterminio. No importa si se trata de la clase “kirchnerista” o de la clase “homosexual”, de lo que se trata es de una movilización total en pos de su exterminio.

Se dirá que en el caso Jay Mammon el acento se puso en la violación de la edad de consentimiento, pero es curioso que nadie haya recordado los mil y un casos de menores de edad de sexo femenino que se relacionaron con caballeros de la televisión.

Abandonados por la Ley, las “razas malditas” no pueden defenderse de la exclusión radical en la que las colocan: la madre que no nutre, el puto que amenaza el culo de tu hijo, esos monstruos del siglo XIX que vuelven hoy para disimular la crueldad de la política actual y venidera, que nos arroja a un afuera total de la dignidad ciudadana. De humanidad, ni hablar.

sábado, 8 de abril de 2023

Las hijas de Borges

por Daniel Link para Perfil

La hija más célebre de Borges es imaginaria: se llama Raula Borges, está comprometida con Miguelito Pérez Perkins, un delegado de Raúl Alfonsín en París, que quiere convencer a Nicanor Sigampa, un millonario afroargentino, para que contribuya con cuatro mil millones de dólares al pago de la deuda externa, que asfixia al gobierno.

Nicanor Sigampa urde, en cambio, una campaña para postular, en las inminentes elecciones, a un candidato propio a la presidencia, el poeta Darío Copi, el narrador de la novela La internacional argentina, de la cual Copi (Raúl Damonte) es el autor.

La novela (que hoy merecería ser revisitada para comprobar su alucinatoria capacidad de predicción) fue publicada en francés en 1988, dos años después del casamiento de Borges con la Sra. Kodama, celebrado por poder vía Asunción. Pocas semanas después, el 14 de junio, Borges murió en Ginebra.

Los diarios en general, pero en particular el diario Clarín, lloraron la desaparición de la Sra. de Borges, inexplicablemente celebrada como una guardiana fiel del legado de su marido, cuando en verdad su gestión sobre el patrimonio literario de Borges fue errático y mezquino.

La Sra. de Borges bloqueó todo proyecto de edición crítica de las obras de su difunto marido. Se dedicó a pleitear insensatamente contra todos y todas los que osaran intervenir en relación con su legado (el caso más resonante fue el de Pablo Katchadjian, pero yo mismo recibí una carta documento de sus abogados cuando trabajaba para el diario Página/12). El 4 de diciembre de 2019 rechazó la iniciativa de Alberto Fernández para crear un “Museo Borges” con manuscritos donados por el empresario Alejandro Roemmers. La Sra. de Borges afirmó (sin pruebas) que esos manuscritos habían sido robados por una empleada doméstica (la hija natural de Borges, en La internacional argentina, es hija de una empleada de limpieza de la Biblioteca Nacional, de origen portugués).

Independientemente de la pena que puede causarnos la muerte de una señora a la que le gustaban mucho los arenques, muchachos, nos volvimos a ilusionar con la posibilidad de un archivo ordenado y centralizado y unas Obras Completas en edición crítica.

Pero apareció “la banda de los sobri” (la denominación es de Martín Nicolás Kodama) y se nos fue el alma al piso.

Mientras escribimos la continuación de La internacional argentina, con nuevos personajes, esperamos que el Estado intervenga para impedir que lo poco que queda del legado de Borges salga del país y se abra al escrutinio filológico.

sábado, 1 de abril de 2023

Preguntas al priorato

Carta de amor al prior del Priorato de las Artes

por Daniel Link para Alfredo Prior (presentación de Leves instrucciones en Fundación Andreani, 01/04/2023)

¿Qué querés que te diga, Alfredo? ¿Que aprendimos de vos, como subrayó Arturo Carrera hace diez años, que la analogía encuentra su ley y “razón” en el tratamiento de los colores ¿Qué los ositos (¿perdidos?) que aparecen en tus cuadros rompen las líneas del código, sí, pero que no hay catástrofe en ello sino una resolución en una especie de alegría?

¿Que tu muestra La guerra de los estilos fue la más impresionante que vi en toda mi vida, en todo el mundo? ¿Que la re-creación a partir de 200 imágenes del fresco perdido e inconcluso de Leonardo, “La batalla de Anghiari”, fue el momento más arriesgado de todo lo que hiciste, el más noble, el más caprichoso, el más maníaco y el más feliz?

¿Es que acaso podemos darnos el lujo de hablar de pintura, de colores y de insinuaciones dramáticas en tus manchas, porque todo el mundo sabe que sos el más grande pintor de tu generación?

¿Qué querés que cuente, Alfredito? ¿Que yo vi una de tus performances en la que hacías de torero? ¿O que también te vi haciendo de chino, y no parecía que hubiera artificio de por medio?

¿Qué querés que te diga? ¿Que confiese cuántas veces escuché a SuperSiempre, banda que integrás por el placer de andar en banda? ¿Que me ría con vos del nombre del disco Los hielos eternos de América Latina, que remeda el título de un libro célebre, Las venas abiertas...?

¿Es que acaso podemos darnos el lujo de hablar de artes separadas, cuando la separ-acción es, también, también, una estrategia de sometimiento? ¿Querés que me detenga en esa definición tan justa, tan necesaria sobre el contorno de las artes: “El galerista tiene como función convertir la sonrisa de la madre en el bolsillo del padre”? ¿O querrías que les recuerde a quienes nos acompañan que alguna vez dijiste “Yo estoy entregado a las musas, ellas operan por mí”?

Tal vez no quieras que diga nada de esto, porque estamos presentando un libro de poemas, Leves instrucciones, y me has convocado para que participe de esta fiesta libresca, de este banquete de ritmos, juegos de lenguaje y pequeñas instrucciones de arte y de vida.

¿Querés que recuerde tu autopercepción (ay, perdón, no: tu autoconciencia) de participar del barroco? Pues bien, les recuerdo, a quienes nos acompañan, que Alfredo dijo alguna vez: “En ese sentido soy barroco y gongorino: de Góngora a Lezama Lima. Pienso en charlas que tuvimos a fines de los años 70 con Osvaldo Lamborghini. Él me decía que uno de sus poemas argentinos preferidos era «El grillo» de Conrado Nalé Roxlo, sobre todo por el verso: «música porque sí/ música vana».”

Eso hace juego con la autoconciencia de que el artista es un operario (en el sentido del obrerismo italiano) de las Musas, de que el arte viene dado en algún plano de inmanencia y que sólo hay que saber encontrarlo (en la tela, en la página, en el espacio sonoro). ¿Entregado a qué musas, Alfredito? A la impostora Kore, invención tardía para satisfacer la necesidad de inspiración visual, por supuesto. Pero también a Euterpe (la de la música: antes habría que decidir si lo que hace Supersiempre puede ponerse del lado del canto olímpico o más bien del lado de las derrotadas sirenas, esas poderosas cantantes). O entregado también a Polimnia (la de los himnos) o Talía (la de la comedia).

En todo caso, esa apelación a las musas es una apelación a la Poesía en su conjunto, que bien podría considerarse la nave nodriza de la cual parten las naves exploradoras Pintura y Música.

Llego a las Leves instrucciones, que van mezclando el pensamiento visual y el pensamiento verbal para llegar a un hueso descarnado: el puro pensamiento.

¿Hace falta que cuente, Alfred, que estudiaste Letras, como si eso fuera una legitimación para tolerar tus incursiones en el poema? Yo creo que no. Que la poesía, también ella, te viene dada, como un juego, como un malabarismo, como un salto al vacío. ¿O no fuiste vos quien dijo “Yo creo que no hay que tenerlo miedo al ridículo: hay que afrontarlo. Yo lo tomo como parte de la obra; no tengo miedo de hacer ciertas payasadas en público y exponerme. Son riesgos que hay que correr”.

¡Un artista, un poeta que corre riesgos! ¿Hace cuanto que no vemos, oímos o leemos algo semejante? ¿No bastaría sencillamente con saber eso para admirar un libro, incluso sin leerlo? Un libro en riesgo, del riesgo, sobre el riesgo.

Estoy tentado de NO leer ningún poema y terminar aquí, pero no quiero privarme del placer de compartir con ustedes uno, dos, alguno. El primero del libro, dedicado a Paul Theck, un extraordinario artista estadounidense (recuerden que son todas instrucciones) dice:

Muerte de un hippie

A Paul Thek

Fijado está

entre cielo y agua,

sobre ciénaga de perpetua inmovilidad,

martillado espectro,

Ofelio fijo.

Insomne self portrait de otro que es sí mismo,

mariposas de metal líquido,

purpurina, lentejuelas

lo coronan: lábil brillo.

En su mísero estanque,

no por juncos ornado,

ni por lirios anhelantes

de escilantes abejas replicado, no,

sólo un mudo coro

de agujas lo perforan

en su tálamo,

en su alberca de 2 x 2,

donde imperturbable deriva, momificado.



Ofelio Osiris,

no bastaron,

en tu cubículo de cal sólida

para erguirte

como una cruz alterada

sobre el tiempo de este tiempo,

mariposas y excremento.

Purpurina, lentejuelas,

estrelladas en tus labios

son la anunciación no tan helada

de aquello que llaman “espinas áureas”,

un pulular incesante

de sobras que son sombras,

de retos que son restos.


El poema es precioso, y nos da un par de pistas de ese barroquismo antes evocado, que se muestra en juegos de lenguaje (decir juego de palabras sería trivializarlos, porque implicaría dejar de lado el concepto, que brilla en esos juegos).

Fíjense, fijate, Fredy, en “la anunciación no tan helada”, que suspende precisamente el anhelo (not anhelada) y lo transforma en otra cosa. O en esas “sobras que son sombras” o esos “retos que son restos”. El poema cumple su condición de corte, de comienzo de un ritmo, un lenguaje, unos registros, unas obsesiones y un “ambiente” estilístico (deshecho, por cierto).

Paul Thek no puede pensarse sin su pareja, el extraordinario fotógrafo Peter Hujar y, por esa vía, nos arrastra hasta John Cage, Merce Cunningham, Andy Warhol, William Burroughs, todo ese loquerío aristócrata de una época que no nos cansaremos de añorar, sobre todo porque vivimos unos tiempos en los que la más mínima desviación de una pretendida norma del deseo es castigada con una severidad escandalosa. El poema introduce una meditación sobre la desobediencia y por eso suspende el anhelo de anunciación.

Más abajo, ¿Cómo calificar a una paleta?” presenta otro riesgo, el de la banalidad porque, claro, el texto parece un mero juego de palabras, una serie interminable que se desliza hacia la nada. Pero no es eso, claro, sino un juego de lenguaje llevado a un máximo de abstracción. El poema juega su juego en el mismo territorio que la pintura de Prior, a quien cito por última vez en ese rol: “Abstracción como un espacio órfico recorrido por una alegría de delfín. Abstracción para que coincidan la respiración del paisaje y el insustituible espacio que ofrece la expresión articulada. (...). Abstracción sin la hostilidad entre la carnalidad y esa pera seca que es la estructura”.

Los poemas se arriesgan página a página. Pero saben lo que hacen, qué límites tocan. Comparen estos versos:

Cómo se dice

y cómo

el que dice escribe o debe escribir. Correcto.

con el título de otro poema: ¿Y si de negarme, totalmente, a escribir en mi propia lengua escribiera?

Eso es el barroquismo de la abstracción, un juego puro del lenguaje, música porque sí, música vana, batalla de los estilos donde se combinan sin concierto los endecasílabos con los alejandrinos y las cadenas de sonidos sin sentido. Pero está también el barroquismo de la mención: los personajes mitológicos, los artistas, los registros, los amigos que extrañamos (¡Raúl Escari!) o los que están con nosotros (Garamona).

¿Qué querés que te diga, Alfredo? Yo creo que tu libro es fatalmente inmenso y conmovedor porque piensa el presente como un plano de tensiones que no sabemos bien cómo resolver (eso es el ethos barroco). Digo “fatalmente” porque no estoy seguro de que haya que felicitarte como a quien se le dice “qué rico te salió el asado”. La fatalidad de la grandeza de este libro se relaciona con la muestra que ya nombré, La guerra de los estilos, que entonces fue anunciada (anunciación not anhelada) como "la última exhibición de un artista vivo en la sala principal de Bellas Artes". Contestaste ese reto de restos diciendo: “Y... seré el más vivo de los vivos. Después de esta muestra no hay dudas: aquí no tiene que exponer ningún contemporáneo más”.

¿Qué querés que te diga, Alfredo? ¿Cómo no ibas, fatalmente, a responder a la operación (en el sentido político) de las musas con este libro hermoso? Nadie más podría haberlo intuido, porque hoy las cosas se han simplificado. Ahora sos el último artista vivo (pintor, poeta, músico, inventor: Leonardo, prior en el Priorato de las Artes). Los demás, si acaso, están naciendo.

Agronomía y desnudez

Por Daniel Link para Perfil

Gran revuelo ha causado la cesión en comodato de tierras marplatenses (o chapadmalenses) para un proyecto agroecológico y un Centro de Educación Agraria. Razones que aquí no vienen a cuento nos han mantenido alejados de Mar del Plata desde hace ya bastante tiempo. Pero la noticia nos llenó de algarabía y de ganas de salir a la ruta. El proyecto de la Asociación Civil Tercer Tiempo (con asesoramiento de varias universidades y el CONICET) es simpatiquísimo: "fomentar la producción de alimentos saludables, libres de agrotóxicos y a precios justos para el consumo de la población de la zona, con impacto directo entre las y los pobladores de General Pueyrredón". Ojalá lo logren.

No se entienden bien los gritos destemplados de quienes auguran “conurbanización” de la zona, como si eso fuera algo indeseable. Por el contrario, esa posible circunstancia le agrega un sex appeal arrollador al proyecto. Enfrente mismo de los terrenos cedidos está La Escondida, una playa cuyas características (el nudismo, el yiroteo varonil y el intercambio de material genético en las cuevas de los acantilados) combinan bien con bandadas de (habría dicho Proust) muchachos en flor jugando de mano en la playa.

Digo “muchachos” y la crueldad de la época me obliga a precisar “mayores de 18 años”, para evitar que los protectores de una juventud mitologizada (votan, pueden elegir su género, pero no pueden ser objetos de demanda erótica ni tampoco ejercerla) nos denuncien en la televisión.

En todo caso, brindaremos por una playa poblada de educandos agrarios saludables, desnudos y libres de toxicidades capitalistas.