lunes, 30 de abril de 2007

Serendipity

por Kiwi Sainz

SERENo marchó DIPI hacia la próxima juventud. PITY! ¡pucha! Joróbense todos los que no llegaron a conocerlo, que era igual a disfrutarlo. Bastaba un mínimo de humor y/o una pizca de curiosidad para atravesar un primer lejos tal vez demasiado idiosincrático, que los distraídos poco elegantes podrían confundir con un too much clochard. De todos modos él tenía tanto humor que si veía que valía la pena hacer dúo con vos te regalaba un poco del que le sobraba (porque lo prodigaba) y te invitaba a hacer de la amistad un "numerito” permanente de clowns. Y su inteligencia era tan generosa que hasta creías por un instante que la gracia era tuya.
Escritor de fábula, clown de las pampas, hechicero movedizo de Tandilia.
Él mismo era pura serendipity: descubrimiento (y descubridor de extrañezas: verdadero cool y head hunter), científico (el mundo era su laboratorio: con un físico tandilense tuvieron un show de tv que era un Cosmos de Carl Sagan pero de espíritu más etílico), afortunado (millonario en amigos y AMIGAS MUJERES), inesperado (un grado de imprevisibilidad que ponía a prueba en nosotros su fe en él una y otra vez) y accidental (hacía del accidente su esencia cómica y como verdadero trapecista del instante caía siempre bien parado).
Cómo se iba morir Dipi si siempre vivió recontra hecho pomada, y epur si muovia; si aun en versión termoserrana era de la raza highlander. Se enferman y mueren los saludables, no los achacosos. En la contratapa de su primer libro, La virginidad es un tigre de papel de 1974, el periodista Enrique Raab ya catalogaba algunas de sus nanas -que lo antecedían como fama: "fémur desenchufado, clavícula derrengada"... Pura coquetería.
Más que la enfermedad como dolencia (nunca se quejaba de lo realmente doloroso) era la enfermedad como posibilidad de relato y excusa para conocer gente, ¿chicas?
Nuestra primera vez fue un cruce en el kiosko Buena Estrella de la plaza de Tandil: él rengueando con ese tempo y elegancia tan teatral (se desplazaba por el mundo en estado escénico), levantó su manito en gesto gag mínimo tan suyo (como diciendo no es para tanto pero saludame que me gusta y te va a hacer bien). Era un político del slapstick (Fue candipidato a intendente de Tandil). Yo venía de mucha tuberculosis. ¡Genial! El encuentro fue perfecto.
Coreografiamos nuestras historias clínicas un rato y luego nos olvidamos para disfrutarnos "de chiripa" en muchísimos encuentros fortuitos y gustosos: el boxeo, la cumbia pre snob, hasta un día me sorprendió llamando como legítimo escuchador al programa de Víctor Hugo en Continental en el que yo participaba como columnista. ¡Aluciné!
Pero, ¿quién soy yo? Me alcanzaría con ser reconocida como amiga del Dipi (una categoría sublime). Me encantaría decir que soy uno de sus inventos, que me inventé a partir de haberlo conocido a él y a las personas que me regaló. Para decirlo fácil y precisa: le debo la felicidad. He vivido "Bajo el signo de Dipi", como si fuese mi cielo protector. Me regaló un marido divino que ahora es mi nieto. Y adivino que no fui la única que recibió tanto de él. Así como hay chicas Divito habrá chicas DipiTo (sin excluir lo sexual, que aunque parezca increíble siempre estuvo presente en su relación con las mujeres y que muchos hombres jamás comprenderán: ¿qué le ven!). ¿Será porque siempre fue joven? "La Fiera de Tandil", dice Bizzio en su maravilloso texto. Siempre rodeado de mujeres hermosas, intensas y divinas y no sólo para los dipi-ojos de él sino para otros más convencionales también. Y lo más genial era que el hecho de que las mujeres estupendas gustaran de él al Dipi le parecía natural. ¡Un Kpo!
Era tan moderno que los libros de marketing viral debieran nombrar la Ley de Dipi, The Diping Point, por jugar con un título al azar pero pertinente (The Tipping Point de Malcom Gladwell). El Dipi fue eso en muchos de nosotros: momento clave, punto de inflexión. Escojo frases al azar de este libro de moda de marketing viral cuando se refiere a esas personas claves: los Conectores, aquellos agentes valiosísimos capaces de comunicar y cruzar mundos, que cuando algo pasa por él adquiere otra dimensión y se vuelve contagioso, epidémico porque sabe expandirlo y mejorarlo : "La importancia de lo no verbal", "la persuasión como conversación" y "la conversación como una danza", "utilizar la narración como una forma de organizar el mundo", ¿no están hablando acaso del Dipi? Ay, qué problema es ser tan moderno en el lugar equivocado: las empresas pagan fortunas por conocer gente así. Ay, Dipi, casi hubieras sido millonario.
Mago como era (su última muestra fueron sus varitas mágicas) puedo decir que por arte de Dipi aprendí a saltar a tiempo de una infancia a otra, aprendí a volver visible lo que era visible pero que todavía no estaba para mí, aprendí a leerlo en otros escritores (tal vez porque la primera crítica que leí de Minga fue de Aira en la revista Los Libros en el 88, pero para mí Aira sería impensable sin que existiera el estilo Dipi y eso me hace feliz).
No pude lograr a aprender de Dipi a vivir como aristócrata. Su estilo era inimitable y yo me obstinaba infructuosa en plagiarlo.

Hace unos días, llegué al hospital de Tandil. Estaba rodeado y cuidado por un colchón de amigos y amigas. Tropezándome (típico) entré en puntitas de pie y le hice unos pasecitos mágicos con la varita de tamarindo que había diseñado para mí . Lo mismo que hubiera hecho él. Sólo que en el viaje largo la varita se me quebró. Creí curarla con una curita (estaba en un hospital, ¿no?). No alcanzó. Vimos Lost (le gustaba la tele) y luego sin perderse se escapó hacia su nueva juventud.

No hay nada para charlar

Nuevo rechazo a las papeleras: acto masivo después de reanudarse el diálogo
La mayor marcha contra Botnia paralizó Entre Ríos
Unas 130.000 personas volvieron a reclamar la relocalización de la pastera

GUALEGUAYCHU.- Las palabras estaban de más, ayer, sobre el puente internacional General San Martín, que une a la Argentina con el Uruguay. En la mayor movilización de la que se tenga memoria en la historia de esta ciudad, unas 130.000 personas manifestaron con su presencia un contundente y renovado rechazo a la instalación de la pastera Botnia en la vecina Fray Bentos, mediante un abrazo simbólico al río Uruguay.

Libros recibidos

No fue el destino

por Beatriz Sarlo

En Escritos sobre literatura argentina (Siglo XXI), Beatriz Sarlo ha recopilado los artículos que escribió desde los años 80 hasta hoy. La autora reflexiona sobre su aprendizaje y su madurez, al mismo tiempo que evoca los conflictos intelectuales de ese período.

En 1959, contesté una de las preguntas del examen de ingreso a la Facultad de Filosofía y Letras citando "Un golpe de dados" de Mallarmé. La candorosa pedantería de la cita, improbablemente entendida por mí, sólo demostraba que, en aquellos años, era de rigor leer mucha literatura en los cursos de la Alianza Francesa. Pensaba estudiar filosofía, pero al final del primer cuatrimestre me bocharon en la materia introductoria. Pasé entonces a la carrera de Letras, en la que no dejé como estudiante ningún recuerdo que valga la pena mencionar, excepto mi gusto por el latín. Cuando adopté Letras porque un aplazo me pareció razón suficiente, no sabía qué era la crítica literaria ni me imaginaba que yo terminaría escribiéndola. Conocía apenas una historia de la literatura francesa, el "Lanson y Tuffrau", famoso durante generaciones, que seguía con credulidad ejemplar. Tuve en la universidad dos profesores que me abrieron los ojos: Jaime Rest, adjunto de Borges, y Hugo Cowes. A la pregunta inevitable, contesto: no escuché las clases de Borges. Sencillamente, distraídamente, me las perdí.

Gracias a Rest entendí qué extraño tipo de objeto era un poema. Nos había pedido que leyéramos "The Tiger" de William Blake para la clase siguiente. La biblioteca del Instituto de Literatura Inglesa estaba en un sótano de la calle Reconquista, y yo me mantenía sentada a una de sus mesas tratando de comprender los versos de Blake, sin lograr el menor vestigio de sentido. Me tomaba la cabeza y repetía esos versos que me parecían demasiado sencillos y demasiado abstrusos al mismo tiempo. Como Rest daba vueltas por allí, le pedí auxilio. Juntos leímos el poema y yo sentí que las palabras iban soltando algo. Hasta ese momento habían estado petrificadas sobre la página, pero, de pronto, empezaron a cruzarse en un orden que no repetía simplemente la horizontalidad de la escritura. Aprendí, sin darme cuenta de lo que estaba aprendiendo, que un poema no es sólo sucesión sino espesor semántico y espesor espacial de figuras. Parece increíble, pero mientras Rest hablaba, yo iba percibiendo la estrategia de una lectura (aunque en ese momento no hubiera usado la palabra estrategia).

sigue acá.

domingo, 29 de abril de 2007

Dicen que...

En la tradición de Boedo

por Juan Terranova para Perfil (domingo: 29 de abril de 2007)

"La mayoría de las entregas que integran esta novelita fueron publicadas previamente en Linkillo (cosas mías) en las fechas que se indican en cada caso. Los hechos y los personajes son ficcionales y cualquier semejanza con la realidad es mera homonimia o coincidencia". Ningún lector más o menos avispado creerá esta advertencia inicial. Montserrat no tiene "coincidencias", poco exhibe de "novelita" y mucho de diario íntimo. Y si es verdad que el libro se puede atravesar sin percatarse de que fue publicado íntegramente en un blog, las marcas son visibles y el conjunto presenta una exploración de la revolución digital, y las posibilidades de sus géneros, menos arrebatada que La ansiedad, novela anterior de Daniel Link. Por otra parte, es sabido que ninguna escritura prescinde de la pátina de la ficción, y mucho menos lo hace ésta. Luego, más allá de los dulces entramados de situaciones domésticas -un ominoso vecino sospechado de loco, superpoblación de verdulerías, la sorpresa de descubrir a Marcel Duchamp como un ex vecino-, el barrio del título aparece como nucleo fuerte de la estructura narrativa. "Nuestras instituciones son sólidas, al igual que nuestro modo de vida", escribe Link en referencia a su hábitat.
Así, contra todo pronóstico que vaticinaría un libro fragmentario, incluso inconexo, aflora una sutil trama donde el barrio es el protagonista principal y el acercamiento del autor a sus características, sus verdades y sus secretos, un movimiento económico y justo. Es posible encontrar, en cada entrada, frases de extraña belleza teórica: "Con la microscopía barrial pasa lo mismo que con las grandes películas de Warhol y la Recherche de Proust: modifican el régimen de percepción".
Jugando a reivindicar la tradición de Boedo y los lugares periféricos, Link exagera la importancia de, entre otros, Álvaro Yunque -"uno de los grandes escritores argentinos", dice- por su pertenencia geográfica. Pero la operación rinde y, mientras el barrio se mistifica, el humor y ciertas escenas descarnadas redondean un libro equilibrado, que llega al lector con una amabilidad y una solvencia que se agradecen. Quizá, bastante rápido después de las primeras aproximaciones, hoy sea el momento de libros que usan la Web como soporte primero y laten, como Montserrat, a un ritmo urbano que no deja de ser en ningún momento fervientemente íntimo.

Notas para un homenaje a Dipi Di Paola


NOTAS PARA UN HOMENAJE A DIPI DI PAOLA


1

¿No es increíble que alguien llamado Dipi pueda también llamarse Jorge?

2

Mi lista de lo que podría llamar "maestros" es larga, pero a los veinte años tuve tres al hilo: dos de ellos no vienen al caso ahora, y Dipi. Ninguno de los tres tuvo nunca el propósito o la intención de enseñarme algo, propia del maestro que se asume como tal, pero nadie promovió como Dipi la idea de que tampoco había nada que escuchar. La ecuación era perfecta: un maestro que no enseña, y un discipulo que no escucha. Pero no había presencia menos inocente que la suya. Siempre sospeché que Dipi me ahorraba a consciencia el error que él mismo cometió con Gombrowicz, que fue escucharlo, lo cual puede parecer una herejía a quien no estuvo entre sus garras. La extravagancia del maestro de mi maestro me resultaba menos interesante que agobiante, pero Dipi era un festín. A mí no solamente me sorprendían su literatura (en esa época leía y releía los cuentos de La virginidad es un tigre de papel) y su –por decirlo así- forma de ser, sino la combinación de esos extremos: la escritura sutil, casi epigramática y cargada de sentido, con la falta de seriedad más aparente que he visto en alguien durante años.

3

Estoy seguro, y a veces también lo creo, que la eterna dificultad de Dipi con el dinero, con el trabajo pago, es una forma loca y paradójica de la generosidad. Dipi no tiene nada porque lo ha dado todo sin renunciar a nada. Una vez me dijo que su problema eran los chistes. Que se hacía chistes en contra, que se tomaba el pelo a si mismo. Fue un momento dramático, porque se había quedado sin casa y no tenía dónde vivir. Hay que tener mucho valor para reconocer que "el problema" está justo ahí donde nadie mira. Esa fue toda una lección: a lo evidente, sumarle siempre lo central.

4

Y entonces, un día, se vino a vivir a casa. Dipi da siempre la impresión de "aumentar".

5

Dipi es una industria de producir historia personal. Ejemplos:

El día que se medicó a si mismo en exceso (por un dolor de muelas). Yo estaba en el living escribiendo y Dipi salió del cuarto muy angustiado diciendo que veía rayas que pasaban de arriba abajo, como las de un televisor descompuesto. Tenía un pantalón corto de plush (de mi madre), pantuflas, y una musculosa amarillo limón en la que podía leerse "Now". Lo acompañé a un hospital odontológico, y él fue vestido así. Eran las dos o tres de la mañana. En la entrada un policía nos cortó el paso. No había ningún odontólogo, dijo. Dipi le empezó a gritar que él era un periodista muy importante y que veía rayas y que si no lo atendían ya mismo iba a escribir una nota en un diario denunciando al hospital y a él en particular. El policía nos dejó entrar. Había un odontólogo de guardia. Lección: de madrugada, y sin ningún motivo, la policía puede mentir.

Dipi cocinero. Así como Dipi se automedicaba, también se autococinaba. Decía que sus salsas y guisos eran los mejores del mundo (el mundo argentino) y uno, a veces por distracción, siempre por amistad, lo dejaba hacer. Pausa. Queda el resultado en manos de la imaginación de los presentes. Detalles: en lugar de multiplicar los panes, multiplicaba las ollas. ¿Cómo era posible? No lo sé, sinceramente. Pero lo cierto es que las ollas, a primera vista, daban la impresión de apilarse unas sobre otras, cuando él en realidad había utilizado sólo una. Podía ser un milagro. Más allá del sabor, que no estaba mal (en el mismo sentido en el que no está "mal" que haya autopistas infectadas de autos o manifestaciones con bombos), había modificado el paisaje de la casa entera. Después de comer, uno veía que Dipi, como un Hansel solitario, había dejado su marca en cada uno de los lugares por los que había pasado mientras cocinaba su obra, a través de las cuales era posible reconstruir su recorrido: salpicaduras de tomate en los azulejos, esquirlas de cebolla en el teléfono, la piel de un salamín en un libro abierto, una cuchara en el teclado, y, no conforme con semejante número de pistas, él mismo, que después de comer dormía con una viruta de papa en el pelo.

Basta leer su cuento "La forma" para notar que los sueños literarios de Dipi suelen ser geniales. Al lado de Dipi el iceberg de los paranoicos es nada. (También inventó el "viento tubular", en Minga!). Pero un artista, además de soñar, debe dormir. A mitad de camino entre el insomne y los grandes dormilones del arte (desde Finnegans hasta Eno) Dipi dormía literalmente salteado. No de día en día, como suelen hacer los adolescentes que le copian la energía, sino de hora en hora, y hasta de minuto en minuto. A mí me llamaba mucho la atención lo discontinuo de su descanso. Y más que eso todavía el audio que lo hacía particular: unos gritos ahogados, como de tenista. Lo inquietante de su manera de dormir alcanzaba su forma más alta en aquellas ocasiones en que había visitas, teniendo en cuenta que además de todo Dipi fue siempre bastante imprevisible. A veces abusaba de su capacidad de aparición y desaparición relacionada con el descanso. Cuando mis padres, que lo querían mucho, venían de visita, por ejemplo, podíamos estar cenando y charlando amablemente y de pronto, en mitad de una frase, Dipi desaparecía. Era una desaparición silenciosa y fluida, es decir: se levantaba con una cierta naturalidad inherente a la cena misma. Uno podía pensar que había ido a la cocina a buscar la sal, y entonces la charla quedaba cortésmente en suspenso, a la espera de su regreso. Pero de pronto se oía un grito de tenista en el dormitorio. Eso podía durar entre cinco y diez minutos, al término de los cuales Dipi volvía a la mesa y retomaba el hilo de la conversación como si no hubiera pasado nada. Otra lección: lo que desconcierta a los demás no tiene por qué afectar tu narrativa.

6

La amplitud del abanico de actividades de Dipi es tan grande y variada que basta con asomarse a los títulos con los que podrían encabezarse futuros trabajos sobre él para advertir que las posibilidades temáticas que ofrece son prácticamente inagotables:

-Dipi actor

-Dipi periodista

-Dipi anarquista

-Dipi escultor

-Dipi artista plástico

-Dipi zen

-Dipi lector

-Dipi y las mujeres (también al revés: las mujeres y Dipi)

-Dipi y el poder

Esa misma variedad permite, sin resultar falsa o impostada, tonos que van desde el susurro barrial a la poesía concreta y lo académico.

Barrial:

-El Dipi computarizado

-La mina del Dipi

Académico:

-Dipi como sistema

-El universo de variables únicas de Dipi

Poético:

-Dipi, máquina consciente

-Dipi, radiografía de la pompa

y hasta podríamos llegar al extremo de elipsar su nombre sin dejar por eso de saber que nos referimos a él: "La fiera de Tandil".

7

Abro Minga! al azar y leo, leo, leo. Me pasó más de una vez: si la leo entera es una novela, si leo sólo una página es poesía.

8

Su literatura tiene, como decía Cocteau, la forma de su espíritu. No el modo de decir las cosas, sino de pensarlas.

9

Escribe para él y para nosotros, el gran público. Atenuar el paso del tiempo no parece importarle en absoluto, ni siquiera como coquetería: su angustia no es una práctica, como su literatura, en la que vence al tiempo. Cuando las computadoras empezaron a popularizarse escribía en una máquina mecánica montada sobre una mesita tan estrecha que no había lugar para apoyar los brazos. Cuando por fin tuvo una computadora, escribía en servilletas de papel. Su obra (la suma de sus frases milimétricas, su respiración inteligente y ese ir y venir por entre los vericuetos de un mundo a la vez desopilante y razonable, con entrada libre, del que el mal lector se expulsa solo) esquiva al tiempo de la misma forma con la que él esquiva los soportes disponibles. El epígrafe de La virginidad, inventado por Dipi y atribuído a un desconocido en un subte, lo dice con toda claridad: "Al tiempo hay que dejarlo para más adelante".

10

Es un grande, por más homenaje que se le haga. (Y además no hay manera de no quererlo. Hasta cuando insulta lo hace sin odio).

11

Eligió ser extravagante en un país que no tolera la extravagancia de sus artistas porque ha invertido toda su paciencia en tolerar la extravagancia de sus políticos. Igual no importa: sus varitas mágicas lo contradicen todo.

Sergio Bizzio para Perfil

sábado, 28 de abril de 2007

El qué dirán

Yo fui un niño de ocho años

Por Daniel Link para Confesionario

En septiembre de 2006 descubrí un raro tesoro en el mercado de pulgas del Tiergarten, que frecuentaba cada domingo porque quedaba a diez minutos a pie de donde yo vivía, diez minutos de camino a la vera del canal que atraviesa la ciudad de Berlín (y su parque central), que se prestaban a las más extravagantes meditaciones peripatéticas.
Lo que encontré, en una caja como abandonada en los fondos de uno de los tenderetes especializados en rezagos de guerra, fue una colección de animales de plástico idénticos a los que yo supe atesorar durante mi infancia. Eran (los míos, y éstos que ahora encontraba) minuciosas reproducciones a escala de animales frecuentes en las colecciones zoológicas: elefantes (yo tenía dos, uno grande y uno pequeño, con la cabeza articulada), jirafas (en mi recuerdo, contabilicé cinco), leones de ambos sexos (nunca conseguí que mi única pareja se reprodujera), cocodrilos (sólo tuve uno).
Formaban parte de mi diorama zoológico algunos animales de granja (pavos, corderos, vacas) que nunca fueron mis favoritos pero que ponía a interactuar, inverosímilmente, con la mantarraya gigante, las dos orcas y el pulpo que formaban parte del lote.
Pregunté, con curiosidad malsana, cuánto valían esos animales que en algún momento de mi vida perdí de vista y que ahora, de pronto, tenía de nuevo frente a mí, y que añoraba. Los precios oscilaban entre los 20 y los 50 oiros (como se dice en la lengua áspera que yo usaba por entonces). Sólo mis elefantes, jirafas y leones, si hoy los conservara, valdrían en un mercado de pulgas de Berlín poco más de 300 oiros. Mi colección completa, calculé con pena, podría venderse (si es que hubiera un comprador tan melancólico como el que se requería) a una suma por lo menos tres veces superior, digamos: un pasaje a Europa en baja temporada.
¿Qué había sido de mis animalitos? ¿Los había heredado mi hermano? ¿Por qué fui tan desaprensivo con ellos, como con el resto de mis juguetes, salvo con el tren Märklin, que todavía conservo y que jamás, jamás, cedí a mi hijo, pese a sus súplicas? ¿En qué momento se había acabado mi infancia?

*

No podía, y todavía no puedo, recordar qué pasó con esos animales pero estoy casi seguro de que mi hermano, cinco años menor que yo, nunca se interesó por ellos.
Sí recuerdo el destino de otras posesiones, como las revistas de Disney y otros personajes de dibujos animados que se acumularon durante años en un armario especialmente dispuesto a tal efecto en la cochera de la casa cordobesa en la que por entonces vivía con mi familia. Una vez, mi abuela paterna (que nos visitaba regularmente y "que no era mala sino estricta" como siempre dice su nuera, mi mamá, para contradecir mis recuerdos) sugirió que ya era tiempo de deshacerse de tanto papel inútil y puso entre los argumentos a favor de su veredicto que eran un llamamiento a la infestación de roedores. Fui consultado sobre la solución del problema en tales términos que no pude sino aceptar la venta completa de mi primera biblioteca, y el depósito de la suma resultante en una cuenta de ahorro, con el fin de que mi capital se multiplicara y pudiera utilizarlo más adelante, con fines más nobles. Nada de eso sucedió, porque al poco tiempo sucesivas devaluaciones habían transformado mi magra ganancia en una suma tan irrisoria que hubo que cerrar la cuenta de ahorro. Si soy capaz de recordar con más enfado el revés económico que sufrí por entonces, antes que la desolación que seguramente me provocó la pérdida de mi imaginario infantil completo, es porque no era ya un chico: la infancia me había abandonado.
¿Pero cuándo? ¿Y qué había pasado con mis animales? ¿Algún otro mal negocio inducido por mi abuela? No: lo recordaría. No sé qué pasó con mi zoológico en miniatura ni por qué lo olvidé durante tanto tiempo, cuando tan inmenso había sido el placer que me había dado. Podía pasarme horas jugando a los animalitos, que distribuía en fantasiosas escenografías que dibujaba con lápices de cera sobre hojas canson y que completaba con construcciones que hacía con mis Lego.
Incluso, los llevaba al colegio alemán donde cursé mis primeros estudios, para entretenerme con ellos en los recreos, mientras mis compañeros jugaban a las bolitas (juego que exigía tal pericia que siempre me intimidó) o a las carreras de autitos de plástico rellenos con masilla (en las que esporádicamente participaba sin demasiado éxito, pero con entusiasmo).

*

Para que yo no perdiera los vínculos con la familia de mi abuelo, un joven bávaro que había emigrado a la Argentina después de la primera guerra y que murió antes de que yo naciera (lo que volvía un poco forzada la recreación de una cultura que me era completamente inútil), mi familia había decidido que yo fuera no a las escuelas que preparaban a sus alumnos para el ingreso al prestigioso Colegio Nacional de Monserrat, para el cual me sentía destinado por mi precoz entrenamiento en la lectura voraz de historietas, sino al Colegio Alemán de Córdoba, institución igualmente prestigiosa pero privada, lo que la ponía un poco por encima del presupuesto familiar.
Como yo iba a ser un buen alumno (sobre eso nunca nadie tuvo dudas), las autoridades del Colegio Alemán aceptaron otorgarme una media beca sujeta a mis calificaciones. Mi familia, es decir mis padres, mi abuela y mis tíos paternos, vieron con buenos ojos un arreglo cuya validez dependía exclusivamente de mi responsabilidad, imposible de prever en una criatura de seis años. Me convertí, a temprana edad, en un niño pobre y responsable.
Mi pobreza era relativa, o mejor dicho, intermitente. Porque es verdad que a veces tenía dificultades para responder a las requisitorias sociales de la infancia por falta de ropa adecuada, o que vi la televisión antes en casa de amigos que en la mía propia; pero también es cierto que tenía tesoros que nadie más tenía: mi tren Märklin, mis animales, mis Lego (todo lo que venía envuelto para regalo con cada una de las visitas de mi abuela checa).
Como me sentía, comparativamente, muy pobre -el colegio quedaba, queda, en Argüello, mis compañeros de aula vivían en El Cerro de las Rosas o en Alta Córdoba, yo vivía en un barrio obrero: Barrio Talleres (O)-, no desperdiciaba ocasión para hacer gala de mis tesoros.
Durante varios años me senté siempre con el mismo condiscípulo, Bernardo Pereyra, un chico rubio, amable, sin ninguna de las estridencias que asociamos con la infancia (y de las que yo, tanto como él, nos declarábamos por entonces prescindentes). Bernardo vivía en otra punta de la ciudad, por lo que nuestra relación sólo era posible en los larguísimos dobles turnos escolares.
Mi otro amigo de infancia, de quien alguna vez ya he hablado, era "el loco" Bergman, con quien jamás me habría sentado en el mismo banco porque sus excentricidades, incluso a mí, que era un niño pobre, responsable, pero excéntrico, me intimidaban.
Un día, Bernardo trajo, al arenero bajo los eucaliptus donde gustábamos entretenernos durante el recreo, una pareja deslumbrante de tigres de bengala de plástico, que se sumaron con naturalidad a la exhibición que yo cargaba en mi portafolios (no se usaban, todavía, las mochilas). Cada día, entre los dos, teníamos que inventar un relato que involucrara a las figuras que, azarozamente, habíamos elegido de nuestras colecciones, sin que el otro supiera nada de la elección de cada uno. Él tenía dinosaurios, animales africanos, también algunos ejemplares de los insípidos animalitos de granja. Cada día inventábamos entre los dos un universo en peligro de desaparición, un planeta, un ecosistema raro.

*

No sé qué hubiera sido de mi infancia sin Bernardo. A veces éramos dos, a veces uno. Compartíamos el banco en el aula y en la sala de actividades especiales, eufemismo destinado a encubrir el hecho de que ninguno de los dos tomábamos clases de religión. La oferta del Colegio Alemán de Córdoba, por entonces, era moderadamente plural: podía uno anotarse en los cursos correspondientes a la fe protestante o en los que seguían los dictados de Roma. Como mi papá venía de un universo luterano y mi mamá de la más rancia tradición del kitsch católico, dejaron que yo eligiera (un niño pobre, responsable, excéntrico) el curso que más me entusiasmara. Me anoté, como Bernardo, en "actividades especiales". Él no podía hacer otra cosa (lo supe mucho después, pensando en el asunto): era judío. Yo lo acompañé porque lo quería.
Los dos amábamos la belleza con la misma intensidad, pero a mí se me escapaba. Todo en Bernardo era impecable, armónico, preciso. Su libro de lecturas parecía siempre nuevo mientras que el mío se me ajaba al segundo día de uso y ni las "orejeras" que me obligaban a ponerle impedían que las hojas se doblaran en sus ángulos. No sé por qué, también se me manchaban con tinta. Si algo me separaba de la felicidad, eso no era el alcoholismo de mi papá, del que fui progresivamente consciente, ni la pobreza que yo vivía como condena, ni los patéticos dramas en los que me veía involucrado por la intensidad meridional (ítalo-turca) de mi familia materna.
No, yo no podía ser feliz porque mi libro de lecturas era un desastre y el de Bernardo la versión inmaculada que yo nunca, nunca, nunca, jamás alcanzaría.
Un día tomé una decisión. Volví al aula durante el último recreo de la tarde, abrí el portafolios de Bernardo, saqué su libro de lecturas (sabía que no iba a notar de inmediato su falta porque usábamos el libro sólo de mañana) y lo guardé en el mío.
El ómnibus escolar que nos transportaba tardaba una hora en hacer el recorrido completo. Alejandra Castro se bajaba en la calle Chacabuco y yo, que sentía por ella una simpatía que entonces me parecía inexplicable, aprovechaba para dormir un poco hasta que llegábamos hasta mi casa, uno de los últimos destinos. Cuando llegué, me encerré en mi cuarto y saqué del portafolios mi libro de lecturas, ese asco, y el de Bernardo. Lo primero que tenía que hacer era cambiar el forro porque, si bien eran idénticos (papel araña azul), el mío tenía el rótulo con mi nombre, y el de Bernardo, no. Yo no estaba dispuesto a disfrutar del libro de Bernardo sólo por un rato, un día o dos, hasta que todo el mundo reconociera la impostura, sino para siempre. Escondí mi libro en un cajón recóndito. Con temblor, hojee el libro de Bernardo, cuya letra (ahora que lo pienso) presagiaba la misma elegancia por la que era famosa la de mi papá (que había escrito mis datos en los rótulos de todos mis libros y cuadernos). Fui borrando sus prolijas anotaciones hechas con lápiz. No quería que nadie pudiera darse cuenta de los hechos. No contento con el resultado, decidí que debía orejear las esquinas de las páginas, hasta que éstas se vieran como las de mi propio libro. Y, como tal vez ni siquiera eso alcanzara para disimular mi fechoría, borronee una firma con tinta en la retiración de contratapa, que después convertí en una mancha infame con la ayuda de un algodón humedecido. Sí, ahora el libro de Bernardo parecía mío*.


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*Sí, ahora sé cuándo me abandonó la infancia. Al día siguiente, después de las inevitables pesquisas, me llamaron de la dirección. Pese a las evidencias acumuladas en mi contra me negué a confesar. Pero lloraba en silencio. Sabía que me había convertido en un perverso dialéctico, o en un un canalla, qué más da. Sabía que, a partir de entonces, la infancia sólo me habitaría como el otro que ya no podría ser, un moriturum, un muerto-vivo, un pequeño príncipe perdido en un laberinto de espejos que parecen asteroides distantes.
Nunca más jugué a los animales con Bernardo. Incluso, los perdí de vista.

jueves, 26 de abril de 2007

Corrrespondencia: SALVEMOS AL CERVANTES. Movilización y Convocatoria

Existimos y exigimos
MOVILIZACIÓN A LA SECRETARIA DE CULTURA DE LA NACIÓN
Y CONVOCATORIA A "CERVANTES ABIERTO"

A todos los artistas, trabajadores y espectadores de teatro,
A todos los ciudadanos a quienes se les usurpa el derecho de usufructuar del Teatro Nacional Cervantes, cuya parálisis y decadencia material y funcional revela en qué medida el Estado se desentiende de la cultura:
El jueves 3 de mayo a las 13 tenemos que estar todos frente a la Secretaría de Cultura de la Nación. Hay que denunciar masiva y públicamente la indolencia y banalidad de sus máximos responsables que, no conformes con haber permitido que el Teatro Nacional Cervantes, único teatro nacional de la Argentina, se fuera convirtiendo progresiva e inexorablemente en devastado campo de luchas gremiales, terminaron acorralando a su último director, Lic. Alejandro Samek, hasta hacerlo renunciar.
A la ignominia de un Cervantes cerrado, sin presupuesto, sin funciones y amenazado por la carcoma de su estructura edilicia hoy se agrega la circunstancia vergonzante de que la renuncia de su director no tiene que ver con la eficacia o transparencia de su gestión sino con la molestia que sus recientes declaraciones, en una reunión del MATe (Movimiento de Apoyo al Teatro) luego levantadas por la prensa, provocaron en el Sr. Secretario de Cultura José Nun. La exposición del director del Cervantes irritó la sensibilidad del secretario de Cultura, muchísimo más preocupado por su imagen en los medios que por la crisis terminal del único teatro nacional de la Argentina, y un organismo bajo su órbita. Y a esa irritación respondió con una rapidez que no tuvo jamás para con las urgencias del Teatro. De inmediato hizo saber a Samek que le sería pedida la renuncia. El desprecio por la cultura es hermano del autoritarismo.
Es tan grave la situación que el Cervantes arrastra, que cada uno de los hombres de teatro que pasaron por su dirección invirtiendo allí oficio, pasión y prestigio personal, terminaron inmolándose gratis, en un sacrificio cuya inutilidad ha sido siempre funcional a la perversa intención política de que todo siga igual. Eso también tiene que cambiar.
Porque para la torpe concepción dominante en los círculos de poder, el teatro sirve sólo en la medida en que colabora con el ornamento y el marketing político. Y el Cervantes necesita tener una programación y una producción artística ambiciosa con el presupuesto que se merece.
Hoy, detrás de las puertas cerradas del Cervantes, varios elencos sufren el efecto mordaza de una situación que no les permite mostrar su trabajo al público, su legítimo destinatario. Los elencos de "Cremona", la obra de Discépolo dirigida por Helena Tritek y protagonizada por un elenco encabezado por Rodolfo Bebán y Enrique Liporace; los artistas de "Todo verde y un árbol lila", la obra escrita y dirigida por Juan Carlos Gené; el equipo de titiriteros dirigido por Gabriela Marges que prepara una versión del "Fausto Criollo"; así como las actrices Graciela Dufau, Luisa Kuliok, Marikena Monti y Perla Santalla con sus espectáculos unipersonales listos para ser estrenados, experimentan la frustración de haberse entregado apasionadamente para un fin estéril. Los potenciales espectadores que todavía siguen acercándose al Cervantes a preguntar si hay función también se retiran con la vaga sospecha de que algo que les pertenece les está siendo negado. Y sí, la estafa perpetrada afecta a TODOS los ciudadanos. Por eso, los artistas y el público integrantes de una comunidad teatral que respondió masiva y solidariamente expresando su adhesión a la causa del Cervantes a través de una reciente campaña por correo electrónico, nos autoconvocamos para hacer sentir que existimos y exigimos, ante la Secretaría de Cultura de la Nación (en Avenida Alvear y Rodríguez Peña), el próximo jueves 3 de mayo a las 13.
Y anunciamos la intención de volver a estar juntos el sábado 5 y domingo 6 de mayo en dos jornadas de CERVANTES ABIERTO, donde esperamos al público para ofrecerles ensayos abiertos de una programación en la que la falta de luces, escenografía y recursos técnicos será reemplazada por la porfiada voluntad de que la poesía prevalezca sobre la indolencia y la estupidez.
No podés faltar. Te esperamos.

MATe. Movimiento de Apoyo al Teatro
CELCIT. Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral
 
Por favor, reenvialo a todos tus contactos

miércoles, 25 de abril de 2007

El qué dirán

Confesionario. Historia de mi vida privada

El arte de lo íntimo se despliega, se multiplica, se expande en la galaxia Confesionario, historia de mi vida privada.
En la telaraña que va tejiendo -donde todos los invitados quedan atrapados en un libro- Confesionario queda también atrapado en otra red, una red sonora. Así surge Confesionario + Música, nuevo experimento, una prueba, otro laboratorio del arte de narrar en primera persona.


Confesionario + Música: La verdad seduce, la mentira aburre.

a las 20 hs, en el auditorio del Centro Cultural Ricardo Rojas (Corrientes 2038), gratis, intenso y banal. Vos… ¿Cuándo fue la última vez que te confesaste?

Viernes 27
Confiesan: Daniel Link y Martín Piroyansky
Música: Axel Krygier.

Confesora: Cecilia Szperling

lunes, 23 de abril de 2007

Chau, Dipi

Después de un último, irrecuperable stroke, Jorge Di Paola acaba de morir en el hospital en el que estuvo internado las últimas semanas. Vamos a extrañarlo. Vamos a recordarlo. Vamos a tratar de editar la obra que nos legó.
Acá, una entrevista. Acá, un texto suyo sobre la ciencia ficción, y acá abajo, el texto que acompañó su última presentación en Belleza y Felicidad (gracias Kiwi):

Las varitas mágicas de Dipinius

Las varitas mágicas o varas de virtud que se exhiben en Belleza y Felicidad son la expresión material de una investigación sobre el origen y la actualidad del poder iniciadas en la navidad del año 2001.
En la sala se ve la manifestación estética del instrumento de los Magos de Oriente.
Se trata de la versión a la vez conceptual y plástica de un antiguo dispositivo con el que se alteraba la ley de causalidad natural.
También se trata de una lectura Otra del curso de la Humanidad desde los comienzos de la Historia hasta nuestros días.
Esta indagación se reflejará en el libro Magia y Poder, (una versión transracional de la tragedia de la política).
James Frazer, en La rama dorada, analizó el origen de las teocracias y los mitos implicados. Definió dos aspectos de la magia simpática, la magia de contacto —que las varas expresan en su mayoría, aunque algunas son analógicas— y la mimética o analógica.
Las varitas fueron instrumentos de los Magoi, una tribu Meda derrotada por el Emperador Darío 500 años antes de Cristo que sobrevivió en parte al intento de genocidio por parte de los persas gracias a su poder adivinatorio y de interpretación de signos y a sus habilidades desconcertantes. Eran capaces de conocer a través de los sueños y considerados mediadores entre los muertos y los vivos. Fueron el único pueblo que se conoce que no tuvo la interdicción de incesto. Podían
casarse con su madre aunque se les vedaba matar a los perros.
Las varitas o veras varas de Dipinius fueron elaboradas según reglas secretas muy estrictas. Son una derivada contemporánea de las ramas de tamarindo con que se auxiliaban los magoi al celebrar sus ceremonias frente al fuego y de cara al Este mirando el punto exacto de aparición
del sol al amanecer, según cuenta el profeta Ezequiel.
Se dice que el primer deber del mago es sostener el Mundo. Operar a favor de que las cosas y los hombres sobrevivan.
Cinco siglos después de la persecución iniciada por Darío dieron oro, incienso y mirra a un niño que nació donde terminaba la trayectoria de una estrella anómala en los cielos.

Jorge Di Paola

viernes, 20 de abril de 2007

Se va la segunda



PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN


La primera vez que vi un libro de Walsh, paradójicamente, era un libro que yo estaba editando. Corría el año 1983, en Ediciones de la Flor, cuando Daniel Divinsky se aprestaba a reeditar toda la obra de Walsh, que estuvo prohibida durante la dictadura. Antes, sólo referencias vagas a Walsh y su "Carta abierta" me habían llegado. Pero sólo en 1983, como tantos otros jóvenes, pude leerlo. Y la casualidad quería que fuera ése mi primer trabajo de envergadura en el mundo editorial: supervisar la reedición de Operación masacre. Y luego los (magistrales) cuentos de Walsh, que conocí primero por la edición mexicana de su Obra literaria y luego por las reediciones que Ediciones de la Flor fue realizando. Por supuesto, en 1984 ya estaba enseñando los cuentos de Walsh en la Facultad de Filosofía y Letras. Mi segunda publicación importante fue un artículo sobre Walsh que me pidió Eduardo Rinesi en 1988 para Graffitti, la revista que dirigía en Rosario. De modo que me resultó "lógico" que hacia mediados de los noventa (cuando ya había decidido abandonar un proyecto de doctorado organizado alrededor de la obra de Walsh) se me ofreciera la posibilidad de editar la obra periodística, y luego el Diario de Walsh. Un Diario de escritor: ¿puede haber manjar más suculento (pensaba en Kafka, pensaba en Thomas Mann, pensaba en Peter Handke, pensaba inclusive en Katherine Mansfield)? Los demás especialistas en Rodolfo Walsh también habían notado la necesidad de establecer, palabra por palabra, una obra saqueada, mutilada y yo tenía ahora, ahí delante, los manuscritos del Diario de Walsh ("es como el diario de un adicto, y esa adicción es la literatura", dijo Ricardo Piglia cuando leyó la versión original). Fue temblar de felicidad y pecar de soberbia en el mismo movimiento.

Lo que yo no había entendido todavía es que la obra de un escritor (de un "escritor de verdad", como en este caso) nunca es palabra muerta: por eso es difícil (y peligroso) pretender apoderarse de la palabra de los escritores a los que amamos. Finalmente, pueden ser esas palabras -que nos consideramos con derecho a manipular- las que nos pongan en evidencia: "Que te pongan en su sitio/ las palabras", dice el poeta.

Cuando edité el Diario de Walsh cometí varios errores menores. Pero cometí, sobre todo, éste: pensé que era más importante un tributo a la memoria de los muertos (a la memoria de un gran escritor muerto) que el sentimiento de los vivos. Pensé que "la literatura" era una cosa separada de "la vida". Olvidé -¿hace falta decirlo?- un fundamento y una tensión constitutiva de la literatura de Walsh: que no hay separación posible entre la literatura y la vida.
Por supuesto, esperé con grandes expectativas la reedición de Ese hombre y otros papeles personales, y es otra vez Ediciones de la Flor la editorial que me da la posibilidad de revisar y corregir los errores que yo había prolijamente relevado. Si todavía sobreviven algunos, sigue siendo por mi torpeza, y no por otra cosa.
Los criterios de edición son los mismos de la edición anterior, con las siguientes salvedades: hemos procurado restablecer los nombres propios que en la primera edición aparecían designados con una inicial convencional y completamos la mayor cantidad de lagunas posibles; hemos tratado de reducir las notas al pie, eliminando algunas de las correcciones más triviales y aclarando en el cuerpo principal, entre corchetes [ ], algunos nombres propios y otras referencias.

La conversación con Ricardo Piglia de 1973 ha sido republicada en la nueva edición de Un oscuro día de justicia (Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2006), lo que ha permitido incorporar en este libro otros diálogos que no formaron parte de su primera edición y que ahora pueden incluirse entre estas páginas sin riesgo de abrumar al lector con repeticiones. Una extensa carta a Donald Yates de 1957, el relato autobiográfico "El 37" y una conversación con Miguel Briante y Carlos Tarsitano de 1972 constituyen el grueso de las adiciones.

En los últimos diez años, la obra de Rodolfo Walsh no ha dejado de crecer ni en cantidad (gracias a la publicación en libro de su obra dispersa o inédita) ni en calidad (gracias a la sostenida valoración por parte de la crítica y el público). Pero este libro que reúne sus papeles personales seguirá ocupando un lugar central para todos aquéllos interesados en los derroteros de la conciencia de un escritor cuya complejísima obra todavía hoy nos llama y nos convoca.

D. L.
General Rodríguez, enero de 2007

La canción de amor de San Sebastián

por T. S. Eliot*

trad. Daniel Link


Llegaría vestido de cilicio
Llegaría con una lámpara en la noche

Y me sentaría al pie de tu escalón;

Me azotaría hasta hacerme sangrar,

Y después de horas y horas de plegarias

Y tortura y deleite
Hasta que mi sangre rodeara la lámpara

Y reverberara a la luz,

Me presentaría como tu novicio

Y después apagaría la luz

Para seguirte adonde dijeras,

Para seguirte donde tus pies son blancos

En la oscuridad hacia tu cama

Y donde tu vestido fuera blanco

Y contra tu vestido tu pelo trenzado.

Sólo entonces me mirarías a fondo

Porque yo repugnaba a tu vista
Me admitirías sin vergüenza

Porque estaría muerto
Y cuando llegara la mañana
Mi cabeza yacería entre tus pechos.


Yo llegaría con una toalla en la mano

Y doblegaría tu cabeza entre mis rodillas;

Tus orejas enroscadas de tal modo

Como las de nadie en todo el mundo.

Cuando el mundo entero se derrita al sol,

Derrita o congele,

Recordaré cómo tus orejas se enroscaban.
Me demoraría un momento
Y seguiría la curva con mi dedo

Y tu cabeza entre mis rodillas -

Pienso que al fin entenderías.

No habría nada más para decir.

Me amarías por haberte estrangulado

Y por mi infamia;
Y te amaría aún más por haberte mutilado

Y porque no habría ya más belleza en ti

Para nadie, salvo para mí.


I would come in a shirt of hair/ I would come with a lamp in the night/ And sit at the foot of your stair;/ I would flog myself until I bled,/ And after hour on hour of prayer/ And torture and delight/ Until my blood should ring the lamp/ And glisten in the light;/ I should arise your neophyte/ And then put out the light/ To follow where you lead,/ To follow where your feet are white/ In the darkness toward your bed/ And where your gown is white/ And against your gown your braided hair./ Then you would take me in/ Because I was hideous in your sight/ You would take me in without shame/ Because I would be dead/ And when the morning came/ Between your breasts should lie my head.

I would come with a towel in my hand/ And bend your head beneath my knees;/ Your ears curl back in a certain way/ Like no one's else in all the world./ When all the world shall melt in the sun,/ Melt or freeze,/ I shall remember how your ears were curled./ I should for a moment linger/ And follow the curve with my finger/ And your head beneath my knees -/ I think that at last you would understand./ There would be nothing more to say./ You would love me because I should have strangled you/ And because of my infamy;/ And I should love you the more because I have mangled you/ And because you were no longer beautiful/ To anyone but me.

*
Publicado en Letters I 46-7. Enviado por TSE en una carta a Aiken, desde Marburg, 25 de julio de 1914, con Oh little voices of the throats of men. (El original mecanografiado del poema enviado a Aiken está ahora en la McKeldin Library; `Esta carta [ahora en la Huntington Library] y los poemas fueron separados cuando Aiken vendió la carta a un coleccionista privado´, Letters I 44.)

miércoles, 18 de abril de 2007

Blogolandia

El Servicio de Trabajo del Imperio (RAD) y la Universidad Alemana

M. Heidegger, Rektor

(20 de Junio de 1933)*

En el futuro la escuela no disfrutará de su antigua posición exclusiva en la educación. Con el RAD ("ReichsArbeitsDienst") se ha levantado una nueva y decisiva fuerza educativa ("Erziehungsmacht"). El Campo de Trabajo ("Arbeitslager") ahora toma su lugar al lado del hogar, de las ligas juveniles, del servicio militar y de la escuela.
En el Campo de Trabajo ("Arbeitslager") vemos realizarse, concretamente, el lugar de una manifestación nueva y sin mediaciones de la Comunidad del Pueblo ("Volksgemeinschaft"). Los jóvenes alemanes, en el futuro, podrán ser gobernados por el conocimiento del trabajo ("vom Wissen um die Arbeit"), saber en el cual el Pueblo concentra su fuerza, en el orden para experimentar la dureza de su existencia ("Dasein"), preservar el impulso de la propia Voluntad, y aprender nuevamente el valor de sus múltiples habilidades. El Campo de Trabajo ("Arbeitslager") es, al mismo tiempo, un campo de entrenamiento de Líderes de todos los grupos sociales y profesiones ("Schulungslager für das Führertum in allen Ständen"). Lo que cuenta en el campo es la actividad ejemplar y el trabajo en conjunto, pero no establecido por quien supervisa. En cuanto a aquellos que tienen la ocasión de hacer una "pequeña visita", ellos no se aproximan ni cercanamente a la realidad de los campos de trabajo y a su novedad.
El Campo de Trabajo ("Arbeitslager") no sólo despierta y educa en el conocimiento de la comunidad trabajadora a todos los grupos sociales ("die arbeitende Gemeinschaft aller Stände"), sino que en el futuro este conocimiento del trabajo, arraigado en las almas de los jóvenes alemanes, podrá tener también un efecto purificador sobre la escuela y podrá entonces legislar qué es lo que se puede y qué es lo que no se puede, lo que se debe y lo que no se debe.
El Campo de Trabajo ("Arbeitslager"), como institución educativa, institución autónoma, con su peculiares características y en propio derecho, se vuelve una fuente nueva de todas esas energías por las que todas las otras instituciones educativas, sobre todo y especialmente la escuela, están forzadas a decidir ("zur Entscheidung"), y en consecuencia, a transformarse.
Nuestra Universidad esta rodeada en su vecindad inmediata por los Campos de Trabajo del "RAD", que están co-dirigidos y supervisados por maestros de esta institución.
El Campo de Trabajo ("Arbeitslager") una nueva realidad ("neue Wirklichkeit") está presente. Esta realidad sirve como un símbolo del hecho de que nuestra Universidad esta abriéndose a sí misma a la nueva fuerza educativa encarnada en el servicio al trabajo, al RAD. Campo de Trabajo y Universidad están resueltos a traer juntos, en un recíproco tomar y dar, las fuerzas educacionales ("erzieherischen Mächte") de nuestro pueblo dentro de una Totalidad ("Einheit") nueva enraizada y arraigada, y a partir de la cual el pueblo se empeña, en su estado, de actuar por su destino colectivo ("Schiksal"). Triple ¡Sieg Heil!

*(El texto fue tomado del original editado por Guido Schneeberger en Suiza en los años '60. Se ha contrastado con las pésimas traducciones al francés y al italiano, así como la versión en inglés. Traducción: Nicolás González Varela)

Tomado de Mosca cojonera.

martes, 17 de abril de 2007

Ferias

Correspondencia: ¡¡Presentación del Nº 2 de El niño Stanton

presentación del Número 2 de
 
El niño Stanton
-revista de poesía y arte-
 
Miércoles 18 de abril - 20.00 hs.
 
Espacio Ecléctico
Humberto Primo 730
(entre Chacabuco y Piedras)
San Telmo - Ciudad de Buenos Aires
 
 
Leen poemas
Eva Lamborghini
Victoria Cóccaro
Martín Rodríguez
y
Alfredo Prior
(que presenta su plaquette
Ciervo cegado por un rayo
incluida en este número de la revista)
 
Video-instalación
con imágenes de obras de
Mariano Blatt
Anahí D'Amato
y otros materiales sorpresa
 
copas de vino - música -  venta de revistas
 
Más información entrando al nuevo blog...
 
 
Cómo llegar
Subte: Línea C estación San Juan
Numerosas líneas de colectivo.
San Telmo, a 6 cuadras de Plaza Constitución.

Blogolandia

Sharon, activista, propone diez sencillas ideas para cambiar el mundo antes de que se acabe.

lunes, 16 de abril de 2007

Blogolandia

¿Qué es la SADE?

por Rodolfo Fogwill

SADE, sociedad argentina de escritores, es una de la dos organizaciones que lleva ese nombre, y una de las tres que pretende representar a los escritores de la Argentina. La otra es la SEA, sociedad de escritores y escritoras de la argentina, fundada hace siete años por el matrimonio Redondo-Araoz que desde entonces se alternan como presidente y vice de esa organización.
La SEA cuenta con el reconocimiento de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que le concedió un piso de oficinas en la calle Bartolomé Mitre, propiedad de la Ciudad y, por decisión de la legislatura, un fondo de cuarenta mil pesos para sus gastos de mantenimiento. Funciona tres días por semana solamente en horas de la tarde. Actualmente, no se sabe cuantos autores adhieren a la SEA. Sus paginas web hace tiempo que informan que su lista de socios y directivos se encuentran actualizándose, aunque se sabe que tiene un poder de convocatoria, que aunque ínfimo, es muy superior al de la desacreditada SADE. Ésta se encuentra desde hace años bajo sospechas, denuncias y ajetreos judiciales a causa de su manejo de fondos y sus dudosas prácticas electorales.
He realizado (R.F.) dos experimentos con la lista de dirigentes de la SADE ocupa la casona de la calle Uruguay, en Barrio Norte.

Presidente
Jorge A. Giorno
Vicepresidente
César A. Cabral
Secretarios
Eduardo Callaey, Eduardo R. Arenaza, Nina Thürler, Martín Acuña
Tesorero
Abelardo García
Protesorero
Claudio Brindesi
Vocales
Andrew Graham-Yooll, Rubén D. Gasparini, Alba Yobe de Abalo, Carlos Cúccaro, Antonieta P. de Ferreyra, Jorge Lomuto, Zulma Nicolini Rollano, Mario Moral, Norberto Pannone, María E. de Marco Tullio, y Victoria De Lorenzo
Revisores de cuentas
Eduardo Arranz, Mirta Martínez, Ceferino Lazcano
Tribunal de disciplina
Rubén Vela, Miguel Martínez Márquez, Alberto Del Mar, Aníbal Vélez y María D. Nuevo Mardones

La primera experiencia fue imprimir esta lista difundida en el 2006 y consultar a una decena de críticos y escritores de primer rango. Casi todos conocían a Rubén Vela por su trayectoria poética y diplomática y a Graham-Yoll, por su actividad cultural en The Buenos Aires Herald. La mitad conocía entre uno y dos miembros más, por haber compartido algunas mesas redondas (organizadas por la misma SADE) o funciones de jurados, en premio literarios. Salvo en el caso de Vela, nadie recordaba haber leído ni oído hablar de obras de los restantes veinticinco miembros de la comisión.
La siguiente prueba se realizó buscando en la web. Se sabe que Internet es pródiga en referencias. Por ejemplo un autor nuevo, como Cucurto, aparece en 31000 entradas de google, alguien mas maduro, como "Martin Kohan", aparece en 39000, "Daniel Link" en 68000 y "Fogwill" en 128000. Pues bien, con la excepción del poeta Vela (101000 entradas), ninguno de los miembros de la dirección de la SADE aparece en mas de cincuenta. Siete miembros no aparecen. Veinticinco de ellos, y sus probables obras, no figuran en los catálogos de la librerías on line de la Argentina. Muchos de los que aparecen en diez o más entradas de Google, llegan allí por razones extraliterarias: Martinez Marquez, ex diputado nacional por la UCR, entra como auspiciante de la Ley de Punto Final y como conferencista sobre un libro sobre detección de OVNIS escrito por Las Heras, otro conspicuo dirigente histórico de esta Sociedad. El tesorero García entra en su carácter de diputado metropolitano por el Partido de la Ciudad que promovió la candidatura de Ibarra, y que fundado y presidido por el actual Presidente de SADE, Dr. Giorno, que también fue diputado local.
Uno de los pocos miembros que supera las veinte referencias es el vicepresidente Cabral, que también se destaca por su obra publicada toda ella del rubro psiquiatría y neurociencias.
El secretario Callaey entra en Google en su gran carácter de Gran Consejero de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones. Otros miembros que superan las siete menciones, obtienen ventaja por la fama de homónimos. Un homónimo, y colega contable del actual protesorero Claudio Brindesi aparece en un antiguo número de Clarin del 2005, vinculado como gerente finaciero de una empresa de la Armada, en la desaparición de un millón y medio de dólares de su caja de seguridad. La SADE fue repudiada por la mayoría de los escritores y editores, cuando intentó monopolizar la recaudación de los derechos de todos los autores, mediante un proyecto de ley presentado por la diputada Olijella del Valle Rivas. Patética fue su intervención –suscrita por varios de los actuales directivos- solicitando a la Academia Sueca el Premio Nobel para un Sr. Perez Pardella, que era el presidente de Argentores cuando esta otra corporación acudió en auxilio de las finanzas drenadas de la SADE con un préstamo de honor de cuarenta mil dólares.
Ésta es la Entidad Representativa de los Escritores a la que consulta para proveer jurados de sus premios, la Dirección de Premios y Concursos del Gobierno de la Ciudad. Esta vez, en su representación -y con el mismo poder de voto que escritores tan conocidos como Dal Maseto y académicos como Horacio Requeni- la SADE envió a Jorge Lomuto, del que se conoce un solo libro publicado por la editorial Dunken, y nunca llegado a las librerías.

Más, acá (incluye la versión completa en formado .doc de La experiencia sensible).

El regreso de los muertos vivos

Con la carga de la tragedia de Cromagnon

Indignación y bronca. Esos son los sentimientos que dicen tener algunos de los padres de las víctimas de República Cromagnon por la candidatura de Aníbal Ibarra. El destituido jefe de gobierno se presentará en las elecciones del próximo 3 de junio como candidato a legislador. Pero la bronca de los familiares no es sólo con Ibarra, sino también con el candidato kirchnerista a jefe de gobierno, Daniel Filmus.

Sigue acá.

domingo, 15 de abril de 2007

Libros recibidos



"Siempre tuve deseos de conocer un pueblito que estaba muy cerca de Pringles, donde yo vivía sola y muy deprimida.
Un domingo, que es el día que más me deprime, saqué del garage mi viejo autito y me encaminé hacia El Pensamiento.
Quedaba muy cerca, así que muy despacio fui a conocer ese pueblo del que se cuentan tantas historias."

Isabel González de Aira. El Pensamiento. 2001

sábado, 14 de abril de 2007

Para el bronce

Desde hace un tiempo, Arturo Carrera abre las puertas de su casa todos los viernes para ofrecer a sus amigos conciertos de acordeón que, las más de las veces, terminan en un frenesí etílico-coral desencadenado por la célebre frasecita "una que sepamos todos". Anoche fue una de esas noches mágicas, en las que el repertorio fue más internacional que nunca por la encantadora presencia de Michel Lafont, quien propuso una deliciosa versión de "La vie en rose", muy parecida a la que solía hacer Bola de Nieve (a quien Michel admira tanto como nosotros).
Antes, mientras hojeábamos el recién salido libro que Alfredo Prior había llevado para mostrarnos, Carrera pronunció una sentencia cuya justicia la hace merecedora de integrar este jardín:

"Cada pincelada tuya es un regalo"

(anterior)

viernes, 13 de abril de 2007

Hablando de fascismo

Australia no quiere inmigrantes con HIV

El primer ministro, John Howard, dijo que su país debería negar la entrada a los que porten el virus del sida

SIDNEY, Australia (AFP).- El primer ministro conservador australiano, John Howard, estimó hoy que su país debería denegar la entrada a los inmigrantes y refugiados portadores del virus del sida.

Gracias a la fiebre

Sucumbí, también yo, a la angustia de lo porvenir. Después de haber razonado (razonablemente) que lo mejor era mirar la televisión según el ritmo previsto por los programadores y, porque estaba envuelto en la bruma febril de una gripe que pude conjurar a tiempo a fuerza de antibióticos, transpiración nocturna, sopas y purés de colores, accedí a mirar los episodios de la segunda tercera temporada de Lost, ese portento cinematográfico cuya extraordinaria calidad lo exime de competir en festivales de cine, que S. había conseguido en Internet. No revelaré nada (y aunque lo hiciera, de poco serviría para orientar al telespectador, porque el rumbo de la trama sigue siendo tan encantadoramente errático como siempre), salvo que aparece en la isla, en el episodio que saldrá al aire dentro de un par de meses, Bakunin, que se suma así al conjunto de alusiones filosóficas que la serie desparrama semanalmente: Locke, Hume, Burke, Rousseau (los que ya conocíamos). Aprovecho para deplorar (eso sí, porque ya lo hemos visto todos) que hayan matado a Mr. Eko, el segundo negro de la serie que desaparece (para que haya serie, claro, debe haber un tercero, y lo hay), lo que considero no un rasgo del típico racismo al que la televisión norteamericana nos tiene acostumbrados sino un descuido de los guionistas, que pensaron que el asunto no sería notado por la audiencia, o que era demasiada (y demasiado inmanejable) la reconcentrada intensidad de Mr. Eko: como la trama lo permite, volverá incansablemente cuando resulte oportuno o cuando clame por ello la legión de fanáticos de Adewale Akinnuoye-Agbaje (muy recordado por su rol de Simon Adebisi en Oz), el actor que lo desempeñaba. Inicio, pues, esta campaña: exigimos el regreso de Mr. Eko a Lost.

jueves, 12 de abril de 2007

Recuerdos del futuro

The DCDC Global Strategic Trends Programme 2007-2036
by Development Concepts and Doctrine Centre (DCDC)

A fascinating 91-page document that probably represents some of the best thinking by the global elite. Below are a few selections that might be of particular interest to Energy Bulletin readers. For more see the full report (PDF).
Strategic Trends is an independent view of the future produced by the Development, Concepts and Doctrine Centre (DCDC), a Directorate General within the UK’s Ministry of Defence (MOD). It is a source document for the development of UK Defence Policy.
This edition of Strategic Trends is benchmarked at December 2006. It is a live document and will be updated regularly on our website as new thinking emerges and trends develop.

Sí, hay gente que está pensando un plan estratégico global para el 2036 (del que sólo me sorprende que no contemple el destino de mis cenizas). Para algunos, se viene el fascismo energético (y no digan, después, que Fogwill no les avisó).