martes, 31 de julio de 2007
Ante la ley
"Yo no soy caucásico", dijo en una media voz, retomando una vieja teoría que había discutido con sus amigos, en particular con el ex-rabino que había "colgado los hábitos" (o las trenzas, como se diga en esa religión) para entregarse al ejercicio desenfrenado de la bisexualidad, el cine y la literatura, tres pasiones para las cuales había encontrado en París el habitáculo perfecto, antes de volver, algunos años atrás, a la patria, víctima también él de las traiciones de la carne, perpetradas, en su caso, como una foquismo guerrillero que cada tanto transformaba zonas aisladas de su epitelio en carcinomas.
"Yo soy judío", insistió ante su médico el agente inmobiliario, como antes ante su incrédulo amigo, que no podía darle la razón en algo para lo cual no hay, ni hubo nunca, pruebas: no había judíos en su familia, su educación fue laica, ni siquiera había sido circuncidado y su ignorancia de las tradiciones de Sión era tan completa que desesperaba al ex-rabino, confundiendo prohibiciones sanitarias con asuntos del dogma religioso.
"¿De dónde sale esa manía por pensarte judío?", preguntó alguna vez el ex-rabino, "¿Y para qué te serviría esa identidad si no estás dispuesto a cultivarla?". Habían acordado, en ese entonces, que él no necesitaba pruebas sino una confirmación filosófica: él era judío sencillamente porque, como cualquier persona, podía serlo. Ahora, ante su médico, mucho menos complaciente con sus caprichos étnicos, las cosas no fueron tan sencillas.
"Los judíos son también caucásicos", le espetó el galeno. "Yo no, yo soy semita", insistió el agente inmobiliario, que se había convencido de que sus antepasados mediterráneos lo habilitaban también para esa usurpación. "Toda la vida me han confundido con un sefardí. El resultado de estas pruebas es racista".
"Las cosas que hay que oir", farfulló el profesional de la salud detrás del escritorio, se sacó los lentes y se masajeó el puente de la nariz antes de continuar su perorata. "Las únicas diferencias sensibles en los marcadores que estamos analizando se plantean para adultos caucásicos, en oposición a negros o asiáticos. Por otra parte, 'semita' no es una designación científica. Vos tenés mal el colesterol que saca los triglicéridos de las arterias, y eso supone un riesgo coronario, seas judío o no."
La advertencia era a mediano plazo, pero el tonito sonaba perentorio. Dieta y ejercicio aeróbico, hasta que sobreviniera el infarto. "¿Ir al gimnasio?", preguntó con asco el agente inmobiliario, que odiaba la banalidad de esas instituciones malignas. "No, no", dijo el médico. "Caminar y correr. Podés ir al gimnasio o no, como prefieras". En cuanto a la dieta: aceite de oliva y pescados de mar (adiós al delicioso pacú que planeaba ir a pescar al Paraná santafecino para su cumpleaños), nada de frituras. Carnes, lo menos posible. Fiambres: veneno. "Si te cuidás", ironizó el doctorcito, que en alguna revisación física lo había visto desnudo, "vas a llegar a ser un buen judío".
A través de la ventana del consultorio, el agente inmobiliario verificó que la nieve seguía cayendo silenciosamente sobre Buenos Aires.
(anterior)
lunes, 30 de julio de 2007
Par lui-même
Pánico en el cine
Seis films inéditos en Argentina en la Sala Leopoldo Lugones (en su 40º aniversario)
El Complejo Teatral de Buenos Aires y la Fundación Cinemateca Argentina han organizado un ciclo denominado El cine pánico de Alejandro Jodorowsky que se llevará a cabo del miércoles 1º al lunes 6 de agosto en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Avenida Corrientes 1530).
Se exhibirán en copias digitales restauradas seis films inéditos en Argentina de este inclasificable realizador, dramaturgo, novelista, autor de historietas y “psicochamán” de origen chileno que en Francia fue fundador -junto a Fernando Arrabal y Roland Topor- del Movimiento Pánico, una celebración del terror, el humor y la simultaneidad del azar.
“No importan los movimientos de la cámara. Ella debe moverse sólo cuando no se puede quedar quieta. Tú llevas el alimento en la mano. La cámara es un perro. Hazla que con hambre siga al alimento. El hambre hace que el animal se borre. No hay perro, hay hambre, no hay cámara. Hay acontecimientos. Nunca te puedes comer la manzana entera en el mismo instante. Tienes que dar mordiscos. Mientras comes tienes una parte. Debes saber que el trozo que mascas no es la manzana entera. Nunca puedes tener la manzana entera en la boca porque por muy grande que sea tu boca, no puede caber en ella el fruto que es parte del árbol ni el árbol que es parte de la tierra. La pantalla es tu boca. Allí entran pedazos. Partes del accidente. No intentes trabajar con tomas absolutas. No creas que existe la toma mejor. A la manzana la puedes morder en cualquier sitio. Si la manzana es dulce, no importa por dónde empieces a comerla. Preocúpate de la manzana, no de tu boca. ¡Cineasta! Antología de fragmentos, tú también un fragmento; tu película inconclusa, eres parte, eres continuación. No hay cierres. Mata la palabra fin. Empezarás una película el día en que te des cuenta que simplemente continúas. No busques el prestigio. Desdeña los efectos. No adornes. No pienses lo que la imagen va a producir. No la busques. Recibe las imágenes. La caza está prohibida. La pesca permitida” (Alejandro Jodorowsky).
La agenda completa del ciclo es la siguiente:
Miércoles 1º: Fando y Lis
(México, 1968)
Dirección: Alejandro Jodorowsky.
Con Sergio Kleiner, Diana Mariscal, María Teresa Rivas.
Fando es impotente y Lis paralítica, pero ello no impedirá que la pareja salga en busca de la ciudad encantada de Tar, donde será posible hallar el ansiado éxtasis espiritual.
“Prohibido en México, donde supo transformarse en una permanente cause célèbre, este largometraje dio comienzo a la carrera como cineasta del fabulador surrealista Alejandro Jodorowsky. Fando y Lis es un extraño relato sobre inocencias corrompidas, amor sadomasoquista y paraísos inalcanzables, creado a partir de vagos recuerdos de la obra de teatro de Fernando Arrabal que el mismo realizador había dirigido años antes en París. Un viaje asombroso a través de escombros urbanos, desiertos hirvientes, montañas traicioneras, el propio pasado de los personajes y los encuentros cercanos del más extraño tipo en esta obra seminal tan provocadora como incendiaria.” (Alan Jones).
A las 17, 19.30 y 22 horas (96'; DVD)
Jueves 2: El Topo
(México, 1970)
Dirección: Alejandro Jodorowsky.
Con Alejandro Jodorowsky, José Legarreta, Alfonso Arau.
En un Oeste simbólico, un pistolero llamado El Topo (interpretado por el mismo Alejandro Jodorowsky) se enfrenta a una banda de fetichistas, comandada por un coronel lascivo, que mantiene asolada a una congregación franciscana. Tras liquidarlos deberá ir en busca de los cuatro Maestros del Revólver y derrotarlos como parte del camino hacia la iluminación personal.
“Sencillamente el film que inició el fenómeno de la ‘película de medianoche’ en los años 70. El Topo fue estrenado en los Estados Unidos gracias a su ‘descubrimiento’ por parte de John Lennon, transformándose rápidamente en un inesperado éxito de la escena cultural neoyorquina. La vanguardia europea y el cine clásico norteamericano se cruzan con el budismo zen en uno de los viajes mentales con apariencia de western más controvertidos de la historia” (Alan Jones).
A las 17 y 20 horas (124'; DVD)
Viernes 3: La montaña sagrada
(The Holy Mountain; México/Estados Unidos, 1973)
Dirección: Alejandro Jodorowsky.
Con Alejandro Jodorowsky, Horacio Salinas, Zamira Saunders.
En su múltiple rol de guionista, productor, realizador y protagonista, Alejandro Jodorowsky interpreta en La montaña sagrada el papel del Alquimista, quien reúne a un grupo de personas que representan los planetas del Sistema Solar. Su intención es someterlos a una serie de ritos místicos antes de embarcarlos en un viaje hacia la misteriosa isla de Loto. Una vez allí escalarán la Montaña Sagrada para sustituir a los dioses inmortales que dominan el mundo.
“La película escándalo del Festival de Cannes de 1973, repleta de imágenes sacrílegas y simbolismo existencial, es también una búsqueda espiritual hacia la iluminación, donde la ilusión se enfrenta a la verdad” (Alan Jones).
A las 17, 19.30 y 22 horas (113’; DVD)
Sábado 4: Santa Sangre(México/Italia, 1989)
Dirección: Alejandro Jodorowsky.
Con Axel Jodorowsky, Blanca Guerra, Guy Stockwell.
Fénix es un niño que trabaja en el circo de su padre como mago y mimo. Su madre, fanática religiosa de una secta llamada Santa Sangre, es mutilada por su marido luego de un ataque de celos. Esa experiencia, sumada a una serie de vivencias atroces, hace que Fénix deba ser recluido en un hospital psiquiátrico. Ya adulto, emprenderá un viaje interior cuya meta será liberarse de los fantasmas que lo atosigan.
"Un artista siempre se basa en lo que ha vivido. Los personajes son imaginarios, pero siempre se hace referencia a cosas reales. O sea que mi padre comenzó a colgarse del pelo en el circo en el que trabajaba, y era el único hombre que lo hacía. Santa sangre y su mundo de circo tienen mucho que ver con mi infancia, conocí ese mundo de cerca. Lo que se imagina uno es realidad pura después" (Alejandro Jodorowsky).
A las 14.30, 18 y 21 horas. (120’; DVD)
Domingo 5: Maratón Alejandro Jodorowsky
Santa Sangre
(México/Italia, 1989)
Con Axel Jodorowsky, Blanca Guerra, Guy Stockwell.
A las 14.30 horas (120’; DVD)
La montaña sagrada
(The Holy Mountain; México/Estados Unidos, 1973)
Con Alejandro Jodorowsky, Horacio Salinas, Zamira Saunders.
A las 17 horas (113’; DVD)
El Topo
(México, 1970)
Con Alejandro Jodorowsky, José Legarreta, Alfonso Arau.
A las 19.30 horas (124'; DVD)
Fando y Lis
(México, 1968)
Con Sergio Kleiner, Diana Mariscal, María Teresa Rivas.
A las 22 horas (96'; DVD)
Lunes 6: La Cravate
(Francia, 1957)
Dirección: Alejandro Jodorowsky.
Con Denise Brossot, Rolande Polya, Alejandro Jodorowsky.
En 1957, Jodorowsky dio sus primeros pasos en el mundo del cine al filmar esta versión muda de la novela de Thomas Mann Las cabezas trocadas. Este cortometraje se consideró perdido hasta que el descubrimiento de una copia en un altillo en Alemania, hace apenas un año, lo devolvió al mundo de las imágenes en movimiento.
“Es un film acerca de una chica que vende cabezas. En determinado momento, ella intercambia las cabezas de un poeta y un boxeador. A partir de ese momento, las cabezas se encargan de alterar los cuerpos”. (Alejandro Jodorowsky) (20’; DVD).
La constelación Jodorowsky
(La Constellation Jodorowsky; Suiza, 1994)
Dirección: Louis Mouchet
Este largometraje documental de Louis Mouchet fue realizado a partir de una serie de entrevistas que incluyen al dramaturgo Fernando Arrabal, Peter Gabriel, Marcel Marceau y al propio homenajeado, imágenes de sus films y el seguimiento de algunos encuentros con sus lectores. La constelación Jodorowsky es considerado por los seguidores del multifacético artista chileno como la mejor introducción audiovisual a su vida y obra. (86’; DVD).
A las 17, 19.30 y 22 horas (106’ total)
Informamos que las localidades para la Sala Leopoldo Lugones pueden adquirirse personalmente con seis días de anticipación (incluyendo el día de la función) en las boleterías del Teatro San Martín |
domingo, 29 de julio de 2007
Telón
Cuando termina una función, cae el telón, las luces se apagan y el teatro se abre hacia un abismo; no tanto el vacío de sentido, sino un infierno poblado de fantasmas: qué salió mal, qué habría que pensar de nuevo, cómo mejorar esto o aquello. Me ha parecido siempre que la mera celebración de lo existente es un atentado no sólo contra el buen gusto sino también contra la posibilidad del pensamiento. Con El amor en los tiempos del dengue hicimos un experimento (un designante de algo cuya salida se desconoce), en el contexto de un ciclo experimental sobre el teatro. La mayoría de nosotros no pensaba (ni piensa) "hacer carrera teatral", de modo que podíamos darnos el lujo de ignorar las maneras de moda para investigar las líneas de fuga a nuestro alcance (al alcance de cualquiera).
El dengue volverá o no volverá (hay gente que ya está viendo salas), pero nosotros volveremos a nuestras vidas habituales: yo, a mis libritos. Si hubiera en mí deseo de más teatro no creo que consiguiera hacer algo muy distinto de lo que se vio en el Rojas. Me gustan las obras de teatro que terminan con la muerte de los personajes. Me gustan las ambigüedades de género. Me gusta lo trash (experimentalmente hablando), me gustan los procesos de identificación y me gustan los monstruos.
A la pequeña compañía que formamos para El dengue yo no puedo sino agradecerle la felicidad con la que se entregaron a jugar un juego cuyas reglas se nos escapaban a veces de las manos. Quedan las frases, que volverán en nuestra vida cotidiana como una cancioncilla, para demostrarnos que, pese a todo, nosotros (los de entonces) ya no somos los mismos:
* ¿Y si está con otra, qué?
* Sabías que lo adoraba.
* Todo el mundo toma taxis.
* ¿Qué quiere decir "proporcionalmente"?
* Son dos problemas diferentes, o si querés: dos facetas de un mismo problema.
* La gracia está en creerselo.
* ¡Odio a los lacanianos!
(anterior)
Correspondencia
En su reseña al homenaje de Jorge Schwartz a Oliverio Girondo, Susana Rosano se hace eco del juicio emitido por el autor de que las Obras Completas que dirigí para la colección Archivos de
No estuve solo en aquel proceso. Me acompañó un equipo integrado, entre otros, por el mismo Schwartz. Todos ellos recibieron, con amplia antelación, el cotejo de variantes de tal forma que la consigna era inequívoca: basar sus análisis en el nuevo texto establecido por la edición Archives y no ya en la edición Losada que por entonces circulaba. Tras entregarle los originales, a fines de 1998, al editor Segala, quien anhelaba presentar el volumen en la Feria del Libro (BA, abril 1999), le confié a Schwartz el envío directo, sin pasar por mí, en febrero, de su colaboración. Supe así a posteriori que dicho texto se basaba en materiales hasta entonces desconocidos. La más elemental regla de ética hubiese obligado a Schwartz a comunicarme ese hallazgo para así reportarlo a los demás colaboradores, amén de incluir los nuevos textos en el cuerpo de esas Obras Completas. Pero, claro, allí ya no tendríamos un inédito, ni un triunfo en la manga para poder proclamar que las Obras Completas no eran tales. Si es verdad que “faltan” textos en la edición Archivos, es legítimo preguntarse qué responsabilidad le cabe a Schwartz en ello.
Que esta cuestión se mantenga entre bastidores, vaya y pase. Constato azorado, en ese homenaje, que Schwartz se arroga el derecho de ser crítico de una empresa en la que él mismo participó. Y más aún, que ese juicio, "las obras completas no son completas" —que se puede entender como "esa obra no es nada"— corre el riesgo de convertirse en juicio sumario para ofuscar, aún más si cabe, un trabajo colectivo y ponderado. Al reproducir ese juicio, ñ ha ayudado a dañar la evaluación de ese trabajo y, paradoja de las paradojas, ha emitido su primera opinión sobre esa obra ignorada por los grandes matutinos argentinos.
No es el ego sum lo que está en juego en este testimonio sino el ego cum, una manera de concebir el lazo social. Lamento que la editorial no haya podido percibir lo inadecuado de esa manera de desmerecer el trabajo ajeno y que ñ la haya repetido. Me alarma que, dócilmente, el vicio acabe tornándose virtud y me indigna tener que asistir pasivamente a ese acto de destrucción tan típicamente nacional.
sábado, 28 de julio de 2007
Cómo se hace un clásico
Muchos sospecharan, con justicia, que el encanto de El niño argentino se sostiene en la extraordinaria ductilidad de los actores que encarnan los papeles principales (únicos, habría que decir): Mike Amigorena y Oski Guzmán, el primero de una amplitud de registro (y de una belleza física) infrecuentes, el segundo de una profundidad que casi hace sospechar que el actor del principio no es el mismo que el del final. Gonzalo Domínguez, el músico que, desde el escenario, acompaña a los actores y Maria Inés Sancerni, la actriz que representa a la vaca, merecen palabras aparte porque lo que hacen está en otra dimensión (igualmente eficaz).
De Gonzalo Domínguez hay que decir lo que se dice de una orquesta al finalizar una ópera: marca el ritmo de la representación y al mismo tiempo lo sigue (atento a las pequeñas variaciones de los diálogos desempeñados). Mucho mas fácil (mucho más pobre) habría sido grabar una banda sonora con música que los actores, en ese caso, habrían debido seguir como esclavos mecánicos de un capricho. Al restituir la música en vivo (y al ser la partitura tan rica como la de El niño argentino), Mauricio Kartun devuelve al teatro algo que le pertenece desde siempre: la música, el baile y el canto. Que El niño argentino sea una pieza encantatoria como lo es, depende en gran medida también de la eficacia y de la invisibilidad (de la humilitas del verdadero artista) del "hombre orquesta", así denominado para mejor citar la tradición del teatro popular que Kartun recupera, esos "aires de vodriovil" que la dramaturgia argentina necesita a bocanadas ("El vodevil, la comedia, el teatro de balneario, todo lo que era el varieté...": Amigorena).
De María Inés Sancerni hay que destacar la disciplina, la imaginación y la fidelidad a su carácter (yo traté de reproducir su masticación y a la quinta vez ya me dolían las mandíbulas), un carácter completamente innecesario para la pieza. No, el carácter es necesario (y tal vez no es lo más feliz que lo represente una mujer), pero el personaje es supérfluo: todos y cada uno de los parlamentos de la vaca se oyen como pura redundancia. La vaca moraliza y esa moral no hacía falta (no hace falta).
Muchos sospecharán, decía, que sin ese cuarteto extraordinario, El niño argentino no sería lo que es: verdad de perogrullo. Otros agregarán que sin el desenfado de Mike Amigorena, que pasea por el escenario su desnudez durante la mitad de la obra (sin dejar de actuar un solo instante), la obra perdería gran parte de la tensión que la recorre. Reproche injusto, éste último, porque la eficacia del teatro contemporáneo se reconoce precisamente en su capacidad para incluir desnudos. Hace unos años, la sofisticadísima versión que presentó Marilú Marini de Los días felices de Beckett en el teatro San Martín reflexionaba también sobre esa relación intensa que con la carne tiene el teatro (mucho más que el cine, donde carece de todo significado teórico). De pronto, aparecía en el escenario Willie, el sexagenario esposo de Winnie, desempeñado por un chongo en bolas.
En el caso de El niño argentino el desafío es todavía mayor, porque mayor es el desafío que representan los dos papeles para los actores: ¿cómo hacer para sostener un personaje (hablar, moverse) sólo con el propio cuerpo? Oski Guzmán y Mike Amigorena resuelven el desafío, y además, como si fuera poco, lo hacen con elegancia. También en eso, El niño argentino es una obra sabia: hace una historia de las clases argentinas, citando la historia de los géneros teatrales, y, al mismo tiempo, propone una arqueología de los cuerpos argentinos (perdón: del cuerpo masculino).
Todo esto es cierto, constituye una parte de la riqueza del espectáculo teatral pero, al mismo tiempo, forma parte del texto de Mauricio Kartun (como se sabe, escrito en verso como El cachafaz de Copi, ambos en la tradición de la gran literatura argentina). Todo está inscripto allí y es eso lo que hace de El niño argentino una obra clásica. ¡Un clásico instantáneo!: ¿Puede haber deseo más desmesurado -y más feliz cuando consigue cumplirse, como es éste el caso?
El texto de Kartun alterna monólogos y diálogos y sería difícil decidir cuáles son más eficaces (salvo los de la vaca, que la posteridad, que también contribuye en la construcción de un clásico, sabrá ir eliminando en las sucesivas puestas que del texto se hagan, y debería haber muchas, miles: una por año, una por pueblo). Desde el punto de vista constructivo, los monólogos (tiradas de versos regulares) son más fáciles de construir que los diálogos. Tal vez por lo mismo, cuando los diálogos ritmados y rimados de Kartun fluyen como en El niño argentino, brillan como el mejor contrapunto.
Al mismo tiempo que Kartun piensa todo esto (el contrapunto, los cuerpos, la historia, los géneros, etc.), piensa formas de relación con el público, algo que la dramaturgia argentina más contemporánea parece haber dejado de pensar ("Yo veo manierismo en el teatro porteño, y cuando lo veo me fastidia": Kartun) y ésa tal vez sea, sino la más rica y la más profunda de sus lecciones, la que más nos interpela.
Los argentinos estamos acostumbrados a sufrir los populismos de la peor laya (así en política como en el arte). El niño argentino de Mauricio Kartun (como Copi, incluso como Pier Paolo Pasolini, me atrevería a decir) nos devuelve a la obligación de pensar en el pueblo, en lo popular, no tanto como destino u horizonte de actuación, sino como la reverberación de unos epitelios, la musiquita del telos: todo eso que nos habita y cada tanto nos arrastra.
(anterior)
jueves, 26 de julio de 2007
Parte médico
La tarde era un milagro de invierno (un invierno particularmente crudo que había amontonado, durante semanas, nieve en casi todas las esquinas). El sol brillaba sobre la ciudad que el agente inmobiliario tanto amaba y su luz rebotaba en los montículos de nieve que se acumulaban sobre los autos estacionados (o abandonados para siempre), y al fondo de la avenida Entre Ríos, más allá de Belgrano, se veían caravanas de manifestantes que patinaban, y a veces se caían, sobre la nieve a medias derretida que había quedado contra los cordones de la vereda después de que las máquinas limpianieves que el gobierno de la ciudad tuvo que importar de urgencia hubieran hecho su trabajo esa mañana, rumbo al Congreso de la Nación, en un acto por la memoria de Maximiliano Kostecky y Darío Santillán, dos víctimas de la represión estatal de años anteriores.
Los techos de pizarra de los antiguos palacios que todavía sobrevivían en la avenida Entre Ríos chorreaban aguanieve, ahuyentando a las palomas, poco acostumbradas todavía al cambio climático. En la tienda de deportes por la que se decidió, el agente inmobiliario tuvo que rodear el tumulto de ropa polar que se acumulaba en la entrada, ofrecida a precios de saldos e, incluso, se vio obligado a saltar sobre los trineos, esquíes y patines para hielo que constituían la oferta estelar y novísima de la gigantesca tienda, que esperaba, con esos peregrinos productos hallados en vaya uno a saber qué contenedor varado en el puerto, hacer, como se dice, su agosto. En un noticiero televisivo ya estaban promocionando los nuevos deportes y se veía a algunos snobs patinando sobre los helados lagos de Palermo, pese a la férrea prohibición de las autoridades municipales, que lo ignoraban todo sobre el espesor necesario de las capas de hielo para poder desplazarse sobre ellas sin peligro.
Una vez que hubo elegido los productos que estaba buscando (un pantalón largo y abrigado de gimnasia, un buzo polar con capucha y una campera con muchos bolsillos, que podía transformarse en práctica mochila), el agente inmobiliario emprendió el regreso, esta vez por las calles laterales, menos transitadas y ruidosas que la avenida. Le llamó la atención el modo en que una fina capa de nieve se acumulaba sobre las frutas que las verdulerías disponían en las veredas y dedujo que seguramente los verduleros la consideraban un método de refrigeración y conservación eficaz y totalmente gratuito y por eso permitían esa acumulación (la verdad era mucho más sencilla: completamente escépticos en cuanto a la duración del fenómeno climático, los propietarios o arrendatarios de verdulerías no se molestaban en la evacuación del agua helada y sólo ponían a resguardo las verduras de hojas verdes que, ya lo habían comprobado, el frío intenso achicharraba irremediablemente).
Más temprano, el agente inmobiliario había llevado sus rutinarios análisis de sangre al consultorio de su médico, que estaba en uno de esos congresos en Malasia a donde los profesionales de la salud concurren sobre todo para intercambiar opiniones sobre las pericias amatorias de las adolescentes asiáticas. Cuando lo atendió su reemplazo, un médico joven y algo enfermizo que siempre tenía alguna marca extraña en la piel de su cara y un malhumor a prueba de conversaciones, le dijo: "Para variar, cada vez que me tenés que leer un análisis, resulta que dieron mal". "Si querés no los leo", le contestó el submédico. "Es tarde, yo ya lo hice", contestó lacónico el agente inmobiliario, que había comprobado, en los pocos metros que separaban al laboratorio del consultorio, el alarmante marcador de los triglicéridos séricos (250 mg/dl), muy por encima de los valores de referencia (0-150, para adultos caucásicos), y el "riesgo elevado" que, para su edad, representaba el resultado de 24 mg/dl de colesterol HDL, muy por debajo de los valores de referencia para eso que los médicos de la televisión llaman "colesterol bueno".
"Viejo de mierda", había pensado sobre sí el agente inmobiliario, amargamente. Y no se equivocaba.
El yoyeo
En la era de la intimidad
Encuentro en el Centro Cultural Ricardo Rojas
Nora Catelli, Alberto Giordano, y Daniel Link
Coordinador: Ariel Schettini
Organizan: Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria (UNR)
y Beatriz Viterbo Editora
Auspicia: Centro Cultural Rojas
Fecha: 3 de agosto de 2007
Hora: 19 hs
Dirección: Av. Corrientes 2038
Sala: auditorio Abuelas de Plaza de Mayo
miércoles, 25 de julio de 2007
El don de la lectura oblicua
La mirada oblicua. La oblicuidad del paisaje dibujado por la lectura bentivegniana, es proporcional a lo resbaloso de las relaciones que enfoca y con las que se compromete, más de una vez, en la carne de la letra (repetición y diferencia en el doble, superstición, ruptura y discontinuidad en la lectura quebrada, y desvío, excentricidad y políticas de la amistad en un texto abierto a la multitud), pero también lo es respecto de la generosa disposición de su mirada crítica. Una mirada que se brinda evitando los propensos modos de la clausura, el enjuiciamiento o el dictamen, porque parte de la conjetura (y habilita el espacio a la digresión, como lo atestiguan los "Apuntes" que apendizan los ensayos) y no reprime el milagroso encuentro con lo inesperado en la experiencia de la lectura.
En resumen: la escritura de la lectura que Diego Bentivegna ensaya en los tres trabajos que componen Paisaje oblicuo, debe leerse como una genuina carta a los amigos presentes, pero también a los que, potencia secreta del don, seguro no cesará de procurarse en las inciertas formas del porvenir.
El texto completo, acá.
martes, 24 de julio de 2007
lunes, 23 de julio de 2007
Algunos lineamientos para una política cultural
6. Lo que ya ha desaparecido es irrecuparable salvo como memoria. Pero a partir de lo que ya no existe también se puede construir. En Francia, el IMEC instaló los fondos de manuscritos que atesora en una abadía totalmente destruida durante la segunda guerra mundial, en las afueras de un pueblo en la costa normanda. Poco a poco, lo que era un páramo desolado y un mero monumento a la barbarie fue poblándose de casas, habitantes, escuelas. En
*La idea no me pertenece. Como se trabaja (trabajamos) en un proyecto orientado en esa dirección, reservo la fuente a la espera de circunstancias más propicias.
CARTA ABIERTA DE ATTTA AL JEFE DE GOBIERNO DE LA CIUDAD
Coordinadora nacional ATTTA
Vicepresidenta de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans
domingo, 22 de julio de 2007
Algunos lineamientos para una política cultural
5. La cultura lleva y trae: es un vehículo, un arca de Noé que no sólo preserva sino que transforma. En momentos críticos, muchas naciones usaron herramientas culturales como estrategia de reconstrucción de un lazo herido. Pienso en el teatro en los Estados Unidos después de la crisis de 1929 o en
Diario de otro dramaturgo
Todos estos años de gente
Empezó en talleres en los que la militancia era parte fundamental del teatro (y hoy explica por qué no vuelve a publicar esas obras). Trabajó con Pino Solanas en Los hijos de Fierro, componiendo las canciones que en la banda de sonido canta Alfredo Zitarrosa (y hoy guarda una anécdota heroica del destino de esa película). Tras el golpe, estuvo a punto de abandonarlo todo cuando Teatro Abierto lo devolvió al escenario (y tiene otra anécdota épica, con embarazo, Citroën y máquina de escribir). Con la democracia, se convirtió en el maestro de dramaturgia por antonomasia de actores, directores y escritores (y hoy advierte a cualquiera que intente kartunizarse). Con su segunda obra como director en cartel, Mauricio Kartun repasa una vida en el teatro argentino (y la cuenta como una obra imperdible).
Por Mercedes Halfon para Radar
sábado, 21 de julio de 2007
Algunos lineamientos para una política cultural
4. Al mismo tiempo que integren a la ciudadanía mediante estrategias de distribución democrática de la modernización, las acciones educativas y culturales de un país como
Gangbang de 100
8º open de Taekwondo en Birminghan, Inglaterra, disputado el 30 de junio y 1º de julio donde la delegación de Argentina viajo con mas de 50 competidores. Para la Argentina se obtuvo la medalla de oro en modalidad formas cinturones negros IV dan adultos de la mano de Sebastián Freire (integrante del grupo escorpio) donde compitió con más de 100 adversarios en la misma modalidad. En el acto de entrega de las medallas los jóvenes se descubrieron una camiseta que dice en castellano y en Ingles : "Las Malvinas son argentinas. No son Flakland Island". Los Organizadores pidieron que se pusieran los buzos para tapar la leyenda.
viernes, 20 de julio de 2007
Homenaje
Zapping
Lo más irritante de las teorías a la moda (y por eso mismo, pasajeras como aves de estación) sobre las relaciones entre tecnología y vida cotidiana es el irreflexivo optimismo o el populismo claudicante que suelen preconizar. Los ideólogos de la televisión por cable intentaron siempre convencernos de la diversidad de la oferta cultural que significaba contar con setenta canales a nuestra disposición. Insistieron, en su momento, en las propiedades democráticas y prácticamente revolucionarias del zapping, que permitía al televidente el armado de imágenes y secuencias narrativas libradas a su soberano arbitrio. Nosotros, que durante mucho tiempo hemos estado acostándonos temprano, con televisión por cable y con control remoto, sabemos hasta qué punto estamos presos de la ronda nocturna por los canales que integran el paquete de nuestros "favoritos" (nadie es tan demente como para pasar por el stock completo) y el hastío que las horas dedicadas a esas buscas insanas nos provocan. El zapping es una adicción y, como toda adicción, sólo sirve para matar el tiempo y anestesiar nuestra conciencia.
César Aira, un atentísimo observador de nuestro presente, ha escrito en el final de Un sueño realizado una disparatada teoría según la cual la dirección impuesta al zapping implica una determinada progresión cualitativa. En una dirección (digamos: hacia los números altos), la calidad mejora; en la otra dirección, la calidad empeora. Independientemente de su valor de verdad, esa teoría, de todos modos, no nos salva de la tiranía del zapping (¿cuántas veces hemos traicionado la promesa de que ésta, precisamente ésta, es la última ronda?), ni nos sirve como venganza, revancha o esperanza de encontrarle sentido a esa práctica por completo narcotizante, a ese veneno.
Cada uno de los libros de relatos de Fontanarrosa era esperado con impaciencia por sus fanáticos seguidores. Es que el rosarino era otro atento (fino e inteligente) observador de la realidad y, como tal, un sabio en lo que a la televisión se refiere. Cada uno de sus libros de cuentos podría entenderse como una venganza contra la televisión, contra tantas horas muertas y tanto aburrimiento. Porque los libros de relatos de Fontanarrosa han funcionado siempre de acuerdo con el mecanismo del zapping, el pasaje brutal de un universo temático, de un registro narrativo, de un estilo a otro, a otro, a otro. Más allá del tono paródico que pudiera tener tal o cual relato, lo cierto es que la obra narrativa entera de Fontanarrosa funciona como un espejo monstruosomente paródico de la tortura a la que nos somete la falsa libertad del zapping.
Alguna vez Cortázar reagrupó todos sus cuentos bajo tres títulos diferentes ("Ritos", "Juegos" y "Pasajes"). Seguramente harían falta muchos rubros más para dar cuenta de la extraordinaria amplitud de registro de Fontanarrosa (después de todo, un escritor postelevisivo y contemporáneo del cable). En el penúltimo relato de Te digo más... y otros cuentos (Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2001), "Yoli de Bianchietti", un emperador de una remota galaxia comunica en el año
Están los cuentos "Discovery Channell", los cuentos "canal á", los cuentos "Volver", los cuentos "ESPN" y, naturalmente, los cuentos "Nikelodeon" (la lista es provisoria), todos mezclados de acuerdo con la lógica demencial del adicto insomne. Cada lector encontrará, naturalmente, su registro de cuentos predilectos, como cada uno tiene su canal de cable preferencial.
Hay que insistir, una vez más, en la magistral agudeza de los relatos de la serie (por llamarla de algún modo) "Volver". En Te digo más...: "Mamá", "Te digo más", "Yamamoto", "Caminar sobre el agua", el deslumbrante "Una playa desierta", por ejemplo. En el coloquialismo, en el pintoresquismo, en el memorialismo que domina en esos cuentos radica la mayor fuerza y la mayor sutileza narrativa de Fontanarrosa. Es en esos cuentos donde la parodia aparece más amortiguada y menos puesta al servicio de un mero efecto formal. "Mamá" bien podría ser un cuento de Manuel Puig en el que se oye la voz del Toto, el protagonista de La traición de Rita Hayworth. Como Toto, como el Quijote, como Emma Bovary, todos los narradores de Fontanarrosa están marcados (arruinados, podría decirse) por la cultura industrial. En el último cuento de esta compilación, "Una playa sobre el agua", se lee: "Lo que siempre soñé, seamos francos. El sueño de cualquier hombre que se precie de tal. Irse diez días a una playa desierta, acompañado por una mina nueva que está buenísima. Cómo ha influido el cine en todos nosotros". Locos por las películas de guerra, locos por las aventuras antropológicas o arqueológicas, locos por las comedias románticas, locos por los libros de autoayuda, locos por la historia o locos por el fútbol, los personajes y narradores de Fontanarrosa van fracasando en su intento por hacer que sus vidas se parezcan a los irrisiorios modelos que han elegido. Fascinados, los lectores no podemos sino seguir esas peripecias como quien asiste a su propia condena.
Pero lo que nos salva de estar condenados del todo es precisamente la alegría militante con la que comprobamos que alguien (por lo menos) ha podido construir un "buen" objeto a partir de esa lógica del zapping que nos tiene capturados para siempre. El triunfo de Fontanarrosa (no el de sus personajes, muchas veces ruines y casi siempre fracasados, ni el de sus narradores, a veces excesivamente manieristas), la carcajada que nos arranca en sus mejores momentos, es nuestra esperanza. No es que Fontanarrosa nos salve del absurdo en el que vivimos (en ese sentido no hay salvación posible) pero al menos su obra nos sirve de venganza. Hay alguien capaz de poner en su lugar (como el perito calígrafo de "Un barrio sin guapos") nuestras más recurrentes pesadillas, esas que nos asaltan, sobre todo, cuando estamos despiertos.
Algunos lineamientos para una política cultural
3. Lo primero es sacar a educación y cultura del penoso sistema de clientelismo político que no hace sino hundir más lo ya hundido. Las instituciones culturales y educativas (escuelas, teatros, museos, bibliotecas, etc…) deberían estar bajo la dirección de especialistas designadas por concursos públicos de antecedentes y oposición (como las leyes lo prevén) durante períodos que, necesariamente, sean distintos de los ciclos del calendario político (cinco años alcanza para medir la eficacia de un proyecto).
Entiendo por "oposición" la presentación de un proyecto de gestión, evaluable periódicamente por jurados competentes.
La actual Secretaría de Cultura ha realizado concursos semejantes en los últimos años, pero es tan poca la voluntad política de llevarlos adelante que los dictámentes (cuando los hay) naufragan en la pesadilla de los justos, a la espera de la distribución de no se qué migajas de no sé qué torta (la habitual "repartija de carguitos"), como puede comprobar cualquier ciudadano que solicite información sobre lo actuado en materia de concursos por la Dirección Nacional de Patrimonio y Museos, por ejemplo.
jueves, 19 de julio de 2007
Algunos lineamientos para una política cultural
2. Por supuesto, se trata de garantizar la inscripción de la ciudadanía en un proyecto cultural de excelencia y, al mismo tiempo, democrático. Hay que recuperar, para el ámbito de la educación y la cultura, la meritocracia, mediante sistemas de becas y premiaciones para quienes en la materia se destaquen. No me refiero sólo a las becas para escritores y artistas que tienen, ya, instituciones y programas específicos sobre los cuales habría que volver para garantizar su funcionamiento democrático y transparente, sino a becas y premiaciones destinadas a estudiantes secundarios de las escuelas públicas de todo el país: becas de estudio, de formación, de intercambio; premios al rendimiento escolar.
Así como existen olimpíadas matemáticas y torneos bonaerenses, no se entiende por qué las actividades relacionadas con el arte y la cultura no habrían de tener un esquema similar de promoción y patrocinio (juegos florales, competencias de declamación, concursos de manchas...).
Libros recibidos
II Congreso Internacional de LaS LenguaS
Por el respeto a la interculturalidad y el ejercicio de la memoria
Presidente Honorario:
Adolfo Pérez Esquivel (Premio Nobel de la Paz)
Comité de Honor:
Isabel Hernández, Alba Romano, Eduardo Gruner, Adolfo Nigro, Rainer Enrique Hamel, Adolfo Columbres, Ana Fernández Garay, Bartomeu Meliá, Nicolás Casullo, Blanca Chancoso, Felipe Pigna, Casimira Rodríguez, Eulogio Frites, Hugo Trinchero, Pedro Cayuqueo.
INAUGURACIÓN
Miércoles 18 de Julio – 19hs
Aula Magna de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA)
(Paraguay 2155)
Buenos Aires - Argentina
Más información: www.laslenguas.org.ar
miércoles, 18 de julio de 2007
Algunos lineamientos para una política cultural
Un pueblo sin cultura es un pueblo hundido, y como en las sociedades contemporáneas el pueblo es la base de la soberanía, un pueblo educado es la única vía para sostener el sistema político en su conjunto.
No sé en qué exacto y pérfido momento se optó por la desasociación histórica y más que pertinente entre educación y cultura. Un aparato educativo sin contenidos culturales es objeto de manipulaciones tecnocráticas, cuyos resultados desastrosos han quedado en evidencia en los últimos quince años. Por otro lado, una esfera cultural sin objetivos pedagógicos sólo puede pensarse a sí misma como el espectáculo vil e infamante al que pareciera que nos hemos ido acostumbrando.
1. Educación y cultura forman parte del mismo ministerio, comparten los mismos objetivos y son las mismas instituciones las que constituyen sus esferas de actuación: escuelas, museos, bibliotecas, teatros, cinematecas, clubes. Educación y cultura deben marchar juntas de la mano, transitando el camino de la imaginación.
Digan dengue
La antepenúltima función fue hermosa. Las musas concurrieron al encuentro de la inspiración y la preparación. Luego nos fuimos a lo de Daniel a comer unas pizzas caseras y a beber unos vinos deliciosos. Y vimos los dos videos de Sebastián Freire: primero, Rainbow (una relectura en fotos fijas de El mago de Oz, vinculando po(lí)éticamente la muerte de Judy Garland y los enfrentamientos de Stonewall, con la versión de Norah Jones de "Somewhere over the rainbow"), un video que logra emocionar y hacer pensar y establece un diálogo maravilloso entre cuerpos de hombres desnudos en posiciones eróticas y la proyección de la película, una síntesis genial; en segundo lugar vimos El amor en los tiempos del dengue, el video, una recolección fotográfica y musical de los ensayos, el ensayo general y el estreno...
Fue un ritual hermoso: todos los que de alguna manera tuvimos que ver con el dengue vimos esa documentación del hecho teatral con una musicalización perfecta y la posibilidad de ver desde afuera lo que vivimos en el escenario. Lo que me encantó de las elecciones de Sebastián es que el teatro filmado suele ser horrible porque la actuación y la iluminación teatrales son infilmables, pero él elige poner momentos congelados por la fotografía, puro gesto, que le devuelven a la acción la teatralidad necesaria y la síntesis expresiva que requiere. Por otro lado, pone las imágenes en movimiento de momentos precisos de la obra donde el movimiento revela un sentido nuevo. Y, en el teatro, el actor nunca ve la obra, nunca comparte con el público la relajada sensación de sentarse en una butaca, esperar a que se apague la luz y ver la obra. Ayer pudimos ver destellos de eso y, la verdad, es que me gustaría poder desdoblarme y ver El amor en los tiempos del dengue abajo del escenario.
martes, 17 de julio de 2007
Arrastrada, una vez más
Alrededor de la mesa había gente de las más diversas procedencias e inscripciones profesionales. La persona a mi lado, formada en no sé qué rama de la disciplina filosófica, se presentó diciendo: "Fui candidato a premio Nobel". Más allá, había una estrella teatral de la calle Corrientes preocupada por el "interior de las personas" y se detuvo en la necesidad de llevar el teatro a las escuelas para que los niños "tomen conciencia de su propio cuerpo". Cuando leí los seis puntos que yo había preparado para los cuatro minutos indicados (cada uno de ellos una propuesta concreta de gestión), una burócrata en la otra punta de la mesa exclamó "Eso es un disparate", refiriéndose a uno de ellos en particular.
Le pedí aclaraciones sin obtenerlas en el momento, pero esperando que se disculpara cuando le llegara el turno de exponer a ella. No lo hizo, sino que (luego de citar, mal, a Habermas y hablar de las "industrias culturales") se puso a leer unas estadísticas berretas sobre la producción de contenidos para celulares en Estados Unidos. Harto, le pregunté si ella estaba proponiendo que el Estado argentino se dedicara a producir contenidos para celulares. No sé qué contestó porque ya me pareció que era hora de irse de esa reunión desencaminada y me estaba poniendo el saco. "Esa es una idea caduca", alcancé a oir que me decía la burócrata (que no cesó de mascar chicle en toda la reunión y de reírse a carcajadas de cosas que sólo a ella podían divertir, como su divisa: "No se puede trabajar con personas con inteligencia inferior a la de mi perro").
Yo aclaré, para beneficio del equipo de asesores de la candidatura presidencial (cuyo vértice estaba presente en la reunión, por cierto), que pudieran dejarse impresionar por la catarata de sandeces, lo preocupante de diseñar políticas según las modas en cuanto al management cultural, que es lo que los burócratas han venido haciendo en los últimos quince años, para poder seguir robando. Como la burócrata era de esas personas que no hacen pausas al hablar, para evitar precisamente ser interrogadas sobre la cantidad de necedades que rebuznan, me vi obligado a levantar la voz más allá de lo que suelo, y de lo necesario.
Cuando me retiré del recinto, después de haber saludado a los anfitriones (sólamente), las ciento cincuenta personas que estaban trabajando en sus cubículos (el lugar parecía una redacción de un periódico norteamericano) me miraron para ver quién era el loco que había gritado de ese modo en el despacho presidenciable.
Otro papelón más para sumar a la larga cuenta, una carrera política abortada de cuajo y una escena deliciosa para incorporar a una futura obra de teatro.
Judy tiene miedo
Alberto Manguel, al desarrollar la idea de que (cierta identidad colectiva de) las naciones puede entenderse por los libros infantiles que sus ciudadanos han preferido, recuerda, en el contexto de la política de Bush en Irak, que la fabulosa ciudad esmeralda lo es porque sus habitantes están obligados a usar lentes de ese color, que el mago es un charlatán que satisface lo que la gente ha sido inducida a creer que desea. La MGM ha regalado a generaciones la fábula de una Judy adolescente que se aventura en los peligros y terrores del mundo adulto sólo para volver al refugio de su Kansas rural, y acaso soñar desde su blanco y negro con el color que conoció en otra existencia. Sebastián Freire incrusta el arco iris y la mirada de Judy en las imágenes violadas por lo que la MGM no podía abordar. Después de Rainbow es imposible volver a ver con inocencia El mago de Oz.
El texto completo, acá.
lunes, 16 de julio de 2007
Dicen que...
Desestructurar para construir
Una obra que utiliza códigos propios para indagar en las relaciones humanas
Por Gabriel Peralta para Crítica Teatral
El azar es un elemento fundamental de esta propuesta teatral, que con dramaturgia de Daniel Link y dirección (debut) de Saula Benavente, se presenta dentro de ciclo Operas Primas del Centro Cultural Ricardo Rojas.
Un sorteo previo al comienzo de la obra es el que permite establecer distintas combinaciones de parejas, es decir, cada función tendrá un aire e impronta distintos de acuerdo al entrecruzamiento actoral.
Los paralelismos, juegos de espejos y saltos temporales, obligan al espectador a armar su propio rompecabezas. La obra, que en un primer momento desorienta, va imponiendo en su transcurrir su intricada lógica y un humor que surge del patetismo de los personajes.
Uno de los meritos de Benavente es no haber tenido temor por elegir la desmesura como cuerda en donde se balancean estos personajes, que viven el amor, el dolor, la alegría y todo sentimiento que ande por ahí con una intensidad que solo ese registro podría aceptarlo. Fabiana Falcón, Santiago Giralt, Estaban Meloni y Fabiana Rey se entregan con buen resultado a esta propuesta.
La escenografïa de Cecilia Figueredo que combina espacios volátiles con elementos sólidos crean, junto con el diseño de luces de Leonardo Aguinaga, ámbitos y climas corridos de la realidad, ideales para contener tanto desfasaje.
El amor en los tiempos del dengue busca desde la desestructura construir su propia "realidad".