Mi marido gusta del género maravilloso
(con preponderancia de hechizos y criaturas subnaturales), que yo más
bien detesto. Últimamente se ha dedicado, después de que me duermo,
a las remakes de series como Sabrina o Charmed.
Una mañana, durante el desayuno, desarrolló sus teorías: Sabrina
es mucho más oscura que su predecesora. La nueva Charmed es
tan estúpida como la original, pero los personajes son latinos y
negros. Agregó: deberían hacer Buffy, la cazavampiros, que
era más experimental. La frase me despertó del todo. Sí, le dije,
después de las películas de Warhol, viene Buffy.
Nos enredamos en una discusión sobre
el sentido del predicado “experimental”. Experimental, en sus
partes y en el todo, le digo, es la muestra de Jacoby en el Museo de
Arte Contemporáneo de Rosario, que vimos juntos hace unas semanas.
La muestra misma es un experimento que incluye experimentos vivos,
cuyo resultado todavía desconocemos, en todos y cada uno de los
pisos que incluye.
El MACRO funciona en unos antiguos
silos y sus salas se ordenan en siete pisos que, por lo general, se
miran de arriba hacia abajo, como antes en el Guggenheim de Frank
Lloyd Wright. Las “ capas” que forman el hojaldre de Traidores
los días que huyeron se llaman:
Clásico, Cinético, Poeta, Musical, Conceptual, Clown y Dark.
La muestra es muy diferente de El
deseo nace del derrumbe (Reina Sofía, 2011), aunque algunas
piezas se repitan. De hecho, el
recorrido del MACRO-silo puede querer decir: he aquí unas semillas
raras, que tal vez puedan plantarse para ver qué sale. En el caso
del Jacoby Musical es evidente: Roberto, allí, canta sus canciones
marcianas (que, dicen, pronto se toparán con el disco).
No es tanto, como se ha dicho (la
crítica tiende a repetir los gestos distraídos y las palabras
circunstanciales de los artistas, sin pensar demasiado en ellas), que
se trate de un “lado B” o de una muestra de descartes.
Se trata, por el contrario, de una
muestra que subraya cartesianamente el horizonte necesario para
comprender las intervenciones de Jacoby. Porque estamos acostumbrados
a pensar a Jacoby en relación con Chacra (1999), Proyecto
Venus (2000-2006) o la Brigada Argentina por Dilma (2010) que la
Bienal de San Pablo censuró, pero no estamos tan acostumbrados a
pensarlo en relación con todo aquello de lo que tuvo que despojarse
para llegar a hacer lo que hizo, lo que hace y lo que hará.
Lo “clásico” de Jacoby,
constituido por un conjunto de ejercicios pictóricos de por sí
impresionantes y una escultura duchampiana (objet trouvé
intervenido), podrían haber llevado a Jacoby en una dirección
(anunciada particularmente por uno de los cuadros expuestos sobre una
suntuosa pared color borravino). Pero en el mismo espacio está
Vernissage, hecha con Alejandro Ros: una mesa de copas vacías
(o bien: dispuestas para ser llenadas) abatidas por unas
conversaciones en off en portugués (sobre fútbol, el servicio
doméstico, la mediocridad y poca originalidad de la muestra), el
sonido de unos cuencos tibetanos y un atentado terrorista con un gran
ruido de fracaso y metralletas tronando.
En cada capa de hojaldre (en cada piso)
puede notarse esa apertura por un lado hacia el arte hecho en
colaboración (lo que ya no dice demasiado) y, por el otro, hacia un
concepto que desestructura las líneas de lectura hegemónicas del
piso.
Pero además esta no es una muestra de
lo que quedó fuera de El deseo... sino
parte de su fundamentación: las vanguardias de finales de los
cincuenta y los años sesenta, los efectos del fin del arte (“El
arte ha muerto. Viva la joda”), la diseminación de las artes en
cualquier parte y en cualquier soporte.
Mi
marido deploró que la muestra, mayormente dominada por la alegría
de las apuestas excesivas y los pasos de vida, terminara con los
videos de Dark,
angustiantes y depresivos.
Pero
ese final sirve comprender el presente de terror en el que vivimos y
su relación con las artes (el singular es ya un poco presuntuoso).
Jacoby dice que las copas de Vernissage
son 300 (en San Pablo fueron 600). Yo entendí que eran 666, la marca
de la Bestia: eso es un artista, eso señalan los experimentos
jacobinos.