por Daniel Link para Perfil
La hija más célebre de Borges es imaginaria: se llama Raula Borges, está comprometida con Miguelito Pérez Perkins, un delegado de Raúl Alfonsín en París, que quiere convencer a Nicanor Sigampa, un millonario afroargentino, para que contribuya con cuatro mil millones de dólares al pago de la deuda externa, que asfixia al gobierno.
Nicanor Sigampa urde, en cambio, una campaña para postular, en las inminentes elecciones, a un candidato propio a la presidencia, el poeta Darío Copi, el narrador de la novela La internacional argentina, de la cual Copi (Raúl Damonte) es el autor.
La novela (que hoy merecería ser revisitada para comprobar su alucinatoria capacidad de predicción) fue publicada en francés en 1988, dos años después del casamiento de Borges con la Sra. Kodama, celebrado por poder vía Asunción. Pocas semanas después, el 14 de junio, Borges murió en Ginebra.
Los diarios en general, pero en particular el diario Clarín, lloraron la desaparición de la Sra. de Borges, inexplicablemente celebrada como una guardiana fiel del legado de su marido, cuando en verdad su gestión sobre el patrimonio literario de Borges fue errático y mezquino.
La Sra. de Borges bloqueó todo proyecto de edición crítica de las obras de su difunto marido. Se dedicó a pleitear insensatamente contra todos y todas los que osaran intervenir en relación con su legado (el caso más resonante fue el de Pablo Katchadjian, pero yo mismo recibí una carta documento de sus abogados cuando trabajaba para el diario Página/12). El 4 de diciembre de 2019 rechazó la iniciativa de Alberto Fernández para crear un “Museo Borges” con manuscritos donados por el empresario Alejandro Roemmers. La Sra. de Borges afirmó (sin pruebas) que esos manuscritos habían sido robados por una empleada doméstica (la hija natural de Borges, en La internacional argentina, es hija de una empleada de limpieza de la Biblioteca Nacional, de origen portugués).
Independientemente de la pena que puede causarnos la muerte de una señora a la que le gustaban mucho los arenques, muchachos, nos volvimos a ilusionar con la posibilidad de un archivo ordenado y centralizado y unas Obras Completas en edición crítica.
Pero apareció “la banda de los sobri” (la denominación es de Martín Nicolás Kodama) y se nos fue el alma al piso.
Mientras escribimos la continuación de La internacional argentina, con nuevos personajes, esperamos que el Estado intervenga para impedir que lo poco que queda del legado de Borges salga del país y se abra al escrutinio filológico.
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