Por Daniel Link para Perfil
La foto es penosa. Dan ganas de
largarse a llorar. Se ven cuatro contenedores alineados a cada lado
de un baldío de tierra, cada uno de ellos con una puerta y dos
ventanas enrejadas. Al fondo, unos árboles tristes y un cielo
lechoso. No hay mástil ni bandera. Pero el epígrafe de la foto
dice: Escuela Nº 84 de Moreno.
Un video que acompaña la foto deja ver
el interior del contenedor de chapa, pintado de blanco, donde una
estufa a gas chorrea gotas de fuego.
Cuartel V tiene 80 mil habitantes y
está a 23 kilómetros de Moreno. Los Hornos, donde funciona la
escuela, es uno de los diez barrios que integran la localidad. En
marzo, la matrícula fue de 636 chicos.
Cuando llueve las calles de tierra se
convierten en un pantano imposible de sortear.
La vicerrectora, Fernanda Villareal,
explicó la peculiar arquitectura de la escuela: “Acá se
instalaron diez aulas modulares, una cocina y una biblioteca. Pero
este año decidimos convertir la biblioteca en dos grados aula para
darles más espacio a los chicos de primer grado, que recién se
integran a la primaria. En la dirección funciona todo: la cocina,
biblioteca y gabinete".
En todo el mundo han comenzado a
utilizarse contenedores como “soluciones habitacionales” y como
espacios comunes. Pero lo que la foto muestra no es un “edificio
modular” pensado para una función determinada, sino la
claudicación y la opción por el mero amontonamiento.
La “escuela” podría ser un campo
de concentración o de refugiados. En todo caso, una precaria
instalación después de una catástrofe.
Llénense los contenedores de la mejor
historia, la mejor geometría, la mejor historia del arte y la mejor
poesía. De todos modos, los alumnos aprenderán esta lección: “sólo
merecemos esto”.
La Sra. Vidal y las autoridades
educativas de Cambiemos deberían tener en cuenta que ni la Dictadura
cayó tan bajo. Los edificios escolares deberían indicar que otro
mundo es posible.
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