sábado, 8 de noviembre de 2025

Chicago Girls

Por Daniel Link para Perfil

Vuelvo de Chicago, donde hoy mismo se está desarrollando el congreso “Imaginarios autoritarios” en el mismo lugar (la Universidad de Chicago) donde estudiaron los Chicago Boys, famosos sobre todo por la implementación del modelo económico neoliberal durante la dictadura de Pinochet. “Imaginarios autoritarios” es una acción del proyecto “Un contraimaginario en tiempos autoritarios”, liderado por Judith Butler (UC Berkeley), Shannon Jackson (UC Berkeley), Debarati Sanyal (UC Berkeley), and Denise Ferreira da Silva (New York University), lo que introduce una variable fundamental a la hora de considerar los imaginarios autoritarios: el género.

Más allá de eso, el trabajo de definir las nuevas formas imaginarias en que el autoritarismo se procesa está en marcha y nos involucra directamente. No deja de sorprenderme, por ejemplo, la resistencia militante del periodismo argentino para reconocer rasgos de neofascismo en las ecologías políticas en las que vivimos. “No es lo mismo” no se cansan de decir los aterrados cronistas del presente, que seguramente temen que en algunos años les reprochen no haber sido suficientemente críticos con la marea discursiva fascista que se nos pega al cuerpo.

Doy un ejemplo. En la fila de seguridad del aeropuerto en el que tomé uno de los aviones de regreso (fueron tres), había un cartel que decía: “Autodepórtese”. Estaba en castellano, con lo cual quedaba claro quiénes eran sus destinatarios. La “deportación” (que no es una “repatriación”) es un acto de violencia estatal, aquí apenas mitigado por el prefijo “auto”. Ahora bien, más allá de hablantes de español, ¿quiénes son los destinatarios de esta amenaza autoritaria (“Si no se auto deporta, el ICE seguirá dando prioridad a su expulsión”) y por qué? No pueden ser “criminales”, porque en ese caso no se entiende que el Estado financie el viaje y otorgue un premio de 1000 dólares por familiar. Tampoco puede tratarse de personas que hayan desestabilizado el mercado laboral (ninguna estadística avala esa hipótesis).

La razón es puramente imaginaria: son personas “no blancas”, hispanoparlantes, cuya mera existencia bloquea la ilusión de pureza. Si eso no es fascismo, no sé qué puede serlo.


 

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