Contra todo lo esperado, enero no fue un mes plácido porque el año terminó con una tragedia cuyos efectos políticos se hicieron sentir a lo largo de todo el mes y nos obligó a seguir de cerca algo más que las banalidades del verano: las banalidades de Ibarra. "Nunca había ocurrido algo así por causas naturales", insiste en decir el alcalde, del cual ya no se sabe si es totalmente tarado o totalmente cínico. Ahora, para "no ser De la Rúa", llama a un plesbicito. Pero el asunto está muy verde porque es por completo anticonstitucional. "Es inconstitucional. Es el pueblo de la ciudad el sujeto activador o propulsor del mecanismo de la revocatoria. Ibarra lo sabe, pero disfraza la mentira. El podría hace una consulta de voto voluntario y no vinculante, pero no lo que propone", opinó Jorge Vanossi. Daniel Sabsay sostuvo que la Constitución no establece la facultad de que sea el jefe de gobierno quien llame a la consulta vinculante. "Ibarra pide al Tribunal Superior que interprete si puede extenderle esta facultad de la ciudadanía al interesado", explicó. No es que Vanossi y Sabsay me sean políticamente simpáticos, pero al menos saben de qué hablan. "El jefe de gobierno no está capacitado para convocarlo [al referéndum], salvo que Ibarra junte el 20% de las firmas. Las reglas son claras", opinó Andrés Gil Domínguez.
La jugada del ibarrismo es clara como el agua (podrida): "Los ibarristas dicen confiar en el resultado del referéndum. Calculan que los votantes de centroizquierda se alinearán por fuerza con ellos, espantados otra vez ante el posible crecimiento de Mauricio Macri". Otra vez, se supone, habrá que votar por Ibarra para que Macri no gane. Ya la vez anterior, perplejo ante la argumentación viciosa y viciada de nulidad, discutí con mis amigos (muchos de los cuales llegaron a firmar solicitadas). Con esa estrategia, suponía entonces y supongo ahora, no hay manera de construir verdaderas fuerzas progresistas de gobierno en la ciudad de Buenos Aires (queda claro que el ibarrismo, esa podredumbre política, no lo es). La ceguera de entonces (yo no formaba parte del padrón electoral de la ciudad de Buenos Aires en aquel momento) ha costado 200 vidas. ¿Seguiremos votando para que el señor Ibarra siga matando gente y recomendando el uso de cinturones de seguridad en los taxis?
Obviamente, Macri es lo contrario de la vida ciudadana. Hay que decir lo que es: "un zorrito de peletería" (de esos que las señoras bien llevaban en el cuello antiguamente). Pero, como ya hemos dicho, que Ibarra le haya entregado la ciudad al macrismo es otra de sus culpas y no algo que, ahora, pueda salvarlo de la condena pública que se merece. Por supuesto, los que saldrán a apoyar la permanencia de Ibarra saben que corren no tras un gobierno más justo, más imaginativo, más eficiente y más moderno sino tras las prebendas que el ibarrismo necesita distribuir a diestra y siniestra para poder quedarse hasta el 2007. La verdad, es que dan asco.
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