martes, 1 de febrero de 2005

Mar del Plata

¿Por qué Mar del Plata me es hostil? Es verdad que yo no conocía Mar del Plata, "La feliz", "La perla del Atlántico", hasta hace pocos años (dos o tres), cuando fui por primera vez, a trabajar. Y es cierto que entonces no me impresionó favorablemente. Pero desde entonces lo he intentado todo: he ido dos y hasta tres veces por año. Podría decirse que mi segunda casa está en Mar del Plata. Pero la ciudad, ofendida, me niega sus favores: nunca, nunca pude disfrutar del "buen clima" marplatense y en cambio, siempre, siempre, sufrí sus peores características: una lluvia persistente e invernal, aunque sea enero, un olor a lobo marino muerto en el aire de tormenta, por todas partes vientos huracanados que impiden caminar. Yo sé que no siempre es así y eso es lo que me subleva: la cosa es conmigo. No es la gente lo que es hostil en Mar del Plata (aunque los lugareños tienen también lo suyo): es la ciudad misma, que se rebela, en general, a las avalanchas turísticas a la que parece estar condenada y, en particular, a mis intentos por sentirme parte del paisaje. Si me molestan mucho tantos desencuentros es porque en el fondo Mar del Plata me gusta y casi podría decir que la conozco bien...
De todas las entradas "chistosas" (y, naturalmente, falsas) que había preparado de antemano, no pude publicar ninguna. Llovió espantosamente, no pudimos ir a ninguna fiesta, no conocimos a nadie, dormimos, comimos y poco más. No teniendo televisión (o mejor dicho: teniendo televisor pero no canales de televisión salvo los locales) ni internet (la opción de los locutorios definitivamente escapa por completo a mi horizonte de posibilidades), leí bastante. El libro de Giorgi, sobre el que ya diré algo. Releí enteramente Qué es la filosofía de D&G y empecé (¡una vez más!) Locus solus. Escribí un poema pseudo-ático que se llama "Quinientos hombres desnudos en la playa esperando el viento" (mejor dicho: ése es su primer verso). Si sobrevive a mis ejercicios de autocrítica lo publicaré en breve.
Anoté en mi libreta (para que vean que realmente me esmero en llevarme bien con la ciudad):
Las pastas de Samsara.
El asado de Tata Juancho.
Las pizzas de Tarantino.
Los churros de Manolo (¡pero nada más que eso!).
Las medialunas de Piazza.
Las empanadas de Los Horneros.
Las margaritas de Pancho Villa.
La olla marinera de La Marina.

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