Lo que Bataille no entiende (¿no puede, o no quiere, entender?) es que la ética del Mal perseguido de forma sistemática, propuesta por Genet, no consiste en el gesto aberrante de una "libertad soberana" que se vuelve loca y que se aniquilaría en el proyecto de ser una libertad sin freno y sin límites. Está ligada a una situación de abyección asignada a determinado número de individuos. Es la reacción de alguien completamente rechazado por la regla, y que no tiene, por lo tanto, que plantearse la cuestión de una "irregularidad" que intervendría de forma ocasional en aquélla. Parece claro, por lo tanto, que Bataille se sitúa en el espacio social, cultural y sexual de la normalidad, en el que puede decidir, a su antojo, cuando le parece bien, transgredir las prohibiciones. Genet no tiene elección: es anormal, es definitiva y totalmente "irregular", y la única elección que puede hacer es la de reivindicar esta anormalidad en la que el orden social lo ha inscipto. Para él no se trta de "transgredir" un orden, al que no pertenece. Genet está del otro lado de las reglas, más allá de la frontera instiuida por lo que Foucault llamará, en su Historia de la locura, la "línea divisoria" por la que una sociedad expulsa de su seno a cierto número de individuos. Para Genet escoger el Mal no significa transgredir lo prohibido, sino escoger ser lo que la sociedad ha hecho de él. Y transformar en orgullo, en principio de vida, lo que debería ser sentido como vergüenza, vivido como maldición.
Didier Eribon. Una moral de lo minoritario. Variaciones sobre un tema de Jean Genet.
Barcelona, Anagrama, 2004. Pág. 54
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