¿Por qué será que nos gusta el bizarro-fashion? Más difícil que sostener un discurso es sostener un hogar. Sobre todo cuando las preocupaciones cotidianas nos arrojan en un clima de amargura del cual se hace a veces difícil sustraerse. Por suerte, la televisión ayuda. Desesperados por el final en el cable de lo poco que nos importaba y decepcionados con las infinitas copias degradadas de E.R. o las historias de lesbianas que intentamos sobrellevar (ni vale la pena que intente recordar los títulos), S. ("el elegante") me propuso que viéramos el primer capítulo de la segunda temporada de Nip/ Tuck, serie que nunca habíamos frecuentado pero que sabíamos que giraba alrededor de dos cuarentones cirujanos plásticos californianos de suceso.
Para mi sorpresa, la serie (al menos ese capítulo inaugural) me atrapó casi instantáneamente. Tiene decorados muy cool (vomitivos si los trasladamos al mundo real porque de allí se deriva la ominosa estética de Palermo Hollywood, pero que en la pantalla se soportan más que bien) y los protagonistas, Dylan Walsh y Julian McMahon, no vacilan en mostrar el culo cada vez que los guionistas lo consideran necesario (es decir: a cada rato). Está además John Hensley, que hace de hijo de Dylan (hasta donde sé, el bello jovenzuelo no ha exhibido sus glúteos todavía, con lo que no queda más remedio que colocarlo en tercer término en un orden de mérito encabezado, ¿o habría que decir enculado?, por Walsh).
Más allá de estas transgresiones que no son tales, lo interesante (como de costumbre) viene del costado femenino. La esposa en la ficción de Dylan es Joely Richardson, la hija verdadera de Vanessa Redgrave, que aparece en la serie representando a la madre del personaje que hace su hija. Muy cerca de los 70 años, la superestrella (que estará otros cuatro capítulos como actriz invitada) se da el lujo de obtener (¡por segunda vez!) los favores sexuales de Julian McMahon, para desesperación de su hija (en la vida real y en la ficción), que ha sido amante (parecen insinuar) del socio de su actual marido. Hay, además, truculentos primeros planos de intervenciones quirúrgicas y mucha insistencia en la monstruosidad de ese mundo (del mundo).
Todo muy trash, pero de alto vuelo.
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