jueves, 18 de agosto de 2005

Escuelas

Cuando uno ha sido formado en una escuela (en un estilo), necesita un grado de perfección superlativa para poder imponer sus movimientos, para "marcar" el paso. Como yo soy apenas un novato en el arte de bailar el tango, las pocas lecciones recibidas no sólo me impiden guiar a mi pareja sino también ser guiado por quien viene de otra tradición. Todo son tropiezos y disculpas. Anoche comprobé lo mucho que me falta para poder pasear con éxito turistas por la pista de baile de madera (no digo "sacar viruta al piso", porque ésas son ya palabras mayores y no me creo capaz de alcanzar esas cumbres de la danza vernácula). De paso por Buenos Aires, Alicia Borinsky me recomendó enérgicamente la tutoría clásica a la que ella se somete. Le agradecí el consejo, pero no creo que sea bueno cambiar de caballo a la mitad de la carrera. Así se lo dije (¡como si estuviera en la mitad de mi aprendizaje!: sabía que estaba mintiendo). Además prefiero los firuletazos libérrimos que me permite el tutor al que me entregué por mediación de E.
Casualmente E. me comentó que recibió carta de París donde le preguntaban si la E. que yo había consignado días atrás era la de su nombre. Sí: E. es E. Et tout le reste est littérature
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