Decía James Anthony Froude -crítico por el cual Borges profesaba una justa admiración- que en cualquier cuestión sobre la que los hombres se encuentran en veredas opuestas existen tres alternativas: que los puntos de desacuerdo sean puramente especulativos y carezcan de importancia moral, que haya algún equívoco del lenguaje y ambas partes digan lo mismo con diferentes palabras, o que la verdad sea algo distinto de lo que sostienen las partes y cada uno asuma algún elemento importante que el otro tiende a ignorar u olvidar. En cualquier caso, agregaba, cierta calma y un buen temperamento son necesarios para comprender y oponernos con éxito a aquello con lo que no estamos de acuerdo.
Prudente consejo que los detractores de Bolivia Construcciones desconocen por completo. De allí el ensañamiento gratuito con el que muchos fustigan la persona de su autor como si este no fuera más que un vulgar delincuente. ¡Plagio!, aúllan los guardianes de la moral y las buenas costumbres; y su prédica adquiere las resonancias de una aristocrática señora que se siente traicionada por ese imperdonable descuido en el que por un instante -sólo por un instante- pareció recaer su diario de cabecera. Mientras tanto, la discusión se amplifica a través de blogs, periódicos y revistas, escritores y académicos. La mayoría opina con esa delectación tan propia de la idiosincrasia argentina que consiste en la deleznable voluntad de hacer leña del árbol caído.
2- Las reacciones histéricas a que dio lugar el affaire Bolivia no son desinteresadas. Bien vale la pena citar algunos ejemplos. Me enteré de la decisión del jurado de dar marcha atrás con el premio durante mis vacaciones, a través de una horrenda nota de Clarín que respiraba satisfacción por todos sus poros ante ese aparente desliz que, según la irrefrenable lógica del mercado, acarrearía el ineluctable desprestigio del premio de la competencia. Lógica ésta que La Nación-Sudamericana no podía menos que compartir. Sólo hay competencia allí donde se admiten presupuestos comunes y se aceptan reglas de juego que, la mayor parte de las veces, se contraponen a las elecciones individuales. En ese sentido, y aunque no pueda confirmarse más allá del terreno especulativo, la premura con que el jurado se arrepintió de su anterior entusiasmo parece directamente proporcional a las presiones corporativas que debe haber sufrido. Y hay que decir que fue el dictamen de ese mismo jurado el primero en adjudicarle al asunto esos sobretonos morales y jurídicos en los que se ha empantanado la discusión. “La ética de un escritor, su honestidad intelectual, consiste en adjudicar a quien corresponda lo que no es fruto de su propio trabajo”, dijeron. Y Pablo Avelluto, director editorial de Sudamericana, coronaba el asunto con una amenaza que sólo por eufemismo podría uno adjetivar como velada: "Estamos muy tristes por lo que ocurrió, pero también estamos muy orgullosos del jurado del premio y muy contentos con él y con la actitud que tomó, que, por supuesto, respaldamos totalmente. Ahora, nuestros abogados están estudiando cuáles son las medidas que tenemos que tomar ante esta situación completamente inesperada". ¿Cómo no estar orgulloso de esos corderitos que, ante la primera dificultad, dieron la espalda a una novela por la que habían manifestado un desbordante frenesí y corrieron a refugiarse bajo las faldas de sus patrones? ¿Qué clase de postura podía tener en el conflicto un jurado de cinco miembros de los cuales uno es hombre de La Nación, el otro, empleado de Sudamericana, el tercero, futuro director del suplemento cultural con el que el diario de los Mitre saldrá a competir con Ñ y un cuarto, artista exclusivo del periódico en cuestión? Todos tenemos que vivir de algo y nunca es bueno morder la mano que nos da de comer. Pero convendrán conmigo en que no es ésta una gran plataforma para despacharse con sermones acerca de la ética y la honestidad intelectual.
3- La exaltación, como ya es sabido, dejó paso a la perplejidad. Y se impuso la ley del menor esfuerzo, la misma que tantos le endilgan al autor para condenarlo de modo sumario. Ningún empeño por averiguar si razones estructurales, ligadas a los diferentes niveles en que discurre la novela, justificaban la elección de un procedimiento que sólo la cerril moralina de quienes se constituyen en testaferros del patrimonio ajeno pudo calificar con términos más dignos de la comisaría 25 que de cualquier discusión estética.
No es este lugar para demostrar que la apropiación literaria no constituye violación alguna del trabajo ajeno, que las operaciones artísticas no son reductibles a las leyes de copyright. Cualquier lector informado de este blog conoce la plunderfonía y el sampler y sabe que el reloj de quienes levantan el dedo acusatorio atrasa varias décadas. Pero hay que mencionar la pereza intelectual de un jurado que fue incapaz de indagar las relaciones productivas entre Nada y Bolivia, prefirió jugar el juego de las lágrimas y revocó el fallo anterior sin el adecuado análisis y la extensa justificación que hubiera merecido una decisión semejante.
Es cierto que no fueron sus miembros los que pronunciaron la palabra "plagio". Pero su infortunado fallo bastó para arrojar ese manto de sospecha del que tantos otros se valieron para concluir el sucio trabajo de desprestigio. Aún a riesgo de ponerse en ridículo al seguir a rajatabla el fervor policíaco de un joven denunciante indudablemente muy mal asesorado.
4- Un tono más prudente se advierte en la carta de lectores de La Nación del 23 de febrero. Allí, los cinco integrantes del jurado responden a otra famosa y, por entonces inédita misiva que, con su honestidad y buena fe características, el diario recién publicaría mucho más tarde. La condena personal parece ceder el terreno a razones estéticas. Ahora resulta que el descubrimiento de la novela de Laforet debilitaría los méritos de Bolivia Construcciones. El argumento se basa en una operación espuria que tiende a reducir la noción de intertextualidad a una identificación de "fuentes de manera que sea visible para cualquier lector". Dejemos de lado tan peculiar comprensión del concepto para no perdernos en interminables discusiones técnicas; mencionemos, sin embargo, que la Carta firmada por Jorge Panesi, Josefina Ludmer y otros intelectuales y publicada recién en marzo no menciona la palabra ni el concepto de intertextualidad.
Tampoco deja de ser curioso que se apele a una suerte de populismo de salón. De repente, el jurado se convierte en el adalid del lector común. ¿Será porque un lector común tuvo a bien advertir a los cinco notables de la existencia de Nada? No dudo que el jurado sepa ser agradecido. Lo que no entiendo es por qué es jurado, si no reivindica para sí ninguna autoridad más allá de la del lector común. Hasta donde tengo noticia, ningún premio literario ha llamado nunca a un lector común, sea lo que signifique esa abstracción indemostrable, para integrar las filas de un jurado.
Lo que se espera de éste es que no se haga eco fácil de una denuncia, ni convierta a una discusión literaria en un linchamiento moral. Las razones estéticas que aduce brillan por su ausencia. De lo contrario, debería haber contemplado al menos la posibilidad de que Nada refuerce, en lugar de debilitarlos, los méritos literarios de Bolivia Construcciones. La relectura forma parte de la literatura; las notas al pie, en general, corren por cuenta de los críticos antes que de los autores. De golpe, el pecado de Bruno Morales se reduce a una mera descortesía. No tuvo a bien informar al jurado de esos párrafos en cuestión. Y el jurado, que es agradecido pero no tolera la descortesía, obró en consecuencia. No fuera a ser cosa que perdiera credibilidad ante cualquier lector y éste no lo considerara más uno de los suyos. Porque ya se sabe, La Nación ha sido, es y siempre será el diario de la gente común.
Cambiasso adscribe a la una clasificación de las discusiones expandidas que rotula como bizantinas, malentendidos y rosqueos. Y yo adscribo también. Y esta sobre Di Nucci, me parece, tiene un poco de todo. Si un jurado es elegido, y si no se le antepone otro jurado “superior”, se me hace inferencia que su fallo es irrevocable: para algo eligieron tal jurado y no otro. Y si la obra ganadora tuvo eficacia estética según la lectura del jurado, no debería hablarse más de tal premiación. En todo caso, las discusiones deberían versar sobre los presupuestos que motivaron tal elección y sus hipotéticos bemoles. Esto, por el lado de lo bizantino y el malentendido.
ResponderBorrarPor el lado del rosqueo: a esta altura de la cultura, todos los que lapidan a Di Nucci saben, o deberían saber, que los grandes premios literarios comportan, como marca de agua, la impronta de la estafa. El valor literario de una obra según X es inconmensurable respecto del valor que pueda asignarle Y. Son sólo opiniones.
(Norberto Cambiasso fue el responsable –a través de su revista Esculpiendo Milagros– de que yo –y consecuentemente un par de amigos míos– conociera a Pixies. Jamás olvidaré esa deuda. Eso sucedió en el 91 o 92, recién ingresado en la Puanera. Después lo conocí y traté, como mucho, un par de veces, y mi agradecimiento se ratificó. Quince años después (¡ay!) volvemos a coincidir. Gracias, Norbis, por ser como sos.)
sigo sosteniendo aquello de " poderoso caballero Don Dinero".
ResponderBorrarEste tipo de jurados , a sueldo de los que ponen los denarios del premio es coherente consigo mismo.
Y las reglas del juego de estas situaciones son duras. Todo aquello que dañe o pueda dañar el capital que se posee ( imagen corporativa)debe ser castigado, y el que participa del juego debe correr los riesgos si intenta estirar las normas.
En definitiva nadie esta juzgando lo literario sino, si esa produccion merece DINERO.
Parece que este tema está dejando de importar y se debería pasar a discutir otras cuestiones, pero eso lo sabrán los que saben. Como lector (no de Bolivia Construcciones ni de Nada), veo que nadie intenta ser objetivo. En este texto se dice “esos párrafos en cuestión” mientras que otros hablan de un cuarto de la novela. Los puntos que me quedan claros es que habría venido bien que no presentara la novela a un concurso y habría venido bien que hiciera alguna referencia menos velada a la novela Nada, una de esas pistas que se descubren cuando ya se sabe la ubicación del tesoro.
ResponderBorrarAdemás, parece un recurso de holgazán el copiar y pegar. El otro día hice el intento de mezclar los e-books de Una novela china de Aira con algunos cuentos de Haroldo Conti y no quedó nada mal, pero de ahí a mandarlo a un premio. Yo no encuentro demasiada diferencia entre este caso y el anterior del cuento. Presentar cualquier gran libro hoy a una editorial (suponiendo el desconocimiento de quien lo reciba), también nos daría cuestiones para discutir.
El resto, no sé.
che, limk, deja de publicar pavadas y conta la verdad de la milanesa, que grevo y bavio -vos sabes quien es- le paso la novela a becacho y entre los tres con dinucci arreglaron todo una noche de poca literatura, como hacen ustedes
ResponderBorrarComo era de esperar, muchos se acordaron de Pierre Menard, pero pocos, muy pocos, se acordaron de Don César Paladión. Y menos, todavía mucho menos, del gran crítico Farrel du Bosc, quien citando a Myriam Allen de Ford, develó para la posteridad la clave de la obra de Paladión: la “ampliación de unidades”. A esta metodología debemos Las Geórgicas, el De divinatione, El sabueso de los Baskerville y, la que tal vez sea su obra maestra: Los parques abandonados.
ResponderBorrarEs obvio, que el de Bolivia construcciones, no es un caso de plagio, ni de intertextualidad, sino de ampliación de unidades. Paladión, en 1909, ¡Mil novecientos nueve! había ido mucho más lejos que algunos de sus tímidos precursores como Pound o Eliot o de sus todavía más tímidos epígonos Bucay y Di Nucci . A casi cien años de la publicación de Los parques abandonados y de la también reveladora obra de Richard Mutt no deberíamos escandalizarnos de la obra de Di Nucci: la literatura está muerta, se los digo yo, que soy un necrofílico diplomado.
No quería dejar pasar la ocasión sin recordarle que Los miembros de la asociación de Graduadados Cum Laude de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (que presido en forma honoraria desde hace 10 años bajo el heroico lema de Dolmancé “Un esfuerzo más literatos”) espera con ansiedad la publicación de La muerte de Artemio Cruz, la nueva novela de Carlos Fuentes. Les confieso que se me cae la baba al pensar en mi próximo texto crítico: Las muertes de Artemio Cruz: Notas sobre Necrologofilia y Deconstrucción. El hecho no carece de repercusión social ya que Fuentes, aseguró que donará los derechos de su nuevo opus al Frente Zapatista de Liberación Nacional. (Ver:http://enlacezapatista.ezln.org.mx/)
Juan Carlos Savariano juansavariano@yahoo.com.ar
El texto de Cambiasso no me gustó, era innecesario incluirlo: otra vez la descalificación del oponente. "Reacciones histéricas", "jurado complaciente con La Nación", éste, el diario de la gente común.
ResponderBorrarEn un principio me entusiasmé con este debate, no me arrepiento de haberlo seguido, pero también creo que hay demasiado resentimiento en muchas de las argumentaciones, mucho no saber qué hacer con uno mismo, como lector o como escritor, o hasta como crítico; y sobre todo, mucho código, mucho patearse por debajo de la mesa, pero poco de verdadero interés por el debate.
Por lo cual planto: a otra cosa mariposa, porque del veneno del resentimiento está hecha buena parte de la Argentina, este triste país, y de su miserable vida intelectual.
La existencia misma de este debate demuestra la invalidez de la cómoda descripción definida "su miserable vida intelectual".
ResponderBorrarNaturalmente, cualquiera puede retirarse de la conversación que quiera, sobre todo si le cuesta entender de qué se está hablando. Y de lo que se está hablando es de aceptar el mundo tal cual es o de ponerse a pensarlo de otro modo.
Saludos
Cambiasso y todos los que reclaman poner el eje en la estética y no en la ética son FACHOS!!!
ResponderBorrarNo hay vuelta que darle. Argumentar que los periodístas son traidores y pusilánimes, que los críticos cobran sueldos de las editoriales o que hasta la "Biblia" o "EL quijote" son un plagio es un mecanismo de defensa bananero.
A mi me chupa un huevo si Di Nucci, copió una porción de Novela o se robó una porción de Mozzarella, lo que me rompe las bolas es la justificación de cagones de toda laya. Enfrentá la verdad: quisiste hacer algo que te salió mal, vulnerando la confianza de otra gente.
Las torres gemelas volaron ofreciendo un espectáculo bello, entonces le damos el premio a Al Qaeda, al pentágono o quien mierda lo haya volado, pero quienes lo volaron siguen siendo asesinos, así se hayan puesto una remera de "performes culturales" en la cabina de los aviones.
Ya que hay tanta indignación con las condenas "injustas" porque no van a visitar las cárceles del conurbano y a darle una mano a tanta gente que se está pudriendo ahí por el sólo hecho de no poder pagar un abogado estrella.
"Naturalmente, cualquiera puede retirarse de la conversación que quiera, sobre todo si le cuesta entender de qué se está hablando. Y de lo que se está hablando es de aceptar el mundo tal cual es o de ponerse a pensarlo de otro modo." (Link dixit)
ResponderBorrarLink, cambiar el mundo no siempre es bueno. No es en sí misma una consigna que encierre ninguna verdad. Y me gustaría que desarrollaras brevemente cómo cambiaría el mundo la absoluta abolición de la autoría, sobre todo en beneficio no de los lectores sino de quien se presenta a un concurso.
Por otra parte, el mundo se puede cambiar de a pedazos, y dejar como están algunos que no estarían tan mal. Si retirsrse del debate significa no haber entendido de qué se trata, la respuesta de Perro Negro posterior a tu comentario demuestra que retirarse puede ser también una manera de descalificar un punto donde el debate gira ya sobre sí mismo.
En este punto, creo, este debate es funcional precisamente a la continuidad de las cosas como están. Intelectuales y profesores pensando acerca del sexo de los ángeles, y todos los que en realidad intentan pensar las cosas -y la literatura- desde otro lugar, descalificados torpe y groseramente; y en esto Cambiasso se lleva la palma.
Yo también me retiro del tema, no del blog, y espero no merecer tu descalificación.
Josefina: dije y repito que no es obligatorio debatir y seguiran debatiendo a quienes les de el cuero. Pero intervenir en nombre de la "miserable vida intelectual" argentina o comparando margaritas con naranjas (es decir, premios literarios con presos del conourbano) no hace sino demostrar que el debate, para ser tal, debe girar sobre sí mismo, porque de otro modo se transforma en polémica en el bar. Yo creo que cambiar el mundo siempre es bueno como movimiento, aún cuando no estemos seguro de los resultados (o precisamente por eso). Acabar con los premios de novela, infames, infamantes y aniquiladores de toda forma de pensamiento, sería un buen comienzo. Saludos desde el campo.
ResponderBorrarClaro, ahora es fácil escribir cartas, artículos y proponerse cambiar el mundo, pero para eso Di Nucci tuvo primero que sacrificarse y someterse al arbitrio de esos viles mercaderes, nadie fue capaz de prevenirlo, de decirle que los premios de novela son infames, infamantes y aniquiladores de toda forma de pensamiento.
ResponderBorrarNo sé cómo sería Cambiasso a los 19 años, yo a mis 19 no me dejaba asesorar por nadie, y lo que hizo este joven denunciante fue exactamente lo que se propuso Di Nucci, iluminar a Nada.
Reconozco que mi comparación es tremendamente exacerbada, lo cual, es sólo un mecanismo para ser tremendamente ilustrativo en el punto que me interesa destacar, y que a casi nadie le importa levantar. Esto ya me pasó con otra discusión, y empiezo a sospechar que ciertas personas que se consideran a sí mismas "intelectuales" se niegan a sacar el debate del plano de lo que supuestamente a los "intelectuales" les compete. No se si es un mecanismo de autodefensa o mero cinismo. Lo que sé, es que en varias discusiones en donde se plantean cuestiones de distintos órdenes, hay selectividad en los órdenes que "deben" ser discutidos. Esto es similar a lo que ocurre en el plano del debate público (periodístico) sobre cualquier cosa: hay unos límites infranqueables, nunca veremos aparecer el término "clase social" por ejemplo.
ResponderBorrarDe todos modos, sostengo, que además de discutir sobre "Di Nucci", nos compete y podemos, ocuparnos de la manera en que podamos de por ejemplo Roberto Canteros.