Como nos demoramos comentando viscicitudes diversas sobre nuestras vidas, nuestros conocidos y otras nimiedades que no vienen a cuento, comenzó un frenético intercambio de mensajes de texto entre la princesa rusa y su novio, que volvía de Ezeiza en colectivo, para determinar el punto de encuentro a partir del cual sus vidas volverían a ser una. La negociación fue extremadamente ardua e incluyó incluso cuatro llamadas telefónicas en ambas direcciones mientras escanciábamos una bebida espirituosa destinada a sacarnos el frío. Después de una de esas llamadas en las que la estrella se había mostrado más dócil que lo previsible, nos dijo:
"A éste hay que trabajarlo así"
(anterior)
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