La poeta llama por teléfono a cualquier hora, cuando las circunstancias la obligan a recurrir a un oído amigo que la conforte. ¿Cuánto duró su último casamiento? No lo sabe, no lo recuerda. Pide ayuda para fijar las fechas. Es nuevamente soltera desde hace unos meses y había estado en pareja, ¿cuántos años? En el 2001, lo recuerda perfectamente, miraba la crisis por televisión con su entonces nuevo amante (o sola, porque él había ido a marchar con sus amigos). ¿Pero antes, cuándo había empezado a entregarse a él con exclusividad, cuándo había abandonado su vida de soltera? Sacamos conclusiones juntos: fue en el 2000. ¿Pero..., entonces?
La historia vuelve, eso ya es sabido. Ha descubierto, la poeta, que su eterno retorno, como un cometa que surca los cielos, tiene una frecuencia de siete años. Anoche, el sábado, terminó en su nueva casa enredada con un bello espécimen de sexo masculino quien, para mayor coquetería, tenía un tatuaje deslumbrante en su abdomen y un piercing en su tetilla izquierda que ella se dedicó a tironear mientras movía sus caderas sobre aquello que señalaba el tatuaje.
Una vez cumplida la para nada memorable performance física, la poeta consideró oportuno acompañar el último cigarrillo de la noche con unas líneas de conversación (de las otras, ya habían tenido suficientes).
Allí cayó en la cuenta, porque su visitante se lo dijo, que lo que acababa de suceder ya había sucedido antes, ¿seis o siete años atrás? No una vez, sino por lo menos tres. Y habían comido juntos. Y ella había estado en su casa, y había acariciado su perro. "De hecho, me regalaste un libro de poemas tuyo, que pude leer sólo mucho después de que me lo diste". Entonces, el olvidado muchacho tenía más pelo, no tenía tatuaje alguno ni piercing que lo engalanara. "Yo estaba muy loco, y me parece que vos también", escuchó la atónita poeta que le decía alguien que no había dejado huella en su memoria y a quien le había regalado su primer poemario.
"¿Seré tan puta", preguntaba ahora al teléfono, "que le regalo mis poemas a cualquiera que me la pone?". Confirmarla en su sospecha, a esa hora de la madrugada, habría sido cruel.
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Saer le hubiera hecho decir a Tomatis que:
ResponderBorrarlas únicas respuestas correctas, son siempre las que se esperan de nosotros...
Pero que trola culo roto esa poeta!
ResponderBorrarPuesto que reír con los dedos me parece un ejercicio un poco absurdo, voy a poner un solo JA!, que representa una larga, larga carcajada.
ResponderBorrarMi cholulismo dice a gritos: ¡quién es esa poeta! ¡quién es esa poeta!
... Y vos, tan genial como siempre! (soy un poco forra, está bien..., pero sincera)
Saludos.
: )
Pobreciita! Reincidir con el mismo hombre después de tantos anios habla de una mujer consecuente; eso sí, un poco naba.
ResponderBorrarGracias por la anécdota.
Saludos