Maratones

Seguimos maratoneando. ¡Qué difícil elegir bien! La segunda temporada de Roma es bastante deceptiva porque desbarranca hacia el formato teleteatro del mediodía sin la menor concesión a la verosimilitud histórica o a la interpretación materialista de los procesos que narra. La historia del imperio romano se explica exclusivamente por la rivalidad de unas mujeres fuera de sí (matronas unas, plebeyas y esclavas otras). Lo único lindo: el joven Octavio Augusto es presentado como el fanático de derecha que siempre supimos que era. ¿Habrá tercera temporada? Si así fuere, habría que ver con qué personajes, porque los actuales ya no dan para más y fueron (literalmente) liquidados en rápida sucesión.
Pero al menos la producción de Roma era impecable. Ahora nos queda la tortura de tener que terminar la temporada de Torchwood (esa derivación absurda de Doctor Who, que era realmente deliciosa y no se entiende por qué la discontinuó People & Arts). Es verdad que la segunda temporada de Doctor Who era pálida en relación con la primera (estamos bajando la tercera), pero Torchwood tiene unos personajes horribles, una producción tan berreta que asusta y unos guiones tediosos y somníferos (cuando no me duermo yo en mitad de un capítulo, se duerme S., agobiado por sus responsabilidades como artista del momento, y al día siguiente, prácticamente nada interesante es lo que uno tiene para contarle al otro).
De todos modos, seguiremos acopiando porquerías (Jericho, Dexter y Flash Gordon ya están en cola), porque nada entretenido se puede esperar de Buenos Aires de aquí en más, Tinelli sigue siendo propiamente emético (que traduzca la palabra el secretario cultural del nuevo alcalde) y para Lost falta rato todavía.