Acabamos, S. y yo, de volver de Pringles, donde durante tres días participamos de un proyecto de intervención estética en la ciudad, cuyos pormenores serán volcados, una vez más, retrospectivamente.
Llegamos a Pringles el viernes a la madrugada, después de una simpática noche a bordo del micro que transportaba al contingente porteño (al menos, en lo que a residencia permanente se refiere). Si el micro volcaba, habíamos calculado, entre todos habríamos de conseguir la tapa de todos los matutinos (separadamente, en cambio, "la irreparable pérdida" habría retrocedido hasta una columna insignificante en la página de cultura y espectáculos). Nos alegraba, pues, el malonaje.
Al mediodía, yo tenía que dar una charla para docentes que se transformó en una conferencia multitudinaria durante la cual jugamos con los ritmos de la poesía y descubrimos que en castellano, como en latín y en las malas canciones del pop que retenemos en nuestra memoria, los acentos de las palabras cambian (así deben leerse, por ejemplo, estos versos de Juan Ramón Jiménez: "Dios ésta azúl. La fláuta y el tambór/ anúncian yá la crúz de primavéra"). No es raro, porque finalmente el ritmo viene a desterritorializar la lengua y le impone una melodía, una cancioncilla, que es la respuesta, siempre, al llamado de la naturaleza (los pájaros que cantan, los árboles que bailan: caosmos).
Después del almuerzo (accidentado como todas las comidas que tuvimos que hacer), llegó el turno de ponerse a producir el show que Gaby Bejerman habría de brindar a la noche en la cafetería del Hotel Pringles.
Foto: Sebastián Freire
Lo que había sido previsto como un recital poético se transformó en la presentación del disco Mandona de Gaby Bex, para alarma de quienes fungíamos ocasional y torpemente como productores de un show para el que no estábamos preparados, y para el cual no teníamos ni la experiencia ni los aparatos necesarios. Instalamos escenario, luces y sonido. La diva aprobó uno y dos, pero se negó a aceptar tres (las pistas de audio sonaban, en efecto, horribles, y yo qué sé), y amenazó con suspender el show. Afortunadamente, el equipo local de técnicos consiguió resolver el problema y una vez probado el audio, la estrella del pop se retiró a descansar a su habitación mientras seguíamos ensayando el complicadísimo guión que se nos había venido encima: cambios de vestuario, uno. Alternancia entre poemas (Viel Temperley, Marosa di Giorgio, Agustini, Alfonsina...) y canciones de Gaby Bex, todo el tiempo. Luces cálidas para tal tema, luces frías para tal poema, varias veces. Se nos vino la noche y todavía se agregaban pormenores al show por venir. Cuando Gaby mencionara al elefante, en el poema de Marosa, uno de los seguidores debería abandonarla a ella e iluminar la mesa donde Arturo Carrera estaría vistiendo su careta de brobóscide.
La hora prevista se aproximaba, el salón comenzaba a llenarse de contingentes de estudiantes de Letras de Bahía Blanca que habían acudido especialmente al evento y los que cenaban todavía no habían llegado al plato principal, mientras mi celular chillaba órdenes (¡Mandona!) desde los camerinos: 1) que S. suba a buscarme cuando se a la hora para llevar mi vestuario; 2) que me suban un té, porque me duele la garganta, 3) que venga Greg (sí, había un Greg) a hacerme masajes, etc...
A la medianoche, la cafetería del Hotel Pringles era un fuego y yo estaba ya agotando mi repertorio de canciones predilectas para entretener al ávido público. En cuanto me dieron la señal, presenté a Gaby Bex, destaqué la importancia de que estuviera presentando su disco en Pringles (en Buenos Aires, sucederá próximamente en El Nacional) y pedí un aplauso. Gaby entró a oscuras, iluminando las mesas con una linterna y diciendo un poema de Viel Temperley. Ya en el escenario, siguió con Marosa y mis asistentes en luces (Valentín Díaz y Max Gurian) cumplieron a la perfección los segmentos de guión luminotécnico que les correspondía. Después, las canciones: "Sutil", "Amiga", se alternaban con naturalidad con los poemas (un imprevisto Juanele, un poema de Gaby Bejerman, etc.).
Durante el cambio de vestuario, habíamos programado un tema de Matías Aguayo, como para mantener arriba a la concurrencia. Gaby volvió a escena vestida de blanco (¡ay, ay, ay, mamita!) diciendo "El cisne" de Alfonsina y regalando plumas que sacaba de su escote a los atónitos espectadores. Las canciones y poemas seguían sucediéndose con la naturalidad de un show bien montado y ya estábamos convencidos de que podíamos iluminar a Philip Glass, mínimamente. El cierre fue espectacular, con "Puentes de sidra y helado" y la atestada cafetería pidiendo más y más. Habíamos programado un bis, claro: "Palpito papito" y, como Tito Arrúa, todos batimos palmas y repetimos el estribillo: "Esta noche te mando un mail, aunque ahora estés conmigo, ahhhh". Exultante, la diva se subió a la mesa grande que ocupaban unos estudiantes bahienses y bailó con frenesí los últimos compases. Como transición, dejamos sonando "Dios en la disco" de DJs Pareja con Gaby Bex y ahí ya todo el mundo quiso salir a bailar.
Con ese ánimo, las gentes se dispersaron para continuar la fiesta en los diferentes pubs, discos y bares que amenizan la noche pringlense. Los plomos, nos quedamos a juntar los equipos. Los funcionarios de cultura de la provincia de Buenos Aires presentes pensaron que había sido "un poco demasiado para Pringles" pero nosotros pensamos que, precisamente, ahí estaba la gracia. Al mediodía siguiente, el bartender de la cafetería nos dijo que había sido algo distinto, nos felicitó por la iniciativa, rogó por nuevas presentaciones y colocó, como recordartorio de una noche inolvidable, el flyer de la presentación de Mandona en la vitrina de las facturas para el desayuno.
(anterior)
Esa subversiòn de los acentos distingue a los buenos amantes y a los buenos artistas de los malos, como si Gardel no supiese que es "y si es mìo el amparo" en lugar de "ysiesmiò elamparo".
ResponderBorrarEs miò, miò, miò el amparo.
Què horribles los artistas y los amantes obedientes ¿no?
Pues felicidades, a vos y a todos los que hayan ido. Al parecer una excelente idea, bien llevada a cabo. Lindo relato, también.
ResponderBorrarPor cierto...
"mientras mi celular chillaba órdenes"
necesariamente (por forma y conten ido) me recuerda al inédito ricotero...
"desde que fumás malvaloca, ni te acordás que fuiste un chabón / al que mandó una pupila, acomodada en su celular" (si la memoria no me engaña).
-J.
locas transgresoras!
ResponderBorrarlink, qué pasaría si no habilitaras la moderación de comentarios? creo que el blog ganaría en espontneidad y frescura
Anónimo: dos son las razones por las cuales los comentarios están moderados. La primera y principal es para que no entre spam. La segunda es evitar aquéllos comentarios que habría que contestar pero que no merecen respuesta... (o no merecen que uno pierda el tiempo pensando una respuesta). Por lo demás, todo se publica...
ResponderBorrarmientras, nosotros hemos tratado de seguir con nuestras vidas en sus ausencias...
ResponderBorrardp. muy bueno el dato del los masajes de Greg
yo también le voy a pedir uno
le tengo que cobrar la presentación a LA DIVA
¡Gracias por mencionarme en la crónica de la invasión poética a Pringles! Es una alegría un tanto ególatra pero no por ello menos auténtica que mi nombre aparezca allí. Quién sabe, quizás, algún día, pueda acarrear también mis huesos a alguno de estos maravillosos eventos. Gracias de nuevo.
ResponderBorrarayyy, pero que hermosa noche! y que ganas infinitas de estar ahi! Suerte que hay bloggers que hacen viajar las musicas, las palabras (con y sin acentos) y casi que puedo verlos, de cerca estando lejos.
ResponderBorrarYo tambien quiero masajes! Habria que ver si de Greg.
No todos eran estudiantes de letras de la universidad del Sur, lo que parecia un encuentro colectivo, se transformo en una fiesta de amigos que eran observados por otros no tan amigos, con ganas de serlo, que se quedaron afuera.
ResponderBorrarGaby Bejerman, fuiste la unica que trato de construir puentes entre los que entendian y no entendian.
Link, baje del Olimpo quiere, que usar remeras del Chapulin Colorado no lo transforma en alguien màs serio.
Me quedo con una frase de F.L.Wright: "El arte por el arte es la filosofia de los bien alimentados".