Presa de un sistema de representaciones, la muchacha ha decidido casarse. En Dios no cree, pero se casará por Iglesia. Su familia es un hato de resentimientos mutuos, pero hará una fiesta (ocho mil dólares). Ha elegido la fecha y el lugar (ambas elecciones, incómodas para todos): Mercedes (provincia de Buenos Aires), a comienzos de enero. La elección de tiempo y espacio son un misterio hasta que alguien le pregunta al novio, sobre la fecha: "¿es por el cumpleaños de tu mamá (ya muerta)?"
Dice que no, que no lo había pensado, que no se acordaba, y no aclara el motivo verdadero del capricho. Deducciones obvias arrojan una verdad provisoria: es la fecha del primer polvo. Para conmemorar aquel revolcón de hace cuatro o cinco años, han decidido casarse en una fecha completamente inadecuada (harán su viaje de bodas por Europa, ¡en invierno!, pudiendo ir en primavera...). Hasta la conmemoración de la fecha les queda invalidada por el grave recuerdo de la madrina de casamiento que no estará en cuerpo, pero que bendecirá la unión desde el más allá al que la condenan (precisamente al invocarla).
Entre la decisión y los planes pasan los días, las semanas, los meses. Cuando quieren acordarse, ya no hay más pasajes baratos de avión, ya no hay tiempo para organizar la fiesta y el viaje, mandar las invitaciones, armar un itinerario racional. Presa de un sistema de representaciones, la muchacha ha decidido casarse el día de cumpleaños de su suegra muerta, y lo hará aunque la felicidad se le vaya en ello.
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Como Puig ya no puede dar cuenta de esta historia, por favor, hacela estallar vos en mis pedazos narrativos!!
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