viernes, 19 de diciembre de 2008

Esas poderosas cantantes

por Daniel Link para El banQuete. Revista de Literatura, XI: 7 (Córdoba: diciembre de 2008)

nihil potest homo intelligere sine phantasmata

Aristóteles (según la Vulgata)


Nunca sabremos con certeza si Odiseo realmente quería volver a su casa, o si por el contrario temía enfrentarse con la terrible tejedora, a la que debería informar de su entrega fatal a la seducción del mundo.

Apenas “se nos mostró la tierra patria, donde vimos a los que encendían fuego cerca del mar” (X: 28-31), el héroe fecundo en ardides se rindió al sueño (a las ensoñaciones), circunstancia que sus “amigos” y “camaradas” aprovecharon para abrir el odre repleto que Eolo había regalado a Odiseo, para mejor distribuir entre ellos el oro y la plata que creían merecer tanto como su capitán. Horrrenda codicia: al desatar el cuero, los “amigos” liberaron los vientos, que arrastraron la nave, una vez más, lejos de la patria. La circunstancia no parece haber afligido demasiado a Odiseo (“me quedé en el barco y, cubriéndome, me acosté de nuevo”, X: 51). Los fatigados navegantes volvieron chez Eolo, que los sacó carpiendo (X: 72-74), pasaron por Telépilo de Lamos (X: 80-133), llegaron a Eea, la morada de “Circe, la de lindas trenzas, deidad poderosa, dotada de voz” (X, 135-140), donde los marineros se entregaron a la seducción de las “drogas perniciosas” (X: 233-236) cuyos secretos dominaba la solitaria cantante “de voz sonora” (X: 252-253).

Escudado en otro pharmacon, Odiseo decidió ir a rescatar a sus camaradas y, aconsejado por Hermes (X: 281-301), subió al “magnífico lecho de Circe” (X: 346-347), la dealer de los mares griegos que, ahora transformada en magnífica anfitriona, les exigió que la cortaran con el “copioso llanto” y la manía de traer “de continuo a la memoria la peregrinación molesta” (X: 456-465). Odiseo y sus amigos se dejaron seducir por Circe y se quedaron más de un año en su palacio (X: 466-468).

Pasado ese tiempo, vinieron los “fieles compañeros” (X: 471-474) a ver si se volvían de una vez por todas a la patria. Odiseo, una vez más, “se dejó persuadir” (X: 475) y después de un último “banquete”, subió “a la magnífica cama de Circe” (X: 480) y, entre una cosa y la otra, le dijo: “—¡Oh, Circe! Cumplíme la promesa que me hiciste de mandarme a casa. Ya mi ánimo me incita a partir, y también el de los compañeros, que apuran mi corazón, rodeándome llorosos, cuando estás lejos (X: 483-486). Ella, naturalmente, le contestó que no se quedara ni un segundo más de mala gana en su palacio, y lo mandó al infierno (X: 489-575).

Vuelta la turba de marineros, para sorpresa de Circe, del Hades (XII), “nuestro ánimo generoso se dejó persuadir” (XII: 28), celebraron un nuevo banquete y Odiseo recibió instrucciones de la diosa para sobrevivir al encantamiento de esos monstruos, las sirenas (XII: 37-54), y a otros tantos peligros marítimos en los que, por el momento, no hace falta detenerse.

El texto completo, acá.


2 comentarios:

  1. Anónimo1:38 p.m.

    Hola, no se puede acceder a la nota completa. Linkillo (draft version) queda congelado en el título.
    Imperiosos deseos de completar la lectura me dominan.
    Jimena

    ResponderBorrar
  2. Ha de ser una horrible treta de Mattoni, para obligarte a comprar la revista. Hazlo (acá, funciona).

    ResponderBorrar