Entre las múltiples tareas que me quedaron pendiente del 2009, no había leído La confesión de César Aira (Rosario, Beatriz Viterbo, 2009, 128 págs., ISBN 978-950-845-235-1).
No recuerdo una novelita de Aira para mí tan perturbadora como ésta. En general, me pasa que empiezo a leer "la última novela de Aira" y en las dos primeras páginas ya sé si participa de la especie de novelitas que me gustan (Cumpleaños, Parménides, Los fantasmas, etc...) o de las que detesto (El vestido rosa, Dante y reina, tantas otras).
Pero con La confesión me pasó algo diferente. Al principio pensé que era horrible (y de hecho, lo es), pero después, con el correr de las páginas, me terminó gustando. Tal vez se trate del comienzo in medias res, que Aira no cultiva demasiado (con toda la razón del mundo) lo que despistó mi juicio (que, como siempre, es totalmente independiente de mi voluntad y, aún, de mis previsiones). In medias res, la portentosa máquina narrativa de César Aira gira como en el vacío, le cuesta echarse a andar: funciona a media máquina, podría decirse. Es como si ese pequeño desorden narrrativo arruinara el proceso de combustión al que el autor nos tiene tan acostumbrados. Todo el primer capítulo justifica (sobradamente) las aprensiones de los detractores de Aira. Pero después, el texto riela como una superficie bruñida y avanza a todo vapor a través de las complejidades marítimas que la perversidad siempre alerta de Aira le plantea.
Me sentí levemente culpable durante la lectura de ese primer capítulo, porque había leído en la contratapa la invocación de "la ley suprema del astuto balzaciano" y como yo alguna vez había propuesto que se leyera a Aira como al Balzac de nuestros tiempos (porque pensaba que cada una de sus entregas narrativas bien podían funcionar como piezas de la nueva Comedia Humana), pensé (la petulancia es siempre lo que nos pierde) que el autor había decidido ensayar una auténtica y vulgar novela de Balzac, con sus personajes peronistas y todo lo que hiciera falta (incluso un vocabulario de complejísima y meditada premeditación que salta a la vista precisamente por la falta de encanto de lo que se cuenta).
Por fortuna, no es así, y La confesión ocupa ahora un raro privilegio en mi memoria: es la novela de Aira que menos me gustó al comenzar a leerla, pero la que más disfruté retrospectivamente, una vez que la hube leído.
Y la eleccion del titulo no es azarosa. Habria que pensar donde se coloca respecto de la intimidad, la autobiografia etc. cuestiones sobre las que ultimamente se explayo a gusto.N.F.
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