domingo, 31 de octubre de 2010

PRONUNCIAMIENTO

Éste es el texto consensuado entre numerosas organizaciones el lunes 25/10. Todos aquellos que deseen adherir (organizaciones o personas),pueden hacerlo enviando un mail a justiciapormariano@gmail.com


Los convocantes a la gran movilización que exigió justicia por el asesinato de Mariano Ferreyra, militante del Partido Obrero, nos dirigimos al pueblo argentino y señalamos:

Que con el pasar de los días, las múltiples denuncias sobre la responsabilidad directa de la patota de la Unión Ferroviaria en este crimen han quedado brutalmente confirmadas.

Dos integrantes de esa patota han sido detenidos. Pero el hilo de las responsabilidades debe ir hasta el final, y llegar hasta la más alta cúpula de la Unión Ferroviaria, en la persona de José Pedraza.

Debe llegar a la Policía Federal, que liberó la zona minutos antes del ataque criminal, y a la Policía Bonaerense, que protegió a integrantes de la patota al punto de violar su jurisdicción.

Debe llegar a los concesionarios ferroviarios, que habilitaron licencias gremiales a pedido de la UF, y para que formaran parte de la patota criminal.

Debe llegar a la red corrupta que integran todos los anteriores junto a la Secretaría de Transporte; a través de esa red, privatizadas y burócratas sindicales se embolsan subsidios millonarios, a costa de la precarización de los trabajadores y de la destrucción del servicio ferroviario.

A pesar del masivo pronunciamiento popular por Mariano, el gobierno nacional rechazó la audiencia solicitada por las organizaciones convocantes. Asimismo, pretendió equiparar a la movilización obrera con la acción de los asesinos, calificando a los hechos como un “enfrentamiento entre grupos”.

El pueblo argentino, por el contrario, reclama el fin de las patotas sindicales, que recientemente actuaron contra los trabajadores del Hospital Francés, del INDEC, del Casino y del Subte, entre otros casos; por el derecho a la libre organización de la clase obrera; por el fin de la policía de las zonas liberadas; por el fin del trabajo en negro y precario.

Por todo lo anterior, reclamamos:

-el juicio y castigo a todos los responsables materiales y políticos del crimen de Mariano, y de la tentativa de homicidio contra Elsa Rodríguez, Nelson Aguirre y demás trabajadores;

-Reincorporación de los ferroviarios despedidos. Por su pase a la planta del ferrocarril, inmediato y sin condiciones. -Investigación y destitución de las jefaturas policiales involucradas en los hechos.

sábado, 30 de octubre de 2010

Resaca

Anoche, incursión antropológica en unos rituales de tribus remotas: un casamiento (¡hétero!), donde había hasta un ministro del gabinete nacional. Nos fuimos cuando el DJ (¿en qué club de tenis lo habrán reclutado?) insistía en hacer bailar a esa pobre gente (¡salvemos a los héteros!) canciones de.... ¡Nirvana!
Como esta noche tenemos otro casamiento, pero éste de tortas..., imaginamos que nos torturarán con la Sole o cosa semejante.
Se impone un intermedio (in the middle) comme il faut, para recuperar (al menos parcialmente) la alegría de vivir:



Descansa en paz

por Daniel Link para Perfil

¿Qué decir más allá de las condolencias de rigor a los deudos y amigos de un muerto? Como sucede siempre en estos casos, al duelo por la desaparición física se superpone la urgencia para resolver los asuntos mundanos del fallecido y el reparto de su herencia.
Con Kirchner, desaparece uno de los mitos mediáticos de los últimos tiempos (el “doble comando”) y un misterio semántico, el “modelo”, que ahora deberá redefinirse, sobre todo porque es prácticamente imposible que la Dra. Cristina Fernández pierda las próximas elecciones presidenciales, ahora que, a sus muchas virtudes, agrega el hálito trágico de la viudez inesperada.
Los carteles que el mismo 27 de octubre se vieron en Plaza Mayo decían: “Perón, Evita y Kirchner están en el mismo cielo”. El Gral. Perón enviudó durante su segunda presidencia, pero nunca pudo sobreponerse al fantasma de esa muerta colosal que, desde el más allá, dominó el mundo como no lo había conseguido estando viva. Luego, el Gral. Perón murió, dejando viuda a la vicepresidenta, la Sra. Isabel Martínez, que accedió al sillón de Rivadavia (para desgracia de todos los argentinos, los peronistas en primer término) por ese deceso.
Aunque la viudez parece constitutiva de los vaivenes políticos de nuestro reino, el caso de la Dra. Cristina Fernández no coincide ni con uno ni con otro (pero la mitografía no precisa de grandes sutilezas): la muerte del Dr. Néstor Kirchner equivale a la del Dr. Alfonsín, y encuentra a su viuda en una curva ascendente impredecible hace tan sólo un año.
Más allá de su dolor personal, la Dra. Fernández debería salir fortalecida de este trance: si las encuestas electorales ya la favorecían por sobre su marido (porque sus virtudes públicas, sin duda, eran más visibles o más comprensibles para el electorado), ahora deberá demostrar, desde la soledad y el luto, que ella es no sólo capaz de proponer y sostener un modelo de gestión propio (sobre lo que no cabría sostener demasiadas dudas, a esta altura del partido), sino de ordenar ese equívoco gigantesco que llamamos peronismo, y de dotar de sentido a ese enigma político reciente, el kirchnerismo.
A esos dos ismos (uno del siglo XX y el otro del siglo XXI) deberá imponerse el “cristinismo”, una corriente de opinión más interesante que las anteriores porque reposa en una simpatía incondicional que prescinde de las anteriores: muchos “cristinistas” (entre los que me cuento) jamás se declararían “kirchneristas” y preferirían que no se los identificara como “peronistas” (es, una vez más, mi caso). Llamo PP, “peronismo paquete”, a esta mutación de las simpatías políticas.
No se trata, naturalmente, de coincidencias programáticas o ideológicas, porque ni el peronismo ni el kirchnerismo se caracterizaron nunca por una ideología o un programa diferente del pragmatismo (es decir: el sentido de la oportunidad). ¿Podrá el “cristinismo”, tan radicalmente moderno -glamoroso hasta la náusea, hipertecnológico (youtube, el twitteo y el titeo son sus formas de intervención más recientes) y que tan bien rinde televisivamente- imponerse a las potencias maléficas que habitan los ismos que lo precedieron?
Suponemos que sí, porque, ¿quién podría discutir con una mujer ya famosa por su habilidad retórica, su compromiso irrenunciable con las causas más peregrinas y a veces incomprensibles, su juvenil entusiasmo por las maravillas del mundo y además, ahora, viuda: frágil, sin nadie con quien compartir las durísimas exigencias del poder, en un año que hará coincidir los plazos del duelo y de la campaña electoral?
El Sr. Moyano se apresuró a garantizar su incondicional apoyo, y otro tanto irán haciendo los demás barones peronistas. Lo contrario sería percibido como una vileza por parte del electorado, ese sujeto de la soberanía tan volátil que muchos intelectuales (Torcuato Di Tella, embajador recientemente designado, entre ellos) han propuesto a la monarquía como la forma política que mitigue las cíclicas crisis argentinas.
Cristina reina. Y su regencia será recordada con justicia como un período incomparable de la política latinoamericana. Pero su asunción para un segundo período será una apoteosis de la que no deberíamos privarnos. Es por eso que, junto con nuestra más profunda solidaridad en este trance, le enviamos a la Sra. Cristina Fernández el deseo de que pueda capitalizar la triste carga que los excesos de carácter de su marido le han puesto sobre los hombros. Cristina reinará. ¿Qué más puede pedirse?

(anterior)

viernes, 29 de octubre de 2010

A seguir tu ejemplo

por Artemio López para Perfil

Se equivocó Claudio Escribano cuando advertía en su amenazante editorial del diario La Nación en el año 2003. Podríamos pasar por alto una tercera conclusión, porque las fuentes consultadas en los Estados Unidos, por quien esto escribe, difieren de si se trata de la opinión personal de uno de los asistentes o de un juicio suficientemente compartido por el resto. Sin embargo, la situación es tal que vale la pena registrarla: la Argentina ha resuelto darse gobierno por un año.
Se equivoca Rosendo Fraga cuando a horas de la muerte de Néstor Kirchner escribió en el mismo diario: “La continuidad institucional no está en riesgo en la Argentina, pero puede estarlo la gobernabilidad en el tramo final del mandato de Cristina, si ella no aprovecha lo que posiblemente sea su oportunidad histórica: dejar de ser la presidenta de una facción, para pasar a serlo de todos los argentinos”. Nada ni nadie nos va a amedrentar y privarnos de darle el mejor homenaje que merece Néstor Carlos Kirchner: Defender el gobierno de Cristina sin condicionamientos y darle continuidad al proyecto iniciado en mayo del año 2003.
Por otra parte, estamos seguros de que la figura de Néstor Kirchner cobrará significación a medida que transcurra la historia. El mejor presidente desde la recuperación democrática, el único que tras su mandato devolvió el país con indicadores socioeconómicos mejores que los que encontró.
Bajó la pobreza a la mitad, la indigencia a un tercio, desendeudó el país, restauró la autoridad presidencial pero, por sobre todo, restituyó la política en un país devastado por el neoliberalismo y su ilusión de manejo tecnocrático de la cosa pública. Un gran hombre Néstor, sabía de su destino, era consciente de los riesgos de su enfermedad y se entregó siguiendo sus más firmes convicciones, las mismas que nos transmitió y serán las que nos impulsen a defender el gobierno de su compañera de toda la vida, nuestra presidenta Cristina, a pesar de las amenazas absurdas, ridículas, de los enemigos de la democracia.
Querido Néstor, no te vamos a olvidar, vamos a seguir tu ejemplo, vamos a cumplir.

La resurrección del kirchnerismo

Por Daniel Guebel para Perfil

Las costumbres fúnebres que imperan en el arte de la política argentina se presentan bajo dos modalidades principales: el asedio sobre la yugular de los deudos, a fin de obtener nuevas raciones de sangre fresca, o la confirmación y continuidad de estos, enaltecidos y como auroleados por el dolor de la pérdida. Como la economía parece funcionar, y Cristina Fernández tiene voluntad, preparación cultural y arraigo político, su destino, trágicamente beneficiado por el deceso repentino y lamentable de Néstor Kirchner, parecería ser el de la reelección, algo muy distinto de la ignominia, el oprobio y el destrato que en circunstancias similares padeció Isabel Martínez. De todos modos, no le espera una tarea fácil. Deberá enfrentarse a la creciente desafección de los intendentes del Conurbano –que, progresivamente, se alinearán con el sciolismo, el felipismo, el reutemanismo o cualquier ismo alentado por Duhalde–, a las internas del partido; las relaciones con los sindicatos necesariamente se volverán más ríspidas.
También deberá ocuparse de los reclamos perpetuos de los citadinos industriales, prebendarios de siempre, que esta vez se quedaron fuera de la mesa chica de los repartos, y de los tironeos de los ahora agazapados tecnoindustriales campestres, que confunden las retenciones con el martirio y sus terrenos agroquímicos con la patria. Para no hablar de la Iglesia, que ofrecerá su apoyo y consuelo espiritual, ante la adversidad, a cambio de alguna secular concesión a sus rígidos reclamos medievales (es paradójico cómo una institución que subsidia su existencia vendiendo beneficios u horrores ultraterrenos, se lamente tanto ante el fin de la vida humana, como si en el fondo no creyera en la existencia del cielo).
Dejemos de lado el flanco no cerrado de sus enfrentamientos con la prensa periodística no alineada con lo que desde el Gobierno se llama Proyecto Nacional y Popular.
Curiosamente, dentro de este campo de conflictos no se incluye, por el momento, a las Fuerzas Armadas, ya que ahora de la represión se ocupan –como en Irak– empresas mercerizadas que, a su vez, encargan el trabajo sucio a saltarines de tablón de las canchas del ascenso.
Si, hasta el martes a la noche, el destino del kirchnerismo en las próximas elecciones aparecía complicado, el fallecimiento de su líder le da nueva vida y perspectivas. Es de observar cómo política y religión –si no son lo mismo por otras vías– muestran idénticos funcionamientos. Sin ser médicos, podemos inferir que Néstor podría haber vivido muchos años más, si la pasión por sus prácticas no lo hubiera llevado a desatender los consejos de los médicos. Esa pasión ajena a la moderación, lo colocará de seguro, en un lugar sacrificial que la tradición peronista conoce bien, ya que lo aplicó rigurosamente a sus figuras fundadoras (el cáncer de Evita como metáfora de su devoción por los pobres; la muerte de un Perón ya senil, como efecto de su frenética actividad por salvar del caos a la patria). El peronismo explica su vocación por el poder bajo la figura del salvacionismo. En ese punto, a futuro, su rival más peligroso no se encuentra en las fuerzas representadas en el Congreso, sino en el sector trotskista al que desde los márgenes del PJ le han producido una víctima verdadera, una inmolación no buscada.
Probablemente, el trotskismo (como el cristianismo), sería una secta desterrada de la memoria de los hombres si a “papá Stalin” se no se le hubiera ocurrido mandar clavarle una pica a su adversario. Su duración y persistencia en el tiempo tiene que ver con la fe en la causa última de una revolución que ha de llegar (lo mismo pensaban los profetas judíos) y con su aptitud no buscada para ser elegidos como víctimas de los crímenes.
Al mismo tiempo, comparten con el cristianismo la creencia de que la verdad viene de afuera: en un caso, gracias a la iluminación que recibió Pablo camino de Damasco, en el otro, gracias al efecto del estudio de los textos cabalísticos marxistas. Triunfará Cristina, porque Néstor se ofreció a la hecatombe de la pasión; triunfarán alguna vez los trotskistas, porque son como los cristianos primitivos entregados a las arenas de un circo, donde se sueltan los leones del mundo.

Premio Indio Rico 2010

A PEDIDO DE LOS INTERESADOS, SE EXTIENDE EL PLAZO DE ENTREGA DE EJEMPLARES PARA EL PREMIO INDIO RICO 2010 DE ESTACION PRINGLES,
“DIARIO DE VIAJE IMAGINARIO”,
HASTA EL DIA 30 DE NOVIEMBRE DE 2010.

Edición 2010 Género: DIARIO DE VIAJE IMAGINARIO, en idioma español.

Bases

jueves, 28 de octubre de 2010

SMS materno

"VAMOS CRISTINA, TE APOYAMOS Y TE CUIDAREMOS DE LOS BUITRES QUE ACECHAN"

Conducta en los velorios (2)

Entre los muchos momentos conmovedores de las exequias kirchneristas, conviene destacar el Ave María de Franz Schubert que cantó con exquisitez un joven de barba. Por un instante, la viuda titubeó, hasta que reconoció la nobleza de la fuente.
La plegaria final ("Hasta la victoria, Néstor") no le quitó un ápice de patetismo a la presentación, que la Sra. Cristina Fernández agradeció cálidamente.

Correspondencia

En el contexto del duelo nacional, reprogramamos la presentación del libro de Sylvia Molloy, Desarticulaciones, para el próximo lunes 1º de noviembre a las 19 hs., en Eterna Cadencia, Honduras 5582. Presentarán, como estaba planeado, Nora Domínguez y Daniel Link.

Saludos cordiales,

Ana Mazzoni

Eterna Cadencia Editora



Conducta en los velorios



Las personas que lloran más que los deudos (la Sra. Peña, la Sra. del Boca, jamás salpicada hasta hace pocas semanas de un interés político cualquiera) siempre serán sospechosas de timo: ¿no se dan cuenta de que es la magnitud del dolor de la viuda lo que importa y no sus facilidades para el lagrimeo? ¿A quiénes quieren engañar con su impostura?

Los adversarios políticos del muerto que anuncian que no se presentarán a saludar a su familia (el Sr. Cobos) hacen gala de una mezquindad y una estrechez de horizontes que, más tarde o más temprano, se les volverá en contra. Las exequias (que son un atisbo del Tiempo total, el Tiempo sagrado) suponen la suspensión del los tiempos de la mundanidad.
A los viejos que han sobrevivido a sus propias miserias y a su asquerosidad (el Sr. Cafiero), no les convendría presentarse en los velorios, para que los amigos del muerto no invoquen la injusticia del destino y le deseen la muerte. Es como jugar con fuego.
Y
los invitados y concurrentes espontáneos a la despedida última del muerto no deberían olvidar que están allí para celebrar su memoria. Una vez agotadas las palabras en ese sentido, les convendría llamarse a silencio y no, como algunos funcionarios de la provincia de Buenos Aires (el Sr. Lito Cruz, por ejemplo), dedicarse a promocionar su propia gestión.
"Los productores de carne de cerdo podrían ser apedreados por las muchedumbres, así que es mejor que no asomen sus narices a la calle".

Néstor y Cristina

por Horacio Verbitsky para Página/12

(...)
El trayecto será menos duro cuantos más y cuanto más lúcidos sean quienes acompañen a Cristina, de cuyo temple, capacidad y convicciones no hay motivos para dudar.

La vida a cara o ceca

por Beatriz Sarlo para La Nación

A las diez de la mañana, la ciudad estaba desierta por el censo. En ese vacío cayó la noticia. Cuatro personas, en un vagón de subterráneo escuchamos que alguien dijo: "Murió Kirchner". A partir de ese instante, la ciudad en silencio se convirtió, retrospectivamente, en un ominoso paisaje de vaticinio. Cuando bajé saludé a quienes habían escuchado conmigo la noticia, quise preguntarles sus nombres porque, como fuera, había vivido con ellos un momento de los que no se olvidan nunca más. En el quiosco de San José y Rivadavia pregunté si era cierto, con la esperanza alocada de que me dijeran que alguien acababa de inventarlo. Fue poderoso, ahora estaba muerto.
Pensé en quienes lo amaban. Su familia, por supuesto, pero ese círculo privado es, como toda familia, inaccesible y sólo se mide con las propias experiencias de dolor, que habilitan una solidaridad sin condiciones. Puedo imaginar, en cambio, la muerte del compañero de toda una vida, que la política marcó con una intensidad sin pausa: la Presidenta conoce hoy la fractura más temida.
Con la intensidad de la evocación marcada por una proximidad que comprendo más, pensé en quienes lo admiraron y creyeron que fue el presidente que llegó para darle a la política su sentido. Recordé a Kirchner en el Chaco, en marzo de este año, y un día después en el acto de Ferro, con la cancha repleta, donde se mezclaban los contingentes de los barrios bonaerenses, las familias completas, las barritas con los bombos, los viejos y los niños, con las clases medias que llegaban sueltas o débilmente organizadas. Lo recordé abrazándose a los chicos de un barrio pobre del Gran Buenos Aires, donde aterrizó su helicóptero, bajó corriendo y empezó a caminar como si llegara tarde a una cita. Se movía por las calles de tierra y cascotes como quien siente que la vida verdadera está en esos contactos físicos, abrazos rápidos pero vigorosos, tironeos, gritos; los chicos lo seguían como una nube, jugando; era fácil tocarlo, como si no existiera una custodia que, sin embargo, trataba de rodearlo mientras todo el mundo se sacaba fotos.
A fines del siglo XX nada anunciaba que la disputa por ocupar el lugar del progresismo iba a interesar nuevamente salvo a los intelectuales o a los pequeños partidos de izquierda. Kirchner introdujo una novedad que le daba también su nuevo rostro: se proclamó heredero de los ideales de los años setenta (al principio agregó "no de sus errores"). En 2003, llegó al gobierno marcado por una debilidad electoral que Menem, dañino y enconado, acentuó al retirarse del ballottage y no permitirle una victoria con mayoría en segunda vuelta. La crisis de 2001, pese al intervalo reparador de Duhalde, no estaba tan lejos en la memoria, mucho menos de la de Kirchner, que encaraba su gobierno con poco más que el veinte por ciento de los votos. Su gesto inaugural, el mismo día de la asunción, fue hundirse en la masa que lo recibía, como si ese contacto físico provocara una transferencia. Kirchner ocupaba por primera vez un lugar en la Plaza de Mayo y terminaba, junto a su familia, mirándola desde el balcón histórico; en la frente, una pequeña herida, producida en la marea de fotógrafos.
La escena es un bautismo. Kirchner comenzó su presidencia con un golpe en la frente porque se lanzó a la multitud que estaba en las calles, entre el Congreso y la Plaza de Mayo; se lanzó como quien corre hacia el mar el primer día del verano, con impaciencia y sensualidad, gozando ese cuerpo a cuerpo que es el momento amoroso de la política.
Pensé entonces en las escenas que, pese a ser una opositora, me había tocado vivir. En las escenas de masas, donde no hay sólo acciones que se aprueban o se critican, se percibe un más allá de la política que la convierte en experiencia y en alimento sensible. Kirchner, un duro, gozaba con esa afectividad intensa que a sus ojos seguramente refrendaba el pacto peronista con el pueblo. Pero no pensé sólo en esos cientos de jornadas en que Kirchner había pisado la tierra o los lodazales de los barrios marginados, donde era recibido con una alegría que superaba la gestión de los caudillos locales, porque alguien, un presidente, llegaba a ese confín donde vivían ellos, unos miserables.
Pensé también en los que formaron el lado intelectual del conglomerado que armó Kirchner. Con ellos he discutido mucho en estos años. Sin embargo, me resulta sencillo ponerme en su lugar. Muchos vienen de una larga militancia en el peronismo de izquierda; vivieron la humillación del menemismo, que fue para ellos una derrota y una gigantesca anomalía, una enfermedad del movimiento popular. Cuando los mayores de este contingente representativo ya pensaban que en sus vidas no habría un renacimiento de la política, Kirchner les abrió el escenario donde creyeron encontrar, nuevamente, los viejos ideales. Pensé que se engañaban, pero eso no borronea la imaginación de su dolor.
El furor de Kirchner en el ejercicio del gobierno transmitía la eléctrica tensión de la militancia setentista; para muchos, era posible volver a creer en grandes transformaciones, que no se enredaran en el trámite irritante y lento del paso a paso institucional. Y creyeron. Entiendo perfectamente esas esperanzas, aunque no haya coincidido con ellas. Conozco a esa gente, que se identifica en Carta Abierta, pero la desborda. Pensé en ellos porque cuando un líder político ha triunfado con el estilo de la victoria kirchnerista, su muerte abre un capítulo donde los más mezquinos y arrogantes saldrán a cobrar deudas de las que no son titulares, pero otros padecen el dolor de una ausencia que comienza hoy y no se sabe cuándo va a aflojar sus efectos. La muerte no consagra a nadie ni lo mejora, pero permite ver a quién le resulta más dura. Los que soportamos muchas muertes políticas sabemos que sus consecuencias pueden ser de larga duración.
Imposible pasar por alto la desazón de quienes se entusiasmaron con Kirchner. Sería no comprender la naturaleza del vínculo político. En las manifestaciones de 1973 marchaban viejitos con fotos de Eva que, amarillas y cuarteadas, probaban su origen de casas populares construidas en 1950. No sabemos si habrá fotos así de Kirchner en movilizaciones futuras. Pero su impacto en la sensibilidad política quizá se prolongue. Esto no excluye los balances de su gobierno sino que, precisamente, los volverá indispensables. Kirchner será un capítulo del debate ideológico e histórico. Una forma de la posteridad, tan duradera como la dimensión afectiva de esa gente de los barrios más pobres y de quienes lo apoyaron con su actividad intelectual. Maestra implacable, la muerte nos hará trabajar durante años.
La muerte de Kirchner fue súbita y filosa. Hay una frase popular: murió con los zapatos puestos, no había nacido para viejo. Hay otra, pronunciada en un pasado lejano donde todavía se decían frases sublimes: "¡Qué bella muerte!". Bella, aunque injusta y trágica, es la muerte de un hombre que cae en la plenitud de la forma, un hombre a quien no maceró la vejez ni tuvo tiempo de convertirse en patriarca porque murió como guerrero. Sin haberlo conocido, me atrevo a pensar que Kirchner se identificó siempre con el guerrero y nunca con el patriarca.
La medicina explica con todas sus sabias precisiones que Kirchner debió "cuidarse", que su cuerpo ya no podía soportar los esfuerzos de una batalla concentrada y múltiple. Pero una decisión, que no llamaría sólo psicológica sino también un ejercicio de la libertad, fue que Kirchner eligió no administrarse ni tratar su cuerpo como si fuera un capital cuya renta había que invertir con cuidado. Gastaba. Vivió como un iracundo. Ese era justamente el estilo que se le ha criticado. Tenía un temperamento, y los temperamentos no cambian.
Concebía la política como concentración potencialmente ilimitada de poder y de recursos y no estuvo dispuesto a modificar las prácticas que lo constituían como dirigente. Kirchner no podía ser cuidadoso en ningún aspecto. No se aplacaba. Gobernó sin contemplaciones para los que consideró sus opositores, sus enemigos, sus contradictores. Tampoco se ocupó de contemplar su debilidad física cuando se lo advirtieron. Como político no conoció el intervalo de la tregua; sin tregua manejó el conflicto con el campo y con los medios; la tregua es el momento en que se negocia y Kirchner no negociaba, no administraba sus objetivos, los imponía o era derrotado. No delegaba funciones. Fue, paradójicamente, un calculador que confiaba en sus impulsos, un vitalista y un voluntarista que se pasaba horas haciendo cuentas.
En su primer discurso, cuando juró frente al Congreso, dijo: "Atrás quedó el tiempo de los líderes predestinados, los fundamentalistas, los mesiánicos. La Argentina contemporánea se deberá reconocer y refundar en la integración de equipos y grupos orgánicos, con capacidad para la convocatoria transversal, el respeto por la diversidad y el cumplimiento de objetivos comunes". Sin embargo, esas palabras, que no hay elementos para juzgar insinceras en ese entonces, no le dieron forma a su gobierno.
Kirchner definió un estilo que, como sucede con el liderazgo carismático, es muy difícil de transmitir a otros. El líder piensa que es él el único que puede bancar los actos necesarios: él garantiza el reparto de los bienes sociales, él garantiza la asistencia a los sumergidos, él sostiene el mercado de trabajo y forcejea con los precios, él enfrenta a las corporaciones, él evita, en solitario, las conspiraciones y los torbellinos. El liderazgo es personalista.
La Argentina tiene, como tuvo Kirchner, una oscilación clásica entre la reivindicación del pluralismo y la concentración del poder. Como presidente, Kirchner eligió no simplemente el liderazgo fuerte (quizás indispensable en 2003) sino la concentración de las decisiones, de las grandes líneas y los más pequeños detalles: tener el gobierno en un puño. Consideró el poder como sustancia indivisible. Con una excepción que marca con honor el comienzo de su gobierno: la renovación de la Corte Suprema, un acto de gran alcance cuyas consecuencias van más allá de la muerte de quien tuvo el valor de decidirlo.
El poder indivisible es fuerte y débil: su fortaleza está en el presente, mientras se lo ejercite; su debilidad está en el futuro, cuando las circunstancias cambian. Así como Kirchner no administraba con cautela su resistencia física, tampoco fue cauteloso en el ejercicio de su poder. Frente a la desaparición de quien concebía el poder como indivisible, se aprestan las fuerzas y los individuos que quieren creer que ese poder pasa intacto a otra parte, lo cual sería una equivocación, o los que creen que se acerca un nuevo reparto.
Kirchner murió cuando en el horizonte cercano se insinuaba la posibilidad de un reparto de ese poder indivisible. Las elecciones de 2009 cambiaron las representaciones partidarias en el Congreso. Esa fue una experiencia nueva dentro de los años kirchneristas. Entre la negociación y el veto, entre retirar un proyecto propio y adoptar el de un aliado, se había empezado a recorrer un camino que mostraba cierto cambio de paisaje, obligado por la relación de fuerzas. El poder del Ejecutivo tenía una contraparte que no había pesado hasta 2009 y, en 2010, vendrán las elecciones nacionales. El poder indivisible necesitaba victorias, primero dentro del propio movimiento justicialista, batalla que Kirchner ya estaba calibrando.
Kirchner no era sólo un voluntarista sino también un inspirado. Salvo un apresurado que supiera poco, nadie en esa próxima competencia podía estar seguro de que podía desplazarlo. Su inteligencia y su iniciativa causaron siempre la admiración de sus amigos y la expectativa de sus opositores. Estas últimas semanas de su vida estuvieron bajo el signo de las exploraciones, las encuestas y los pálpitos electorales. Como cualquier político que había tocado el éxito y la popularidad en muchos momentos, Kirchner no quería alejarse de la cabina de mando. Creía que él era la única garantía, incluso la única garantía de su propio futuro. Surgido del peronismo, Kirchner no se sentía seguro con las declaraciones de lealtad y desconfiaba de las disidencias que, a sus ojos, encubren traiciones.
Todos, amigos y enemigos, estaban seguros de que algo debía suceder en los próximos tiempos. Sucedió esta muerte que, como toda muerte inesperada y temprana, cortó el curso de las cosas, pero un destino propicio hizo que Kirchner muriera sin conocer una derrota decisiva. Kirchner, muchos lo aseguraban, vivía en el límite de las apuestas a cara y ceca, perder todo estuvo siempre inscripto dentro de las posibilidades. Fue un político de alto riesgo, no un jefe cuya cualidad principal fuera la prudencia. Fue también un político afortunado. Y murió antes de que su imprudencia venciera a la fortuna.
Junto con la renovación de la Corte Suprema hay otro acto de reparación histórica que nadie podrá negarle: después de la derogación de las leyes de impunidad, Kirchner apoyó con su peso personal e institucional la apertura de los juicios a los terroristas de Estado. Hizo su escudo protector con los organismos de derechos humanos hasta convertirlos en articulaciones simbólicas y reales de su gobierno. Como sucedió siempre con Kirchner, el apoyo a que las causas obtuvieran sentencia se entreveró con la política que inscribió a las Madres y Abuelas en la trinchera cotidiana. Kirchner, hasta hoy, ofrece esos balances complicados. Igual que su afirmación latinoamericanista: reivindicó la idea de una nación independiente y soberana, pero dirigió o permitió peleas tan declarativas como inútiles; como secretario de la Unasur, tomó una responsabilidad que cumplió contra muchas predicciones.
Fin de un acto que lleva su marca. Fue la obsesión amada o temida, desconfiada o combatida de muchos. Pocos políticos tienen la fortuna de marcar la historia de este modo. En la turbulencia que produce la muerte, antes de la claridad que llega con el duelo, no es posible saber si el kirchnerismo será un capítulo cerrado. La muerte convoca a los herederos, los legítimos y los que piensan que, en realidad, no son herederos sino titulares de un poder perdido o entregado de mala gana. También falta definir del todo cuál es la herencia y si es posible que pase a otras manos. La memoria de Kirchner puede convertirse en política o en historia. Lo segundo ya lo tiene asegurado con justicia.

(anterior)

Otra postergación

Es probable que las sospechas caigan, esta vez, sobre la carne de chancho. Pero las circunstancias de público conocimiento, en todo caso, obligan a postergar esta presentación...

Dicen que...

Sebastián flechado por Dorothy,
o de los monstruos como posibilidad para la reconstrucción de los pasados indecibles

por Cecilia Macón (UBA) para las IV JORNADAS DE REFLEXIÓN MONSTRUOS Y MONSTRUOSIDADES (Buenos Aires: 21, 22 Y 23 DE OCTUBRE, 2010)

En el año 288 se produce el martirio de San Sebastián: las marcas de las flechas caídas sobre el cuerpo del soldado cristiano sacaron a la luz tanto la evidencia de la estigmatización como, paradójica o tal vez consecuentemente, la belleza del cuerpo masculino. Mil seiscientos ochenta y un años después –el 27 y 28 de junio de 1969-, coincidiendo con los funerales de Judy Garland se producen los sucesos de Stonewall que iniciaron la luchas por los derechos de las minorías sexuales en Estados Unidos. Son justamente representaciones de estos acontecimientos las que guían las discusiones de este trabajo. En cada uno de estos dos casos lo acontecido impulsó la propagación de imágenes que ayudaron a la constitución, pero también al cuestionamiento, de la identidad queer – o a la elección del cuestionamiento como mecanismo identitario-. Son esos dos acontecimientos –o, en realidad, sus representaciones- los ejes temáticos de las series fotográficas de Sebastián Freire que tomaremos como punto de partida de nuestro análisis de aquello que las teorías de la memoria tienen para aprender de la teoría queer: Sebastiano mártir (2005) y Rainbow (2008). Allí, como veremos a continuación, la interpretación de la corporeidad y de la temporalidad alternativas a las mayoritariamente normadas colocan en un lugar particularmente revelador el peso teórico de la reflexión sobre la monstruosidad para la presentación de alternativas en relación a la reconstrucción del pasado, especialmente aquel considerado traumático o disruptivo de la temporalidad lineal.
Antes de presentar la manera en que Freire modula inestabilidad y artificio –vía el rol del kitsch en el cuestionamiento de los mecanismos de representación tradicionales- como modos de potenciar la agencia de las minorías, recordemos el vínculo que ha sido tradicionalmente establecido entre las teorías de género y los modos alternativos de representación del pasado focalizados en los genocidios.

(...)

La serie Rainbow corresponde a una construcción – donde el estatuto de la visibilidad de lo construido es parte de lo representado- a partir de la proyección de El mago de Oz sobre cuerpos desnudos. Allí se evocan, como se señaló más arriba, los sucesos de Stonewall cuando en 1969 se desplegó fuerte resistencia a una redada policial particularmente violenta en el bar Stonewall Inn del Village neoyorkino que albergaba a los miembros más marginados de la comunidad queer –transexuales, drag queens, homeless, dragkings-. Se trató de un momento fundacional para la militancia LGBT. De hecho, es a partir del año siguiente que se organiza cada 28 de junio la marcha del orgullo gay, primero en Nueva York y Los Angeles, y más tarde en otras ciudades del mundo. En sus fotos dedicadas a esta rebelión que coincidió con los funerales de Judy Garland, ya entonces ícono gay y que era llorada al interior del bar, Freire juega con la representación de una superposición de temporalidades: la de la película proyectada –que contiene, como el cine por sí mismo, una reflexión sobre el tiempo- y la de una movilización no reglada, enmarañada y donde se superponen metas inmediatas con otras a largo plazo expresadas a través de los cuerpos marcados por la proyección de Dorothy, el Hombre de Lata o el Espantapájaros. Hay un pasado filmado que, como el trauma, fluye constante y insistentemente en el presente, y un presente que, sostenido en una secuencia alternativa donde los agentes no llegan nunca a constituirse en una unidad estable, se define a partir de un movimiento que busca constituir y a la vez rechazar la unidad de los agentes. Hay entonces una superposición de temporalidades que, impuesta sobre cuerpos alterados, potencia sus capacidades multiplicando las lógicas sobre las que se instala. En términos de Halberstam, se trata de temporalidades inscriptas más allá de åla norma que habilita una concepción unificada del tiempo. Así, la instauración de temporalidades superpuestas, como en la fotos de Freire y la descripción de Halberstam, abre las posibilidades de acción hacia horizontes mucho más imprevistos que la lógica unificada de la temporalidad lineal. Es justamente entonces la evidencia de la contingencia de la temporalidad demostrada a partir de la experiencia superpuesta del tiempo en las imágenes fotográficas, lo que potencia las capacidades emancipatorias y la eficacia misma de la protesta de 1969 y de las sucesivas marchas realizadas para evocarla.
En la serie dedicada al martirio de San Sebastián –donde se desafía la comprensión clásica del espacio y del tiempo desplegando una concepción específica de lo monstruoso-, sale a la luz una modalidad alternativa de lo corporal. Allí surge nítidamente la posibilidad de conceptualizar lo indecible en tanto lo monstruoso e incorporar así no sólo una valiosa categoría de análisis del pasado, sino también la posibilidad de reformular la idea de agencia de los protagonistas del pasado en términos tales que desafíen el inmovilismo y recuperen las inestabilidades propias de la teoría de género. Las fotografías de Freire constituyen una burla a lo estable a través de la evidencia del artificio sostenida en el uso de muñecos brillosos y particularmente estereotipados para representar a San Sebastián. Barbie, el Guasón o el propio Ken son las caras plásticas que surgen entre collares de colores y velas fulgurantes. Es justamente esta puesta en cuestión del cuerpo como predeterminado, estable y congelado bajo las normas de un estereotipo a la manera del kitsch la que resulta central en la representación de Freire. Si se intenta expresar el martirio marcado por la violencia haciendo uso de imágenes normadas poco es lo que puede recuperarse de lo significativo del evento. Es el cuerpo estereotipado, congelado en algún tipo de naturalización al estilo de la denunciada por Grosz, el que puesto en juicio aquí.
Hemos visto entonces como las dos series fotográficas presentan concepciones queer tanto de la temporalidad como de la corporeidad al punto mostrar la obturación del agenciamiento cuando se opta por las estabilidades, sean la del estereotipo de la máscara o las contenidas en secuencias lineales preestablecidas.
Son justamente estas moralejas las que pueden ser incorporadas a las discusiones sobre la reconstrucción de pasados monstruosos o fuera de lo esperable por la norma de expectativas establecidas. La teoría queer y las fotos de Freire dejan en evidencia que evocar el pasado en términos inestables y traumáticos, alejados de la posibilidad de pensar las identidades en tanto fijadas, multiplica la posibilidad de volver significativo el pasado para el presente. Si se leen los acontecimientos traumáticos como inscriptos en temporalidades alternativas y a sus actores en tanto enmarcados en cuerpos fluidos, la marca del pasado sobre el presente redunda en un mayor potencial transformativo y no en uno disminuido como intentaba argumentar LaCapra. Es, en definitiva, el reconocimiento de la vulnerabilidad lo que atiende con mayor justeza al impacto del pasado sobre el presente, y también, potencialmente del presente sobre el futuro.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Paradojas

Llegamos al pueblo más chico del mundo para homenajear al escritor más grande del mundo: General Villegas, Provincia de Buenos Aires.

















Se había firmado un acuerdo de hermanamiento entre las ciudades de Cuernavaca (México) y Villegas (Argentina).
Hablamos, escuchamos, comimos, visitamos, volvimos (las fotos no necesariamente siguen la misma progresión temporal). La hospitalidad fue tan grande como la emoción de escuchar los relatos de quienes habían conocido a Coco y la de quienes mantienen viva su memoria.






























martes, 26 de octubre de 2010

Potlatch (2x1)



Cuando dos cuerpos afectados, en un cierto lugar, en un cierto momento, por la misma forma-de-vida, se encuentran, tienen la experiencia de un pacto objetivo, anterior a toda decisión. Esta experiencia es la experiencia de la comunidad. No hay comunidad sino en las relaciones singulares. No se da nunca la comunidad, se da una comunidad que circula.




lunes, 25 de octubre de 2010

911

¿Jornada de entrenamiento (2)? Más bien: Pesadilla de Graduación o Fiesta Loca de Egresada.
Tina ya había demostrado sobradamente que se podía subir al limonero. Después le tocó encontrar su lugar (a los cachetazos) entre tanto gaterío campestre y porteño y, finalmente, aprender a dominar a los perros.
Había llegado el momento de que pudiera demostrar todas sus habilidades juntas. Yo dormía la siesta, pero los gritos me sacaron de mi sueño: aparentemente, la gata urquizina se había asustado de no sé qué movimiento desconsiderado de los perros (que nunca jamás la atacaron, ni lo harán, porque la adoran y le temen) y se trepó al eucaliptus. Y como es bien conocida la taradez de los gatos, siguió trepando hasta alcanzar la nada despreciable altura de diez metros. No iba a poder bajar por sus propios medios. Imposible bajarla a mano.





Tuvimos que llamar a los Bomberos Voluntarios de General Rodríguez, quienes se apersonaron luego de apagar un incendio, con su carro, sus gorras y sus trajes característicos (la estatura, en cambio, nos desorientó un poco).



Los arrojados salvadores evaluaron la situación y decidieron que no había forma de bajar a la gata porque ni sus propias escaleras servían para alcanzarla. Salvo que... ¡un momento! Uno de ellos recordó que en otra circunstancia parecida había bajado un gato a manguerazos.



No sé si fue el estupor o el deseo de ver esas mangueras en acción lo que nos hizo acceder a una hidroterapia semejante. Tina cayó desde diez metros, cual ardilla voladora, hasta una rama más baja, a cosa de cuatro metros del suelo.


Foto: Sebastián Freire

No contentos con el resultado, los Bomberos Voluntarios la siguieron con el chorro hasta que la gata cayó al suelo, pero fuera de nuestros territorios, en un monte o mato prácticamente impenetrable que linda con nuestros terrenos.
Se escuchó el grito desgarrador de mi hija, la media dueña de Tina: "¡Pareeeeen, pareeeeen!"
Fue inútil: la gatita de siete meses ya se había perdido en la espesura erizada de pinches (dramatizo: aterrada, empapada, vuelta hacia sus más salvajes instintos por obra y gracia de la civilización).
Una vez despedido el carro de bomberos con sus ocupantes, con los debidos agradecimientos ("¡ya va a volver!", dijeron), salimos a buscar a la gata, mientras caía la noche: ¿estaría herida? ¿se habría perdido en su loca carrera por salvarse del agua?
Sintetizo horas de angustia y de zozobra: Tina no apareció, mi hija pronunciaba desatinos como "No sé si podré vivir con una realidad como ésta", y el macho de la manada visitante miraba el suelo en comprensible estado de shock.
La hembra alfa de la manada campesina (mi mamá) quería mandar a los perros (¡a Niro!) para que buscaran a Tina (¡era como apagar agua con agua!) y la gata no aparecía a pesar de los llamados, los llantos, las fogatas, los campamentos instalados en el monte reclamando su vuelta.
A la medianoche (cinco horas después de los desafortunados incidentes) decidí que 1) nos llamáramos a silencio (los perros de las inmediaciones estaban casi tan locos con nuestros movimientos como los vecinos a quienes mi hija había ofrecido recompensa y que habían transformado el mato lindero en una Reserva Ecológica sumamente transitada) y que 2) reemprendiéramos la busca a la mañana siguiente, con el alba ("Nos levantamos a las seis", dijimos).
Cada cual imaginaba a la gatita muerta de un modo diferente (y cada cual barajaba diferentes contrafácticos: "No deberíamos...", "El error fue...", "Si no hubiéramos..."). Nadie pudo pegar un ojo. Vi temporadas enteras de series.
A las cinco de la mañana, los gritos de mi hija (que dormía en su casita propia) me levantaron de un salto y salí en paños menores al jardín, pensando que, en su desconsuelo, había salido a buscar de nuevo a Tina y se había topado con el cadáver.
Pero no, la muy pilla había vuelto después de diez horas de parranda (de dónde, nunca lo sabremos), se había metido por la ventana que le habían dejado abierta siguiendo mi consejo, y se había puesto a dormir entre mi hija y su novio, como si nada hubiera sucedido.
Sabios, los bomberos habían tenido razón. En todo caso, Tina ya demostró que es capaz de sobrevivir en la espesura y en las más adversas condiciones: "a la noche la hizo Dios, para que el gato la gane".

sábado, 23 de octubre de 2010

Reprogramación

Esta conferencia, y el potlatch, serán reprogramados, claro. Informaremos cuándo, y esperemos que no tengamos que suspender de nuevo porque siguen matando gente*.

*
“Un zurdo menos”, dijo uno de los patoteros que participó en la cacería feroz que terminó con el asesinato de Mariano Ferreyra. Varios de esos perseguidores custodiados por expertos de la Federal arrojaban sus piedras al grito de “Aguanten Moyano y Cristina”.

Batalla jubiltoria

Por Daniel Link para Perfil


La “cuestión jubilatoria” es delicadísima y requeriría de esfuerzos de pensamiento para resolverla que, aparentemente, nadie está dispuesto a hacer. Sabemos dos cosas: los jubilados (que lo son no por propia decisión, sino por una cierta dinámica del mercado laboral) merecen cobrar haberes jubilatorios de acuerdo con los aportes que realizaron (un porcentaje de sus ingresos que, sumados a los aportes patronales, dan la medida de sus ingresos y, por lo tanto, de los haberes jubilatorios, que no deberían entenderse sino como la “devolución” de los aportes realizados en su momento.

El sistema debía ser homeoestático (autoequilibrado), pero las transformaciones en los sistemas de producción y en el mercado laboral, junto con la irresponsabilidad de los gobernantes, lo pusieron en crisis (tal vez definitiva). Lo segundo que hoy sabemos es que la seguridad social no tiene dinero para cumplir con sus obligaciones previsionales (y cada vez tendrá menos: envejecimiento poblacional, transformación del trabajo, corrupción administrativa, etc).

La solución conservadora ha cortado siempre el hilo por lo más delgado: achicamiento de las jubilaciones y pensiones (pauperización de los jubilados) o aumento de la edad jubilatoria (cuando no las dos cosas).

La casuística me obligaría a citar un ejemplo cercano: mi mamá, que siempre se autoabasteció como jubilada, desde 2001 (¡hace diez años!) ha debido aceptar progresivamente su imposibilidad para pagar siquiera los servicios públicos. Pero no es un caso en el que convenga detenerse, porque su contexto es un país disparatado cuya única esperanza (¡temor y temblor!) es que no bajen los precios internacionales de las commodities que coloca en el mercado global.
Mejor es mirar a París que, como siempre, dicta las tendencias de las moda: las reformas jubilatorias propuestas en el parlamento por el gobierno nacional desataron una gigantesca movilización social (doscientos detenidos) incluida una huelga del temible gremio de los camioneros que ya ha desabastecido a parte de la red de expendedores de combustible líquido. En esas guerras, se nos va la vida…



viernes, 22 de octubre de 2010

Fascismo gay

Por Daniel Link para Soy

Los pueblos de Europa (y más allá) temblaban cuando en el horizonte se insinuaban los estandartes con la temible sigla SPQR: sus campos serían con seguridad saqueados, sus mujeres violadas, sus niños raptados y sus hombres esclavizados o puestos bajo bandera. "Senatus Populus (at)Que Romanus": El Senado y el Pueblo Romano era el nombre del Imperio y, por eso mismo, una máquina de aniquilación disfrazada de impulso civilizatorio.

El fascismo italiano supo reivindicar esa tradición y Benito Mussolini hizo colocar la inscripción en toda las alcantarillas de Roma (donde todavía hoy puede verse).




Como los italianos son muy afectos a la imaginaría



(ANNO 1936, XIV ERA FASCISTA se lee áun en el edificio del Correo Central de Nápoles), es muy fácil dejarse llevar por la ensoñación y sentirse, de pronto, un dacio arrastrado hasta el centro del Imperio (¡Roma, Roma!) por la carreta de Trajano o un bibliotecario solterón de quien se burlan sus vecinos un cálido otoño de 1937.

SPQR es el sueño de los poderosos: una máquina de normalización (en relación con las formas de vida, normalización y aniquilación son lo mismo) que todos festejan por su alcance civilizatorio. Dicho de otro modo: el fascismo (el imperio) puede acechar en cualquier forma de organización institucional (para no decir “es interior a”, lo que puede interpretarse como una forma metafísica de comprensión del mundo).

Baste una cuenta más para completar la pulsera (me reprocharían que dijera “cepo”): La asociación italiana Arcigay, fundada en 1985, es la principal organización nacional "para la defensa de los derechos de las personas homosexuales”. El 16/03/06 Arcigay fue registrada con el número 115 en el Registro Nacional de Asociaciones de Promoción Social (APS) del Ministerio de Trabajo y Políticas Sociales del Estado Italiano.

Se articula en “114 realidades territoriales”, 45 comités provinciales, 5 organizaciones regionales y “64 asociaciones de ocio afiliadas (bares, discotecas, saunas, restaurantes, círculos culturales)” (
http://www.arcigay.it/ricreativi). Los objetivos de Arcigay (que seguramente aspira a partido político) rezan: “Arcigay es una organización de voluntariado social sin ánimo de lucro, que tiene como objetivos la lucha contra la homofobia y el heterosexismo, contra los prejuicios y la discriminación antihomosexual.
Asimismo, lucha por la consecución de la igualdad de condiciones y de oportunidades entre personas, independientemente de su orientación sexual, y por el desarrollo de la plena, feliz y libre condición homosexual. Arcigay persigue la consecución de estos objetivos a través de la organización de iniciativas de agrupación y socialización, la puesta en marcha de servicios de apoyo a la persona, la promoción de la visibilidad de las personas homosexuales en la sociedad.”

Aunque parezca mentira, no es esto (que leído con el debido tono de voz equivaldría al flameo de los estandartes de Trajano o a los martillos de la forja musoliniana) lo que asusta de Arcigay.

Lo que asusta de Arcigay es que “Inscribirse es necesario para financiar las actividades políticas, culturales y de ocio que Arcigay desarrolla desde hace años para defender los derechos y mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos homosexuales.”

Es como si Roma, en cabal ejercicio del SPQR, hubiera decidido que las minorías sexuales, si quieren defensa de derechos y mejores condiciones de vida, deben autofinanciarse (¿por qué habría la matrona romana de pagar programas de formación antihomofóbica para docentes de escuela media?).

En la práctica, la necesidad se transforma en obligatoriedad: si uno quiere ir a alguna de las “64 asociaciones de ocio afiliadas” debe asociarse necesariamente a Arcigay (sólo para cuyos miembros está permitido el ingreso a los “bares, discotecas, saunas, etc…”).

Asociarse es muy sencillo: sólo supone pagar una cuota anual (de 15 euros) y registrar todos y cada uno de los datos personales (dirección particular, teléfono, número de documento) tanto en la base de datos como en la TESSERA Arcigay.




No es como el triángulo rosa, por supuesto, porque uno la guarda en el portadocumentos, pero queda claro que el Estado (El Imperio, Roma) sabe quién y cuántas veces va a qué lugares (porque, cada vez, hay que pasar la tarjeta por la máquina lectora).
En Roma, para “ver qué onda” hay que ser puto o torta con carné.

Obélix, gordo bruto como era, interpretaba el SPQR como “Sono Pazzi Questi Romani”.



Pero no, no están locos. En el fondo, saben bien lo que hacen. O, marxianamente: no lo saben, pero lo hacen. En todo caso, miles de siglos los respaldan.


jueves, 21 de octubre de 2010

A.A.A.

Buenos Aires, 21 de octubre de 2010

La Carrera de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y su Junta departamental manifiestan el más enérgico repudio al brutal asesinato del compañero Mariano Ferreyra, obrero y estudiante del CBC de esta universidad y, con la irrenunciable convicción de que las políticas de memoria y defensa de derechos elementales es una tarea que compromete la acción presente, reclama a la autoridades nacionales competentes el inmediato esclarecimiento del hecho, de sus responsables políticos y sus ejecutores materiales. Asimismo, expresa su adhesión a los actos previstos para el día de la fecha.


Invitación



Formas de vida
Fotografías de Sebastián Freire
40 retratos

Inaugura el miércoles 3 de noviembre, a las 19 hs.

Pilar ARRESE
Lohana BERKINS
Adri BLANCO
Bruno BORDAS
Ian BRETTES
Leopoldo BRIZUELA
Judith BUTLER
Albertina CARRI
Carlos CASELLA
Martín CHURBA
Pepito CIBRIAN CAMPOY
Klaudia CON K
Lia CRUCET
Charly DARLING
Jorgelina DE SIMONE & Lisa KERNER
Raul ESCARI
Ilse FUSKOVA
Santiago GIRALT
Oggi JUNCO
Nacha LA MACHA
LA NEGRA
Ariel LA VOGUE
Daniel LINK
Matías MARMORATO
La Gran MARKOVA
Naty MENSTRUAL & Maiamar ABRODOS
Sylvia MOLLOY
José María MUSCARI
Fernando NOY
Mosquito SANCINETO
Juan José SEBRELI
Pablo RAMÍREZ
Diego REINHOLD
Pablo RUIZ
Wanda RZONSCINSKY
Alejandro TANTANIAN
Cristian TRINCADO
Germán TRIPEL
Gabriela WAISMAN
Marlene WAYAR

Del 3 de noviembre al 3 de diciembre de 2010
Lunes a sábados de 8 a 20 hs.
Fotogalería del Centro Cultural Ricardo Rojas
Corrientes 2038 – Tel: 4954-5521 / 4954-5523

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La comunidad inconfesable
Por Marta Dillon

¿Qué tienen en común una directora de cine que exhibe con una sonrisa un embarazo incipiente con un escritor de gesto neutro que ofrece cual estandarte un consolador gigante de doble cabezal? ¿Qué comparten un dramaturgo y un actor porno? ¿Y dos amigas que toman el té en una confitería con un cantante que fue un éxito cuando todavía no empezaba la secundaria? ¿O una escritora que acaricia a su gato con una mujer que a pesar del volumen de sus tetas dirige el “club de chongos”? ¿O un ensayista melancólico de lengua afuera con un poeta que a veces se viste de mujer?
Las comparaciones son tan arbitrarias como este grupo de 40 que aun sin ser ladrones –alguno siempre puede colarse- parecen desafiar algo a partir de la pose que cada quien eligió para dejarse mirar. Tan arbitrario como llamar “comunidad” a esta serie de personas singulares que así, todas juntas, evocan el entrevero de especies que vuelve impenetrables ciertos montes.
Si algo tienen en común, es evidente, es que se sometieron al proceso de la cámara, al parpadeo de su lente, a la seducción de quien la opera y miente la intimidad a sabiendas que apenas durará el instante compartido porque en esa ficción de la entrega del alma recortada que se lleva la fotografía está lo que necesitaba el fotógrafo para sus particulares fines.
Cada una de estas fotos son parte del trabajo cotidiano de Sebastián Freire en el suplemento de “diversidad sexual” Soy, que acompaña la edición de los viernes del diario Página/12 sin advertencias ni opciones. Si se compra ese diario, se compra Soy –aunque la queja llegue, regularmente, a la redacción: pueblos, barrios y ciudades del interior donde la ausencia del suplemento exige un reclamo concreto, la teoría paranoica sabe por qué.
Y quien aparece en Soy algo está diciendo de sí, más allá de su oficio u ocupación, de su arte o de lo que habitualmente se llama “público”. Un gesto político (correr el cuerpo a la norma que impone que sólo pueden hablar de sexualidad, hijos, pareja, familia, placeres, amores y desamores quienes se atengan a la heterosexualidad obligatoria, mayoritaria, supuestamente normal) que ha sabido limar sus aristas a fuerza de persistencia –Soy está cerca de cumplir ya tres años y las sexualidades disidentes irrumpieron este año en la arena política con rugido de león-.
Pero si los 40 de este grupo pusieron el cuerpo, Freire les puso el fondo. El objeto y su sombra. Como si cada uno o cada una de los fotografiados fueran gemas arqueológicas semienterradas a quien el fotógrafo limpió de sus restos de sedimento y tiempo. Y entonces aparece el cantante popular del único modo en que podía aparecer el muchachito que en una canción le contaba a su mamá que “ella” lo había besado cuando seguramente ella le importaba tan poco: a punto de salir a correr por un parque, desatado. O se modifica el retrato de autor para que a la severidad de ese lenguaje que Freire ya exploró se le imponga una pincelada camp. Sólo una pincelada, porque es necesario que se sepa que este gesto ahora explicito fue durante mucho tiempo una contraseña. Contraseña que se lee en el gesto recogido de una mujer que durante décadas fue la lesbiana argentina porque no había otra que subrayara su nombre con ese rasgo de identidad. ¿Y cómo no asombrarse frente a la plegaria de una teórica ante cuyos textos nos hemos rendido porque no dejan de abastecernos de palabras para lo que todavía se resiste a ser nombrado? Y el hombre trans santificado por su oficio de bicicletero, mártir de su propia identidad, que nunca termina de ser leída. La música de calesita que suena para el niño que vendrá a contramano de la familia tradicional. La mujer trans a la que el viento le despeina la audacia y la convierte en mascarón de proa de un deseo que se cumple contra viento y marea.
Formas de vida: formas de estar en el mundo, formas de convertir el mundo en un sitio habitable gracias al parpadeo del lente y la complicidad. Recortes en el jardin de las especies que se entreveran y vuelven los caminos intrincados para placer de exploradores y exploradoras que saben disfrutar del gusto de ir andando.


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Sebastián Freire (1973) estudió fotografía y Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires.
Ha realizado las siguientes muestras: “Retórica de la imagen” (Imaginario Cultural, Buenos Aires: 2004), “Diario de un reciencasado” (textos de Daniel Link, Centro Cultural Ricardo Rojas, Buenos Aires: 2004), “Sebastiano, mártir” (Espacio Ecléctico, Buenos Aires: 2005; Celda Contemporánea de la Universidad del Claustro de Sor Juana, México DF: 2005), “Sebastiano, der Märtyrer” (Café Sundström, Berlín: 2006), “Typen” (galería tornado-am-ostkreuz, Berlín: 2006; y Galería casaBrandon, Buenos Aires: 2007), “Milongas” (Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires: 2007), “9 reinas” (Meridión – arte contemporáneo, Buenos Aires: 2008), “Rainbow” (Crimson, Buenos Aires: 2008), “Escenas de la vida cotidiana” (Espacio Ecléctico, Buenos Aires: 2009), “El estilo soy yo” (La Casona, Ciudad de Panamá: 2009), “¿Qué es un autor?” (Galería Miau Miau, Buenos Aires: 2010; Universidade Federal de Santa Catarina, Brasil: 2010). “Milongas” (Auditorium Parco della Musica, Roma: 2010).
Ha publicado, entre otros libros, Diario de un reciencasado (en la Feria del Libro de Autor del Espacio Ecléctico: 2006) y, junto con Edgardo Cozarinsky, Milongas (Buenos Aires, Edhasa, 2007).
En abril de 2008 recibió el premio a Mejor videoarte en el Festival de cine IDEM (Córdoba, Andalucía), por el video Rainbow, que además fue programado en varios festivales internacionales.
Trabaja como fotógrafo en el suplemento SOY de Página/12 (donde fueron publicadas las fotos que integran esta muestra) y como curador de la Galería de CasaBrandon. Sus fotos han aparecido también en Clarín, La Nación, Rollingstone, El amante, Inrockuptibles, Gente, Perfil, Canecalón, revista D, Playboy (México), Grumo (Belo Horizonte), Cuadernos Hispanoamericanos (Madrid).

Website: www.sebastianfreire.com.ar / Fotolog: www.sebastianfreire.blogspot.com