En su página de Facebook, Matilde Sánchez se ha referido lacónicamente a una mesa redonda de la cual los dos participamos.
Dado el interés manifestado por muchos de sus seguidores sobre los pormenores de esa mesa, paso a comentar lo que yo sé sobre ella (que es, al mismo tiempo, poco y mucho).
En el marco del IV Congreso Internacional de Letras "Transformaciones culturales: Debates de la teoría, la crítica y la lingüística en el Bicentenario", los organizadores me convocaron para que integrara una mesa redonda junto con Josefina Ludmer, Jorge Panesi y Matilde Sánchez. Aunque no tengo una natural predisposición para intervenir en eventos semejantes, acepté de inmediato la invitación por las cordiales relaciones (el cariño incondicional y el respeto, lo que suele resumirse en el imaginario vínculo "amistad") que me une con todas esas personas.
Al principio, la mesa iba a funcionar bajo el ominoso título de "Literatura y política", pero luego de algunos intercambios electrónicos mutó en "La literatura y la vida", y así fue anunciada.
El día de la mesa fui temprano a la sede del encuentro, un poco para escuchar a otros amigos que iban a hablar, otro poco para hacerme una idea del estado de "la sabiduría de puán" (que en facebook es mucho más abigarrada que en los blogs).
Tuve la dicha (o la condena) de comprobar, una vez más, cuánto más interesantes son los intercambios entre las personas cuya curiosidad los ha llevado a especializaciones remotas (como la literatura medieval) que los de aquéllas que, por esnobismo o pereza, hablan de "literatura argentina contemporánea".
Más tarde, durante las discusiones después de nuestras exposiciones en la mesa, me referí a esa apatía que había percibido entre algunos expositores que hablaban de textos y autores sin que se supiera bien por qué habían sido interpelados por esas figuras o por esos escritos, como si todo les diera más o menos lo mismo y sólo quisieran cumplimentar burocráticamente el trámite que les permitiría agregar una línea más a sus currículas.
En contra de esa apatía, los medievalistas hablaban de dragones (rojos y blancos), de papagayos y sistemas de enunciación "papagayescos" (es decir de textos en los cuales el que hablaba sólo podía repetir citas de la Biblia, sin ton ni son), de la palabra sagrada y la palabra profana, de "la gran crisis del XIV", de la potencia de muerte de la imaginación (Chaucer: "se puede morir de imaginación") y de delicias semejantes, como si todo eso fuera importante para ellas (eran todas mujeres), y efectivamente lo era, incluso también para quienes escuchábamos.
Vuelvo a la mesa: el coordinador designado, Diego Peller, anunció que Josefina Ludmer había desistido de presentarse por no sé bien qué compromisos en los que nadie creyó demasiado.
No he hablado con Ludmer desde entonces, pero puedo entender perfectamente la hipótesis hegemónica de que su defección obedecía a la renuencia de los organizadores del congreso a invitarla para que pronunciara una conferencia plenaria (renuencia que, en algún sentido, replicaba y continuaba el maltrato que, durante años, se le dispensó a Ludmer en la Facultad de Filosofía y Letras). Repito: no soy yo el promotor de la especie (y Ludmer es inocente de todas estas especulaciones), pero la hipótesis me pareció verosimil. En todo caso, Matilde Sánchez abrió la mesa con un texto cuyo título fue "Una literatura sin intermediarios", yo la seguí con este texto, y cerró Jorge Panesi con "Pinceladas autobiográficas en la crítica argentina".
Las presentaciones fueron desparejas, pero creo que tanto mi texto como el de Jorge se ajustaban al título de la mesa. El de Matilde, en cambio, no.
"Pinceladas autobiográficas..." (según mis notas) citó los pares "literatura y salud" y "literatura y delirio" tomados de "La literatura y la vida" (yo, que conozco bien el texto, había preferido aludir al igualmente deleuzeano "La inmanencia: una vida..."), se detuvo en el "espíritu carroñero del literato" y propuso a la la literatura como la vida misma (del lector), porque el texto sería un espejo heterotópico: la vida del lector y la del texto no se relacionan en términos de representación sino en términos de reacción. Luego, Panesi analizó algunos casos de "la vida como grafo": la biografía y la autobiografía o los restos de biografía en los textos críticos. Se refirió, naturalmente, a las discutibles hipótesis de Alberto Giordano (El giro autobiográfico, etc...) y dijo que lo autobiográfico, en Giordano, se agota en lo institucional, a diferencia de lo que podía observarse en textos como los de Masotta y Ludmer (esa gran ausente que había convocado a una multitud). Finalizó con la consigna de Deleuze, para quien escribir es "inventar un pueblo que falta".
La disertación de Matilde Sánchez se articuló en cuatro puntos (vuelvo a consultar mis notas):
1) La ampliación de los márgenes de lo literario, correlativo de un "empobrecimiento" (desmonetarización) de la literatura.
2) En algún sentido, ambas líneas serían causa (o consecuencia) del "fin de las mediaciones" (Josefina Ludmer ha interpretado ese fin, yo creo, como "posautonomía" y Mario Bellatin le ha dado forma en el extraordinario proyecto "Los cien mil libros de Bellatin", suficientemente documentado en Facebook). A propósito de este asunto, Sánchez pronuncio la sentencia (descortés e inexacta) "Ha muerto el blog".
3) La proliferación de nouvelles y ensayos subjetivistas. La brevedad facilita la edición y se adapta mejor a los regímenes de la vida actual. Ejemplos que Sánchez incluyó entre los mejores "libros de este año": La intemperie (2008) de Gabriela Massuh y Rabia (2005) de Sergio Bizzio.
4) En cuanto a la primera persona, Sánchez colocó la posición de Fernando Vallejo "como dogma" y se refirió a Karina Jelinek y Thomas Bernhardt.
Hasta allí, un breve resumen de las intervenciones escritas. Luego comenzaron los intercambios. El primero en intervenir, desde el público, interrogó a Matilde Sánchez sobre la (larguísima) novela de Brizuela, que habría sido editada con el patrocinio de una fundación o algo parecido. Matilde, que había insistido en su "cansancio extremo" desde antes que comenzara la mesa, repitió sus argumentos, pero esta vez insistió en "el problema" que significaba la actual configuración del universo editorial.
Un coordinador mejor entrenado habría reconducido el tema de la mesa a sus carriles, "La literatura y la vida", sobre todo teniendo en cuenta que las dos últimas novelas de Matilde Sánchez, El desperdicio y Los daños materiales, son experimentos de apropiación de vidas ajenas y, además, que Matilde había rescatado el "realismo desorbitado" de Manuel Puig y de Fogwill como "la vuelta de la vida a la literatura" y porque Fogwill, según Matilde, había recuperado "la vulgaridad como método narrativo" (entre los muchos malosentendidos que Los daños materiales desencadenó, el de la "vulgaridad" no es el menor).
Pero es probable que Diego Peller no haya leído esas novelas, de modo que habría sido injusto reclamarle una pregunta a propósito de ellas (yo mismo, obnubilado por el caos argumental que nos envolvía progresivamente, me abstuve de traerlas a colación, y ahora me arrepiento).
El debate continuó (peor que bien) sobre lo que cada uno pudo escuchar sobre lo que el otro dijo (y, fatalmente, las distorsiones son lo que siempre aparece en primer término).
En algún momento le señalé a Matilde que yo creía que las premisas de su intervención estaban equivocadas y que decir que "el blog ha muerto" es una hipótesis insostenible, tanto como quejarse de los métodos de edición online que han transformado la literatura (y, por lo tanto, a esas instituciones que lucran con lo literario: las editoriales). Creo que sostuve mi vieja hipótesis: si los autores, de ese modo, no ganan plata para sostener sus vidas, pues "que vayan a trabajar" como cualquier hijo de vecino, porque ya no son tiempos de seguir sosteniendo un "impuesto al tarado" que, comprando libros, debe sostener esas vidas totalmente improductivas.
Creo que a propósito de este exhabrupto (esa incapacidad para controlar los demonios que me habitan será siempre mi faceta más odiosa), Jorge Panesi señaló que hay personas que consideran la práctica literaria como una actividad del espíritu. Sofocado por una acusación semejante (luego Jorge me aclaró que no se refería a mí) desplegué mi abanico y precisé que, aunque yo soy una señora bien burguesa, no se trataba de espiritualismo alguno sino de decidir si la literatura es o un bien o una experiencia. Mis lecturas me inclinan a pensar lo segundo.
Hacia el final, el coordinador de la mesa me preguntó si el sistema de reglas a las que yo me había referido permitirían llevar "una vida plena" (en oposición a una "vida dañada", esa excrecencia de la pesadumbre adorniana que no sé a cuento de qué fue citada). Dije, naturalmente, que no, como cualquier lector de Deleuze podría sospechar. Se trata de "una vida" en su inmanencia absoluta. Predicar una vida ("plena", "dañada") es abrir la puerta a las políticas de exterminio del fascismo (que operó a partir de nociones como la "vida indigna de ser vivida").
Creo que, a grandes rasgos, eso fue lo que se dijo (para los curiosos de Facebook). Creo que, más allá de las interpretaciones, todo fue mucho menos interesante que lo que los chismorreos hacen suponer...
karina jelinek! link, no me haga eso.
ResponderBorraraprovecho para decirle que estuvo genial, como acostumbra, anoche en la unc.
ay! lástima haberme perdido a Link y su abanico!!
ResponderBorrarSí, Karina Jelinek, la única que importa.
ResponderBorrarjajaja ¡Me encantó la frase de Cecilia! Pinta la situación de cuerpo entero...
ResponderBorrarDaniel
ResponderBorrarDecir "el blog ha muerto" es casi tan discutible como decir "Dios ha muerto". Y de ninguna de las dos cosas estoy del todo segura.
Te invito a pasarte por mi blog, ojalá te guste....Saludos!
laura vazquez
¡Me encanta tu relato de los hechos con esa prosa tan vívida! La cocinera agradecida, ya que me lo había perdido in praesentia, mientras escurría los gnocchi y ustedes dale que dale. Beso, l.
ResponderBorrarLo del maltrato a Ludmer en Filo ameritaría un post específico, che...
ResponderBorrarExabrupto, no exhabrupto, mucho me temo. Supongo que ha de ser un error bastante común.
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