sábado, 14 de julio de 2012

Cuarta categoría


por Daniel Link para Perfil

Dicen que de lejos se ve más claro. No es mi caso. Estoy lejos desde hace unas semanas (al principio por trabajo, ahora para aprovechar el tiempo lento del verano europeo, por primera vez en mi vida) y cada vez que leo los diarios argentinos (cosa que hago espasmódicamente y francamente desinteresado por los pormenores de la política patria) entiendo menos, veo todo más oscuro. Es como escuchar la fm marroquí desde las playas de Cádiz.
Aparentemente se ha impuesto en Argentina un clima destituyente cuya víctima sería el gobernador de la provincia de Buenos Aires, cuya autoridad política reposa tanto en su capacidad para tejer alianzas como en esa entelequia enarbolada ya tantas veces, la soberanía del voto popular.
¿Entonces, qué? Hay soberanía popular en algunos casos y en otros no? Aparentemente, no. Lo que hay es miedo a que la figura del Sr. Scioli interfiera en las aspiraciones universalistas y teleológicas (hasta el fin de la Historia) del kirchnerismo (no necesariamente de la Sra. Fernández, que no se priva de manifestar su cansancio casi crítico ante cada ocasión que se le presenta).
Por lo mismo se explicaría la extraordinaria inquina del oficialismo todo contra el Sr. Macri: es un rival político y sólo eso. Y el kirchnerismo teme a sus rivales y preferiría no tener ninguno para entregarse plácidamente a su política.
Qué raro, pienso, que el oficialismo tema a dos figuras tan insignificantes (para mí, al menos) como el Sr. Macri y el Sr. Scioli, cuyas (pocas) ideas no resistirían un análisis a vuelo de pájaro.
Pero, entonces, tal vez no sean ideas las que se debaten sino meramente tajadas de poder y de fortuna. Después de todo, el oficialismo ha sido también bastante desatinado en la aplicación de muchas de sus políticas, guiadas únicamente por un afán propagandístico que sus enemigos han identificado con el ideario goebbelsiano.
No sé... No alcanzo a entender ni al peronismo, ni a sus seguidores, ni a sus detractores, de lejos. Es más: casi me atrevería a decir que me importa más bien poco.
Pero los días pasan y se acerca la hora de volver a casa a pelearme con el día a día (la cuarta categoría, bla, bla, bla).

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