Mi última columna sabatina en Perfil se
llamó "Vandalismo" y su objetivo era censurar una cierta
obstinación del poder regente en destruir lo que existe y no en
construir lo inexistente.
Por desgracia, el cierre (anticipado)
de la semana pasada me pescó armando el bolso, no para aprovechar el
fin de semana largo, sino para someterme a una severísima terapia antibiótica contra una bacteria que me habita en contra de mi voluntad.
Entre una cosa y otra, terminé
enviando al editor de estas páginas un borrador más bien
deshilachado, sin conclusión alguna y con larguísimas citas
textuales tomadas (sin aclaración) de otros diarios. De la penosa
confusión de los archivos me di cuenta recién el sábado y no
antes, pese a las advertencias de Guillermo Piro, a quien le respondí
con lacónicos correos como de personaje de La montaña mágica.
Aclaro, pues: las autoridades tienen
todo el derecho del mundo de despreciar la Feria del Libro en su
forma actual y no tendría yo argumentos para defender ese círculo
del infierno salvo una cierta expectativa favorable a la actual
directora, Gabriela Adamo. Por lo demás, es verdad que la Rural es
odiosa, los stands resultan carísimos para los editores de menores
recursos, etc.
Pero la Feria del Libro, iniciativa
privada, funciona con éxito desde hace décadas según sus
criterios, y no parece la mejor idea el chantaje estatal para
intervenirla ("o la mudan a Villa Martelli o suspendemos las
compras de libros a través de la CONABIP"), sobre todo porque
la mudanza, por si misma, no va a mejorar el evento y muy
probablemente lo aniquile por la carestía de transporte público.
El Estado tiene el poder, el derecho y
la obligación de imaginar instituciones de cultura y pedagogía
adecuadas a su ideario (no importa que yo los comparta o no). No
debería, en cambio, destruir lo ya existente so pretexto de llenar
un vacío de políticas propias que no es sino el índice de una
pobre y esquemática imaginación.
Pero, en fin, nada de esto quedó claro
porque mandé un archivo equivocado: pido disculpas a los lectores
pero, sobre todo, a los compañeros periodistas cuyas notas fueron
copiadas sin aclaración alguna.
En el último encuentro literario, fui el último día para ver a Gusmán. Habló en el salón que parece una capilla adventista instalada en un establo (no recuerdo el nombre de la sala). Sí que antes de la charla se disparó una disputa a los gritos con hinchada incluida entre los ministros de Educación de Ciudad y Nación. Andáasaber…
ResponderBorrar¡Qué bueno poder leer copy paste y que no quemes tus textos como el fumón de Bajtin! Saludos.