sábado, 10 de enero de 2015

El triunfo de la voluntad


Por Daniel Link para Perfil



Hace unas semanas, Martín Kohan se quejaba, con razón, de un llamado de Sergio Massa que yo no recibí (porque no tengo teléfono). Sí recibí, en cambio, un mensaje de correo de Mauricio Macri titulado “Mi optimismo no tiene arreglo” y que comenzaba diciendo “Soy totalmente optimista y, como dijo China Zorrilla «ser optimista no tiene arreglo, es como ser petiso»”.

Me llamó la atención la referencia a la señora Zorrilla (q.e.p.d) como fuente de sabiduría (dentro de poco, los políticos tal vez estén citando a la Sra. Legrand: “Te ven como te tratan...”). Pero mucho más me conmovió el principio de determinación que el dictum involucraba: se nace optimista como se nace petiso y si el crecimiento de los huesos nada tiene que ver con la alimentación, la expectativa de futuro tampoco tendría que ver ni con la educación ni con las variables macroeconómicas. El optimismo y la estatura estarían marcados genéticamente y no tendrían sentido, desde esa perspectiva, ni la educación cívica ni la nutrición infantil. Total...

O sea que lo más característico de las aventuras del espíritu (su indeterminación, su libertad, incluso su alegre irresponsabilidad) quedaba rebajado al conjunto de determinaciones irremediables y, por lo tanto, aniquilado en su potencia. Sin embargo, más abajo, el mensaje se volcaba hacia un decisionismo voluntarista rayano en el delirio (subrayado en negritas): “Nos guste o no, muchos de los aciertos y los desaciertos de la vida tienen nuestra firma”.

¿Un Mauricio gramsciano? Como se recordará, Gramsci recurre más de una vez en sus Cuadernos a la tensión entre el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad.

Pero en el mensaje de correo de “Mauricio” (así firmado), sólo había un optimismo irreparable: somos responsables de la vida (ni siquiera la propia, sino la vida en general) con cada una de nuestras decisiones. Así que no te quejes... (si no me votás).

En 2015 (año electoral), “una vez más, nuestro futuro estará en nuestras manos” (subrayado en negritas). ¡Qué importa lo que pase en China o en Rusia! ¡Qué importan las catástrofes ambientales! ¡Qué importan los planes suicidas del capitalismo global! ¡Qué importan los sindicatos peronistas, la cotización del dólar y la inflación! Lo único que importa, en contra del pesimismo de la inteligencia, es tomar el partido total del optimismo de la voluntad.
Totalmente, total, totalitario: son palabras que asociadas con la voluntad tienen una larga tradición en el discurso político de Occidente. Si se le agrega el componente de lo irreparable (lo sin arreglo) estamos ante una antropología directamente fascista.

Yo sé que “Mauricio” no piensa de ese modo, pero hace mal en aceptar como propias las palabras que le proponen sus publicistas, porque de ese modo nos hace dudar de cualquier decisión: ¿para qué decidir si los asuntos públicos se manejarán con una actitud totalmente irreparable?

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