Por Daniel Link para Perfil
Hace unas semanas, Martín Kohan se quejaba, con razón, de un llamado de Sergio Massa que yo no recibí
(porque no tengo teléfono). Sí recibí, en cambio, un mensaje de
correo de Mauricio Macri titulado “Mi optimismo no tiene arreglo”
y que comenzaba diciendo “Soy totalmente optimista y, como dijo
China Zorrilla «ser optimista no
tiene arreglo, es como ser petiso»”.
Me llamó la atención la referencia a
la señora Zorrilla (q.e.p.d) como fuente de sabiduría (dentro de
poco, los políticos tal vez estén citando a la Sra. Legrand: “Te
ven como te tratan...”). Pero mucho más me conmovió el principio
de determinación que el dictum involucraba: se nace optimista
como se nace petiso y si el crecimiento de los huesos nada tiene que
ver con la alimentación, la expectativa de futuro tampoco tendría
que ver ni con la educación ni con las variables macroeconómicas.
El optimismo y la estatura estarían marcados genéticamente y no
tendrían sentido, desde esa perspectiva, ni la educación cívica ni
la nutrición infantil. Total...
O sea que lo más característico de
las aventuras del espíritu (su indeterminación, su libertad,
incluso su alegre irresponsabilidad) quedaba rebajado al conjunto de
determinaciones irremediables y, por lo tanto, aniquilado en su
potencia. Sin embargo, más abajo, el mensaje se volcaba hacia un
decisionismo voluntarista rayano en el delirio (subrayado en
negritas): “Nos guste o
no, muchos de los aciertos y los desaciertos de la vida tienen
nuestra firma”.
¿Un
Mauricio gramsciano? Como se recordará, Gramsci recurre más de una
vez en sus Cuadernos
a la tensión entre
el pesimismo
de la inteligencia
y el
optimismo
de la voluntad.
Pero
en el mensaje de correo de “Mauricio” (así firmado), sólo había
un optimismo irreparable: somos
responsables de la vida (ni siquiera la propia, sino la vida en
general) con cada una de nuestras decisiones. Así que no te
quejes... (si no me votás).
En
2015 (año electoral), “una vez más, nuestro futuro estará en
nuestras manos” (subrayado en negritas). ¡Qué importa lo que pase
en China o en Rusia! ¡Qué importan las catástrofes ambientales!
¡Qué importan los planes suicidas del capitalismo global! ¡Qué
importan los sindicatos peronistas, la cotización del dólar y la
inflación! Lo único que importa, en contra del pesimismo de la
inteligencia, es tomar el partido total del optimismo de la
voluntad.
Totalmente, total, totalitario: son palabras que asociadas con la voluntad tienen una larga tradición en el discurso político de Occidente. Si se le agrega el componente de lo irreparable (lo sin arreglo) estamos ante una antropología directamente fascista.
Totalmente, total, totalitario: son palabras que asociadas con la voluntad tienen una larga tradición en el discurso político de Occidente. Si se le agrega el componente de lo irreparable (lo sin arreglo) estamos ante una antropología directamente fascista.
Yo sé que “Mauricio” no piensa de
ese modo, pero hace mal en aceptar como propias las palabras que le
proponen sus publicistas, porque de ese modo nos hace dudar de
cualquier decisión: ¿para qué decidir si los asuntos públicos se
manejarán con una actitud totalmente irreparable?
Nos quieren pobres.
ResponderBorrar