"Leyendo los comentarios sobre el ataque a Charlie Hebdo (todos
ellos en Facebook) saco la triste conclusión de que hay, efectivamente,
guerra. O guerras, dos guerras. La llamada “guerra santa”, y la otra, la
guerra tonta.
La guerra tonta es la que proyecta un estado de
cosas de la historia, la política y la cultura argentinas sobre una
realidad que la técnica nos entrega produciéndonos la engañosa sensación
de que está al alcance de la mano, de la mano que enciende la
televisión o se agita en el teclado del celular o la computadora. Y es
tan progresista sin compromiso (el progresismo sólo se compromete con la
vaporosa ideología o con la cómoda satisfacción de las frases hechas y
las consignas dictadas), que aprovecha una coyuntura lejana,
multifacética y compleja para seguir la guerra de fronteras adentro, una
guerra de politiquería cuyos propósitos son tan cortos como ciegos. Hay
sólo una palabra (en desuso y de otra época, es cierto) que describe el
modo de hacer política en Argentina, la palabra tilinguería. Y los
tilingos progres (gobernantes y gobernados) condenan el ataque, pero
matizan la condena por el exceso de la caricatura que escondería tintes
racistas. No ven que el humor de este periódico contiene el mismo exceso
rabioso con el que ellos desprecian a los enemigos políticos
nacionales; no ven tampoco el propio racismo argentino, antisemita o
depredador de los pueblos indígenas (al mismo tiempo que se dicta
sentencia sobre los sucesos de París, se condena o se justifica la
muerte de un niño qom . Notemos la tilinguería del lenguaje (la
tilinguería es sobre todo un hecho de lenguaje) que consiste en
reemplazar “indígena” por “pueblo originario”, el sumun de la
tilinguería, porque un niño muerto es un niño muerto y los tilingos usan
su cadáver como argumento a favor o en contra de una estadística de
mortalidad. El peor racismo es el que se actúa sin tener conciencia de
esa acción.
La tilinguería argentina es una suerte de
liviandad sin trascendencia, una frivolidad que esconde vagas
culpabilidades anticipadas. Los que siempre caen del lado de la
corrección política (es la posición más cómoda), los otros “progres”, se
embanderan detrás de una consigna, “Je suis Charlie”, que sólo podría
tener sentido en el contexto francés, y que rápidamente ha generado su
contracorriente, “Je ne suis pas Charlie”, y redobla la apuesta de la
corrección, porque en realidad corrige (“no digo “Je suis”; digo “Je ne
suis pas”, corrijo la falla ideológica del otro.
En verdad, unos y otros hablan el mismo lenguaje. Sesudo e inadvertidamente pomposo. El lenguaje de la tilinguería".
(¡Gracias, Federico!)
Lamentablemente, ese progresismo tilingo relativiza todo de modo tal que hasta encontrar una expresión acorde para manifestarse en contra de los hechos violentos, también resulte tilinga.
ResponderBorrarExcelente la reflexión de Jorge Panesi!!