domingo, 6 de diciembre de 2015

Una boda y un (casi) funeral


No vengo acá a cumplir con la obligación milenaria del padre que entrega a su hija a un clan extraño para garantizar la supervivencia de la cultura. Vengo aquí, junto con ustedes, como testigo privilegiado de un amor que hoy se transforma en instituto matrimonial.
¿Cuantos amores se pueden tener a lo largo de una vida? Dejo de lado los arrebatamientos, que nunca sabemos exactamente cómo interpretar: amores frustrados, sin historia y, por lo tanto, sin destino y, sobre todo, sin Tiempo. La diferencia radical entre el amor y el arrebatamiento tiene que ver con esa perspectiva temporal: no tanto que el amor va a durar muchos anos, todos los anos (mientras que el arrebatamiento es instantáneo), sino que el amor ya ha durado demasiado y en cada uno de sus instantes existe su historia entera. Todos sabemos, porque el amor no es sólo una intensidad interior, sino algo que sucede en círculos de sociabilidad, cuánto amor hay entre Eugenia y Guillermo. Él la necesita a ella como la luna necesita de la poesía para brillar en la noche, y ella lo necesita a él como el viento necesita de los árboles para soplar suavemente su música. Eugenia es carne de mi carne y sangre de mi sangre. Guillermo no. Pero hoy no sabría decir cuál es más propio y cuál es más ajeno, porque juntos armaron una unidad indestructible.
Yo no sería yo, sin embargo, si no les lanzara a los dos esta amenaza: sean fieles y verdaderos el uno con el otro, crezcan juntos, trátense bien, cuídense, usen la imaginación para salvarse del tedio matrimonial porque, de lo contrario, mi espectro se les aparecerá, como humo negro, como un gigante demente, y les arrancará nervio tras nervio. No dejen de sostener el amor que se tienen hasta el fin de los Tiempos, porque ésa es la única inmortalidad que ustedes y yo podemos compartir, queridos míos. 
 
DL, 05/12/2015





1 comentario: