No vengo acá a cumplir con la
obligación milenaria del padre que entrega a su hija a un clan
extraño para garantizar la supervivencia de la cultura. Vengo aquí,
junto con ustedes, como testigo privilegiado de un amor que hoy se
transforma en instituto matrimonial.
¿Cuantos
amores se pueden tener a lo largo de una vida? Dejo de lado los
arrebatamientos, que nunca sabemos exactamente cómo interpretar:
amores frustrados, sin historia y, por lo tanto, sin destino y, sobre
todo, sin Tiempo. La diferencia radical entre el amor y el
arrebatamiento tiene que ver con esa perspectiva temporal: no tanto
que el amor va a durar muchos anos, todos los anos (mientras que
el arrebatamiento es instantáneo), sino que el amor ya ha
durado demasiado
y en cada uno de sus instantes existe su historia entera. Todos
sabemos, porque el amor no es sólo una intensidad interior, sino
algo que sucede en círculos de sociabilidad, cuánto amor hay entre
Eugenia y Guillermo. Él la necesita a ella como la luna necesita de
la poesía para brillar en la noche, y ella lo necesita a él como el
viento necesita de los árboles para soplar suavemente su música.
Eugenia es carne de mi carne y sangre de mi sangre. Guillermo no.
Pero hoy no sabría decir cuál es más propio y cuál
es más ajeno, porque juntos armaron una unidad indestructible.
Yo
no sería yo, sin embargo, si no les lanzara a los dos esta amenaza:
sean fieles y verdaderos el uno con el otro, crezcan juntos, trátense
bien, cuídense, usen la imaginación para salvarse del tedio matrimonial porque, de lo contrario, mi espectro se les
aparecerá, como humo negro, como un gigante demente, y les arrancará
nervio tras nervio. No dejen de sostener el amor que se tienen hasta
el fin de los Tiempos, porque ésa es la única inmortalidad que
ustedes y yo podemos compartir, queridos míos.
DL,
05/12/2015
1 comentario:
Muy lindas palabras, Daniel!
Abrazo.
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