sábado, 17 de febrero de 2018

Símbolos patrios


por Daniel Link para Perfil

Cada vez que hace falta, la patria encuentra un símbolo nuevo que la represente. Es un signo, apenas, pero que tiene la capacidad de arrastrar otros signos y potencias y colocarlos en visible constelación.
En el mismo acto en que el soberano recibe en palacio al verdugo que asesina por la espalda, lo abraza y lo felicita, los demás puntos reverberan y adquieren una consistencia que tal vez antes no tenían: cada destrucción de una fuente de trabajo (que según un informe del gremio de industriales y reproducido por el más antiguo periódico del país se cuentan ya por docenas de miles); la inflación y el precio del dólar que se comen como un taladrillo la capacidad adquisitiva de las gentes; el desmesurado aumento de las precios de las energías, que debilitan las otras, las fuerzas vitales; la limitación, por todas partes: en las negociaciones salariales, en los movimientos, en las esperanzas y en la posibilidad de recordar el pasado; el adelgazamiento de lo poco de humanidad que nos queda y la entrega miserable de nuestras capacidades a la administración de publicistas, encuestadores y gestores. Sobre todo, cada muerto por la policía repite el nuevo símbolo patriótico: el tiro por la espalda.
No le des la espalda al soberano (o sus ministros, edecanes y bufones). Pero sobre todo, no le des la espalda a sus verdugos (en la ciudad de Buenos Aires, hay un policía cada 107 habitantes, sin contar las otras fuerzas de seguridad). Cada veintitres horas el Estado asesina a una persona. En los últimos 722 días, mataron a 725 “delincuentes”.
Y el soberano considera que eso merece no sólo el aplauso, sino también su ala protectora. Ése es el remate: te hieren un poquito cada día y de repente, el tiro por la espalda te aniquila.
Se dice: “A cada cerdo le llega su San Martín”. La fiesta de San Martín de Tours se celebra el 11 de noviembre, y coincide con la matacía o matanza del cerdo.


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