sábado, 28 de julio de 2018

La segunda venida

Por Daniel Link para Perfil



Aby Warburg presentó su seminario de 1925 sobre arte italiano del Renacimiento temprano a partir de la frase "Der liebe Gott steckt im Detail" ("El Buen Dios está en los detalles"). Generalmente se atribuye la máxima a Gustave Flaubert ("Le bon Dieu est dans le détail"), probablemente porque era un maniático obsesivo de la palabra justa.

Al autor se le escapó, sin embargo, el pequeño detalle de que los ojos de su Emma Bovary cambiaban de color a lo largo de las páginas, y motivó una encendida (pero ineficaz) novela de defensa de Julian Barnes, El loro de Flaubert. También cambió la dirección de la máxima, que suele decirse “El Diablo está en los detalles”.

Como fuere, hay que prestar atención a los detalles.

Este diario informó que “el gobierno busca abaratar los pasajes aéreos al exterior” mediante Resolución de la ANAC publicada en el Boletín Oficial: "Suspéndase desde el 1° de julio de 2018 hasta el 31 de diciembre de 2018, el aumento dispuesto en la Resolución E N° 95 del 16 de febrero de 2018 de la ANAC, para las tasas de protección al Vuelo en Ruta y Apoyo al aterrizaje respecto de los vuelos con origen o destino internacional que aterricen o despeguen en y desde el territorio argentino".

El detalle (para muchos, marginal e insignificante) es muy revelador. Para algunos, revela el apoyo del gobierno a la “nueva” aeronavegación de bajo costo (por el momento de cabotaje, pero que pronto dejará de serlo).

Pero lo que es incontestable es que de ese modo el gobierno busca estimular los viajes al exterior a los que los argentinos somos tan afectos como para desbalancear la cuenta corriente del país (dicen los economistas que la cantidad de dólares que se compran para atesoramiento y para compras en el exterior es la segunda fuente del tan cacareado déficit).

De modo que enfrentado a una “tormenta” en medio de uno de los más crudos inviernos de los que se tenga memoria, el gobierno, lejos de brindar abrigo, invita a los pasajeros de su barco, avión o caravana en el desierto (imagino, no sé por qué, una tormenta de arena) a lanzarse al vacío del gasto en dólares, a abrirse al desastre.

Conocemos al menos una de las características del tiempo mesiánico (que anuncia la segunda venida): la aceleración.

El propio Tiempo, que se sabe ya agotado, se contrae porque los Nuevos Tiempos ya se adivinan en el mañana. No bastan los aumentos de tarifas, ni el descalabro cambiario ni la desbocada inflación ni los inminentes ajustes a todo lo posible ni la convocatoria a ese jinete del Apocalipsis llamado FMI. También se compromete, en una espiral de velocidad creciente, a las Fuerzas Armadas para que intervengan en conflictos con un enemigo indeterminado. Todo en el lapso de días.

¿Habrá segunda venida? El Mesías no vuelve sólo como Redentor, sino también como vencedor del Anticristo.


sábado, 21 de julio de 2018

Vivir como esclavos

Por Daniel Link para Perfil



Cada mañana, cuando abro los postigos del dormitorio, me saluda el cartel que las monjas de clausura colgaron de la Iglesia de enfrente: “Toda vida vale”. Me pregunto qué pensarían esas monjitas de la escena que he visto desde la misma ventana, en el edificio lindero, cuando un joven derramó su abundante simiente sobre la cara de una joven. ¿Habrían exclamado “¡asesinato!”? Aún en los más rigurosos códigos vetotestamentarios, eso sería pecado de Onán y el asesino, en esa historia mezquina de desperdicio, herencias y primogenituras, es el mismísimo Dios.

Los espermatozoides están vivos y participan de lo viviente. Su destrucción (como entidades discontinuas) es necesaria para la creación de nueva vida. Sabina Spielrein, paciente y corresponsal de Sigmund Freud, lo señaló muy tempranamente: “En la reproducción se produce la unión de la célula femenina con la masculina. Por lo tanto cada célula se destruye como unidad, y del producto de la destrucción nace la nueva vida”. Bataille retomó esas hipótesis para llevarlas todavía más lejos en El erotismo, donde “toda la operación erótica tiene como principio una destrucción de la estructura de ser cerrado que es, en su estado normal, cada uno de los participantes del juego”.

Esa interesantísima discusión (muy biopolítica) poco tiene que ver con el debate sobre la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, debate en la que la grey pasa sin transición de la vida a la persona y de la destrucción de unidades discontinuas de materia al asesinato.

En las sociedades modernas, que lo son porque no son dogmáticas, todo puede y debe ser discutido, salvo los principios mismos que regulan la convivencia, el “contrato social” que encuentra en el libre albedrío y la decisión soberana uno de sus puntos de apoyo.

Muy recientemente, Margaret Atwood subrayó ese aspecto de nuestro vetusto debate: “Nadie está forzando a las mujeres a tener abortos. Nadie tampoco debería obligarlas a someterse a un parto. Fuerce partos si usted quiere, Argentina, pero por lo menos llame a lo forzado por lo que es. Es esclavitud: es reivindicar poseer y controlar el cuerpo de otra persona, y sacar provecho de eso.

No se discute el momento en que lo viviente pasa de la potencia a lo personal, para lo cual habría que convocar a mentes un poco más brillantes que las de la grey. Se discute si queremos vivir en una sociedad esclavista o no. Yo no quiero.


sábado, 14 de julio de 2018

Las malas direcciones

Por Daniel Link para Perfil

Nunca me llevé bien con Siri, la vocecita de Iphone y Ipad. Pero últimamente la soporto cada vez menos. Su pronunciación me subleva. No puede decir Calle Quintino Bocayuva y dice Case Quintino Bocasuba. Las gallegas de google también dicen cualquier cosa, pero al menos se esfuerzan. Lo que más me molesta de Siri es su decisión de evitar cualquier conflicto: no sonoriza la ye (lo que la volvería muy zona norte, como a esa amiga mía que ahora vive en Berlín pero que tuvo piso en la calle Cabello: imagínense el tremolar de cuerdas vocales), pero tampoco la ensordece, para no parecer de clase baja (“cashe”). Se pone al costado de las políticas del lenguaje propias del Río de la Plata, y eso es una cobardía
No tenemos casi nada y tendremos cada vez menos, pero nuestro lenguaje es único, con su fonética, su sintaxis, su ritmo, y su vocabulario.
“Grieta” se sigue usando, pero “crispación” ya no tanto y eso me apena porque, cada vez que tengo la desdicha de ver televisión de aire, el fascismo de los panelistas crispados me hace añorarla.
“Terrorismo” va y viene (últimamente quieren rescatarla sedicentes víctimas del terrorismo). Copio este aviso terrorista que recibí hace una semana: “Edesur informa, que se encuentra disponible tu factura asociada al servicio de electricidad, con vencimiento el día 26/07/2018, cuyo monto asciende a $4582.41". Ese tuteo me resulta tan aterrador como la amabilidad posclasista de Siri, que pretende que vamos por buen camino, aunque yo no pueda entenderla. 


viernes, 13 de julio de 2018

Dicen que...

Reseña de Suturas

por Victoria Scotto para Orbis Tertius

Este libro es el tercero de una serie escrita por Daniel Link, cuyas dos primeras entregas son Clases. Literatura y disidencia (Norma, 2005) y Fantasmas. Imaginación y sociedad (Eterna Cadencia, 2009): según el propio autor, son tres libros (o un mismo libro distribuido en entregas) que forman un diagrama cuyas preocupaciones más acuciantes son los dispositivos de clasificación y las potencias de lo imaginario, abordadas desde el análisis de diversos productos culturales. Suturas. Imágenes, escritura, vida se abre con tres citas y un “Umbral”, que funcionan como ingreso a un universo propio de juegos entre autores, fundamentalmente de los siglos XX y XXI, elementos de la cultura y actores sociales observado desde la matriz de la crítica literaria y los estudios de la historia de la cultura. Posfilología, diagramatología, juego, archivo y reproductividad digital son nociones fundamentales para transitar las perspectivas eminentemente latinoamericanas que construye Suturas: son guías o andariveles, que permiten recuperar una suerte de mapa del recorrido cuando, en el cierre de cada ensayo, se abandona el estado de sumersión al que obliga la prosa de Daniel Link.
Traspuesto su umbral, el libro consta de cuatro partes: “Método”, “Imágenes”, “Nombres” y “Escritura”. Cada una de estas partes posee en sí una serie de ensayos, cuyos nombres son, de manera intercalada, la mitad sustantivos, y la mitad números (casi en todos los casos, fechas). Sólo una irregularidad interrumpe el orden del índice: la palabra “Alegría” aparece repetida como dos títulos seguidos correspondientes a la misma página, lo que se duplica en las últimas partes del libro, y aparece en el índice a pesar de no ser ensayos en sí. Esta estructura de palabras y números, apenas interrumpida, logra enfatizar en el transcurrir de los ensayos una historicidad caprichosa, de a saltos, que no se condice con la cronología sino con el énfasis específico que la prosa misma requiere: los títulos no son resúmenes sino indicadores de una forma particular de percibir aquello que dice el ensayo. Y particularmente en el caso de las fechas, este orden necesario pone en evidencia los hilos de contacto que se establecen entre la cultura y la (bio)política, a la vez que logra poner en evidencia el carácter “poshistórico” que el autor marca para la sociedad contemporánea. Precisamente la estructura del libro realza hasta formalmente la sutura, el contacto forzado pero necesario entre nombres y números, más allá del orden normativo, justo donde el enunciado lo requiere.
La primera parte, “Método”, delimita algunos problemas teóricos, propios de una matriz disciplinar que está (re)formándose desde ya hace unos años, que afectan los modos de lectura de ciertas producciones culturales, de cierta época de la academia, de ciertos mensajes, de toda una gestualidad propia de sujetos en la cultura de fines del siglo XX para acá. En una era en la que la escritura tradicional no basta, no sólo ve Link la necesidad de re-alfabetizarnos para escribir en los medios digitales, sino sobre todo para crear nuevas formas de leer: así, propone como método la posfilología, una lectura en cámara lenta, atenta, a medias entre la cercanía y minuciosidad filológica y la lejanía perspectivista del relativismo cultural; una instancia crítica ajustada a, como dice Link, la sociedad poshistórica que nos caracteriza. El autor no se conforma con plantear el método: a la vez lo utiliza para trazar redes entre las producciones de cierto sector intelectual en la Argentina del Centenario, la construcción de los intelectuales acerca de qué es América antes y después del arielismo, y la delimitación de las posibilidades de la comunidad latina en Estados Unidos en los últimos sesenta años. No sólo es una explicación del estado de la cuestión de la filología contemporánea y una defensa de su actualidad, sino una muestra de este método ejercido sobre la propia historia disciplinar y sus alrededores.
La segunda parte, “Imágenes”, quizás la más compleja de las cuatro, retoma elementos mencionados en la primera para llevar adelante un segundo método, esta vez de lectura de imágenes y de gestos: la diagramatología. Apenas iniciado el ensayo “2005” Link propone que con la creación de Youtube (datada en ese año) se ha creado una suerte de museo casi total del gesto humano, por lo menos en Occidente: compara el cimbronazo youtubeano para nuestra cultura con el paso al Neolítico, momento en el que comienzan a registrarse, en rústicos grabados en piedra, los primeros gestos humanos. La posibilidad de pensar en las imágenes como objeto de una diagramatología fuerza a partir de su consideración como “formas vaciadas de historicidad” (p. 214) pensadas en plena relación continua con otras imágenes, en línea con las ideas de Aby Warburg y su famoso Atlas. Ya sea en forma de video en una plataforma digital, en un museo, en un cine o en la comercialización de una figura publicitaria, las imágenes requieren por parte de los sujetos un compromiso corpóreo, real, que implique una afección directa al cuerpo de quien las ve como forma de revindicar una vida que les es propia, que se les asignó en el instante en que un sujeto prehistórico comenzó a decorar su cueva, a dibujar un gesto, a dejar fluir de sí parte de aquello que lo constituyó luego como homo sapiens: el arte. Esto marca Link cuando conjuga Youtube, el Neolítico, El imperio de los signos de Roland Barthes, la serie In the flesh de Dominic Mitchell, Padre Padrone de Taviani, Hitler de Syberberg, al colectivo Tiqqun, a Tim Burton, a Lars von Trier, Cozarinsky, Albertina Carri y la paranoia en el cine del siglo XX. Los análisis individuales frecuentemente se inician con la narración de una experiencia directa de impacto en el cuerpo de ese Daniel Link que habla, generada por la observación de esas imágenes: la intensidad de la narración se funde con la lectura diagramatológica, crítica, posfilológica de un producto necesariamente poshistórico.
La tercera parte, “Nombres”, puede añadir sin lugar a dudas el matiz de la palabra “registro” a las posibilidades que reúne en derredor de sus ensayos; de alguna manera porque se invoca, junto con el nombre, la posibilidad de dejar vivir, mientras se “produce lo viviente” (p. 426) al liberar la potencia de su nombre. Nuevamente se esbozan miradas afectadas sobre diversas imágenes, esta vez, en busca de un llamado: como las fotografías de la cárcel de Abu Ghraib y la sonrisa turbia de James Franco en Interior. Leather Bar; como la mirada de los ángeles de Der Himmel über Berlin de Wenders y como Los fantasmas de Aira, aquello que resulta perturbador hasta el desconcierto y la fascinación provoca una búsqueda de un nombre que permita conciliar su existencia con lo que Link declara fácilmente: “ser es ser nombrable” (p. 438). La búsqueda del nombre (que puede ser una invención demandada, aunque también un develamiento de un nombre ya verdadero, como en el caso de las búsquedas de identificación para las fosas “NN” que nos legó la dictadura del ‘76) alcanza en Suturas una intensidad que reconoce la condición de desesperada distancia entre las palabras y las cosas: entre el mundo que ve Alice al otro lado del espejo y cómo se llama, y cuál es su nombre, y lo que en verdad es; es decir, entre todo el lenguaje y el mundo, que sólo podemos comprender, irremisiblemente, a través de sus nombres.
La cuarta y última parte (“Escrituras”) indaga la profundidad de toda inscripción: instala evidencias de intervenciones escritas que han marcado indudablemente vidas, individual y colectivamente, y propone la gravedad irremediable de estas inscripciones. Transitar los últimos ensayos del volumen es encontrarse, una y otra vez, con el reconocimiento de la irracionalidad en el lenguaje, la importancia de aquellos “diagramas abstractos” (p. 643) que rigen las condiciones de vida del universo humano, que definen el futuro de las vidas, que instalan la condena perpetua a partir de trazos inamovibles, de una vez y para siempre. La elección de Copi para hablar del humor como salida de este orden (de salida por sí mismo, por los trazos que requiere, por los lugares comunes que evoca, por polisemia, por diagrama) en “1939” es una reivindicación del rechazo de todo aquello que es totalitario en la expresión, y que después de reconocer que “la lengua es facista” (p. 633) propone como posibilidad del retorno a la libertad la destrucción de “las nociones temporales y espaciales, que son trascendentes a la percepción, pero también [la horadación] de todos los sistemas de clasificación, empezando por los más estigmatizantes” (p. 641): es decir, para salvar el lenguaje del fascismo, y de aquello irreparable que ese lenguaje puede ejercer sobre los sujetos, vuelve a proponer la “destrucción de su destrucción”, el programa básico que propone para la posfilología, esa disciplina novedosa empecinada en transformar toda la relación de los sujetos con su herramienta de expresión más preciada, y que es la que abre Suturas.
Este gran ensayo compuesto por otros pequeños ensayos (cosidos), algunos más cortos otros más extensos, puede ser recorrido de a saltos, aunque guarda cierta continuidad en los temas que aborda. Los diagramas que forma, las escrituras que lee y atraviesa (pos)filológicamente, la vida que narra, atravesada por las palabras y las imágenes, proponen una forma de recorrer variadísimos productos culturales con un programa crítico metodológico claro y propio: eminentemente, es un programa de perspectiva latinoamericana, que se apropia de la Weltliteratur, del cine, de la historia, sin pretender una homogeneización de los orígenes, sino una utilización de sus recursos para trazar un archivo para Latinoamérica.
La sutura per se es incómoda. Es provisional, intenta ser eliminada del cuerpo, disuelta lo más rápidamente posible como estrategia de cicatrización. La sutura es una suerte de archivo del conflicto, un estado de tránsito hacia una cerrazón (no necesariamente una cura) que pretende eliminar toda huella de crisis: y sin embargo en este ensayo es aquello que se pone de relieve para evidenciar un carácter constitutivo de América Latina. Es aquello que se ha buscado ocultar, el ínterin entre el conflicto y la cicatriz, entre el pasado y la memoria ya conformada, el proceso doloroso de silenciamiento de un torrente en flujo. Precisamente, lo que Suturas estudia es cómo se construye la memoria (cómo es el making of de una cicatriz): cómo explorar la sutura, la provisionalidad de la resolución del conflicto, es comprender cómo afecta la historia hoy a nuestro“modo de ser en el mundo” latinoamericano, que, según muestra Link, en sus producciones culturales se empeña, una y otra vez, en tensionar la cicatriz, en evidenciar la sutura, en no disolver aquellas puntadas que siguen quemando.
Suturas. Imágenes, escritura, vida es, sin lugar a dudas, una colección híbrida del género más híbrido de la literatura que tematiza, precisamente, la construcción histórica de clasificaciones sobre nuestra cultura, en un momento en el cual todos los “viejos nombres” han perdido el sentido y se vuelve necesario no reemplazarlos sino indagar en el vacío que los constituye, analizar cómo fueron hechos. Entonces Link, para hablar de clasificaciones, evade toda casilla y se inserta en un “tartamudeo” (en sus palabras) que en cuanto se pone cómodo con un registro cambia radicalmente de dirección. El resultado es una prosa hipnótica que integra anécdotas, lecturas, reseñas, experiencias y análisis tan híbridos como la cultura, tan saturados como la cotidianeidad, tan suturados como la identidad latinoamericana.


jueves, 12 de julio de 2018

¿Un estado esclavista?

por Margaret Atwood para Uno de Santa Fe via Perfil

A nadie le gusta el aborto, incluso cuando es seguro y legal. No es lo que ninguna mujer elegiría para festejar un sábado por la noche. Pero a nadie le gusta tampoco mujeres sangrando hasta la muerte en un baño por un aborto ilegal. ¿Qué hacer? A lo mejor una manera diferente de acercarse a la respuesta sería preguntar, ¿en qué clase de país querés vivir? ¿En uno en el que cada individuo es libre de tomar decisiones concernientes a la salud y el cuerpo de ella o él, o en uno en el que la mitad de la población es libre y la otra mitad es esclavizada? Las mujeres que no pueden tomar la decisión sobre si tener o no bebés son esclavas, porque el Estado reclama como propiedad a sus cuerpos y al derecho a dictar el uso al que deben someterse sus cuerpos. La única circunstancia similar para los hombres es el reclutamiento en el ejército. En ambos casos existe riesgo para la vida del individuo, pero un conscripto del ejército por lo menos está provisto de comida, ropa y alojamiento. ¡Incluso los criminales en las prisiones tienen derecho a esas cosas! Si el Estado exige el parto forzado, ¿por qué no debería pagar la atención prenatal, el parto mismo, la atención postnatal y, -para los bebés que no se venden a las familias más ricas-, el costo de criar al niño? Y si el Estado está tan interesado en los bebés, ¿por qué no honrar a las mujeres que tienen más bebés respetándolas y sacándolas de la pobreza? Si las mujeres prestan un servicio necesario al Estado -aunque en contra de su voluntad- seguramente se les debería pagar por su trabajo. Si el objetivo es más bebés, estoy segura de que muchas mujeres se resignarían a la tarea si se las recompensara adecuadamente. De lo contrario, se inclinan por seguir la ley natural: los mamíferos placentarios abortarán ante la escasez de recursos. Pero dudo que el Estado esté dispuesto a brindar los recursos necesarios. En cambio, solo quiere reforzar el truco barato habitual: obligar a las mujeres a tener bebés y luego hacer que paguen. Y que paguen. Y que paguen. Como dije, esclavitud. Si se elige tener un bebé, eso es, por supuesto, un asunto diferente. El bebé es un regalo, dado por la vida misma. Pero para ser un regalo, debe ser dado libremente y libremente recibido. Un regalo también puede ser rechazado. Un regalo que no puede ser rechazado no es un regalo, sino un síntoma de tiranía. Decimos que las mujeres «dan a luz». Y las madres que han elegido ser madres sí dan a luz y lo sienten como un regalo. Pero si no han elegido, el nacimiento no es un regalo que ellas dan; es una extorsión contra sus voluntades. Nadie está forzando a las mujeres a tener abortos. Nadie tampoco debería obligarlas a someterse a un parto. Fuerce partos si usted quiere, Argentina, pero por lo menos llame a lo forzado por lo que es. Es esclavitud: es reivindicar poseer y controlar el cuerpo de otra persona, y sacar provecho de eso.

miércoles, 11 de julio de 2018

Sí, adhiero


07 de julio de 2018
Sra. Christine Lagarde
Directora Gerente
Fondo Monetario Internacional
Washington, D.C. 20431
EE.UU.

Sra. Lagarde:
El día 20 de junio del corriente año, el Directorio del FMI dio por aprobado el acuerdo stand by con la República Argentina. Pocos días antes, se había dado a conocer la Carta de Intención fechada el día 13 de junio y firmada por dos funcionarios del Poder Ejecutivo, uno de los cuales, presidente del BCRA, fue relevado de su función y el otro ascendido al cargo de Ministro Coordinador.
El propósito de esta comunicación es informarle que dicho acuerdo es rechazado por la enorme mayoría de la sociedad argentinai, la oposición política con representación parlamentaria mayoritaria y casi la totalidad de las organizaciones sociales y políticas del país. Es decir, a excepción del Gobierno, no hay quien apoye este acuerdo. El propio Presidente de la Nación, Ing. Mauricio Macri, tanto en su campaña electoral como en el ejercicio de su cargo, se comprometió explícitamente a no solicitar ningún préstamo ni a firmar un acuerdo con el FMIii,iii. Lo mismo hicieron todos los ministros del área económicaiv. Comprenderá Usted que, por tanto, se trata de una decisión no sólo inconsulta sino que además configura una clara violación de los compromisos asumidos por actual gobierno con una sociedad que lleva en su memoria el desastroso papel jugado por el FMI a lo largo de nuestra historiav. Esta circunstancia pone claramente en cuestión la legitimidad del acuerdo.
Debemos también poner en conocimiento del FMI que en vistas de esta situación, se le exigió públicamente al Gobierno desde múltiples sectores que el Acuerdo, los montos del empréstito, los términos y condiciones aceptadas fueran sometidas a la discusión y aprobación del Parlamento. Es que según el artículo 75 de nuestra la Constitución Nacional “corresponde al Congreso contraer empréstitos sobre el crédito de la Nación y arreglar el pago de la deuda interior y exterior de la Nación”. El Presidente, sin embargo, basándose en ciertas interpretaciones legales, desoyó este reclamo y se negó a someterlo a un Congreso Nacional que sin duda lo rechazaría. Tampoco accedió a aplicar otros mecanismos participativos como la consulta popular o referéndum frente a una decisión de vital trascendencia para el futuro de nuestro país.
También queremos trasmitir fuertes objeciones con respecto al uso que hará el gobierno de los créditos concedidos. La aplicación de los fondos en estos días contradice claramente no sólo la búsqueda del desarrollo humano integral en la Argentina sino los preceptos y objetivos del FMI. Más allá del llamativo esfuerzo comunicacional por aclarar que el plan económico es una decisión del señor Macri y no una imposición del organismo que Usted preside, consideramos que de no tomar inmediatas medidas ello no excusará a usted y el Directorio de su coresponsabilidad en el desfalco que se realiza con fondos del empréstito en favor de grupos financiero-especulativos privilegiados y de las desastrosas consecuencias sociales que traerá este acuerdo, en particular para los sectores más empobrecidos.
Basta para comprenderlo un ejemplo: diariamente se están rifando entre 100 y 150 millones de dólares del empréstito mediante el cuestionable mecanismo de subasta al que sólo acceden empresas financieras cartelizadas que compran dólares baratos para aumentar su rentabilidad. Los antecedentes de esta conducta son notorios y no debieron pasar desapercibidos al Organismo. Desde que asumió el Presidente Macri, en 32 meses, la deuda pública aumentó en términos netos en más de USD 80.000 millones, a través de la colocación de emisiones equivalentes a más de USD 224.000 millones, de los cuales USD 140.400 millones fueron en moneda extranjera con privados. El peso de la deuda sobre el PIB de Argentina pasó del 41% en 2015 a representar el 69,8%, según reconoció el Secretario de Finanzas ante el Congreso de la Nación el pasado 2 de julio. Es decir, pusieron al país en una situación de alto riesgo, según sostiene el propio FMI al evaluar los márgenes prudentes para esta relación. De este modo, bajo la presidencia de Macri, el país ha sido el que más deuda ha emitido en el mundo. Y es el gobierno que más títulos emitió en nuestra historia.
Estos volúmenes elevadísimos de deuda no fueron empleados ni para el desarrollo nacional ni para la inclusión social, sino que se destinaron mayormente a la fuga de capitales, de modo que tampoco engrosaron las reservas ni proveyeron mayor estabilidad financiera. En efecto, pese a este proceso de acelerado y cuantioso sobre-endeudamiento, las reservas internacionales, que se encontraban en USD 25.092 millones el día de la asunción, sólo ascendían a USD 48.102 millones el 19 de junio de 2018, es decir que se incrementaron en sólo USD 23.000 millones. Para conocer el despilfarro que se ha hecho de la deuda contraída basta con repasar el balance cambiario del BCRA que muestra que en este período se erogaron USD 25.236 millones en concepto de intereses, justamente como resultado de este fuerte sobre-endeudamiento. Pero, llamativamente, la exorbitante cifra de USD 47.724 millones terminó financiando la Formación de Activos Externos, generalmente asociada a la denominada “fuga de capitales”. Es una verdadera irresponsabilidad que se contradice con los objetivos del FMI otorgar en esta oportunidad un crédito récord sin tomar ninguna medida para evitar que con los nuevos recursos la política económica del gobierno arroje los mismos resultados.
Seguramente sabe Usted que el actual gobierno colocó a la tasa de interés de política económica (LEBAC) en niveles elevadísimos. Los más altos del mundo. El propósito declarado por el gobierno de esta decisión era reducir la inflación. Aquel objetivo nunca se logró ya que la inflación alcanzó según la oficina de estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires el 41% el primer año, el 26,1% el segundo y acumula ya 15% en los primeros seis meses de 2018, totalizando más de 107,5% desde la asunción de Macri. Un nivel también récord. Sin embargo, lo que sí produjo esa elevada remuneración es una inmensa acumulación de pasivos por parte del BCRA, cuyo volumen llegó a 1,2 billones de pesos, una suma mayor que la base monetaria completa y el total de las reservas internacionales. Una verdadera bomba de tiempo financiera.
También corresponde que el Directorio conozca los números que exhiben el carácter fraudulento que tuvo la administración de la corrida cambiaria que resultara en el intempestivo pedido del empréstito en cuestión. Entre el 19 de abril al 21 de junio de 2018 tuvieron lugar a la vez tres fenómenos que nunca deberían haber ocurrido simultáneamente. La tasa de interés de política pasó de 26.3% a 47%, el tipo de cambio creció de $20,16 a $27,55 y, por su parte, las reservas se redujeron desde USD 62.456 millones a USD 48.478 millones. En este marco, se realizaron innumerables operaciones que favorecieron intereses especulativos de inversores locales, extranjeros y a los propios funcionarios permitiéndoles la dolarización de sus carteras a tasas de cambio que resultaron ser 35% menores que las que hoy imperan. Entre las más resonantes, podemos citar el caso de JP Morgan, o el del fondo de inversión Templeton.
Por otra parte, el déficit fiscal al que se apela para justificar la colocación de deuda es en gran medida producto de una serie de decisiones gubernamentales destinadas a aumentar la rentabilidad de sectores económicos concentrados cuyos privilegios viene a financiar este nuevo empréstito. El caso emblemático son los beneficios impositivos otorgados al complejo de los grandes agroexportadores y corporaciones mineras. La quita generalizada de retenciones ya produjo pérdidas al Estado valuadas en USD 5.500 millones, que quedaron en muy pocas manos. En el mismo sentido, la eliminación de las obligaciones vinculadas a la liquidación local de las exportaciones en plazos razonables tuvo como consecuencia una conducta especulativa que agravó esta injusticia distributiva en perjuicio del país: las divisas se retuvieron en el exterior para forzar un tipo de cambio más favorable a sus intereses, al racionar la oferta de dólares en la plaza local. La misma lógica puede aplicarse al resto de las actividades extractivas y los privilegios impositivos que beneficiaron a los sectores más acomodados como la reducción de impuestos a los bienes personales. Lejos de corregir estas injusticias que distorsionan las cuentas públicas, las medidas establecidas en el Memorándum y el Acuerdo las agravan.
Queremos, además, alertar al Directorio sobre la explosiva situación social que vive la Argentina y que seguramente se agravará a medida que se apliquen las medidas pactadas. Buscar el equilibrio fiscal ajustando el gasto social conduce al debilitamiento del mercado interno con dinámica de círculo vicioso. Las tan publicitadas “salvaguardas” que establece el Acuerdo aplicables “en caso de que las condiciones sociales empeoren” parecen una burla a quienes hoy ya ven peligrar sus haberes jubilatorios, salarios, empleos o directamente sufren hambre. Si se distribuyera la suma establecida como “salvaguarda” entre los 13 millones de pobres durante los 6 meses que restan a 2018, son USD 6 mensuales que alcanzan para consumir menos de dos kilos de pan por mes, en un contexto de suba generalizada de precios que afecta particularmente los alimentos, el trasporte público y los servicios esenciales. Es evidente que nada de ello permitirá palear una catástrofe anunciada.
Es por eso que los abajo firmantes no tenemos otro camino que repudiar este Acuerdo ya firmado y considerar a la nueva deuda contraída bajo sus condiciones como “odiosa o execrable”. Bregaremos, además, para que los compromisos suscriptos en el Acuerdo sean sujetos a revisión tanto de la Justicia como del Parlamento. Le solicitamos que en su carácter de Directora Gerente transmita al Directorio que este acuerdo entre el Organismo y el Poder Ejecutivo no cuenta con legitimidad jurídica, política ni social; que los fondos comprometidos se utilizarán de manera claramente fraudulenta en perjuicio del país; que el programa económico impuesto producirá una catástrofe social; y que, por lo expuesto, ante un cambio de gobierno, el acuerdo será puesto en crisis.

i https://www.infobae.com/economia/2018/05/08/encuesta-el-75-cree-que-es-inadecuado-pedirle-ayuda-al-fmi/
ii https://www.lanacion.com.ar/1884670-no-vamos-a-pedir-un-prestamo-al-fmi-y-otras-frases-de-mauricio-macri
iii https://www.lanacion.com.ar/2132949-dos-de-cada-tres-votantes-de-cambiemos-no-querian-que-macri-acudiera-al-fmi
iv http://www.ambito.com/875402-dujovne-no-vamos-a-tener-un-programa-con-el-fondo-monetario
v Papel que el propio organismo reconociera en su “Informe sobre la evaluación del papel del FMI en Argentina, 1991–2001” y que derivara en la peor crisis económica, política y social de nuestra historia.


sábado, 7 de julio de 2018

Lo queer, un atentado político


Por Daniel Link para Perfil


En La preparación de la novela, Roland Barthes recuperaba, con la melancolía de caso (porque “para nosotros... es inconcebible en el orden político”) el principio del Tao, que se expresa en el Wu-wei, el no actuar. El Wu-wei es mucho más que el rechazo del acontecimiento. Es un método que implica una conducta de vida. No solamente evitar el acontecimiento, sino además no suscitarlo: no hacer nada malo, para no ser castigado; no hacer nada bueno, para no ser cargado de funciones absorbentes una vez adquirida una reputación. Abstenerse de ejercer autoridad, de llenar una función. No juzgar, hablar poco, no reconocer las oposiciones lógicas y morales y, de manera general, toda distinción.

Ese deseo irreprimible y al mismo tiempo irrealizable, el Wu-wei, tiene incidencias políticas absolutamente escandalosas porque toda nuestra civilización ser funda en el Querer-Actuar (y el Querer-Asir), que implican un rechazo frontal a cualquier forma de anonadamiento, a cualquier desfuncionalización, a la vida que se niegue a ejercer autoridad sobre los otros.

Roland Barthes aisló esa noción precisa y preciosa como algo muy específico, muy cerca de una noción que, sin embargo, él no nombra: Wu-ming. Ese nombre fue, durante mucho tiempo, el que se daban a si mismos los disidentes chinos y, más cerca en el tiempo, el nombre que adoptó un colectivo de escritores milaneses. Wu-ming es tanto lo anónimo como lo innombrable, tal como queda claro en la tercera frase del Tao Te Ching: "Wu ming tian di zhi shi", "Sin nombre es el origen del cielo y de la tierra" ("Wu Ming" quiere decir, además, "no entiendo" en cantonés).

Recordé estos fragmentos de sabiduría extrema hace unos días, cuando la televisión recuperó una noticia del mes de marzo. Yo volvía de hacer trámites: entregar informes de investigación, firmar declaraciones juradas de cargos, presentar comprobantes que acreditaban mi participación en un congreso, firmar actas de evaluación, pedir renovaciones de contratos para personas que trabajan conmigo y, agotado como estaba de unas acciones que poco y nada tienen que ver con mi vida, salvo en el sentido de minarla lentamente, de acercarla cada vez un poco más a la muerte, escuché a dos conductores de televisión diciendo que “Sergia” era inmoral, un escándalo que no debía tolerarse, que su decisión era repugnante.

Sergia, como se sabe, se entregó al Wu-wei y al Wu-ming: lo innombrable y el fin de la esclavitud (nada más esclavizante que trabajar y, encima, hacerlo en una regional de la AFIP). Esa persona decidió cambiar de género, tal como la Ley argentina permite, lo que le dio derecho a jubilarse cinco años antes. ¿Por qué no hacerlo? ¿Por qué no fundar en ese acontecimiento el cese de todos los demás?

Yo mismo, cuando me enteré de su decisión, fantasee con seguir sus pasos. Le dije a mis hijos y a mi marido que no tenía ganas de esperar la reforma previsional para ver cómo la derecha me arrebataba la posibilidad de escaparme de la muerte en vida a la que los trabajos que hacemos nos condenan. Dado que me llamo Daniel A(lejandro) Link, ¿por qué no presentarme ante el Registro Civil para pedir la corrección de mi nombre a Daniela Link? ¿A quién podría importarle? ¿A quién podría perjudicar? Aparentemente la sociedad no está dispuesta, como Roland Barthes había previsto, a una fuga hacia adelante como esa: un glorioso shabat anticipado, la sustracción del propio cuerpo y la propia imaginación a toda forma de dominio y normalización.

La ley argentina, muy generosa, permite el cambio de género sin exigir ningún tipo de intervención médica, psiquiátrica o cosmética: entiende que cada cual será responsable de su propio destino y de su nombre. Pero la sociedad pretende que el cambio de género se funde en un malestar, y no en un proyecto de alegría, de desujeción, de emancipación del yugo esclavista.

Cambiar de género pero no para llenar una función diferente sino para no desempeñar ninguna. Cambiar de nombre para acercarse un poco más a lo innmobrable: ¿papá, mamá, abuela, abuelo? Sigamos los pasos de Sergia, la reina del shabat, y que chillen los idiotas útiles.